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Ruanda: 20 años después del genocidio, Occidente pone fin a luna de miel diplomática

Carcomido por la culpa del genocidio de Ruanda de 1994, Occidente –con Estados Unidos a la cabeza– ha sido durante mucho tiempo complaciente con el gobierno de Kigali, antes de abrir los ojos a su polémico papel regional y sus violaciones de los derechos humanos.


Lunes, 7 de abril de 2014
Nicolas Revise (AFP) / El Faro

Washington, ESTADOS UNIDOS. Si bien los occidentales han puesto fin a la luna de miel diplomática de la que gozaba el régimen del presidente ruandés Paul Kagame desde hace dos décadas, esta ruptura, iniciada en el verano boreal de 2012, no se ha hecho, sin embargo, al mismo ritmo en la ONU, en Washington, en Londres o en Estocolmo, sostienen analistas y diplomáticos.

Ruanda, durante largo tiempo el preferido de los donantes de fondos, se ha beneficiado “del sentimiento de vergüenza y de culpa por el genocidio” entre los diplomáticos estadounidenses, pero también británicos o de Naciones Unidas, estima Richard Downie, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) en Washington.

“Resultado: Occidente ha estado durante casi 20 años con una camisa de fuerza”, explicó el experto. Pero hace menos de dos años “Estados Unidos y los principales donantes despertaron (...) para tener una mirada mucho más crítica hacia Kagame”.

Su colega francés André Guichaoua, un experto cercano al Tribunal Penal Internacional sobre Ruanda, confirma que Washington ha tomado distancia con Kigali. “Estados Unidos consideró durante mucho tiempo que Ruanda era el actor clave de la estabilidad en la región. Ahora considera que también es un factor de desestabilización”, dice el sociólogo.

De hecho, el régimen de Kagame ha sido reiteradamente acusado de apoyar a grupos rebeldes armados en el este de República Democrática del Congo.

Los sucesivos informes de la ONU desde junio de 2012 han dado cuenta del apoyo militar de Ruanda a los rebeldes congoleños tutsis del M-23 en Kivu del Norte, que Kigali siempre ha negado.

Después de haber cerrado los ojos sistemáticamente, la diplomacia estadounidense y de los países europeos han apoyado esta tesis, y el secretario de Estado, John Kerry, incluso insinuó a Kigali que se alejara del M23. Desde entonces Estados Unidos ha amplificado sus críticas.

Londres, apoyo indefectible a Kigali

El Departamento de Estado denunció en enero y en marzo la presunta implicación del régimen de Kagame en la muerte de un disidente ruandés en el exilio en Sudáfrica y los intentos de asesinato de otros. El gobierno de Obama ha advertido a Kigali sobre el respeto de una “oposición política pacífica” en un sistema “democrático”.

Estados Unidos estableció sanciones simbólicas, bloqueando cientos de miles de dólares destinados a la formación de soldados ruandeses.

Alemania, Holanda y Suecia ya habían congelado su ayuda en 2012. Estocolmo la reanudó después, pero criticó “las tendencias negativas relativas al desarrollo democrático y la libertad de expresión en Ruanda”. Noruega redujo su asistencia a la tercera parte desde 2007. En cambio, Londres que ha mantenido un apoyo indefectible a Kigali, “tiene todavía camino por recorrer”, señala Downie.

El Reino Unido “sigue considerando a Ruanda como favorito a la hora de recibir donaciones de fondos”, critica el investigador, quien denuncia “una política británica, en relación con Ruanda, bajo la influencia de Tony Blair”, el ex primer ministro que se convirtió en asesor especial del presidente Kagame.

Para la conmemoración del 20 aniversario del genocidio, el 7 de abril, Londres estará representado en un alto nivel por el jefe de la diplomacia, William Hague. Washington enviará a su embajadora ante la ONU, Samantha Power, secundada por responsables del Departamento de Estado.

Sigue quedando, en Washington, “una pizca de culpa” frente al genocidio, en palabras de Richard Downie. Primero con Susan Rice, asesora de seguridad nacional en la Casa Blanca y que trabajaba allí hace 20 años, bajo la presidencia de Bill Clinton.

Power, experiodista y autora de un libro sobre el genocidio, arremetió también contra Occidente por su incapacidad para detener la masacre. Londres y Washington “tienen una especie de admiración por Ruanda por haberse recuperado de este terrible trauma y, por lo tanto, son un poco reacios a criticar a Kagame”, estima Downie.

En la ONU, pese a los informes acusatorios, Kigali se sienta en el Consejo de Seguridad. “Los miembros del Consejo están siempre incómodos, sigue habiendo culpa por el genocidio y Ruanda juega con eso”, señala un diplomático.

© Agence France-Presse

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