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Las madres de adolescentes secuestradas en Nigeria cuentan su calvario e imploran ayuda

Ruth Bitrus intenta hablar, pero el llanto se lo impide. Sus dos hijas están en manos del grupo islamista armado Boko Haram desde hace más de dos meses, al igual que más de 200 estudiantes de secundaria.


Viernes, 6 de junio de 2014
Joel Olatunde Agoi (AFP) / El Faro

La secretaria de inclusión Social, Vanda Pignato, encabezó el pasado 20 de mayo una simbólica protesta en El Salvador para pedir la liberación de las 200 niñas secuestradas en Nigeria, como parte de la campaña #BringBackOurGirls. Foto archivo El Faro.
La secretaria de inclusión Social, Vanda Pignato, encabezó el pasado 20 de mayo una simbólica protesta en El Salvador para pedir la liberación de las 200 niñas secuestradas en Nigeria, como parte de la campaña #BringBackOurGirls. Foto archivo El Faro.

Lagos, NIGERIA. En un hotel de Lagos 21 madres cuentan al mundo el infierno que viven desde que sus hijas fueron secuestradas por los islamistas en Chibok, el pasado 14 de abril. “Ayuné durante 15 días, no bebía más que agua”, dice Bitrus sollozando.

Estas madres hicieron un trayecto en coche de nueve horas por las carreteras del nordeste del país, infestadas de insurgentes, para llegar a Maiduguiri, la capital del estado de Borno. Después tomaron un avión con destino a Lagos para contar el jueves a la prensa la angustia que las va consumiendo.

Lo hacen en un gran hotel que, al contrario de sus pueblos paupérrimos, dispone de electricidad y de internet sin cortes, y de un servicio de seguridad.

Tres de las 57 adolescentes que lograron escapar de los secuestradores acompañaron a sus madres a la capital económica nigeriana como parte de una campaña de apoyo a sus 219 compañeras.

“Al principio mi marido me consolaba cuando me veía llorar. Pero luego también lloraba él, al no poder soportar el dolor y el traumatismo. Tuvimos que irnos de Chibok porque era insoportable”, explicó Bitrus. “Padezco todo tipo de enfermedades raras desde el secuestro. Lo único que pedimos es que el gobierno y el mundo nos ayuden a encontrar a nuestras hijas”, imploró.

Cerca de ella, las exrehenes permanecían en silencio, tapadas de pies a cabeza por motivos de seguridad.

Según contaron algunas de las personas presentes en la sala, las tres lograron escapar en el bosque de Sambisa, en el estado de Borno, un lugar conocido por albergar campamentos de Boko Haram y donde el ejército nigeriano sigue buscando a sus compañeras.

La escuela, un factor de esperanza

No se sabe qué ha sido de las rehenes. En un vídeo difundido el mes pasado, el líder de Boko Haram, Abubakar Shekau, había amenazado de venderlas como esclavas o de casarlas a la fuerza. Posteriormente, más de un centenar aparecieron en un segundo vídeo del grupo que sostenía que se habían convertido al islam.

Otra madre cuenta su calvario. “Me dijeron que habían secuestrado a nuestras hijas”, contó Esther Yakubu, madre de Dorcas, de 16 años. “Pensé que no era cierto, porque no creía que pudieran hacer daño a las niñas”.

“Pero cuando llegué al colegio, vi que estaba en llamas. El internado, la administración, todo (ardía)”, cuenta esta madre que dice “agonizar, en medio de un gran sufrimiento desde el 14 de abril”. “¿Por qué Señor?”, se pregunta.

“Esta escuela era nuestra esperanza, es lo único que recibimos del gobierno, les suplicamos que traigan a nuestras hijas a casa”, añadió.

Monica Strover, otra madre, dice que se escondió entre la maleza cuando vio la escuela en ruinas y se enteró de que las niñas habían desaparecido.

Agradece la ayuda aportada por Estados Unidos, Reino Unido, Francia e Israel para intentar encontrar a las estudiantes. “Damos las gracias a los blancos que nos ayudan a buscar a nuestras hijas”, dice.

En su combate, las madres de las víctimas cuentan con el apoyo de una oenegé nigeriana y de la organización sin fines de lucro estadounidense Unlikely Heroes, que lucha contra la trata de seres humanos.

© Agence France-Presse

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