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Las razones de los que eligieron no elegir

El Faro conversó con 20 personas que decidieron asistir a las urnas a anular su voto. Estas son sus razones, estas son sus decepciones. Los anuladores son, a día de hoy, una población no reflejada por el TSE, que hasta el momento no ha revelado cuántas personas fueron a la 'fiesta cívica' porque eligieron no elegir.

Lunes, 3 de febrero de 2014
Óscar Martínez / Fotos: Mauro Arias

Voto anulado en el centro de votación del Cifco, San Salvador. Foto Mauro Arias
Voto anulado en el centro de votación del Cifco, San Salvador. Foto Mauro Arias

Hay algunas personas -miles de personas- que el domingo 2 de febrero de 2014 se levantaron de sus sofás y fueron hasta un centro electoral a participar en lo que el trillado eslogan nacional llama “la fiesta cívica”. Es gente que durante un caluroso día salió de casa, se buscó en el padrón, identificó su mesa, pidió su papeleta, fue a la urna y marcó una X... en toda la papeleta. O también gente que dibujó una dona, una bandera del imaginario partido Pupusa, clamó 'arrepiéntanse, pecadores', dejó un mensaje a los “reyesitos” o un mensaje a los candidatos y sus partidos: “Todos están podridos”.

Este domingo, cuando el conteo oficial apenas iniciaba, por las redes sociales empezaron a circular fotografías de papeletas que habían sido utilizadas para dejar algún mensaje -cómico, sesudo, dramático- a la clase política. “Todos están podridos, no le daré mi voto a nadie”, se leía en uno. “El Salvador merece algo mejor, alguien que trabaje para la gente. Que entiendan, son servidores públicos, no reyesitos”, escribió alguien más sobre las cinco banderas en contienda. Alguien dibujó un pene sobre toda la papeleta, otra persona dibujó y votó por una dona de chocolate, por una cara triste o por el payaso Rapito. Pero aunque lo privado y anónimo de la situación se prestara para dar rienda suelta a la creatividad, no a todos les salió la disconformidad por el lado burlesco.

Pablo (nombre cambiado, como el resto de los que dieron su testimonio) salió de su casa a pesar de que eso significa arriesgar su vida. Literalmente: Pablo, empresario de 65 años, tiene un riñón trasplantado, y debido a los inmunosupresores que debe usar, sus defensas son bajas y por tanto las aglomeraciones -esos sitios apretados donde las gripes y los virus circulan a placer- pueden ser fatales. Sin embargo, Pablo fue a su urna y, por primera vez en su vida, no marcó una bandera, sino que tachó, de punta a punta, la papeleta. Pablo, a sus 65 años, dice estar harto y por eso anuló su voto.

“Es que no podía quedarme en casa, pero tenía que manifestar mi malestar, principalmente con la campaña: ¡No proponían nada! ¿Por qué cosa quieren que vote? Demuestro mi repudio por esta forma de hacer política”, explica sus razones.

Según Pablo, el encubrimiento de la corrupción “de parte de todos los partidos” es la principal razón de su desencanto. “De cipote, tal vez sí me engañaban, pero ya estoy harto”, dice el hombre para quien el acto televisado en vivo el 12 de enero de este año y organizado por la Asociación Salvadoreña de Radiodifusores (Asder) al que se llamó “debate presidencial”, no fue sino una farsa. Los candidatos, ese día, evitaron responder cuestionamientos del moderador y tenían prohibido hacerse preguntas entre sí.

Ese mismo foro fue el que hizo que Morena, estudiante de comunicaciones de 24 años, decidiera ir hasta un centro de votación para escribir en su papeleta electoral este mensaje: “Queremos mejores candidatos. Atte. Alguien que vio 'el debate'”. Cuando se le pregunta a Morena por qué anuló su voto, su respuesta es contundente: “Ninguno de los candidatos me convenció. Después de las elecciones pasadas, en las que Funes me dio esperanza de que existía la posibilidad de una forma diferente de hacer política, y resultó ser igual o peor a todo lo que conocíamos, me cuesta creer en los políticos. Anulé el voto porque me parece indignante que estos sean los mejores candidatos que podamos tener. Más que signo de protesta, es decepción total”.

Voto anulado en el centro de votación del Cifco, San Salvador. Foto Mauro Arias
Voto anulado en el centro de votación del Cifco, San Salvador. Foto Mauro Arias

La decisión de Morena -41 años menor que Pablo- se ha venido construyendo a lo largo de estos años. Según ella, la gestión de Funes, la alianza política que permitió la creación -y posterior derogación- del decreto 743 en 2011, que amarraba la actuación de la Sala de lo Constitucional a una votación unánime de sus magistrados, y los casos de corrupción vinculados a “hospitales, la Diego de Holguín y el caso (del expresidente Francisco) Flores” la hicieron salir de casa para no votar por ninguno de los candidatos.

La seriedad en el mensaje de la papeleta no excluye la posibilidad de la burla. Pedro, por ejemplo, contesta así cuando se le pregunta cómo anuló su voto: “Puse '2a. vuelta: quiero propuestas'. Dibujé una carita feliz y dibujé una mano sacando el dedo de enmedio”.

Según el artículo 207 del Código Electoral hay ocho formas de anular el voto. Claramente la opción H es la que no deja lugar a dudas de la intención del ciudadano: “Si la papeleta contiene palabras o figuras obscenas”. Anular implica marcar la papeleta de alguna manera distinta a la correcta, mientras que abstenerse implica simplemente depositar en blanco la papeleta.

Alfredo, abogado de 30 años, no fue obsceno, sino que optó por la clásica X en todo el papel que le entregaron. La parca explicación que el presidente Funes dio sobre los 3 millones de dólares que le prestó el empresario Nicolás Salume durante la campaña de 2009 -primero dijo que era un préstamo hecho al partido, luego que a él mismo, luego ya no dijo nada-, el caso de los 10 millones de Taiwán y el expresidente Flores y “el debate (conversatorio)” convencieron a Alfredo de elegir no elegir.

“Yo elijo ser feliz. No el menos pior. Que viva el amor”, se leía en la fotografía de una papeleta difundida por Facebook la noche de la elección.

Para mucha gente, la opción de votar por el candidato que menos les disgustara no llenó sus expectativas. Gente como Jéssica -universitaria, 23 años-, Karla -estudiante de cuarto año de sicología, de 24 años-, Ana -35 años, sicóloga, exresidente en el extranjero, votante por primera vez, voto nulo-, para Lorena y su novio -ella 24 años, estudiante de trabajo social; él, de 34 años, deportado de Estados Unidos, trabajador de un call center-, gente como Carlos -23 años, graduado de comunicaciones de la UCA, locutor de radio y animador de eventos, arenero de toda la vida, que lleva tres elecciones seguidas anulando porque los candidatos no convencen y las campañas son “estúpidas”, que escribió en la papeleta: “que vivan los tuncos”- o Ever -graduado de la universidad, empleado de una aerolínea, que dibujó un nuégado y un tacuazín abrazados y escribió: “son lo mismo. Anulen este voto”. Un hombre harto de la falta de transparencia en el tema de la tregua con las pandillas, dolido por el 743, cansado de una derecha que critica lo mismo que hizo antes-. Sin embargo, todas estas personas no se quedaron en casa, no se sumaron a las inasistencias. Ninguna de ellas es parte de ese 47 % -más de 2 millones 300 mil personas- de salvadoreños con posibilidades de votar que según el TSE no se asomaron a los centros de votación. Son, más bien, y siguiendo con la idea de la “fiesta cívica”, gente que se arregló, salió de casa, llegó a la fiesta, pero no quiso bailar con nadie. No les pareció como bailaba ninguno.

Sin embargo, pocos los ven. Son los habitantes de la esquina del salón de fiesta. Los que no bailan, no agitan banderas, no visten de colores chillones ni llevan pañoletas en la cabeza. El TSE suspendió el escrutinio preliminar cuando había procesado el 99.30 % de las actas, y aun este lunes los anuladores no salían a bailar ni siquiera en las cifras oficiales. El Tribunal Supremo Electoral, en su página, mostraba el desarrollo del conteo de votos, la división por departamentos, e incluso por municipios, el voto en el exterior, pero no decía ni pío de los anuladores.

Todas ellas, todos ellos, las donas de chocolate, los insultos, los tacuazines, los nuégados, las enormes X y los mensajes sobre banderitas de colores, no fueron pocos, fueron miles, pero el Tribunal no ha hecho público ese dato: miles de personas se levantaron este domingo de sus sofás, de sus camas, salieron de sus cuartos, de sus casas, fueron a un centro de votación, se buscaron en el padrón, se acercaron a una mesa, se dirigieron a una urna y eligieron no elegir... No elegir a ninguno de los candidatos. Porque en este caso, aunque de momento sea un horizonte lejano, los anuladores tienen la posibilidad de elegir anular unas elecciones.

Voto anulado en el centro de votación del Cifco, San Salvador. Foto Mauro Arias
Voto anulado en el centro de votación del Cifco, San Salvador. Foto Mauro Arias

Según el artículo 273 del Código Electoral, solo hay cuatro razones por las que declarar nulas unas elecciones: Si se demostrara fraude, si se realizaran las elecciones en un horario distinto al indicado y sin razón justificada, si hubiera errores en la papeleta (como una bandera de más) o si un día más personas llegaran a las urnas a anular su voto y a meter en blanco las papeletas en las cajas. Si un día la suma de las abstenciones y los votos nulos superaran a los votos válidos -los que se emiten en favor de alguna de las candidaturas-, las elecciones tendrían que repetirse.

En las elecciones presidenciales de 2009, 16, 471 salvadoreños ocuparon la papeleta para algo distinto a elegir, y anularon su voto, mientras que 1,544 depositaron la boleta sin marcar. Las 18,015 personas que se abstuvieron o anularon estuvieron lejos de compararse con los 1, 354,000 votantes del FMLN que convirtieron a Funes en presidente o con los 1, 284, 588 que preferían al candidato de Arena.

La comparación, entre 2009 y 2014, al menos por ahora, no se puede hacer. El TSE no revela los datos de los votos nulos, y si un ciudadano quisiera obtenerlos tendría que hacerlo a pie: ir al sitio de elecciones del TSE, pinchar un departamento, pinchar un municipio, pinchar un centro electoral, escoger una junta receptora de votos (JRV) y hacer números.

Un breve ejercicio de escoger al azar nos dice, por ejemplo, que en la JRV 397 de la Feria Internacional, tres personas anularon su voto, mientras que solo una votó por el PSP y dos por el FPS. Nos dice que en la JRV 8478 del municipio de San José Las Flores, de Chalatenango, Arena tuvo seis votos, mientras que abstenciones y nulos sumados llegaron a cuatro. El ejercicio nos dice que en el Centro Escolar Concha Viuda de Escalón, de la exclusiva colonia Escalón de San Salvador, el 2.22 % de los votantes anularon o se abstuvieron; lo mismo hizo el 1.17 % en la JRV 397 de la Feria, y lo mismo hizo el 1.10 % en la JRV 1129 de la comunidad Villa de Jesús de Soyapango, fuertemente dominada por la pandilla Barrio 18.  

Pablo, el empresario de 65 años que a pesar de su riñón trasplantado salió a anular su voto, está convencido de que lo que él hizo no fue echar monedas en saco roto: “Aunque seamos pocos al inicio, luego seremos más, luego seremos más, así será”.

Voto anulado en el centro de votación del Cifco, San Salvador. Foto Mauro Arias
Voto anulado en el centro de votación del Cifco, San Salvador. Foto Mauro Arias

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