Opinión /

Maduro revive los tormentos de Chávez


Lunes, 3 de marzo de 2014
Víctor Flores García

El ex presidente venezolano Hugo Chávez tenía una extraordinaria capacidad para convertir las derrotas en victorias. hombre carismático, pasó dos décadas en el centro de la política venezolana hasta su muerte, el pasado 4 de marzo, cuando dejó el país en manos de Nicolás Maduro, un fiel seguidor suyo pero incapaz de manejar las crisis con el mismo talento.

El Comandante fracasó en un golpe de Estado el 4 de febrero de 1992; diez años después fue derrocado el 11 de abril de 2002; y volvió en un contragolpe 48 horas más tarde. Cinco años después sufrió una amarga derrota en un referendo, el 2 de diciembre de 2007, cuando pretendía establecer el socialismo mediante una reforma constitucional rechazada por poco más de la mitad de los votantes. Cinco meses antes de morir, entre secretos de Estado sobre su salud que aún permanecen guardados en Caracas y La Habana, fue reelecto por tercera vez, con mandato hasta 2019.

Nicolás Maduro heredó un país dividido, polarizado al máximo, pero con la bonanza petrolera en extinción y la peor crisis económica en la era chavista: devaluación de 45 por ciento, la inflación más alta del mundo y un desabastecimiento de productos básicos con anaqueles vacios. Lejos del carisma de su mentor, el ex canciller de Chávez enfrenta una ola de protestas callejeras que han dejado una decena de muertos, cientos de heridos y decenas de jóvenes presos: el más notable, el ex alcalde del municipio capitalino de Chacao, durante 8 años de la era Chávez, Leopoldo López.

La Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU, Navi Pillay, dijo que unas 140 personas han resultado heridas y 13 han perdido la vida en los disturbios, entre ellos un oficialista y una reina de belleza, –citando datos de la Fiscalía venezolana-, e instó este fin de semana al gobierno a respetar la libertad de expresión y de asociación. También pidió a Maduro y a la oposición a poner fin a una “retórica inflamatoria completamente inútil”. Pero los partidarios del chavismo dentro y fuera del país caribeño comparan las vicisitudes del heredero del teniente coronel con el clima del fallido Golpe de Estado en su contra. Aquella fecha, entre marchas de cientos de miles de lado y lado, que dejaron 19 muertos en las calles cercanas al Palacio de Miraflores, un grupo de militares y empresarios fracasó por la falta de apoyo en los barrios y el rechazo de la comunidad internacional.

Un contragolpe para salvar a Chávez con una unidad de tanques al frente fue ejecutado 48 horas más tarde por el general Raúl Isaías Baduel, su compadre y cofundador de la logia militar Movimiento Venezolano Revolucionario MVR-200, bautizado así al cumplirse los doscientos años del nacimiento del prócer de la Independencia Simón Bolívar.


Baduel está encarcelado desde 2009, a raíz de su actuación el 2 de diciembre de 2007 a lado de Leopoldo López y otros líderes juveniles, cuando forzó a Chávez a reconocer su derrota en el referendo, llegando al Consejo Nacional Electoral con las actas que mostraban claramente la victoria de la oposición que Chávez se negaba a reconocer ya entrada la madrugada. Esa gesta nunca se la perdonó su compadre, padrino de su hija menor, quien lo comparó con Judas y lo metió a la cárcel pocos meses después, acusado de corrupción. Baduel ha estado encarcelado en Ramo Verde, la misma prisión militar adonde fue llevado Leopoldo López, una cárcel cómoda en una pequeña colina rodeada de naturaleza, un lugar tranquilo, si se le compara con las crueles y hacinadas prisiones comunes de Venezuela, donde gobierna el crimen organizado.

Desde entonces las Fuerzas Armadas fueron purgadas de todo disenso y bautizadas como Bolivarianas, junto con la expulsión masiva de 20 mil empleados de la estatal petrolera PDVSA, después de una huelga petrolera que cubrí como corresponsal en diciembre de 2002. Los dos mayores poderes facticos venezolanos, el militar y el petrolero, se volvieron “rojo-rojitos”. Entonces Chávez comenzó a abandonar su moderación y giró hacia La Habana, con una retórica estridente.
Ahora no hay asomo de que algún poder del Estado escape al control chavista, incluidos el poder Judicial, la autoridad Electoral, y menos aún los militares, asesorados por unos 300 oficiales cubanos. También en Washington hay un factor diferente: Estados Unidos es gobernado por un presidente del Partido Demócrata, Barack Obama, quien llama al diálogo y la negociación en Venezuela, a diferencia de la era bélica del republicano George W. Bush, sin mencionar que es el primer Presidente estadounidense de raza negra.

Aun así, Maduro sostuvo en un discurso su defensa: '¡En Venezuela se está aplicando un formato de golpe de Estado continuado, para generar una espiral de odio y justificar una intervención extranjera militar; y llevar al país al caos económico y militar!'. La división se ha exacerbado, pero el poder militar, policial y para-militar de los “colectivos” está en sus manos.

En realidad, los dilemas de Maduro se parecen más al primer levantamiento civil de los estudiantes venezolanos en la era Chávez, para oponerse al cierre de la cadena Radio Caracas TV, RCTV, el canal de telenovelas, mujeres despampanantes y cómicos con irreverente humor del Caribe de Radio Rochela. La chispa que sacó a las calles a los estudiantes aquella ocasión fue una frase autoritaria lanzada por Chávez el 28 de diciembre de 2006: “No se le renovará la concesión de ese canal de televisión golpista (…) vayan apagando los equipos, pues”. Así tronó el Comandante enfundado en traje de fatiga desde el principal cuartel de Caracas, arropado por el Alto Mando militar que lo aplaudía.

Una victoria “de mierda”

Un año más tarde, al final de 2007, aquellos jóvenes imberbes que seguían a un nuevo liderazgo desencadenaron el fracaso del referendo sobre una reforma constitucional para establecer el socialismo y la reelección sin límite de veces. Aunque Chávez tomó después un atajo legal para lograrlo por decreto de la Asamblea Nacional, bajo su control total, en aquellas protestas se graduaron los actuales líderes de la oposición actual, a quienes conocí en las calles de Caracas siendo más jóvenes: Fredy Guevara, Yon Goicoechea y Stalin González. Fueron la nueva guardia que seguía a los treintañeros Leopoldo López, Henrique Capriles, Carlos Ocariz y Ramón Muchacho. Ellos son ahora la cabeza del liderazgo opositor.

A Chávez le obsesionaba avanzar como aplanadora para establecer un socialismo petrolero de Estado después de su segunda reelección en 2006. Aquel empeño se convirtió en su mayor derrota, cuando su reforma socialista fue rechazada en las urnas el 2 de diciembre de 2007. No pudo contener la furia una mañana después: “¡Fue una victoria de mierda!”, le espetó en cadena nacional de radio y TV a sus adversarios, vigorizados por una dirigencia juvenil distinta a la vieja clase política rebelada en 2002. La mano con la que el Presidente sostenía el micrófono mostraba sus nudillos inflamados. Entre versiones de que Chávez había destrozado su despacho, la foto de un triunfante Leopoldo López rodeado de jóvenes ocupaba aquel día las portadas de la prensa opositora.

Al cabo de nueve años en el poder, a pesar de tener la chequera petrolera repleta dedicada a ganar apoyos internacionales, Chávez había caído a cerca de 40 puntos porcentuales en su popularidad aquel año 2007 de la ofensiva socialista, cuando puso de moda las nociones de consejos populares, nueva geografía del poder popular y democracia participativa. Fue un proceso que se vino dando todo el año 2007 desde la salida del aire del canal opositor RCTV, una decisión impopular, rechazada por el 80% de la población. Ese fue el diagnóstico de la encuestadora Consultores 21, y fue la primera elección en nueve años en la cual Chávez no iba subiendo en sus valores de popularidad sino en descenso.

La popularidad se le hizo esquiva a Hugo Chávez, por primera vez desde que en 1992 había dado un golpe de Estado, hasta ganar la presidencia en 1998 y reelecto en 2006. En aquella hora de derrota su canciller ya era Nicolás Maduro; y la esposa del jefe de la diplomacia, Cilia Flores, comandaba la Asamblea Nacional roja, sin opositores, todos retirados del recinto parlamentario entre 2004 y 2009 como protesta al supuesto fraude en un referendo revocatorio de 2003.

Pero sobre todo, a Chávez lo desgastaron las protestas de los estudiantes en la calle, el desabastecimiento de productos básicos y la inseguridad incontrolable. Seis años más tarde, esas siguen siendo las mismas claves de la impopularidad de Maduro. Y los jóvenes estudiantes le dan la espalda.

Opositores inhabilitados: deshacerse de Leopoldo López

La estrategia política de Chávez siempre fue un juego de estilo militar sobre un tablero de escenarios múltiples. Al mismo tiempo que retrocedía e intentaba rectificar errores, abatido por la derrota, emprendía en junio de 2008 una campaña respaldada por el Contralor General de la República para impedir a cientos de líderes opositores ejercer cargos públicos. Aplicaba así la inhabilitación de nuevos dirigentes adversarios como arma política para derrotarlos fuera de las urnas. No eran los mismos líderes impopulares de la vieja dirigencia socialdemócrata y demócratacristiana que gobernó 40 años hasta 1989, ni eran militares.

Entre aquellos jóvenes destacaba el demócrata-cristiano Leopoldo López, entonces favorito en los sondeos para ganar la Alcaldía Mayor de Caracas en los comicios de noviembre de aquel año. Chávez logró que, por distintas faltas administrativas, unos 400 líderes políticos, la enorme mayoría opositores y algunos disidentes chavistas, fueran castigados, integrados en una lista negra de “inhabilitados” para las elecciones municipales y regionales que seguían a su fracaso electoral de 2007.

Esos comicios habían sido bautizados como una 'batalla estratégica' por el Comandante. Serían la prueba de su resurgimiento. Leopoldo López, cuyo caso resultaba emblemático por su juventud, su popularidad, su administración moderna y su liderazgo moderado de nuevo tipo, construyó su buena imagen dirigiendo el acomodado municipio capitalino de Chacao, donde vive la clase media alta.

La diferencia de Chacao con otros municipios capitalinos era notable si uno vivía en Caracas en aquel tiempo, y pude observarlo en mis años de corresponsal extranjero viviendo en Venezuela entre 2006 y 2008. Era natural que Leopoldo aspirara a gobernar la Alcaldía Mayor de Caracas, pero no pudo superar su inhabilitación por una falta administrativa, cercado por 'una trampa política', como él la calificaba.

No era el único que pensaba de esa manera: la firma Datanálisis, indicaba que el 50% de los encuestados consideraba que la inhabilitación era una 'retaliación política' y sólo 20% la calificó como una medida justa. Sin abrir un procedimiento judicial, el Contralor General, Clodosvaldo Russián, quien moriría en La Habana cuatro años más tarde, dictaminó que López estaba inhabilitado para ejercer cargos públicos durante 9 años, hasta 2016, una vez terminado su mandato de 8 años, electo y reelecto como alcalde.

López fue sancionado por haber destinado 400.000 dólares del presupuesto de su municipio al pago de salarios caídos de bomberos y maestros y, en otro caso, por recibir una donación para su partido, siendo empleado de la estatal PDVSA cuando su madre ocupaba una gerencia en la petrolera, centro de la vida pública y económica del país.

Los opositores afectados se ampararon sin remedio en la Constitución, que establece que sólo está impedido de ser electo quien reciba una condena inapelable. López era en aquel momento el líder opositor más popular en Venezuela, de acuerdo con la encuestadora Datanálisis del experto Luis Vicente León, cuando su nivel de confianza superó por primera vez al propio presidente Chávez, con 45% contra 44% para el mandatario. Fue el colmo de lo tolerable.

Elegido como alcalde Chacao en 2000 con 51% de votos y reelecto en 2004 con un apabullante 81% de sufragios, el líder opositor terminaba su mandato en aquel barrio del este de Caracas donde estaba nuestra oficina.

Nacido en 1971, con un posgrado en Harvard, era entonces, a sus 36 años, junto con Chávez, uno de los cinco líderes venezolanos más conocidos, con un 80% de reconocimiento. Con esos datos me fui a buscarlo para una entrevista.

La marca del nuevo liderazgo opositor

Leopoldo López me invitó a una comida privada en su despacho, con un menú muy sano, con zumos de frutas y sin vino, donde tenía organizada una oficina moderna y en cierto modo futurista. Una de sus asistentes, su atractiva encargada de prensa, nos acompañó en la comida para cuatro. Asistí con mi esposa Sandra Weiss, corresponsal de la prensa alemana en América Latina. Era notable su formación intelectual y su vigorosa determinación, con la mirada penetrante y las palabras meditadas. Pero también podía sonreír con facilidad. El Chávez todopoderoso ya no lo intimidaba.

Con un mapa gigantesco de Caracas de más de ocho metros de largo que llegaba hasta el techo desde el piso a sus espaldas en el comedor, López se aferraba a la democracia: 'La regla de la democracia es que la mayoría decida, que se respete el marco institucional y las reglas del juego democrático', nos dijo con una vehemencia articulada. El Contralor General impuso las inhabilitaciones políticas sin necesidad de recurrir a la vía judicial, pero él confiaba todavía con cierta ingenuidad o resignación, en que el Consejo Nacional Electoral votaría “por la democracia' y le permitiría la inscripción de su candidatura.

No fue así para aquel joven dirigente que practicaba el boxeo y la natación, quien en los días de Semana Santa subía a la punta del Cerro del Ávila que domina Caracas a pernoctar la víspera del Domingo de Ramos. Siguiendo una tradición religiosa de los caraqueños, al amanecer bajaba con el manojo de ramas de palmeras tropicales más grande que los cortadores populares podían cargar, mayor al propio peso de su cuerpo, para regalar y repartir entre todos los peregrinos en aquella festividad cristiana. Una vez lo vi con su gente bajando sudorosos del cerro que le da a la capital su clima primaveral, un ritual que para él era una muestra de virilidad y solidaridad cristiana apreciada por sus gobernados.

Leopoldo López me contó que incluso viajó a México a conocer personalmente el caso del ex alcalde izquierdista Andrés Manuel López Obrador, quien por una falta administrativa estuvo a punto de quedar fuera de la carrera presidencial de 2006, que perdió por apenas 0,5% de votos. Aquella vez también conoció al ex canciller mexicano Jorge G. Castañeda, autor de la biografía del Che, La vida en rojo, quien había sido inhabilitado por la ley en su aspiración a una candidatura independiente.

El alcalde del barrio capitalino de clase media alta estaba dispuesto a pelear sin opciones laterales si era inhabilitado: 'No tengo Plan B, queremos gobernar la alcaldía de Caracas', nos dijo a la hora de los postres de frutas tropicales. No pudo. El chavismo le cerró el paso fuera de las urnas. Cuando las filas del Presidente celebraron unas primarias para elegir su candidato al mismo cargo, Chávez designó al ex alcalde capitalino y ex ministro de Educación, “El Negro” Aristóbulo Istúriz. Pero incluso aquel peso pesado del chavismo no le llegaba ni a la mitad en popularidad: un sondeo del IVAD señaló que López doblaba y derrotaría 57% contra 27% al candidato de Chávez.

Con una agenda montada sobre constantes estudios de opinión que situaban a la inseguridad como el principal problema para el 89% de los caraqueños, en las calles de Chacao ya colgaban estandartes con las consignas por una 'Caracas amable, segura y unida'. Era la campaña de López que terminó abortada. Al final quedó inhabilitado de aspirar a un cargo de elección, incluida una candidatura presidencial.

Años más tarde, Leopoldo López era a finales de 2012 uno de los hombres más eficientes para comunicar el proyecto alternativo a Hugo Chávez, con Henrique Capriles al frente. Entonces, pudo más el amor a un Presidente enfermo de cáncer que juraba estar curado y lloraba ante imágenes de Cristo, rogando por su vida. También fue el jefe de la campaña presidencial con acento moderado contra Maduro en 2013, y el caudal el votos opositores creció más de 2 millones en ese lapso. Fue insuficiente. Las cuentas fueron a favor de Maduro 7,50 contra 7,27 millones de votos. El germen de la división persiste.

Casi un año después de la muerte de Chávez, Leopoldo López ha sido acusado de incitación a la rebelión por encabezar nuevas marchas callejeras estudiantiles. Cientos de miles de estudiantes salieron a la calle a expresar un descontento acumulado por un coctel de razones diversas el 13 de febrero; y hubo disturbios que al despuntar marzo ya suman 13 muertos, entre ellos un oficialista y una reina de belleza. Fue acusado por la Fiscalía por los delitos de instigación pública, daños a la propiedad, autor intelectual de homicidio intencional y asociación para delinquir.

En una impresionante marcha de miles de caraqueños vestidos de blanco, Leopoldo López se entregó cinco días después a la Guardia Nacional que se lo llevó en una tanqueta, también de color blanco. Su mujer, Lilian Tintori, madre de su hija de 4 años y su hijo de 2 años, encabeza las marchas por su libertad, vestida de blanco, llamando a la no-violencia.

Venezuela ha vuelto a cautivar la atención del mundo con el mismo diagnóstico de crisis insoluble: una extrema polarización crónica, con multitudes enardecidas de lado y lado que terminan en disturbios. Así fue la era de Hugo Chávez, quien murió entre secretos hace un año, el 5 de marzo, así la heredó a Nicolás Maduro. Con la ausencia del carismático Comandante y con la chequera petrolera vacía, el desenlace venezolano es ahora impredecible. Sólo el temperamento irreverente y hedonista que le da el Caribe parecer salvarla. Tal vez no, tal vez sí.

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