El Faro Académico /

Encuentro con el General Maximiliano Hernández Martínez

Aproximadamente 20 años antes de que Roque Dalton escribiera Miguel Mármol, se publica en México D.F. en 1947 otro “testimonio” de la época y de los acontecimientos del 32. Nos referimos a la novela biográfica Cafetos en Flor de Miguel Ángel Ibarra.


Lunes, 28 de abril de 2014
Selección por Wolfgang Effenberger

Ibarra nace en 1902 en Ahuachapán y muere a finales de los 1980 en México. Crece en el pueblo Atiquizaya de donde era su madre Josefa Ibarra.* Es justo este pueblo y sus alrededores en el cual está insertado la escenografía de los eventos de su infancia y juventud que narra Ibarra y que abarcan el periodo aproximadamente de 1906 a 1935. Al lado de las descripciones de expresiones culturales “afrosalvadoreños” e indígenas, da testimonio del clima autoritario y violento, las discriminaciones raciales cotidianas que se enfrentan campesinos indígenas. Además dedica varias páginas a describir su formación política, y la represión que sufre por su opinión política y  trabajo sindical en los pueblos y cantones cercanos de Atiquizaya.

En el extracto que publica El Faro Académico, Ibarra relata un encuentro que mantuvo con el Gral. Martínez en 1929, que muestra, por un lado, la cercanía que tuvo Martínez con escritores e intelectuales de la época (Lara Martínez, 2011), y por otro lado, sus intentos de incorporar a nivel retórico los intereses de los trabajadores en su proyecto político (Ching, 2013); algo muy común en las estrategias tanto militaristas como fascistas de la época.

Foto de Miguel Ángel Ibarra, 1938, foto cortesía de Neith Gámez Ibarra y portada de Cafetos en Flor. / Composición de El Faro.
Foto de Miguel Ángel Ibarra, 1938, foto cortesía de Neith Gámez Ibarra y portada de Cafetos en Flor. / Composición de El Faro.

Encuentro con el General Maximiliano Hernández Martínez
Extracto de Cafetos en Flor, Miguel Ángel Ibarra (1947), p. 135-139


En el año de 1929, se celebró el Quinto Congreso de trabajadores en mi país, hubo delegados de todas las regiones, se hizo un balance general de organización, se enviaron delegados a la conferencia Sindical Latino Americana, en el Uruguay, Montevideo, también se mandó una representación campesina de los sindicatos agrarios; a la Internacional Sindical Roja de la U.R.S.S. La Federación Regional de trabajadores organizó el boicot contra los autobuses que pretendían subir los pasajes, fue una lucha de trabajadores unidos con estudiantes, empleados y el pueblo en general, llegando en este boicot hasta la acción directa. El pueblo organizado incendió tres autobuses que cuando la Compañía de camiones vio esto, cedieron.

¡Eh ahí! Los señores explotadores del monopolio fracasaron en su intentona criminal.

También nuestra Federación, por medio de su local en Santa Ana llevó a cabo otro boicot, contra el alto costo del alumbrado eléctrico, fue otro gran triunfo de nuestro trabajo social movilizó todo hasta tener el éxito. En este congreso se mandó una delegación a reforzar al caudillo Sandino en su lucha por la autonomía de la Patria. En esta comisión fueron varios camaradas con el compañero Agustín Farabundo Martí al frente, distinguiéndose en esta campaña como secretario del Estado Mayor y ascendiendo al grado de coronel en el ejército autonomista de Nicaragua. Hay que saber que hubo discrepancias en el C.C. Martí y Cesar A. Sandino a última hora, porque este era un tipo de tendencia Nacionalista liberal burguesa, su mismo error lo comprometió hasta sucumbir.

También se envió a Guatemala una delegación a ayudar a los compañeros del Llano de Palomo que habían sido desalojados de esas tierras Nacionales que les pertenecían y en donde habían hecho sus humildes jacales y que el gobierno de esa época con fuerza armada se las expropió para dársela a la colonia Alemana. Así queda demostrada su política servil imperialista (o sea candil de la calle y obscuridad de su casa).

En esa época se nos vino encima la fiebre de las elecciones políticas presidenciales. Nuestro país es chico apenas cuenta con catorce departamentos, o sea pequeñas provincias; pero cada uno de ellos surge un candidato aspirante a ser Presidente; esto lo hizo como táctica la burguesía para dividir a nuestras organizaciones; pero ya el pueblo poseó una gran conciencia de clase y está bien desengañado de todas estas artimañas de tipo “Buryui”. […]

En esa época hizo su gira el sanguinario Maximiliano Hernández Martínez por toda la república, acompañado de una banda de matones. Este Martínez era de procedencia desconocida y en su borrachera de teósofo desequilibrado decía ser hijo de un príncipe o sea sobrino de Hiroito, o tal vez primo hermano de Piyu. Cierto es que éste nació en Fraijanes, Guatemala, hijo de un indígena que, por desgracia, fue engañada por un espía japonés; pero este hijo pródigo o sea una planta venenosa, se vino a trasplantar en so montes de San Matías o Pico, El Salvador.

Huyendo desde muy joven de sus primeros delitos comunes, se vino de Guatemala para este lugar mencionado. Haciendo carrera militar a fuerza de lambisconear y sacar bacines a los viejos generales morbosos, que no son generales, sino degenerales brutos. Este viejo “cepillo” de Martínez me buscó cuando hizo su gira por Ahuachapán y envió a un periodista para invitarme. En esa época trabajaba bajo la orden del ingeniero Alfonso Valdivieso Mendoza y ahí fueron estas zabandijas.

--¡Venga!, vamos a donde el GENERAL Martínez, que desea hablar con usted y que le será muy interesante a usted.

--¿Quién es ese tío general que quiere hablar con un pobre carpintero que no vale ni un cacahuate, y que hay una gran distancia que nos separa entre él y yo?

Pero Juan Felipe Toruño, autor de “La Mariposa Neisna”, plagio de María, de José Isaac, me insistió tanto que decidí ir a donde el General de Casta. Cuando estuve al frente de este vejete, me enseñó un ejemplar de mi folleto “Pasos de Emancipación” que publiqué en días pasados, y cuando este vejete me recibió estaba rodeado de una serie de asesinos profesionales. Me recibieron con una sonrisa artificial, hipócrita, tratando disimuladamente de esconder sus semblantes agrios, de odio que me tenían. Al verme, lo noté todo. El viejo me habló con mucha amabilidad y atención.

En estos momentos se repartían brindis de copa de cognac; el viejo, invitándome a tomar, con una sonrisita de tigre me dijo:

--Al fin ha sido para mí mucho gusto el conocerlo. Llegó a mis manos su precioso folletito, el cual he leído y me gustan muchos sus ideas; soy su más sincero amigo y ferviente admirador al ver el anhelo y el hermoso ideal que usted persigue. Estoy dispuesto a ayudarlo.

--¿Y cómo fue, general, que la haya llegado mi folletito?

El viejo se quedó disimulado y trató de anteponer unas cosas para no decirme quien; pero luego se me metió entre la mollera que tal vez fue “la camioneta vieja”, de Felipe Toruño. Sabido está que en la época de 1939, esta hiena de Martínez, no daba indicios de lo que pudo hacer en el año de 1932 que masacró a treinta mil trabajadores; si yo hubiese sabido o tener algo de vidente, hubiera reunido a todos mis compañeros y lo hubiéramos asaltado y linchado con toda su banda. El viejo prosiguió:

--Ando en una empresa muy grande: quiero hacer una patria libre, fuerte y sana, así como Alemania.

Y presto le contesté:

--Me parece mejor que fuera como Suiza, porque ahí, creo que no han asesinado a ningún Carlos Liebrech [ Liebknecht] ni a una Rosa Luxemburgo.

--Digo yo, como en Alemania, que los obreros tomen parte en los parlamentos, por ejemplo. Tú eres un joven muy bien preparado y puedes ser un diputado de este lugar para que representes al pueblo y a tus camaradas.

--¿Y qué haría yo como diputado en un parlamento en que la mayoría está compuesta de señores capitalistas, cafeteros. Si yo hiciese algunas ponencias en bien de mi clase, que de hecho va en contra de los intereses de estos señores, ellos me declararían loco, me desaforarían y hasta me meterían en la cárcel.

--¿Y, entonces, para que sería Presidente? En mi gobierno no permitirá esas vejaciones para ningún ciudadano.

Aquí notaba yo que el viejo me hablaba en un lenguaje de “Robespierre de cartón” y con enseñanzas de Mussolini en su corazón.

- ¿Y qué puedo yo hacer por su causa, General?

- Le pregunté haciéndome el más cándido.

- Pues ayudarme, tú eres el Presidente de una Unión de trabajadores que me ha recomendado mucho el señor Toruño.

- ¡Ah!, dije entre mí, (entonces “este hijo de su madrastra” fue el que le facilitó mi folleto).

- Ciertamente General, yo fui Secretario General de esa Unión; pero ya me expulsaron de su seno y hoy me odian; yo cometí unas faltas que los trabajadores tuvieron justa razón de hacerlo y, entonces, si los trabajadores me miraran al frente de su comité, de plano, nade llegaría a inscribirse y usted no llegaría hacer un buen partido conmigo.

(Esto se lo dije al viejo para zafarme y no comprometer a nuestro organismo ni a mis camaradas. Al viejo le ví una cara desconcertada y me dijo:)

- ¡Cómo! ¿Con que así estamos? ¿Para qué se zafó usted de esa gente? Eso estuvo muy malo.

- Ya ve usted, General, ¡pero qué se va a hacer!...

 


* El legado de Ibarra se encuentra con sus nietos Neith, Asgard y Sigfrido Gámez Ibarra, en México D.F. a quienes agradezco por su apoyo a mi investigación y el permiso de poder publicar el retrato de su abuelo y las páginas extraídas del libro. Actualmente ellos trabajan en la re-publicación de Cafetos en Flor y demás componentes del legado

** Wolfgang Effenberger López, es alemán-salvadoreño, obtuvo su magíster en  Americanística Precolombina y Estudios Latinoamericanos en la Freie Universität de Berlín, Alemania. En El Salvador ha trabajado y colaborado entre otros con la Secretaria de Cultura de la Presidencia, la Universidad Don Bosco, la Academia Salvadoreña de la Historia y la Universidad Tecnológica.

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