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La Mara de Cristo: Iglesias y pandillas en Centroamérica

¿Cuáles son los caminos para salir de las pandillas? pregunta el sociólogo Robert Brenneman. Él buscó respuestas en trabajo de campo que incluyó entrevistas con ex-pandilleros. Uno le contó la admonición que recibió de su jefe al salir de la pandilla para unirse a una iglesia evangélica: “Ya sabés que con el Colocho no se juega ... Ni con la pandilla ni con Dios se juega”.

Lunes, 20 de enero de 2014
Robert Brenneman *

A finales de los 90 estaba de moda hablar de los pandilleros como “monstruos” o “psicópatas” que carecían de instintos naturales. En los 2000 comenzaban a salir anécdotas de pandilleros que habían cambiado a través de una conversión en una iglesia evangélica o Pentecostal. Es un tema interesante no sólo por el aparente contraste entre iglesia y pandilla sino porque hacía falta incluir el enfoque sobre las salidas de las pandillas en los nuevos estudios sobre las pandillas Centroamericanas.

¿Es posible salir de la pandilla y construir una vida “normal”? Y si es posible ¿por qué buscan las iglesias? 

Deseo contestar estas preguntas en mi libro Homies and Hermanos: God and Gangs in Central America. Durante mi investigación de campo, realicé 63 entrevistas semi-estructuradas con ex-pandilleros en los tres países del triangulo norte. Con base en estas entrevistas, llegué a la conclusión de que las razones por las cuales algunos pandilleros buscan auxilio en las iglesias son similares a las que los llevaron a las pandillas. Anhelan un camino alcanzable hacia el respeto y el pertenecer a un mundo libre de humillación y aislamiento. 

Portada de
Portada de 'Homies and Hermanos: God and Gangs in Central America' (Oxford University Press, 2012), de Robert Brenneman.

No es sorprendente que muchos pandilleros se cansen de participar en las pandillas. Con frecuencia escuché la frase “¡Me aburrí!” al preguntarles a los jóvenes por qué tomaron la decisión de salir. Varios fenómenos les llevaron a ese “cansancio”, incluyendo el estar cada vez más restringidos en sus movimientos por temor de los enemigos, las luchas de poder dentro de la misma clica, y la condena de los pasatiempos que se vuelven adicciones. Además, la atracción de una vida “estable y normal” fue algo que les llevó a muchos a re-pensar la decisión de pertenecer a la pandilla. 

Pero cada vez se hace más difícil salir. A mediados de los años 2000, se oía mucho la frase “hasta la morgue” con referencia al compromiso que se hace cuando un joven decide hacerse miembro de la pandilla. El ser “pandillero calmado” había sido una opción en los ‘90 pero era poco factible en los 2000 en parte porque los ranfleros se habían dado cuenta de que muchos de los calmados se dedicaban a delinquir cuando nadie confiaba darles un trabajo legal. Además, en muchos casos el precio de ser “calmado” es la expectativa de que uno siga contribuyendo con dinero y servicios ocasionales a la clica. Otra opción de salida ha sido el de migrar a otra ciudad u otro país. Pero esta opción también tiene sus desventajas, especialmente en la era de pandillas “transnacionales.” 

Finalmente existe la opción de salir para hacerse cristiano evangélico. Entre los 63 ex-pandilleros que me otorgaron una entrevista, 38 eran cristianos activos en una iglesia evangélica-Pentecostal (refiriéndose a todas las iglesias que mantienen una liturgia pentecostalizada). Aunque no es una muestra científica, no cabe duda que la iglesia es una salida conocida y bastante usada entre la minoría de pandilleros que se atreven de salir. Pero ¿por qué? 

Es importante señalar que en muchos casos los mismos líderes de las clicas permitían la oportunidad de salir siempre y cuando el convertido demostrara seriedad en su conversión. En Honduras, un ex-pandillero me lo explicó con la frase que le dijo su ranflero. “Ya sabes que con el Colocho no se juega,” le dijo su jefe. “Ni con la pandilla ni con Dios se juega.” En otras palabras, “podés salir, pero hacélo de un solo y no mintás.” Este muchacho ex-pandillero de la M-18 vivió seis años después de salir de la pandilla y estuvo muy activo en una iglesia de su barrio hasta junio de 2013, cuando algunos miembros de la MS lo ultimaron en la calle. 

Los lideres de las clicas respetan una conversión espiritual por dos razones principales. Por un lado, en muchos casos los mismos pandilleros mantienen cierta religiosidad; crecieron en hogares donde se practicaba alguna fe, a veces Católica y a veces evangélica. Al igual que a los demás niños centroamericanos, a estos jóvenes les instruyeron desde niño a no “escupir al cielo o te cae encima.” 

Existen también razones prácticas detrás de esta “excepción evangélica” de no emitir “luz verde” contra los egresados conversos. En primer lugar los mismos requisitos de comportamiento tradicional para los hermanos evangélicos en las iglesias pequeñas de los barrios populares – el no tomar, ni fumar, ni bailar – sirven para mantener reducida la cantidad de pandilleros que busquen este camino, dado que el bailar, fumar y tomar son pasatiempos muy importantes en la construcción de una identidad “macho” en los barrios. Segundo, el énfasis sobre el comportamiento personal entre los hermanos evangélicos favorece una vida tranquila donde el converso ya no presenta una competencia para la pandilla como a veces ha pasado con los “calmados.” Aunque la pandilla siempre vigila a los egresados que se convierten, los mismos hermanos evangélicos también “cuidan” al nuevo converso, así reduciendo la probabilidad de que un ex-pandillero se dedique a trabajar independientemente – vendiendo drogas o cobrando impuesto de guerra sin pasar las ganancias a la pandilla, prácticas que representan una amenaza material para la clica local. En este sentido la clica local y la iglesia local trabajan hacia el mismo fin (aunque no en conjunto), que es mantener a los ex-pandilleros fuera de la delincuencia. 

La “excepción evangélica” no es la única motivación para los pandilleros que buscan una salida de la vida loca. Estas iglesias también poseen recursos valiosos para un joven que necesita renovar su identidad y reconstruir su vida “desde cero”; ofrecen un contexto de lazos sociales muy densos, los cuales son cruciales para un joven que ha quemado los puentes con casi todos sus vecinos y familiares. Es una minoría de iglesias las que hacen esfuerzos para atraer a los pandilleros en búsqueda de una salida, pero los pastores y hermanos que se dedican a esto tienden a ofrecer capital social a los ex-pandilleros que les ayuda buscar y encontrar trabajo y les sostiene en solidaridad mientras lo encuentran. 

Las iglesias evangélicas-Pentecostales también ofrecen caminos realistas hacia el respeto. En la mayoría de casos, los niños y adolescentes que se asocian con la pandilla buscan una manera de escaparse de la vergüenza que es resultado de ser pobre, de piel oscura, y de un barrio popular. La pandilla le da las herramientas para sentir orgullo y respeto. Con un grupo, con un poquito de dinero, con acceso a mujeres, y, especialmente, con acceso a una arma, tienen por fin una manera de sentir que ya no les van a faltar el respeto. Pero a la larga, ese 'escape' de la vergüenza resulta difícil y peligroso y tampoco satisface. Para salir de esto, un pandillero necesita muchas cosas, pero algo crucial es una forma de sentirse parte de una comunidad donde no lo odian. Necesita poder vislumbrar un camino seguro hacia la vida adulta. Hay pocos – muy pocos – espacios así en una sociedad que odia a los pandilleros, pero en muchos barrios existen una o dos iglesias evangélicas-Pentecostales donde los hermanos han creado este tipo de espacio. Estas iglesias han logrado algo muy difícil – la renovación de lo que el sociólogo Erving Goffman hubiera llamado una identidad destrozada (spoiled identity). Demuestran que sí es posible que un pandillero pueda cambiar y que una buena manera de facilitar este cambio es a través de una comunidad pequeña con identidad fuerte, compromiso alto, y rituales emocionales y frecuentes. 

Probablemente han cambiado las reglas en muchas clicas. Me han contado que hay muchos lideres de pandillas que ya no dan permiso para salir ni para hacerse cristiano. Tiendo a pensar, en parte por algunas nuevas entrevistas que estoy realizando en Guatemala y Honduras, que las reglas probablemente varían por clica. Por lo menos en Guatemala y en Honduras, las pandillas no tienen una estructura sumamente rígida ni estrictamente jerárquica. Entiendo que en El Salvador la jerarquía es un poco más dura. Pero estoy seguro que en El Salvador al igual que el resto de Centroamérica algunas iglesias evangélicas-Pentecostales seguirán en su búsqueda de convertir a los pandilleros. Es parte de su ADN buscar a los “casos más duros” para convertirlos. Será interesante ver el desarrollo de esta búsqueda.


 

* Robert Brenneman es profesor asistente de sociología en St. Michael's College en Colchester, Vermont, EEUU. Es autor de Homies and Hermanos: God and Gangs in Central America (Oxford University Press, 2012) y mantiene el blog Homies And Hermanos Book.

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