Barcelona, CATALUÑA. “Al menos ya tenemos una fecha y esperamos que nos dejen hacerlo. Así no podemos seguir, es insostenible. Necesitamos votar y saber qué quieren todos los catalanes”, explica en Barcelona Neus Munter, universitaria de 21 años. “Yo no tengo dudas, votaría por la independencia”, añade esta joven en el céntrico paseo de Gracia, escenario en septiembre de 2012 de una manifestación multitudinaria con más de un millón de personas reclamando la secesión de España.
Unos kilómetros al norte, en la vecina ciudad de Badalona, una localidad con un amplio porcentaje de migrantes españoles, otro joven difiere completamente de este proceso, iniciado hace un año por el presidente catalán, Artur Mas, de la coalición nacionalista CiU. “No se puede hacer, no entra políticamente, es anticonstitucional y, por lo tanto, no puede ser”, afirma categórico Trifó Vilamoreno, de 23 años y voluntario en una entidad benéfica.
Tras más de un año de conflicto abierto con el Gobierno de Madrid –presidido por Mariano Rajoy, del Partido Popular, una formación de derecha y nacionalista española–, el presidente Artur Mas anunció el jueves 12 de diciembre la fecha y la pregunta que quiere que respondan en un referéndum los 7.5 millones de habitantes de Cataluña.
“¿Quiere que Cataluña sea un Estado? En caso afirmativo, ¿quiere que sea un Estado independiente?”. Esas serán las dos cuestiones que deben formularse el 9 de noviembre de 2014.
La respuesta de Madrid fue inmediata y contundente. “Les garantizo que esta consulta no se celebrará, eso está fuera de toda discusión y de toda negociación”, dijo Mariano Rajoy.
Habla la calle
“Hay bastante inmovilismo. Están encerrados en cosas del pasado. Constitución y constitución y no hablan de otra cosa”, se lamenta Antonio Gracia, un pensionista de 72 años.
Un día después del anuncio, la consulta es el tema estrella en Cataluña: las redes sociales hierven con opiniones de los usuarios, los medios apenas hablan de otra cosa, y en los bares las habituales tertulias sobre el Barça han dejado paso al referéndum.
“Si quisieran, la Constitución la podrían cambiar. Pero no les interesa. Deberían permitir la consulta; si no el problema será mayor”, advierte Vanessa Galán, una informática de 37 años, mientras come con una compañera de trabajo en una pequeña terraza del centro de Barcelona. A su alrededor, varias esteladas –la bandera independentista catalana– cuelgan de los balcones de los edificios, una estampa cada vez más habitual en Barcelona, mucho más acentuada en los pueblos del interior.
Si bien la independencia consigue en los sondeos un apoyo de alrededor del 50%, el apoyo de la población catalana a la celebración del referéndum prohibido por Madrid es del 81.8%, según una encuesta realizada por la radio Rac1, la más escuchada de Cataluña.
Muy apegados a su cultura y su idioma propio y reclamando una mejor financiación para esta región, antes motor económico del país pero sometida a una fuerte deuda, centenares de miles de independentistas se han movilizado en los últimos años.
El 7 de julio de 2010, una marea humana se lanzó a las calles de Barcelona para reclamar un mayor autogobierno para la región, después de que la justicia española anulara numerosos artículos de un estatuto regional de autonomía que les otorgaba mayores competencias.
Dos años después, el 11 de septiembre de 2012, día grande de la región, la capital volvió a llenarse de manifestantes y esteladas reclamando la independencia incluso antes de que Rajoy negara a Cataluña una mejor financiación y el presidente Artur Mas se comprometiera a celebrar el referéndum anunciado el jueves.
La última muestra de fuerza fue en la Diada de este año, cuando centenares de miles de catalanes formaron una cadena humana de 400 kilómetros a favor de la independencia para llamar la atención internacional.
“Soy alemán y personalmente no lo entiendo. Pero es un tema realmente importante para los catalanes, que les toca la fibra. Así que por mí que se celebre mañana el referéndum y pasamos a cosas más importantes”, ironiza Josef Kick, un profesor universitario que lleva dos décadas viviendo en Barcelona.
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