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Una aguja en un pajar, un avión en un océano

Ya se ha anunciado como certeza que el avión se desplomó en el mar, frente a las costas australianas, pero hallar el Boeing 777 de Malaysia Airlines representa un desafío de desenlace incierto, a pesar de que los investigadores disponen de una amplia gama de material sofisticado para escrutar el océano Índico.

Miércoles, 26 de marzo de 2014
Delphine Touitou (AFP) / El Faro

París, FRANCIA. Este lunes, diecisiete días después de la desaparición del vuelo MH370, el primer ministro malayo anunció que el aparato se había estrellado frente a las costas occidentales de Australia, poniendo definitivamente fin a la esperanza de hallar sobrevivientes entre las 239 personas que se encontraban a bordo.

Una carrera contrarreloj se ha desatado para intentar captar las señales emitidas por los registradores de vuelo o cajas negras, que teóricamente son capaces de seguir enviando señales durante unos diez días más.

Un avión comercial está dotado de dos cajas negras: el DFDR (Digital Flight Data Recorder), que registra todos los parámetros de vuelo (velocidad. altura, etc) y el CVR (Cockpit Voice Recorder), que graba las conversaciones y ruidos de la cabina de pilotaje.

Antes incluso de la oficialización del accidente, la marina norteamericana anunció el envío de un sistema de localización de cajas negras. Este detector fue enviado el lunes desde Nueva York por vía aérea a Perth, indicó un responsable norteamericano de defensa.

El “sistema de localización remolcado” es un aparato triangular de 35 kilos destinado a ser remolcado por un barco. Los micrófonos acuáticos que contiene pueden detectar señales emitidas por una caja negra hasta 6,000 metros de profundidad.

Una cuestión de suerte

“Captar una señal que emana de la baliza me parece ser una cuestión de suerte”, estima sin embargo el responsable, que no quiso identificarse, del grupo de operaciones de investigaciones en mar del vuelo AF447, que se estrelló en el Atlántico en 2009.

Ocurre que la baliza, fabricada por Honeywell, emite una señal durante 30 días consecutivos a partir de su inmersión en el agua, según informaciones comunicadas por un portavoz de la empresa, con una capacidad de detección de 2 a 3 kilómetros aproximadamente.

El exinvestigador recuerda que en el caso del Río-París las balizas no se oyeron. Luego resultó que una de ellas no funcionaba y que la otra había sido arrancada por el impacto y no pudo ser hallada. “Soy más bien pesimista”, dice, destacando que en lo inmediato, la otra prioridad es georeferenciar, es decir describir, fotografiar, localizar y fechar todos los fragmentos que se encuentren.

“Luego es necesario largar boyas a la deriva”, explica. Seguidas por satélites, permiten tener una idea de las corrientes en la zona y validar los modelos matemáticos. Sin embargo, destaca, los 16 días de deriva y las incertidumbres asociadas a estos modelos van a contribuir a extender la zona de búsqueda.

De no poder detectar la baliza, la etapa siguiente consiste en enviar sonares de barrido lateral siempre y cuando se disponga de una topografía del fondo marino lo suficientemente detallada como para “poder buscar anomalías en el fondo marino”.

Todos los expertos consultados por la agencia AFP estiman que estas operaciones podrían durar mucho tiempo, “meses o tal vez más”. En el caso del Río-París, fueron necesarios 23 meses para localizar los restos del avión a 3,900 metros de profundidad.

Los ROV o vehículos operados a control remoto pueden ser utilizados en una etapa ulterior para disipar dudas acerca de anomalías topográficas, gracias a sus cámaras de alta definición.

“Estos robots teledirigidos, unidos a la superficie a través de un cable, avanzan lentamente y tienen un radio de cobertura limitado”, advierte sin embargo el exinvestigador del BEA. “Allí también se necesita un posicionamiento muy preciso para desplegarlos a grandes profundidades”. Si se hallan las cajas negras, nada garantiza que sea explotables.

Las autoridades malayas evocaron un acto deliberado destinado a hacer desaparecer al avión de los radares de los controladores aéreos. La gran incógnita es saber si el CVR no pudo haber sido también desconectado, para lo cual alcanza con accionar en la cabina del piloto el disyuntor que sirve para aislarlo eléctricamente.

© Agence France-Presse

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