Río de Janeiro, BRASIL. “Estaba durmiendo cuando unos tipos de la alcaldía tocaron a mi puerta y me expulsaron a la fuerza. Ni tuve tiempo de tomar mi documento de identidad”, dijo este miércoles Weber Garcez, de 33 años, habitante de Favela do Metro, cerca del templo del fútbol brasileño, que recibirá la final del Mundial de fútbol en menos de seis meses.
“Cuando llegué ayer (martes) por la noche, todas mis cosas estaban bajo los escombros causados por los buldózers (excavadora) de la alcaldía”, reclamó por su parte Uthant Viana, un taxista de 43 años.
Estas demoliciones el martes de mañana provocaron la ira de los habitantes, que bloquearon por dos horas el tránsito en la Radial Oeste que pasa frente al Maracaná. El estadio también fue reformado a un alto costo (más de 450 millones de dólares). En la noche, se registró otra manifestación en la que prendieron fuego a las barricadas.
La abogada Eloisa Samy, una activista que dona su asistencia a los habitantes expulsados, entre ellos muchos niños, explicó a la AFP que 637 familias fueron expropiadas en 2010 y llevadas a grandes conjuntos no muy lejos de allí.Pero como las casas quedaron vacías por siete meses, 15 familias invadieron. Todas las casas, 40 en total, serán demolidas hasta el final de mes, indicó la alcaldía.
El responsable municipal de la zona, André Santos, indicó que las familias restantes, “todas invasoras, podrán refugiarse en albergues de la alcaldía”.
“El alcalde vino hace dos meses y nos prometió una casa. Sólo quiero un lugar para dormir con mi hija”, expresó Renata Lopes, de 26 años, que ha perdido todos los dientes delanteros. Los afiches con la foto del alcalde, Eduardo Paes, y la leyenda “Se busca” destacan en la fachada de muchas casas.
“Estas personas ya tienen muy poco y les quitaron todo. Yo quiero llamar la atención de los poderes públicos, el alcalde Eduardo Paes debe venir a negociar aquí”, enfatiza la abogada Samy.
La suciedad bajo la alfombra
“Es la especulación inmobiliaria; quieren construir un centro comercial acá. El pueblo brasileño, los pobres, deben hacer sacrificios para que todo quede limpio para el Mundial, están escondiendo la suciedad bajo la alfombra”, subraya Samy.
Después de una llamada telefónica, la abogada entrega una buena noticia: el subsecretario de habitación le pidió que haga un reporte sobre la situación de cada una de las familias. Es aplaudida a los gritos de “¡resistiremos, resistiremos!”.
Valeria da Silva, de 38 años y con ocho hijos de edades entre 20 y cuatro años, habitaba aquí después de salir de un albergue de la alcaldía donde ella y su familia vivían “como perros”, contó.
Rodeada por dos de sus hijos más jóvenes, completamente desnudos, dice que no sabe dónde va a ir.
En junio Brasil fue sacudido por protestas sociales históricas. Cientos de miles de manifestantes, en algunas ocasiones más de un millón, salieron a la calle para reclamar una mejora de los servicios públicos y protestar contra las sumas colosales destinadas a la construcción de estadios para el Mundial.
El gobernador de Río, Sergio Cabral, debió echar marcha atrás sobre la demolición de un antiguo Museo del Indio contiguo al Maracaná después de varias manifestaciones violentas.
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