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El Indie Collective, músicos que desafían su destino de almas errantes

Este miércoles se estrena una nueva edición de la 'Semana sin Covers' del Indie Collective, en la que el público tendrá la oportunidad de escuchar música salvadoreña y guatemalteca 100 % producida en casa. Un festival de este tipo era impensable hace cinco años, cuando los cover dominan los escenarios. Esta es la historia de una cultura y un movimiento musical que no quiso quedarse escondido.


Miércoles, 12 de febrero de 2014
María Luz Nóchez

Víctor Interiano, de las bandas Polaroids y Voltar, en el concierto de inauguración del mes de la Indiependencia, septiembre 2013. | Foto: Fred Ramos
Víctor Interiano, de las bandas Polaroids y Voltar, en el concierto de inauguración del mes de la Indiependencia, septiembre 2013. | Foto: Fred Ramos

Detalles de la 'Semana sin covers'
La Guía EF | El Indie Collective revela un El Salvador libre de covers

Una multitud de jóvenes baila, corea y aplaude a los cinco personajes que se han posado sobre el escenario. No son más de 100, pero a los rostros de los músicos les es imposible disimular la satisfacción en este salón abandonado de un centro comercial. El lugar es lo de menos, el regocijo viene de estar haciendo lo que hace seis años les era impensable: presentar un disco de música 100 % original.

A partir de 2006 en El Salvador empezaron a surgir bandas de música que a pesar de que ya habían encontrado su sonido, uno que no encajaba con lo comercial ni con las tendencias de moda, aún no tenían un espacio donde presentarse, ni público -más allá de los amigos- que los siguiera. En su afán por que la gente empezara a conocerlos y hacerse de su público empezaron a tocar puertas de los organizadores de los movimientos de metal, ska, reggae, hardcore del país para que los dejaran compartir escenarios. Su música, sin embargo, no encajaba con ninguno de los anteriores. Y el precio de no entonar lo tuvieron que pagar los nuevos, esas almas errantes de la escena musical salvadoreña.

Esta especie de tobogán al que se subían cada vez que intentaban sumarse a otra tribu, eventualmente perdió la gracia. Finalmente la violencia de la que estaban salpicados los conciertos terminó convirtiéndose en el último empujón para decidirse a buscarse un camino propio y distinto del que ya tenían esos otros. Luego de un tiroteo en un concierto de hardcore, provocado por la rivalidad entre los punks y los skin heads, Fran Maravilla y Joma Rubio, del proyecto Emma vs Noria, decidieron empezar el reclutamiento de bandas que estaban resbalándose en el mismo círculo de puertas cerradas. Ya ambos habían estado activos como miembros de bandas de otros géneros y como organizadores, lo cual les permitió identificar los vicios de los que un nuevo movimiento debería de estar desligado. 'Sentíamos que las barreras que la juventud estaba creando a través de la música provocaban luchas ideológicas irrelevantes para nuestra realidad, y por demás alienante', recuerda Maravilla sobre los principios en los que se basa la conformación del Indie Collective.

De este primer intercambio de ideas surgió en 2008 el primer quinteto de bandas dispuestas a lanzarse a la autogestión, que tuvo como cuna La Luna Casa y Arte, espacio que por más de 20 años sirvió de punto de partida de movimientos artísticos de todo tipo, y que cerró sus puertas a finales de 2012.

Han pasado casi seis años desde que Maravilla y Rubio decidieron lanzarse al vacío junto a las cinco bandas con el afán de hacerse de sus espacios para formar a su público y conseguir los medios para montar sus espectáculos, libres de violencia y con propuestas musicales alternativas que se salían del común: música original, menos covers y sin apoyo financiero o mediático de algún tipo. El objetivo era demostrar calidad al público, tanto en ejecución como en producción. Y lo lograron.

A ese primer arranque de adrenalina en La Luna, protagonizado por El sueño de Camila, Polly Class, Emma vs Noria, Nuevas ilusiones y Mayday Mayday, llegaron 60 personas que creyeron en el proyecto lo suficiente como para dedicar una tarde a escuchar las nuevas propuestas que además de presentar contenido original se preocupó por consentir a su audiencia con buen audio para cada evento. Al nacimiento le siguió la producción de los Festivales de Indie, que en 2009 llegó hasta el auditorio de Fepade, y que según Rubio fue el más satisfactorio, ya que implicaba sacar de los escenarios tradicionales a las bandas y al público. Este miércoles, el colectivo inaugura su tercera edición consecutiva de la Semana Sin Covers, el acto más grande de música original desde El grito rock en 2012.

Poco a poco la idea se fue contagiando en los demás escenarios. Al contrario del cierre de filas con el que los organizadores del nuevo colectivo se encontraron en su errante caminar, decidieron ampliar el alcance de su espectro. Fue en febrero de 2012 cuando nacieron las Semanas sin Covers, que logró convocar a 25 bandas de distintos géneros. Pero a pesar de estar juntos por la misma causa, aún no creían conveniente revolverse, y para cada uno se destinó un día. Ya para marzo de ese mismo año perdieron el recato y bajo la insignia de El grito rock, un festival de código abierto que se hace en más de 50 países, pasaron por el mismo escenario Frigüey, Adhesivo, Los Tachos y Virginia Clemm, bandas con sonidos diametralmente opuestos. 'Ahí empezó la nueva fase del colectivo, esa fue la cresta de los objetivos ideológicos de su fundación y el principio de la nueva etapa', concluye Maravilla.

Los organizadores Fran Maravilla y Joma Rubio posan junto al entonces alcalde de Santa Tecla, Óscar Ortiz, uno de los primeros en cederles espacio para cumplir con su objetivo de consolidar la escena musical salvadoreña. | Foto: Indie Collective
Los organizadores Fran Maravilla y Joma Rubio posan junto al entonces alcalde de Santa Tecla, Óscar Ortiz, uno de los primeros en cederles espacio para cumplir con su objetivo de consolidar la escena musical salvadoreña. | Foto: Indie Collective

De esta nueva etapa de la que habla uno de sus fundadores derivan la inclusión de nuevos rostros en la fotografía familiar del colectivo, que incluyó a personas que compartían esta pasión por la música, sin estar ligados a banda alguna, que llegaron a apoyar en la producción de las presentaciones, colocación de medios, y la negociación de espacios y pago para las bandas que coordinan.

A pesar de que el colectivo aún no ha resuelto cómo generar ingresos mayores a los egresos que cada producción les supone, podría decirse que está viviendo la mejor época de su génesis. Lo anterior quizá suene atrevido, pero a pesar de los sacrificios que conlleva mantener viva esta plataforma, el Indie Collective ha conquistado dos estadios fundamentales para la conformación de una industria musical: hacer un público, y el respaldo de una productora que ha permitido intercambios entre bandas con alcance a México y Centroamérica, además de la grabación de extended plays con el sello Bajo Presión Records para la mayoría de las bandas que están bajo su auspicio. De los 60 asistentes a su acto de lanzamiento, ahora calculan que la audiencia promedio en sus presentaciones llega a los 400.

La convicción de que es posible que el músico salvadoreño eventualmente se gane la vida sobre los escenarios se ha convertido en el mantra de los integrantes del colectivo, que poco a poco han logrado derrumbar prejuicios entre el público, los patrocinadores y los medios de comunicación. 'Vamos contra la corriente, contra cualquier expectativa de los medios, las marcas, el público, pero la misma pasión, interés, y el deseo de hacer que esto funcione es bien gratificante. El gran obstáculo es cambiarle el casete a la gente de que lo que acá se produce es cholero y lograr que miren hacia lo que se hace dentro', dice Ricardo Santos, quien además de estar en medio de la producción de presentaciones es el bajista de Cartas a Felice.

El dogma que mueve a este grupo de jóvenes, entre los que hay desde profesionales en ingeniería hasta economistas, ha permitido que a pesar de tener que restar horas de sueño y entretenimiento de sus vidas personales, no se den por vencidos en la carrera, a base de prueba y error –y un escaso margen lucrativo–, por convertirse en punto de referencia para todo el trabajo artístico independiente. 

El alma del indie

La labor mesiánica que ha caracterizado desde el origen de sus tiempos al Indie Collective tiene su núcleo en las bandas que lo forman. Las que dan vida a las presentaciones, las que con su ritmo y sus letras han cautivado al público incrédulo de que El Salvador produce más que cumbias.

En principio hay que tomar como base que el término indie acá responde a la forma de hacer las cosas y no al género, ya que por las filas del movimiento han desfilado bandas de folk, post-rock, rock alternativo. Y aunque a simple vista parezca que ellos son solo los beneficiarios del equipo que está detrás de ellos, nada se aleja más de la realidad. Desde el principio uno de los lemas que marcaron el quehacer del colectivo es que cada persona involucrada en el proyecto aportaba sus contactos, herramientas y formaba parte del equipo de montaje, producción y difusión de las apariciones en público.

Al igual que el equipo gestor, los integrantes de las bandas han tenido que repartir su tiempo como estudiantes y profesionales para ensayar. Son jóvenes que hace cinco, seis años que se formó el colectivo aún estaban estudiando en el colegio o iniciando la universidad, pero que a pesar de ello siempre persiguieron el sueño musical como algo más que un pasatiempo, y que pasa por la necesidad de traer a la escena nuevas propuestas.

Para la mayoría el punto de partida fueron los covers con el único fin de preparar el ambiente para introducir sus piezas originales, que para entonces no eran suficientes como para completar un set de 45 minutos. Esto para algunas de las bandas no dejaba de ser un impedimento para agregarle su sello. Los Cartas a Felice, por ejemplo, se declaran enemigos de los covers y en los momentos en los que se vieron obligados a subirse al escenario a interpretar alguno siempre tuvieron claro que no querían ser una banda más repitiendo canciones como 'La planta', de Kaos, o 'Persiana Americana', de Soda Stereo. 'Más que un cover, que es una copia al carbón de un tema, siempre la idea era buscar la escencia de la canción y hacerla nuestra', explica Gaby Rivera, voz de Cartas a Felice. Entre los éxitos de esta banda, de hecho, está su adaptación de la cumbia 'Barato'.

Gracias al empeño y esfuerzo que han puesto sobre la marcha, de las bandas que ahora representa el Indie Collective, el 80 % cuenta con un EP del que se desprenden sencillos que han empezado a sonar en distintas emisoras para jóvenes, en las que siempre la música comercial que viene de fuera ha tenido mayor demanda. Más curioso todavía es que, en una era en donde el disco compacto ha sido reemplazado por los servidores de venta de música en internet, estas bandas han logrado que un aproximado del 25 % que acude a sus conciertos compre un CD con su música.

Ahora hay que preguntarse: en un país como El Salvador, que no se caracteriza precisamente por su vasta formación de profesionales en música, empezando porque carece de algo tan básico como un conservatorio y una carrera universitaria especializada en música, ¿de qué han nutrido su formación musical los jóvenes que ahora representan la nueva escena musical salvadoreña? La mayoría aprendieron entre amigos, tocando en la iglesia en la que se congregaban y, principalmente, influenciados por las bandas que para ellos son referencia musical. Para ellos, sin embargo, no haber estado bajo un régimen de educación formal no es una limitante para componer sus canciones. 'El hecho de que seás un músico estudiado no te va a hacer un gran músico o que tengás una banda buena, es más importante para nosotros tener creatividad, química y buen sentido de composición, ya que eso es lo que le da identidad a la banda y el sonido propio', dice Diego Escobar, de Polly Class, una de las bandas que nació con el colectivo. Héctor Guzmán, de El sueño de Camila, añade: 'Lo importante es que nuestra música transmita nuestro sentir'. El sueño de Camila, a pesar de tratarse de una banda de post rock instrumental que centra su trabajo en la composición de la melodía -ya que sus canciones no incluyen letra-, no creen que lo académico haga falta para llegarle al público.

Del otro lado de la cancha está Cartas a Felice. José González y Gaby Rivera fueron parte de la Orquesta Sinfónica Juvenil de ProArte, tocando la flauta y el cello, respectivamente; y Atilio Montalvo, guitarrista, se formó musicalmente en Argentina y ahora se dedica a dar clases particulares de guitarra. Para el caso, explica Ricardo Santos (bajista), 'la composición misma de nuestra música se ve influenciada directamente por los conocimientos que José, Atilio y Gaby tienen. Nuestro sonido se ha formado por nuestras influencias musicales individuales. Las estructuras armónicas y melódicas tienen su sustento académico". 

El sonido particular de todas estas bandas y el trabajo del equipo gestor por realizar intercambios con movimientos afines en la región les ha permitido compartir escenario con Odisseo, Carla Morrison, Austin TV (México), y Cóctel (Guatemala). También les ha permitido recorrer Centroamérica con su música y ganarse los aplausos de los fanáticos indie del CA-4, como es el caso de Polly Class, que desde su lanzamiento con el Indie Collective en 2008, logró establecer contactos con Guatemala, Honduras, Nicaragua y Costa Rica para hacer que su sonido traspasara las fronteras.

A pesar del camino recorrido y de la preferencia que han logrado entre el público, las bandas no pretenden bajar el ritmo al que han venido trabajando hasta ahora. Reconocen que los sacrificios que han tenido que pagar a costa de darle rienda a su veta artística deben intensificarse ahora que el público los conoce. No saben en qué momento podrán empezar a vivir gracias a la pasión que los lleva a los escenarios, de lo que sí están seguros es de llevar el amor a la música hasta las últimas consecuencias.

El público del Indie Collective pasó de ser un simple espectador a corear junto a las bandas las letras de sus canciones. | Foto: Fred Ramos
El público del Indie Collective pasó de ser un simple espectador a corear junto a las bandas las letras de sus canciones. | Foto: Fred Ramos

La hora de la verdad

Lejos han quedado ya los días en los que bandas y organizadores necesitaban explicar al público, a los patrocinadores y a los medios de qué se trataba el proyecto por el que hacían cabildeo con tanta pasión. Para lograrlo, las redes sociales se han convertido en su principal arma de trabajo y ha sido en gran medida la vía para generar expectativa, lanzar convocatorias y promocionar sus presentaciones.

La rotación de las bandas fue al principio una de las variables de este colectivo. De las cinco que debutaron en La Luna solo sobrevive Polly Class, a la que para El Grito Rock ya se habían sumado Polaroids y Cartas a Felice. Con el paso de los años algunos miembros de estas bandas decidieron unir ideas y de esa fusión nació Voltar. Junto a estas bandas ahora también comparten escenario El sueño de Camila, La cosa encantada, El silencio de Clarence, Carol Hills y Alley's Bridge. Muchas de ellas forman parte ahora de la comunidad gracias a las convocatorias para participar en las sesiones de jam que tuvieron como sede el año pasado La Casa Tomada del Centro Cultural de España. 'Para nosotros tocar junto a las bandas que conforman el Indie ya significa mucho', explica René Orellana, de El silencio de Clarence, uno de los reclutamientos más recientes del colectivo.

A las puertas de un reto tan ambicioso como la jornada de cierre de la Semana sin Covers, el colectivo y las bandas tendrán que batir récord de las metas que poco a poco han ido acumulando en el paso de los últimos cinco años, y uno de los principales es la asistencia del público. Es decir, qué porcentaje de los seguidores que han sumado en el camino están dispuestos a plantarse este sábado desde las 2 p.m. hasta las 11 p.m. frente al escenario por el que desfilarán 15 grupos, cinco de ellos provenientes de Guatemala. Probablemente a esto responda la estrategia de los productores de no revelar la alineación, el éxito o el fracaso de esta estrategia de expectación está aún por verse.

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