El Ágora /

El “hasta pronto” de El Salvador al cineasta Luis G. Valdivieso

La muerte del cineasta español conmovió a los profesionales del séptimo arte del país, quienes le brindaron un último homenaje y renovaron los votos de continuar con los proyectos de cine que Valdivieso impulsó desde su llegada en 1993. También reproducimos aquí una parte de la Plática que que El Faro tuvo con él en 2008.


Sábado, 1 de marzo de 2014
Andrea Nohemy Orellana

El jueves 27 de febrero, en la capilla de la UCA, a las 6:00 p.m., entre el barullo de los pericos tan característicos del lugar, se ofició una misa en honor a la memoria del recién fallecido cineasta español Luis G. Valdivieso. La presencia de amigos íntimos del cineasta, compañeros de trabajo, alumnos y conocidos, le rindió homenaje a uno de los más entusiastas y activos promotores de las producciones audiovisuales en el país.

Entre risas y lágrimas (más risas que lágrimas) los asistentes compartieron sus anécdotas de cómo conocieron al peculiar cineasta y sus andanzas en el país desde su arribo el año siguiente del fin de la guerra civil. La presencia del español Fernando Fajardo, un íntimo amigo, la escritora Claudia Meyer, compañera y amiga de trabajo, al igual que el productor Francisco Quezada y Hermann W. Bruch, tercer vocal propietario y y director administrativo financiero de la Escuela de Comunicaciones “Mónica Herrera”, donde Valdivieso fungió director del Taller profesional de cine y televisión.

“Luis fue una persona crítica y rebelde frente a la realidad. Buscaba algo que trascendiera y tenía una actitud profunda de servicio a través de lo que sabía hacer, del cine, del arte”, alentaba en su sermón José María Tojeira, sacerdote jesuita oficiador de la misa.

Los amigos más cercanos al cineasta prometieron seguir con las ilusiones que juntos compartieron algún día. “Me recuerdo que conocí a Luis en éste mismo lugar, estaba en la esquina de esta capilla fumándose un cigarro (carcajadas). Él era muy perfeccionista en todo lo que hacía y le gustaba cantar. Cantábamos juntos. Creo que el legado más fuerte que deja es su formación a los estudiantes de cine, la pasión por el cine que tenía la logró transmitir”, asegura Fernando Fajardo, director del Centro Cultural de España de El Salvador.

La misma afirmación hace Hermann Bruch sobre el legado que el cineasta dejó en la producción salvadoreña y que ahora la Escuela debe caminar por sí misma. Francisco Quezada también recuerda a Luis con mucho cariño y asegura que hicieron empatía rápidamente, “Él siempre se vinculó a la gente, estuvimos juntos en Nicaragua y aquí en El Salvador. Recuerdo que dijo que “Estaba bonita la utopía de nosotros de hacer una escuela de cine aquí en el país””.

Video de entrevista realizada por el Centro Cultural de España en mayo de 2012.

Valdivieso fue un impulsor de fuertes productoras de material audiovisual en el país, como el Centro de Video (ahora Audiovisuales) de la UCA, Escuela de Cine Mónica Herrera y la Asociación Salvadoreña de Cine y Televisión (ASCINE), además de abogar por una ley de cine concreta en el país.

Cabe resaltar la presencia de Esperanza Mujica, la mujer que colaboró en el hogar de la familia de Valdivieso desde su arribo al país. “Él fue como una familia para mí, desde que mi hija tenía 3 meses nos ayudó bastante, yo lo quería mucho, y lo seguiré queriendo. Cuando supimos sobre su muerte no paraba de llorar”.

El catalogado como “hasta pronto” y no “adiós” para Valdivieso, reconfortó a los dolientes y renovó las fuerzas para continuar con los proyectos que él mismo creó y que quisiese continuar en un país que aún necesita de buenos empujones para producir más cine y del cuál él fue un trampolín. Luis Valdivieso murió el 18 de Febrero en horas de la tarde en su natal Madrid a causa de un infarto, según informaron fuentes cercanas a la familia.

El Faro platicó extensamente con Luis Valdiveso en julio de 2008, logramos rescatar solo la primera parte de esta conversación, pero estamos empecinados en vencer la amnesia a la que a veces nos somete la tecnología. Luis era un hombre que disfrutaba contar su vida, una vida exagerada en ciertos pasajes, que en más de una ocasión nos hizo fruncir el ceño con el escepticismo propio de nuestro oficio, pero por oficio también sabemos que hay vidas así, de película. Dejamos aquí esa parte de nuestra conversación:


Luis G. Valdivieso: “El problema de El Salvador es el vacío cultural”

Por Élmer Menjívar, Rosarlin Hernández y Carlos Dada [Publicada el 21 de julio de 2008]

Luis G. Valdivieso (16 de diciembre de 1948 - 18 de febrero de 2014), cineasta español, que trabajó en El Salvador entre 1993 y 2012. / Foto tomada de su cuenta de Facebook [facebook.com/lgvaldivieso].
Luis G. Valdivieso (16 de diciembre de 1948 - 18 de febrero de 2014), cineasta español, que trabajó en El Salvador entre 1993 y 2012. / Foto tomada de su cuenta de Facebook [facebook.com/lgvaldivieso].

Sabe que queremos hablar de cine –de qué más- y por eso él mismo se adelanta y abre la conversación. Luis Valdivieso, un cineasta español que vino a El Salvador a finales de los noventas al Centro de Vídeo de la UCA, dice haber participado en más de 170 producciones cinematográficas, portero de la selección española de balonmano y cantante de un grupo que causó sensación por su rebeldía en la España franquista. Nos espera ya con una Regia en mano y dos cajetillas de Marlboro rojos sobre la mesa -que se irán consumiendo al calor de la conversación-, y con la sonrisa lista a servir de respuesta a cuanto queramos preguntarle. Sólo se le borra cuando comenzamos a hablar de su último proyecto, como director del Taller Profesional de Cine y Vídeo de la Mónica Herrera.

—Seguro quieren preguntarme que si el cine en El Salvador existe. Si uno se lo plantea desde que existir a lo mejor es una permanencia en el tiempo, hay que decir que no. Que no existe.

¿A ver?
No permanece en el tiempo el cine salvadoreño. No tiene existencia en ese aspecto.

O sea que antes de que te hagamos la pregunta ya te la respondiste vos solo: no existe el cine salvadoreño.
De momento, no. Se está trabajando para que exista. Sí hay muchas cosas hechas, pero no hay una permanencia, no hay una continuidad.

De mí se burlaban en México por ser salvadoreño.
¿Qué te decían?

Bueno, te conocés bien la biblia de la historia del cine, que es el Sadoul, la Historia del Cine Mundial, que quien lo actualizó con todo el capítulo de Latinoamérica fue creo que Ayala Blanco. Y en la parte de El Salvador dice: “Se cree que en los años sesenta se hizo una película”. Entonces en México yo era la gran burla, y para todo me decían: “Se cree que en El Salvador…”
Ja, ja, ja. Claro, pero esa es una brutalidad también, porque sí que ha habido unos intentos inconstantes, digamos. Claro, eso presupone que efectivamente en décadas se han podido ir haciendo algunas cosas, pero no ha tenido una continuidad. Tenemos que empezar a hablar ahora, yo creo que el empeño actual es ese, es hacer existir al cine salvadoreño.

A ver: Luis Valdivieso dice “tenemos que empezar por El Salvador” y sos un español. Y yo pensando en esta entrevista dije “es que Luis no podía haber acabado en otro país que en el de los hacelotodo”. Has sido deportista, has sido músico, has sido cineasta. Sos un “hacelotodo” que difícilmente podría haber acabado en otro país.
Pues sí, realmente sí. “Hacelotodo” fui durante una época juvenil. En un momento dado vi clarísimamente que no podía hacerlo todo a la vez. Entonces tuve que dejar el deporte, que me dolió; tuve que dejar la música, que me dolió muchísimo; y comprobé que en donde estaba más a gusto, donde yo sentía mucho más placer era en el cine, en expresarme por medio de la imagen. También tiene que ver un poco que lo único que me estaba dando dinero en ese momento era el cine. Para mi decisión de hacia dónde quiero ir, entre tres cosas que quería, yo creo que influyó también realmente que yo en el cine, a mis 18 años, estaba ganando un dinero que era inexplicable para todos mis amigos que estaban metidos en la universidad y que sus padres les daban para la semana una cantidad. En cambio, yo tenía un dinero hasta el punto que en esa época me acuerdo que como no tenía ni idea de qué hacer con ese dinero, lo tenía metido en una maletita azul. Eso no se me olvida nunca, je, je. Una maletita azul que la tenía siempre fija ahí, pero no era porque yo quisiera acumular, sino porque no sabía qué hacer con ese dinero, hasta que descubrí que lo podía meter en un banco.

¿Cómo es que ganabas más dinero en el cine cuando eras el portero de la selección nacional española de balonmano?
Por una razón tan sencilla como que en esa época, estamos hablando… ¡es que yo ya soy mayorcito!…

Ja, ja, ja.
Estamos hablando de los años sesentas. Y en los años sesentas el balonmano era amateur, por lo tanto, no ganabas. De vez en cuando sí te ofrecían unas dietas o algo así. No sé, a lo mejor es algo que tiene que ver con mi vida también. Justamente cuando dejo el balonmano -tenía me parece que 19 ó 20 años, o por ahí- al año siguiente, pero justo al año siguiente, se profesionaliza.

¿Y no volviste?
Y no volví. Y no volví porque ya mi decisión había estado aclarándose. Ahí no ganaba absolutamente nada, en comparación con lo que yo ganaba en el cine. El cine era sorprendente ver cómo te pagaban. Te pagaban un buen salario…

¿Pero qué hacías en el cine a los 18 años para ganar ese dinero?
Yo empecé en el cine a los 17 años. Y os cuento: yo empiezo a esa edad porque me metí en la escuela de cine de Madrid engañando. Yo engañé, yo siempre he dado más edad de la que tengo. Lo que no sé es si lo doy ahora también, ahora ya se me nota.

Ja, ja, ja.
Pero en aquella época yo era una persona con barba… y entonces para ingresar en la escuela de cinematografía en España, en dirección tenías que tener 21 años. Yo falsifiqué mi DNI, que es como el DUI de aquí, y me puse 21 años. Aprobé y en el verano ese en España, cuando acababa ese curso, se elegía a representantes de las diferentes especialidades –dirección, fotografía, montaje, interpretación– para asistir al Festival de Sirges en aquella época. Y bueno, yo fui uno de los elegidos en dirección, pero era una época de mucha actividad social, política, ya había muchos encuentros políticos de la oposición a Franco y entonces nosotros teníamos esa sensibilidad, digamos, de artistas. Estábamos totalmente en contra del régimen franquista, y en el Festival de Sitges, en el discurso de clausura el director general de cine dijo unas palabras que parece ser que no nos gustaron, ahora ni las recuerdo, y armamos un escándalo tremendo en la clausura del festival. Nos llevaron a prisión esa noche. Ahí descubrieron que Luis Valdivieso tenía 17 años y no 21. Me tuve que ir y, a los pocos meses, por medio de una amistad, conseguí entrar de meritorio –es decir a hacer méritos– a una película de ciencia ficción que se llamaba “El Hombre que vino de Ummo”.

¿Y de qué se trataba?
No sé, Ummo es como un planeta o algo así que hay por ahí, extraño. 42 años han pasado ya desde entonces… ¡Qué horror! Vais a saber mi edad en seguida.

Ja, ja, ja.
Y ahí empecé llevando cafés y bocadillos a los actores. Y para sacarme algún dinero convencí a los productores, y me ofrecieron limpiar las caravanas de los actores. Cuando se acababa el rodaje, yo me quedaba ahí y limpiaba esas caravanas, y se las dejaba pulcras y limpias. Y al día siguiente era de los primeros que llegaba para comprobar que todo estaba puesto y que la neverita funcionaba para los actores. Y así empecé yo. Pero en esa película hubo tantos problemas económicos, porque era una producción hispano-alemana-italiana, una cosa extrañísima, y empezaron a fallar o los españoles o los alemanes o los italianos, no ponían el dinero en su momento. Con tal que se alargó, se alargó, se cambió hasta de directores porque empezó Hugo Fregonese y la finalizó Tulio Demichelis; hasta cierto punto la finalicé casi yo, porque de llevar cafés dirigí un plano en esa película, una cosa curiosísima. Dirigí un plano que lo voy a contar, desde una terraza en un edificio alto en Madrid, un 24 de diciembre creo que coincidía, un plano de la luna llena. Entonces yo me fui con el camarógrafo y con el director de fotografía y fue la primera vez en mi vida que dije: “¡Acción!”. Hacer nada más que un planito de la luna llena.

Sí que tenían problemas en esa película. Para que el que servía el café…
¡Imaginaros! La película esa estaba estipulada para dos meses, por ahí, y duró cinco o seis. Empezó a finales de un agosto y te estoy hablando de que aún en diciembre se estaba rodando. Claro que hubo problemas enormes, porque claro, la gente estaba contratada para una película de dos meses. En aquella época en España había una producción media de 175, 180 películas anuales; por lo tanto, esas personas que se contrataron por dos meses, tenían otras películas después, normalmente casi todos, entonces se iba yendo la gente, la película continuaba y se iban.

Y al final sólo quedó el del café, pues…
No, el del café, con un productor fijate, que había sido socio de Samuel Bronston, Jaime Prades, y rodamos ese plano desde la terraza de la casa de Jaime Prades. Y quedó Jaime Prades, el camarógrafo, el director de fotografía y yo. Cuando yo empiezo a rodar, no había dejado todavía ni el balonmano ni el grupo musical, Agua Viva; lo dejo, ambas cosas, año y medio después aproximadamente, o sea, cuando, lo que yo sí reconozco, es que cuando yo arranco en el cine tengo una suerte tremenda. Suerte que la acompaño con mi esfuerzo, yo era un pesado, o sea, yo era el que estaba en los rodajes y les preguntaba a todos y esto por qué, y esto por qué, y tuve la suerte de que no hubo nadie que no me aguantase, que creo que fue una gran suerte porque…

Ya podrías trabajar en El Faro, ja, ja, ja...
Pero bueno, así era, así era.

Luis, pero Agua Viva también tuvo su momento en España.
Pero un buen momento, para nosotros fue lo más sorprendente. Nosotros éramos un grupo de amigos, jóvenes, chicos y chicas que nos reuníamos fin de semana en un pueblo de la Sierra en Madrid, en Miraflores, a tomar vinos, a hablar, conversar y a cantar. O sea, nos íbamos con las guitarras y nos poníamos a cantar pero en plan de que era algo que nos gustaba nada más, simplemente y era como una cosa más. Pero eso se fue haciendo como más grande y en un momento dado algunos salieron el grupo. Oye, ¿y por qué no nos atrevemos a hacer, lo que en aquel tiempo se llamaba happening? El happening era una conjunción de música con teatro e improvisación. Y entonces entramos en ello, montamos un happening de esos y lo presentamos en una iglesia, me acuerdo, de los dominicos, que era una de las iglesias en las que se podía ir, porque te daban una libertad absoluta para todo eso. Estamos hablando de que Franco estaba reinando, más que reinando no sé qué hacía.

Dictando.
Sí, dictando. En aquella época había iglesias y curas y todas estas cosas que estaban en oposición del régimen de Franco. Y una de ellas fue esta y tenían un auditórium buenísimo además. Y dejaron que presentáramos el happening. Y lo presentamos, y coincidió que uno de los que fue ahí a verlo, Manolo Oliva -que en ese momento era ya un compositor y cantante conocido en España- dijo: “Oye, me ha gustado mucho esto”. Nosotros cantábamos canciones de poetas prohibidos, León Felipe y todos esos, y entonces nos dijo: “¿Por qué no grabáis un acetato? Y lo produzco yo”. Se grabó el acetato, y se grabó el primer disco y en ese disco hay una canción que se llama Poetas Andaluces, y de repente se empieza a escuchar por todas partes, tiene un éxito tremendo, nosotros no nos lo creemos para nada en absoluto, y ahí nos empiezan a llamar.

¿Y estas eran las canciones de los poetas prohibidos?
Estas son todas canciones de poetas prohibidos en aquella época. Absolutamente todas, no había ni una canción que no fuera de algún poeta no prohibido. Al punto de que a los que nos prohibían actuar éramos nosotros, lógicamente. Actuaciones que hicimos en España, entró la policía y arrasó, nos retuvieron, nos sacaron, volvíamos a insistir, o sea que Agua Viva fue un grupo potente en ese momento, fue algo que surgió así. Y después bueno, me voy porque en un momento dado se invita a que Agua Viva vaya al festival de San Remo cuando San Remo era algo con mucha potencia; un festival de la canción y a partir de ahí empiezan, sobre todo, a pedir contratos para actuar en los países del telón de acero. Rumanía, Hungría, Checoslovaquia, todos estos. Y yo ya veo en ese momento que no puedo, es lo que me ocurre con el balonmano, o sea, que no podía porque ya me obligaban a tener que estar concentrado 20 días más el campeonato, y con la música igual, tener que salir para acá y para allá. ¿Qué me queda? El cine. Pero no qué me queda por qué me queda sino, o sea, el cine es lo que quiero desarrollar en mi vida.

¿Conservás alguna grabación de tu grupo?
Sí, claro. (Comienza a cantar) Qué tienen los poetas pobres andaluces de ahoraaaaa..

¿Y vos eras el cantante?
Uno de los cantantes, pero el más solista, no tocaba ningún instrumento, yo era el cantante, el solista cuando había canciones de voz solista. En Poetas Andaluces es una canción de coro y de José Antonio Muñoz diciendo el verso; éramos 13 en un principio y no fue mal con el 13. Después hubo muchísimos cambios. El grupo siguió durante bastantes años, pero con muchísimos cambios. Había gente que ya en un momento dado tenía otras opciones que les apetecían más. Piensa que eran universitarios todos.

Y por estar cantando todas esas cosas, ¿nunca te metieron a la cárcel?
Sí, me metieron..., pero poco.

Ja, ja, ja.
Porque, nos sacaban en seguida. Nunca fue de estar mucho tiempo en la Dirección General de Seguridad. Pero, vamos, algunas noches en los calabozos sí hemos pasado.

Pero, eso era, en ese momento, algo que se buscaba... era el ánimo rebelde de todos esos movimientos, de alguna manera era un logro... si te meten a la cárcel es una medalla.
Sí. Yo os he contado que ese éxito surge sin proponerlo. Lógicamente, la tendencia de toda esa gente era de izquierdas. Que por lógica había que tenerlas. Pero, yo diría que más que de izquierdas, era una tendencia antiFranco, y más que eso, era una necesidad de poder expresar lo que uno quería.

Antiautoritarismo, digamos...
Exacto. En aquella época, con otros, fue un puntal fuerte, en todo ese movimiento de oposición que hubo al rranquismo.

Esa es la canción que conozco, que es un tanto folclorista, esa al menos, no sé si todo...
No, fijate, yo por ejemplo, había una de ponerse a cantar un estribillo que decía: “Mi vida limita al norte con la muerte y al sur con mi madre viva, herida; a la derecha mi amo, contabilizando el aire; a la izquierda mis amigos, amigos de amar, amantes, amigos de amar...”, y ahí empezaba la música. “Amanteeees”, ahí había ¡buf!

¿Y esta seguía siendo letra de poetas malditos?
Todos, todos. Esta es de León Felipe.

Volvamos al plano de la luna llena, donde dijiste acción, ¿qué siguió?
Siguió una gran suerte que tuve, primero porque era una época que se producía mucho en España, cantidad, no estoy hablando de calidad. Entonces, yo en esa película, pues, como es lógico, yo decía, que preguntaba, que estaba encima, yo ahí, pues, fui acercándome a un tipo de gente que yo podía pensar que me interesaría para el desarrollo de mi profesión.

¿Estamos hablando de cuándo?
66... finales...

... Y ya era Carlos Saura la gran figura, ¿no?
Sí, en ese momento sí. Saura ya había hecho cosas muy importantes. Le quedaba por hacer todavía, pero Saura ya estaba... ya era un director…

El referente, ¿no?
Con mucho prestigio en ese momento. Referentes habían... no solamente era Carlos, habían unos referentes anteriores, que en cierto modo son las tres “B” de España: Luis García Berlanga, Juan Antonio Bardem y Luis Buñuel. Entonces, esos digamos...

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