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La Unión Europea ante el reto de acabar con el babel de su política internacional

Casi no se ha mencionado en la campaña de las elecciones de la próxima semana, pero la crisis en Ucrania representa un balón de ensayo a escala real para la Unión Europea, obligada a superar las divisiones entre sus 28 miembros para pesar en la arena diplomática mundial.


Viernes, 16 de mayo de 2014
AFP / El Faro

Bruselas, BÉLGICA. Luego de años en que la atención se focalizó en la crisis financiera, la política exterior se impuso en la agenda comunitaria de los últimos meses. Si bien la guerra en Siria o en la crisis en la República Centroafricana, así como las “primaveras árabes” eran todos puntos en la agenda de las reuniones entre los 28, éstos estaban más concentrados en rescatar al euro y evitar una catástrofe económica aún mayor.

“Desde hace tres años estamos sumergidos, en especial porque todas estas crisis son extremadamente complejas”, señala un responsable del servicio diplomático de la Unión Europea.

Pero con Ucrania es diferente.

Su proximidad geográfica y el costo económico que representa un este europeo inestable, le dieron un cariz particular a la importancia de la política exterior del bloque.

Desde principios de año por Ucrania se llevaron a cabo decenas de reuniones de expertos, de embajadores o ministros. Los viajes a Kiev de los comisarios europeos se multiplicaron, así como las declaraciones. Incluso los jefes de Estado y de gobierno agregaron a último momento una cita extraordinaria en sus apretadas agendas a principios de marzo.

Los 28 lograron concertar una estrategia que combina “firmeza” con sanciones progresivas, y “diálogo” con Rusia, a pesar de las profundas divisiones e intereses en juego.

Pero todo esto no logró evitar la anexión de Crimea por Rusia ni hacer plegar a los separatistas de Ucrania del este.

Y las críticas vuelven a escucharse. Los expertos lamentan la incapacidad de la Unión Europea para expresarse claramente, de forma decisiva, y rápida, sobre los temas más candentes de la agenda internacional, así como los otros.

Como de costumbre estas críticas surgen cada vez que los mandatarios o los ministros se reúnen en Bruselas y exponen ante los innumerables micrófonos de la prensa sus posiciones dejando un concentrado de declaraciones con las que se vislumbran las ligas dentro del bloque, con “halcones” y “palomas” marcando el ritmo de la diplomacia comunitaria.

Dobles y triples discursos

Con respecto a Ucrania, por ejemplo, la sensibilidad de los países que en el pasado formaban parte de la URSS no es la misma que la de España, Portugal o Luxemburgo. Mientras que con los temas relativos a la presión migratoria, principalmente proveniente de África del Norte, los países nórdicos no expresan la misma preocupación que aquellos que forman la frontera sur de la Unión Europea. Lampedusa es el mejor y más triste ejemplo.

Es así que los 28 llegan divididos a las reuniones y se despiden con un mínimo denominador común como acuerdo, o veces sin nada.

Este déficit está vinculado “a la ambigüedad” de las decisiones tomadas luego de largas negociaciones entre capitales con evidentes intereses divergentes.

“Europa es pan bendito para los genios diplomáticos de cualquier tendencia” que hacen “convergir en una decisión común visiones diferentes y a veces incluso incompatibles” sobre un tema, explica Nicole Gnesotto, vicepresidenta del instituto Nuestra Europa.

En Bruselas, los diplomáticos afirman sin embargo que la coordinación entre los Estados mejoró desde que se afianzó el Servicio Europeo de Acción Exterior (EEAS por sus siglas en inglés), la cancillería del bloque, creado en 2010. Este servicio exterior ocupa un importante edificio enfrente de la Comisión y el Consejo, en el barrio europeo de Bruselas.

Aunque de dimensiones modestas comparado con la diplomacia francesa con sus más de 160 embajadas, 15,000 empleados y 5,000 millones de euros de presupuesto, logró crecer rápidamente desde 2010. Cuenta con 3,600 empleados, está presente en 140 países y se maneja con un presupuesto de 500 millones.

Pero sobre todo tiene la ventaja de poder apoyarse en la red diplomática de los 28 países miembros.

Luego de un comienzo vacilante, “es ahora totalmente operacional”, se felicitó recientemente la británica Catherine Ashton, que lo dirige desde hace cinco años. Sin mucho carisma, Ashton se ganó progresivamente la confianza de las cancillerías europeas para autorizarla a hablar en su nombre en particular en las negociaciones sobre el programa nuclear de Irán.

Todavía falta

Pero queda mucho por hacer para que “la Unión Europea se convierta finalmente en un actor serio de la relaciones internacionales”, estima Stefan Lehne, del Instituto Carnegie.

Lehne pide a los 28 países de la Unión Europea que nombren luego de las elecciones europeas del 25 de mayo a “verdaderos pesos pesados” en el cargo de Alto Representante, “capaces de impulsar una política exterior ambiciosa”.

La elección que harán los 28 “será el signo del nivel de ambición que quieren para la Unión Europea”, subraya Lehne para quien la “inestabilidad creciente en la frontera sur y este de Europa debe convencer a los dirigentes de que llegó la hora de reforzar el rol de la Unión Europea en la política exterior y de seguridad”.

Algo que pensarán dos veces los mandatarios de los países con más peso del bloque, que verían en ello una clara pérdida de soberanía.

© Agence France-Presse

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