El Ágora /

José Salvador “Invencible” Alvarenga, el nuevo mito salvadoreño

¿Estamos ante el nacimiento de un nuevo mito salvadoreño? Ante esa pregunta nos enfrenta el autor de este provocador ensayo que arranca poniendo en la misma categoría al 'náufrago' de Garita Palmera y al 'Mágico' González. El texto navega entre diversas corrientes y perspectivas que dan un contexto antropológico, cultural e histórico a un suceso que hasta ahora solo ha sido visto como una errática hazaña que protagonizó un salvadoreño más. ¿Es un historia cierta? El autor dice que eso no importa.

Martes, 11 de febrero de 2014
Alberto Valiente Thoresen *

Ahora el Mágico González parece tener compañía. No como futbolista, pero como un salvadoreño famoso mundialmente, porque sin quererlo hizo algo heroico, genial, creativo y atrevido. A diferencia de las hazañas del Mágico González en la cancha, las hazañas del Invencible Alvarenga no fueron un juego divertido, y tampoco están libres de controversia. Se trataron de una cuestión de vida o muerte, en una tragedia de supervivencia. Alvarenga trascendió su circunstancia, y en el camino ilustró de una manera extrema la situación de millones en el mundo.

El náufrago salvadoreño, José Salvador Alvarenga, habla con el presidente de Islas Marshalls, Christopher Loeak, momentos antes de tomar un avión en el aeropuerto de la capital, Majuro. Foto Hilary Hosia (AFP).
El náufrago salvadoreño, José Salvador Alvarenga, habla con el presidente de Islas Marshalls, Christopher Loeak, momentos antes de tomar un avión en el aeropuerto de la capital, Majuro. Foto Hilary Hosia (AFP).

Leyenda épica

La hazaña del salvadoreño José Salvador Alvarenga se ha convertido en una leyenda de proporciones épicas. Y es bien probable que permanezca como tal para siempre, sin convertirse en crónica detallada. Porque será difícil corroborar finalmente la veracidad de todos los detalles de su historia. Esto dará lugar a las modificaciones, omisiones y exageraciones que son típicas de este género.

Para quienes todavía no conocen su historia, el relato es sencillo pero increíble: Después de naufragar en la costa del sur de México, y de misteriosamente perder a su acompañante de viaje, el Invencible navegó solo por las aguas del Océano Pacífico. Nada fuera de lo normal hasta esta parte de la historia. A pesar de sorprendente, muchos han de hecho sobrevivido a retos similares. Pero lo increíble de la historia de Alvarenga, es que hizo esto en un bote de fibra de vidrio de tan solo 7 metros de longitud, apareciendo fortuitamente más de un año después, en un atolón de las Islas Marshall, a 11 443 kilómetros de su puerto de embarque. De acuerdo al mismo Invencible, sobrevivió tomando agua de lluvia y sangre de tortuga, nutriéndose de pájaros y pescados crudos.

Infieles y fieles

Ante este evento mediático global, es interesante observar al menos dos opuestos de interpretación. En un extremo se encuentran los incrédulos quienes, ya sea por prejuicios o argumentos aparentemente bien fundados, descartan de entrada la veracidad de los relatos. Para ellos, no ayuda el hecho de que el Invencible haya tenido un pasado conflictivo, una hija que no conoce, y que en algún momento se haya visto obligado a convertirse en uno más de los millones de emigrantes ilegales procedentes de su país natal El Salvador. Para los escépticos, la historia tampoco resulta más veraz, si tomamos en cuenta el hecho de que el Invencible no mostró signo alguno de escorbuto, a pesar de su travesía por el Pacífico. El escorbuto es una avitaminosis causada por la deficiencia de vitamina C, al no tener acceso a frutas y verduras frescas. Muchos marineros han sufrido de escorbuto, ya sea antes de que se descubriera la importancia de la vitamina C para el buen funcionamiento del organismo humano, o porque se han extraviado en altamar. Sin embargo, estos críticos olvidan que estos marineros probablemente cocían sus alimentos, y que la carne y el pescado crudos sí contienen cierta cantidad de vitamina C. Quienes consumen carne y pescado crudos pueden de hecho evitar el escorbuto, aún en condiciones extremas. Esto está demostrado por los estilos de vida de poblaciones árticas tradicionales sostenibles, cuyas dietas han incluido una combinación de pescado y carne cruda.

En el otro extremo están los que han aceptado la historia del Invencible, y la utilizan para fundamentar ideales nacionalistas. Así como los alemanes románticos y su Volksgeist, pretenden que la historia del Invencible represente elementos profundos del espíritu del pueblo salvadoreño. El problema de esta perspectiva es que pierde de vista que un pueblo, que consiste de una variedad de individuos y grupos, no puede tener tan solo un espíritu. Los pueblos tienen al menos tantos espíritus como habitantes, y muchas veces estos espíritus se contradicen a sí mismos. De manera que es igualmente ridículo reducir la historia del Invencible a una historia del espíritu del pueblo salvadoreño, como sería descartarla sobre la base de argumentos científicos con amnesia selectiva. Este tipo de nacionalismo romántico no es solo equivocado, si no que también ha justificado mucho sufrimiento. Especialmente a los que no encajan con las versiones reducidas de los ideales románticos nacionalistas.

Encarnación heroica de un mito

Sin embargo, si bien es equivocado reducir los muchos espíritus de un pueblo a uno solo, sí es posible identificar circunstancias similares compartidas por gran número de habitantes en una sociedad. Y como bien escribió el filósofo español José Ortega y Gasset, en sus Meditaciones del Quijote: «Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo». En otras palabras, las identidades profesadas por las personas son en parte un producto de los contextos, y en parte también un producto de las interpretaciones individuales de estos contextos por quienes los viven. De manera que circunstancias similares, compartidas por millones de personas, pueden dar lugar a identidades postuladas compartidas, independientemente de lo bien que estas identidades correspondan a los espíritus individuales humanos o no. Estas identidades pueden tener mucho o poco de cierto, y pueden o no servir de manera constructiva o destructiva a propósitos sociales particulares.

Así, en la cultura popular hay un mito compartido por muchos salvadoreños sobre su propia identidad colectiva. Este mito no es exclusivo a la identidad salvadoreña. Pero casualmente o no, este mito coincide en gran medida con la historia del Invencible Alvarenga. Es un mito que suele exaltar rasgos como el ingenio, la picardía, la creatividad y el atrevimiento, los cuales se alcanzan accidentalmente, sin intención o esfuerzo. De acuerdo a esta versión, la identidad salvadoreña se asocia con ser “vivo” (alerta) o el “más buzo” (sumergiéndose en estado de alerta), por usar términos coloquiales salvadoreños, aún cuando ni siquiera se tenga intenciones de serlo.

Tal versión de la identidad salvadoreña puede deberse a un contexto compartido de adversidad, en el país más densamente poblado de América continental. En tal circunstancia, el saber «rebuscarse» no es necesariamente una opción, si no una necesidad apremiante para sobrevivir. En este mito, el salvadoreño está tan acostumbrado a competir con otros que comparten su situación, que ni siquiera necesita hacer un esfuerzo por resultar ingenioso, creativo y atrevido. Esta postulación de la identidad salvadoreña fue eternizada por los versos de Roque Dalton: “los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo, los primeros en sacar el cuchillo, los más tristes del mundo, mis compatriotas, mis hermanos”.

Hasta el momento, una de las encarnaciones más conocidas de tal estructura mitológica ha sido el futbolista salvadoreño más grande de todos los tiempos: Jorge «Mágico» González. La admiración en El Salvador por este personaje es tal, que El Estadio Nacional incluso cambió su nombre de “Estadio Nacional Flor Blanca” a “Estadio Nacional Jorge Mágico González”. Esto mientras el Mágico González gozaba de vida y buena salud. De acuerdo a especialistas y aficionados de todo el mundo, el Mágico al menos se equiparaba en talento a futbolistas de la talla de Diego Armando Maradona. Pero para bien o para mal, su circunstancia y su actitud hacia el deporte no condujeron a los resultados profesionales conseguidos por otros grandes futbolistas. Pero esto parece no haber restado a su capacidad para divertirse jugando fútbol, su genialidad y su simpatía. Como en el mito, Mágico se desarrolló jugando fútbol en un país muy adverso para el deporte profesional de alto rendimiento. Participó en su primer mundial de fútbol, mientras su país se partía en pedazos en una cruenta guerra civil. Y así, aparentemente sin esfuerzo, accidentalmente, de chiripa, fue en algún momento considerado uno de los jugadores de fútbol más creativos, ingeniosos y atrevidos del mundo. Así, el Mágico trascendió su circunstancia, consagrándose como héroe. No de los héroes que salvan a indefensos, sino quizá también en una versión orteguiana por excelencia, siendo él atreviéndose a ser él mismo, a pesar de los límites de su entorno: “Estos hombres llamamos héroes. Porque ser héroe consiste en ser uno, uno mismo. Si nos resistimos a que la herencia, a que lo circunstante nos impongan unas acciones determinadas [sic] es que buscamos asentar en nosotros, y solo en nosotros, el origen de nuestros actos. Cuando el héroe quiere, no son los antepasados en él o los usos del presente quienes quieren, sino él mismo. Y este querer él ser él mismo es la heroicidad”.

Ahora el Mágico González parece tener compañía. No como futbolista, pero como un salvadoreño famoso mundialmente, porque sin quererlo hizo algo heroico, genial, creativo y atrevido. A diferencia de las hazañas del Mágico González en la cancha, las hazañas del Invencible Alvarenga no fueron un juego divertido, y tampoco están libres de controversia. Se trataron de una cuestión de vida o muerte, en una tragedia de supervivencia. Alvarenga trascendió su circunstancia, y en el camino ilustró de una manera extrema la situación de millones en el mundo.

Inspiración y recordatorio

Una de las atracciones turísticas más importantes en Oslo es el Museo del Kon-Tiki. Dicha institución se dedica a informar sobre las expediciones de Thor Heyerdahl (nacido en 1914) y su tripulación. La primera de ellas fue en 1947, en la balsa Kon-Tiki. El propósito de dicha expedición fue cruzar el Océano Pacífico en una embarcación antigua, para falsificar la teoría de que los primeros habitantes de Polinesia pudieron haber provenido de Perú/América del Sur. La expedición partió de Callao, el 28 de abril de 1947. Después de 101 días y 8000 kilómetros (mucho más corta que la de Alvarenga), empujados por la Corriente de Humboldt se estrellaron contra el arrecife de Raroia, en Polinesia. El viaje fue realizado por Thor Heyerdahl, como jefe de la expedición; Herman Watzinger, a cargo de la investigación meteorológica y técnica; Knut Haugland y Torstein Raaby, como operadores inalámbricos, que mantuvieron a Kon-Tiki en contacto con radioaficionados; Erik Hesselberg, navegante, quien trazó la deriva de la balsa; y el sociólogo sueco Bengt Danielson, quien fungió como mozo. A pesar de su carácter rudimentario, la embarcación Kon-Tiki fue construida con asistencia del gobierno peruano, contaba con una vela y estaba bien equipada. A diferencia del accidente de Alvarenga, la expedición de Kon-Tiki fue minuciosamente planificada. Además de raciones limitadas, la tripulación contó que todos los días tuvieron acceso a comida proveniente del mar. Peces voladores y calamares se hacían presentes en la embarcación cada día sin siquiera ser invitados. De acuerdo a la tripulación, durante el trayecto de Kon-Tiki por la Corriente de Humboldt, hubo una procesión constante de delfines, peces, tiburones y ocasionalmente atún, así como de plancton comestible. Además fue posible recoger suministros limitados de agua de lluvia, así como de exprimir el líquido linfático de pescado crudo, para saciar la sed. Thor Heyerdahl realizó al menos ocho expediciones similares alrededor del mundo. Murió en 2002 como una personalidad respetada.

En 2013, una producción cinematográfica noruega sobre esta expedición fue nominada tanto a un premio Oscar, como a un Golden Globe, por mejor película extranjera. En el museo de Kon-Tiki en Oslo es posible observar reproducciones y originales de las embarcaciones que Thor Heyerdahl usó en sus expediciones. Una de ellas, Ra II, fue de hecho construida por aymaras bolivianos. Mientras tanto, José Salvador “Invencible” Alvarenga ya regaló a sus anfitriones del atolón Ebon una embarcación que ni siquiera le pertenecía a él en un principio, pero que le fue otorgada por las corrientes del Océano Pacífico y su esfuerzo. El museo de Kon-Tiki, así como la producción cultural sobre Thor Heyerdahl y sus expediciones, pretenden ser fuente permanente de inspiración aventurera y científica. De igual forma, la hazaña de José Salvador Alvarenga, independientemente de sus causas y detalles, debiera ser fuente de recordatorio e inspiración. Recordatorio sobre como nadie debiera estar solo, en un océano hostil, sin rumbo, ni comunidad que lo ayude. E inspiración para todos los que tienen que luchar en la adversidad para sobrevivir. Porque de vez en cuando, y sin quererlo, todos podemos ser invencibles, como José Salvador Alvarenga.


 

* Alberto Valiente Thoresen nació en El Salvador, de nacionalidad noruega, es economista e investigador histórico. Colaborador de El Faro. 

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