El Ágora /

'El teatro es una historia de amor en un sistema de poder'

A través del teatro se ha podido contar a sí mismo y a los demás la historia de su país y la de Latinoamérica. Ese es el motivo principal que lo ha movido por el continente y algunos países de Europa y Sudáfrica: poner a debatir al público de la provincia de Formosa sobre las realidades económicas, sociales y culturales de lugares que, aunque puedan parecer remotos, no son tan diferentes a los procesos con los que ha tenido que coexistir la sociedad argentina.


Domingo, 4 de mayo de 2014
María Luz Nóchez

Daniel Luppo. Foto de El Faro/Cortesía
Daniel Luppo. Foto de El Faro/Cortesía

Durante 40 años se ha dedicado al teatro, desde las tablas como actor, detrás de ellas como director, desde las butacas como reclutador de elencos, y desde la gestión cultural y como organizador de uno de los festivales más prestigiosos, según dice, de Argentina. En eso se resume la vida de Daniel Luppo, un argentino de 56 años que se define a sí mismo como un animal de teatro, actividad en la que a los 16 años encontró la única manera de vivir en libertad y luchar por ella: 'Soy un muchacho de un barrio de una ciudad pequeña de Buenos Aires que un día, de pequeño, dijo: 'bueno, me voy a dedicar a la actividad cultural y a pelear contra la dictadura militar'. Y eso es lo que soy'.

Desde entonces, el optimismo de este ciudadano de la provincia de Formosa en que la cultura es una vía más para salir a flote pese a las circunstancias, es implacable y luego de un largo período de retar a las dictaduras desde las tablas, llegada la democracia no pudo desprenderse de ese vehículo que le ha permitido generar mejores condiciones para el rubro al que se dedica, desde leyes que favorezcan la producción teatral, hasta la construcción de nuevos escenarios para que las compañías de su provincia se presenten.

En la última década, Luppo también se ha convertido en una especie de trotamundos y ha recorrido más de 20 países en busca de espectáculos que enfrenten al público de su provincia con circunstancias que, explica, después de todo no son tan ajenas entre los países latinoamericanos, una historia de amor fundida en una realidad política. Es así como en los últimos cinco agostos, desde 2009, al Festival Internacional del Teatro de la Integración y el Reconocimiento han llegado muestras de lo que se está produciendo también en Centroamérica, de las cuales El Salvador ha participado en tres ocasiones.

El pasado 10 de abril, en medio del Festival Internacional de las Artes, en San José (Costa Rica), logramos colarnos en su agenda para que nos contara en qué se traduce su oficio de programador de teatro. A cambio también conocimos algo de la historia de este apasionado por la cultura, que no piensa retirarse ni limitarse al trabajo desde la academia: 'Soy un hombre de teatro y de acá no me mueve nadie, de acá me van a sacar muerto. Fue toda mi vida y me ha permitido tantas cosas: conocer otros países, a grandes personajes, y hacer amigos también. Siempre fui particularmente huidizo a las capillas intelectuales, huidizo a las hegemonías, a esa especie de oligarquía que se ha dado en el pensamiento cultural, soy un hombre de pueblo'. 

Usted se dedica, básicamente, a visitar festivales de teatro alrededor del mundo para conocer lo que se está produciendo. ¿Es comparable su trabajo al de un cazatalentos?
En principio me parece fuerte la palabra cazador de talentos. Sencillamente es tratar de encontrar… lo que pasa es que nuestro festival va a cumplir 10 años y las propuestas tenés que irlas renovando permanentemente, porque el fenómeno del público del teatro en Formosa es un fenómeno que hemos construido juntos. Quienes hacemos teatro y el público, que al principio, como en todos lados, era un público especializado de clase media. Pero por tácticas de sumar nuevos públicos nosotros hemos podido incluir a diferentes sectores de la sociedad, que por ahí no son tan acomodados en lo financiero; sin embargo hay una sed muy grande de ver los conflictos de otras sociedades. Entonces, por lo tanto, nos pareció siempre muy interesante tratar de encontrar todos las ayudas en la renovación de propuestas, que no tiene que ver con una caza, sino que, bueno, uno por la cantidad de años que tiene en esta actividad logra percibir nuevos momentos escénicos, nuevas formas de iluminación, nuevas formas de dramaturgia, narrativas que se van dando en este gran continente que es América Latina. Entonces, nuestro trabajo es mucho más humilde, tratar de encontrar espectáculos que puedan ser capaces de hacernos reflexionar. Espectáculos que nos enseñen otras formas de vida, por ahí pasaría.

¿Tiene una lista de criterios que debe cumplir una puesta en escena para llevarla al Festival de Formosa?
La política nuestra de festival ha sido no una sola estética, no un solo canon, no una sola manera de teatro, sino las múltiples formas que tiene América y que tiene el mundo de mostrar en un momento determinado un objeto estético que dialoga desde la realidad, desde un punto de vista estético. Somos un conjunto de teatralidades. Si los festivales se programaran desde la perspectiva de un solo programador, creo que hubiésemos perdido público. Y esto es lo que todos los días hay que pelear. A veces uno programa espectáculos que si bien son efectivos como tales, por ahí no le terminan de gustar a la gente. Y sin embargo después la realidad te indica otra cosa. La interacción del público con el espectáculo es totalmente diferente a como se le concibe en la teoría, y cada noche se va modificando.

Es decir, que el verdadero criterio para que una obra forme parte del Festival de Formosa es que cuente con esa capacidad de debate que enfrente al público.
En realidad es una forma simbólica de decirlo... Pero sí, el espectáculo tiene que dejar algo. Y en realidad es más una enseñanza por doble vía. Porque el público, esa hora y media que dura el espectáculo, es un proceso de enseñanza y aprendizaje permanente, de construir al mismo tiempo el conocimiento y el no conocimiento. Y eso ha pasado con todas las obras que han pasado por el festival, porque el que ve una obra de El Salvador en algún momento del día, de la semana, remite algo de su vida a El Salvador, aunque sea que vaya a Wikipedia. Y eso sucede porque uno ve teatro de otros lados, que es distante en términos de kilómetros, pero cerquita en términos de viaje en avión. No estamos tan lejos. Hay que salir, hay que convocar a la gente, hay que autoconvocarse, hay que reunirse y, bueno, así empiezan los intercambios. Tenemos mucho más de lo que creemos para aprender, pero también tenemos muchas cosas que enseñarnos juntos. Pero tenemos que dejar esas categorías de que porque son países más pequeños o porque tienen más dificultades no tienen nada para enseñar. Yo creo que sí, muchísimo más de lo que uno cree. El teatro es una especie de modelo de cómo funcionan las sociedades. Y eso te enseña mucho, porque no solamente estás viendo un hecho artístico, además estás viendo la penetración de la política, de las formas de vida, del tema de la discusión sobre las políticas culturales en el territorio. Y por eso siempre defino que el teatro para mí es una historia de amor en un sistema de poder. Hay una historia de amor, pero eso siempre sucede con tensiones y contenciones en un determinado tipo de sociedad política. El teatro lo que tiene es esa inmediatez que surge a la superficie rápidamente lo que está sucediendo. Aunque no es tan mecánico, pero el tiempo y la experiencia te ayuda para darle una lectura mejor.

¿Y en Argentina, cómo funciona ahora esa relación entre el poder y el teatro?
En los últimos 10 años no hubo gobierno en la historia que haya invertido tanto en el campo de la cultura. Nosotros tenemos una industria de cine que es muy fuerte, una Ley Nacional de Teatro, del libro, de la música, subsidios... Y no solamente el Estado nacional, sino que también están los estados provinciales, los estados municipales. Por supuesto que en alguna municipalidad la gente de cultura no tiene tanto apoyo como en una municipalidad de otra provincia de otro lugar. Pero, ponele, nosotros en mi provincia decimos siempre que somos la generación de la cultura. En los últimos 10 años ha habido una explosión en el tema infraestructural, de apoyo a los artistas, a los grandes eventos nacionales, apoyo en ediciones, se editan muchos libros, las universidades tienen todas su departamento de cultura, con inconvenientes, pero se van permanentemente aplanando, dejándolo de lado para permitirnos políticas de crecimiento. Pero nosotros, es otra realidad. Eso no quiere decir que haya una relación directa entre todos esos apoyos que el gobierno da a los diferentes componentes del colectivo cultural, que no es solamente el teatro, sino la pintura, el cine, la literatura, el audiovisual, la escritura... A veces no hay una relación directa entre apoyo y calidad estética o artística. Eso no tiene nada que ver. Lo mejor es que el artista o el creador esté en las mejores condiciones. Pero no tendríamos que quitar el apoyo para que aparezca la calidad. Al contrario, hay que darle más apoyo, mucho más apoyo a los artistas, no solo de Argentina sino que de América Latina. Todo esto tiene que ver con los derechos humanos.

Ya me decía que su llegada a Costa Rica le sirvió de excusa para reengancharse con Centroamérica... ¿qué se encontró de nuevo?
En este caso yo había sido invitado por el FIA aquí a Costa Rica y pensé que era muy egoísta llegar hasta aquí y no recorrer y reconstruir relaciones que yo tenía con el teatro de Centroamérica y que con los años se han ido transformando. Entonces decidí hacer tour intelectual por los países de Centroamérica. He tenido en este viaje entre 14 y 15 reuniones con colectivos de realizadores de todos los países que recorrí. El Salvador, Honduras, Nicaragua, Guatemala y la llegada aquí a Costa Rica, que he visto un teatro que debate los nuevos tiempos. Y eso es interesante. Directores jóvenes, actores jóvenes, mixturas de estilos. Hay que buscar, pero hay muy buen teatro. Y seguramente en este tiempo tan cortito mío debo de tener una mirada sesgada, pero con el tiempo se va mejorar porque ya hemos retomado otra vez contacto con Centroamérica y no va ser la última vez que venga, y por supuesto no va a ser la última vez que gente de aquí de Centroamérica esté en el festival.

¿Se atrevería a decirnos en qué país de Centroamérica se está produciendo el mejor teatro?
No, bueno, sería una falta de respeto, no puedo decirte una cosa así. Porque a mí me han invitado de corazón los compañeros, entonces no podría entrar en esa discusión, porque si no contradiría lo que yo siempre digo: para mí no hay una sola teatralidad. En algunos lugares vos ves mayor desarrollo, mayor desarrollo de la relación del espectáculo, el equipo tiene una capacidad de gestión mayor que otro de otro lugar, de otra provincia, de otro país. Eso por un lado. Y por otro, a veces, se conjugan fuerzas alrededor del dispositivo de un espectáculo que da como resultado una explosión poética y que eso ni siquiera tiene que ver con la economía. Entonces, por lo tanto, cada uno de estos países hermanos que conforman el gran territorio centroamericano tienen altos y bajos como tenemos nosotros altos y bajos en la producción teatral, y en la relación de la cultura con el Estado. Lo que sí observo, y es observable rápidamente, es un desplazamiento del Estado en el campo de la cultura.

Muy distinto, me imagino, a lo que usted está acostumbrado...
Una de las cuestiones que yo observaba, y le he dicho a la gente aquí, es que desde Colombia para abajo es notable que los gobiernos, y ahí no hay que hacerse el distraído, han invertido en la actividad teatral porque reconocen en ella una herramienta, una palanca muy fuerte. Somos países que estamos en una gran lucha por recuperar nuestra identidad, que no la hemos perdido, sino que estaba olvidada por políticas del poder, del neoliberalismo, que nos han querido destruir como países. Sin embargo, hemos retomado la idea de las culturas nacionales, de las culturas regionales, la diversidad… Hay un debate y una turbulencia en América Latina tan grande y tan interesante que nos permite autorreconocernos, integrándonos a nosotros mismos. Este es un poquito más o menos el panorama en el que estamos inmersos, en el que estamos trabajando.

Bueno, aunque no pueda decir dónde se está haciendo mejor teatro, alguna evolución habrá notado en los últimos cuatro años de las puestas en escena que los visitan de Centroamérica.
Sí, lo que pasa es que fueron grupos muy fuertes. Por ejemplo, en una oportunidad invitamos a Leandro Sánchez con “Marx ha vuelto”, hace cuatro años, y aún hoy la gente se sigue preguntando por ella. Estuvo Jorgelina Cerritos con Los del Quinto Piso, un espectáculo muy bonito; el teatro Rufino Garay, de Nicaragua, de Luciano Millán, también con una propuesta muy interesante. Nosotros lo que pedimos, al menos es que lo que se está haciendo sea teatro, que tenga un estándar de precisión conflictiva en la escena y que sea capaz de disparar desde la escena todas estas interrogantes que yo te decía. Que sea un teatro capaz de disparar este diálogo que el público de Formosa necesita y quiere, y por eso se ha empoderado del festival. Es impresionante la cantidad de público que va.

Ya me dijo que se lleva buenísimas impresiones de esta última gira, pero, ¿qué es lo que más lo ha sorprendido de la producción teatral centroamericana en los últimos cinco años que tienen de estar participando en su festival?
Que ahora muchas de las obras que vi están en manos de gente muy joven, con un conocimiento importante del hecho teatral, del dispositivo teatral, de conocer de dramaturgia, de los diferentes oficios, el conocer la tecnología del espectáculo. En muchos países han aparecido las universidades, tienen conocimiento formal, han hecho licenciaturas y, bueno, eso se nota, no es como en la época del 60-70 del teatro independiente donde la gente se formaba para hacer múltiples oficios y, bueno, pero así se escribió también la historia del teatro latinoamericano. Pero hoy ya no alcanza, hoy hay que tener más conocimiento y, fundamentalmente, aparte de ser muy organizados los colectivos con todo lo que tiene uno, la forma de cada uno de los países, la forma de relacionarse con el Estado, hay que tener mucho conocimiento de gestión, y veo que se está incorporando eso. He visto un modelo de producción muy interesante, como es el caso del proyecto de formación que se hizo a través de Suecia de Centroamérica, que dio como resultado un espectáculo multipaís “Tres viejos mares”. Actores de tres países con dirección de Arístides Vargas y de Charo (Frances), su esposa. También el proyecto Lagartija, que es la red de teatro centroamericano. Es decir, hay una cantidad de cosas que tienen que ver con la aparición de una nueva forma de hacer teatro, con una idea de romper o de saltar el propio aislamiento de los países. Eso es realmente notorio.

Ha hablado tanto de la importancia del público del festival que quisiera imaginármelo. ¿De qué forma lo perfilaría?
Es un público inteligente, no es un público que uno hace una mueca y la gente se ríe, no, no, no. Es un público que se ha ido entrenando. El festival comenzó en 2005 y en 2008 empezamos a ver que empieza a aparecer un público que no esperábamos. La ecuación es sencilla: más o menos por año, son entre 45 y 50 espectáculos que se presentan los seis días que dura el festival, ahí hay gente que ha visto el 80 % o todas las obras. Hay gente que ha visto más de 300 obras en los últimos 10 años. 300 obras y no han leído 300 libros, porque la media da, creo que un libro por mes, en Argentina que es un país lector. Umberto Eco decía que las estadísticas sirven para demostrar que si mi vecino come cinco pollos y yo como un, a la estadística da que comimos tres pollos cada uno. No es una cosa muy linda, ja ja ja. Pero la cosa es que la gente ha visto más teatro que lo que ha leído. Es una comunidad muy pero muy teatral y eso es lo que nos hace permanentemente replantearnos la programación, porque además te lo dicen. Y tienen todo el derecho. Ahora cuando vuelvo comenzamos con la asamblea de espectadores, para contarles más o menos el perfil de este año del festival, y la gente va y hace su aporte, y bienvenido sea.

¿Una asamblea de espectadores? ¿Cómo funciona eso?
Juntamos entre 15 y 20 personas y hacemos una especie de focus group y después nos juntamos todos para irnos planteando formas diferentes. Te imaginás que todos los espectadores no pueden ir, pero vamos a empezar ahora a mi regreso y ya están avisados y está contentísimos. Esto lo vamos a hacer para el año que viene, porque te imaginás que hay compañía que vos trabajás dos o tres años para llevarlas, en el caso de la europeas sobre todo. No es que vos levantás el teléfono y vienen. Todo el mundo tiene agenda. En esto no hay nada escrito. Es muy empírico cómo se va armando. Lo que sí sabemos es que tiene que ser teatro, y lo que queremos es que vengan la mayor cantidad de países que puedan, porque la calle te pide eso.

Usted ha estado en un sinnúmero de festivales de teatro alrededor del mundo y es el programador de uno de los más exitosos, según cuenta, en Argentina. ¿En qué radica el prestigio de un festival?
Tiene que ver, primero, con la calidad de los espectáculos. Pero ante todo la atención de los artistas. Que la hotelería sea buena, que la comida sea buena, que el artista no tenga que sufrir ningún tipo de destrato, que tenga las mismas o en algunos casos mejores condiciones que con las que trabaja en su lugar... Todas las directivas tienen que estar alrededor del equipo permeándolo de los problemas cotidianos para que presente su trabajo de la mejor manera posible. De casi 350 elencos que se han presentado, no hemos tenido problemas con ninguno. Funciona muy bien el dispositivo técnico. Después también que al artista hay que hacerle conocer los sitios turísticos del lugar. El festival tiene que estar centrado en la llegada del artista y en el cuidado del espectáculo, porque el espectador quiere ver lo mejor, y para que vea lo mejor no puede llegar una compañía sin tener los elementos que pidió o que esté mal alimentada. Todo tiene que estar en forma armada y custodiada para que el artista se sienta en las mejores condiciones para presentar su obra y en todo aspecto.

Por todo lo que dice, usted también es una especie de vocero que va replicando por el mundo que los festivales de teatro tienen futuro.
Pero por supuesto que sí tienen futuro, y no solamente eso, sino que festivales que se vienen haciendo desde hace muchos años se van transformando permanentemente en otra cosa. Vos fijate que nosotros empezamos con un festival internacional de carácter regional, y ahora vienen compañías de Sudáfrica, Bélgica, España, Francia. Este año estamos en conversaciones con gente de Nueva Zelanda, Camboya, con diferentes festivales del mundo que nos toman en cuenta. Por lo menos no estamos en situación de inferioridad ante ninguno.

Para el caso del teatro en Argentina, ¿qué funciona más: una nota en la sección de espectáculos o en las páginas de cultura de los periódicos?
Argentina tiene una tradición de suplemento cultural. Todos los diarios tienen suplemento cultural y eso funciona muy bien. Pero digamos que la prensa fuerte que llega al público es la televisión. Porque allá tenés dos programas que duran toda la mañana, de 10 a.m. a 1 p.m., que son una especie de magacine, que eso es lo que mayor encedido tiene. Contra eso no se puede pelear nadie. Si vos estás en esa franja, que es la del mediodía, podés tener la seguridad de que lo que vos estás haciendo va a llegar de forma inmediata. Y también tenés dos radios muy fuertes, una es la radio nacional, que depende de una cadena nacional de Argentina, y una radio provincial que tiene mucha penetración. Si vos estás en los dos canales, en la radio y con presencia en el diario, que es permanente, no hay forma de que no tengás público. Aun así yo sigo creyendo en el boca a boca. Es muy poderoso. Puede haber alguien en la cola que no haya leído el diario, pero alguien le dijo: 'Che, tenemos que ir a hacer la cola para tener la entrada al festival'. Eso es muy muy fuerte todavía, como una especie de legitimar una cultura de carácter tribal, donde nos juntamos y nos sentamos todos alrededor y pasamos la información.

El público hace cola para ver una obra del Festival Internacional de Teatro FITIR. 
El público hace cola para ver una obra del Festival Internacional de Teatro FITIR. 

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