Nacionales /

El motorista del narco cuenta todo lo que hizo y vio hacer

En 2005, este muchacho de 17 años fue contratado por 40 dólares para talar árboles y cargar cemento en la finca Santa Rita, en Comasagua. La finca se convirtió, con el paso de los años, en el símbolo de la fortuna de un narcotraficante y el muchacho ascendió a motorista, trabajo que lo llevó a transportar grandes cantidades de dinero y a otros capos que llegaban a El Salvador a arreglar 'negocios'. El muchacho ahora es uno de los principales testigos contra la red que dirigía Jorge Ernesto Ulloa Sibrián, El Repollo.


Lunes, 28 de octubre de 2013
Efren Lemus

El muchacho no recuerda el día exacto. Lo único que recuerda es que un día de 2008 estaba en una casa de Nuevo Lourdes, en Colón, departamento de La Libertad, cuando llegó su tío. El muchacho era estudiante de un instituto en Rosario de Mora, un municipio pobre al sur de San Salvador, y sabía manejar una motocicleta; su tío era un hombre que viajaba por el istmo centroamericano y por cuyas manos pasaba mucho -mucho- dinero. Ese día de 2008, por ejemplo, su tío le dijo que en el vehículo Kia blanco en el que se conducía andaba 750 mil dólares.

Cuando el muchacho vio el fajo de billetes, estaba en la antesala de conseguir su primer trabajo para el narco. No iba a tocar ni dinero, ni droga, lo que su tío le pedía era algo más sencillo. El trato era el siguiente: conducir su motocicleta desde Lourdes hasta una casa de la colonia Cimas del Paraíso, en Santa Tecla, y verificar que en ese trayecto no hubiera ningún retén policial. En las claves del narco su trabajo era servir de 'antena'. Salió de Lourdes a la hora del almuerzo, atento, vigilante para evitar cualquier contratiempo al vehículo Kia blanco en el que transportaban los 750 mil dólares que debían ser entregados a El Patrón.

El Patrón era un hombre de piel blanca, fornido, de cabello ondulado, a quien le gustaba desayunar en La Panetiere, de Santa Elena, en Antiguo Cuscatlán. El Patrón nació el 9 de junio de 1959, en el municipio de Rosario de La Paz; vivió temporalmente en Nueva York, Estados Unidos, y durante un tiempo vendió verduras en el mercado La Tiendona, de San Salvador. En aquel 2008, cuando el muchacho llegó a la casa de Santa Tecla, El Patrón vivía cómodamente: su familia era dueña de ocho propiedades y su inmobiliaria, un año antes, había movido 176 mil dólares.

La motocicleta y el Kia blanco llegaron hasta la casa en la colonia Cimas del Paraíso y El Patrón se reunió en privado con uno de los visitantes. El novato, el muchacho, se quedó fuera. Y aunque no vio el momento de la entrega, el muchacho que en ese momento tenía 20 años de edad dice estar convencido de que su tío le entregó 750 mil dólares a Jorge Ernesto Ulloa Sibrián, a quien él llamaba El Patrón. A esa persona, la Policía le llama El Repollo y lo acusa de dirigir una organización internacional que se dedicaba al trasiego de cocaína.

La prueba reina que tiene la Fiscalía para asegurar que El Repollo se dedicaba al narcotráfico es la declaración de un testigo clave. Ese testigo clave es el tío del muchacho. Después de entregar los 750 mil dólares, El Repollo ordenó al ahora testigo hacer un viaje hacia Costa Rica. El muchacho no sabe cuánto dinero llevó su tío a ese país, lo único que sabe es que antes de regresar hacia El Salvador su tío pasó a dejar el Kia blanco a un parqueo que alquilaban en el barrio Villa Adela, en Comayagüela, Honduras.

A finales de 2008, el testigo hizo un nuevo viaje hacia Costa Rica. Ese viaje provocó necesidades que significaron para el muchacho encontrar un trabajo que se volvería estable en los siguientes meses: ser uno de los motoristas de El Repollo. Algunas veces tenía que trasladar dinero o enviar remesas a miembros de la organización; otras veces, era el conductor designado para llevar a la playa o a clubes nocturnos a los amigos de El Patrón que venían del extranjero.

El muchacho dice que, en 2008, cuando su tío estaba en Guatemala o Costa Rica, envió a su pariente varias remesas por Western Union. Y los registros financieros así lo confirman. Un informe del banco HSBC establece que el 18 de agosto de 2008, el muchacho llegó hasta la sucursal de ese banco en el centro comercial Galerías y envió 150 dólares a su tío. Un año después, el 17 de marzo de 2009, llegó hasta la sucursal centro financiero del mismo banco y remesó otros 600 dólares para su tío, quien esa vez estaba en San José, Costa Rica.

El muchacho conocía a El Repollo desde el año 2005. Lo conoció gracias a su tío, quien cuidaba “la montaña”. Así le llamaban a la finca Santa Rita, ubicada sobre la carretera a Comasagua, la cual se convirtió con el paso de los años en el símbolo de la fortuna de El Repollo. En aquel año, sin embargo, el lugar estaba lejos de merecer el calificativo de ostentoso. El muchacho y otras personas fueron contratados para talar árboles y cargar cemento y otros materiales para la construcción. Su paga era de 40 dólares.

Pasaron los días, pasaron los años y el muchacho –al igual que otros empleados- sabía que en “la montaña” y en “el once” (otro inmueble de El Repollo ubicada sobre el kilómetro 11 de la carretera Troncal del Norte) se prepara algo más que materiales ornamentales de cemento, otro de los negocios de El Patrón. El muchacho tuvo su debut como empleado de negocios ilícitos hasta 2008, cuando El Repollo le pidió que sirviera de intermediario para entregar 20 mil dólares a otras dos personas. El dinero “era para comprar droga”, dice el muchacho, sin precisar la fecha, ni el lugar de entrega.

Los narcos se divierten

El 25 de diciembre de 2010, dos nicaragüenses estaban disfrutando en un rancho de la playa San Marcelino. Ese día, el muchacho recibió una llamada de su tío y le pidió que los fuera a traer porque aquellos dos visitantes querían divertirse en otro lugar. El muchacho, cuyo testimonio consta en el expediente judicial contra El Repollo y su banda, viajó en la camioneta Mitsubishi Montero, color azul, y los trasladó hacia San Salvador. A uno le llamaban Carter, era de piel oscura y cabello colocho negro; al otro le decían Alvarito, un trigueño como de unos 35 años de edad.

El testigo clave ha confesado que Carter es originario de Nicaragua, pero también tiene nacionalidad costarricense. El verdadero nombre de Carter es Kalter Corea Velásquez, quien era policía y las autoridades costarricenses lo condenaron a 12 años de prisión porque facilitaba el paso de cocaína y hasta daba seguridad a narcotraficantes que asistían a la fiestas de toros en Santa Cecilia de la Cruz, ciudad costarricense cercana a la frontera con Nicaragua.

Esos dos personajes habían llegado a El Salvador motivados por un negocio pendiente con El Repollo. Una deuda. Pero en aquellos días de Navidad, los adeudos quedaron en segundo plano y después de estar en el rancho de la playa en San Marcelino, el muchacho condujo la camioneta todoterreno hasta un centro de entretenimiento para hombres ubicado en las cercanías del bulevar Constitución: el Kiss Fresh, ese que se promociona como 'más que un club'. El lugar estaba cerrado, así que, resignados, los nicaragüenses pernoctaron en la casa de Nuevo Lourdes.

Al día siguiente, a bordo de la camioneta Mitsubishi Montero, siempre con el muchacho como conductor designado, los nicaragüenses se dirigieron hacia la gasolinera Santorini, cerca de la terminal de buses, en San Marcos, para reunirse con El Repollo. Esperaron unos 10 minutos y de repente El Repollo llegó a bordo de una camioneta BMW negra. Hablaron. Desde la distancia, el muchacho vio que El Repollo les entregó un sobre. Un sobre con dinero. Eso lo sabe porque cuando los nicaragüenses abordaron de nuevo la camioneta Montero, sacaron los billetes, se los repartieron entre ellos y le pidieron que los llevara de nuevo al rancho de San Marcelino, a disfrutar de la playa.

Durante la misma semana que los nicaragüenses estuvieron en el país, el muchacho hizo otro viaje hasta la finca Santa Rita, en la zona montañosa de Comasagua, La Libertad. Eran las 8 de la mañana cuando El Repollo le entregó un sobre de papel manila que en su interior llevaba 10 mil dólares. Ese dinero era para unos gastos de una casa en Nuevo Lourdes, una casa que habitaba el ahora testigo clave, una casa que era de El Repollo, pero que está inscrita en el Registro de la Propiedad a nombre de uno de sus hijos.

$24 mil por una vuelta

Acaba de iniciar el año 2011. Es año nuevo, pero el muchacho y su tío repiten rutinas del año viejo: visitan la casa en la colonia Cimas del Paraíso. Esta vez no van a dejar dinero, esta vez llegan a cobrar una deuda que El Repollo tiene con el tío del muchacho. La deuda es por 24 mil dólares. Es por el pago de “una vuelta”. Una vuelta es la escalada de toneladas de cocaína que su tío ha hecho desde Panamá o Costa Rica hasta El Salvador; burlando controles migratorios aquí, sobornando a policías allá.

Han pasado tres años de que el muchacho ha participado activamente en el traslado de dinero, pero para aquellos hombres sigue siendo un novato a quien no se le permite participar en la reunión. El muchacho tiene que esperar afuera, en el pick up rojo en el que ha llegado junto a su tío. Después de 10 minutos, su tío regresa sonriente, con un sobre en la mano. Ahí lleva el dinero. Lo deposita en la guantera y regresan a Nuevo Lourdes.

Los viajes a Panamá y Costa Rica siguieron en los siguientes meses. Los contactos principales en esos países eran el policía costarricense Kalter Coreas, conocido como El Macho, y el panameño Carlos Gómez Figueroa. Las huellas de esos hombres en los pasillos del narcotráfico no solo se encuentran con la declaración del muchacho y su tío, el testigo clave. Los negocios ilícitos de El Macho eran tan evidentes que hasta el agente de la Agencia Antidrogas de los Estados Unidos (DEA) Joseph MacCaffey advirtió a las autoridades costarricenses de que algo raro pasaba en la fronteriza ciudad de Santa Cecilia de la Cruz.

En el caso del panameño Gómez Figueroa, el muchacho ha confesado que envió 10 mil dólares a Panamá. El dinero se lo entregó El Repollo, ha dicho. Y como 10 mil dólares es una cantidad que puede resultar sospechosa para las autoridades, le recomendaron dividir el monto en dos envíos: 5 mil dólares para Carlos Gómez Figueroa, ese hombre gordo, moreno, de cabello negro bien recortado, de unos 40 años y conocido como “El Gordo”; y otros 5 mil dólares para la hermana de El Gordo, Ileana Gómez Figueroa.

Los registros de la Dirección General de Migración consignan que el panameño Carlos Gómez Figueroa visitó El Salvador tres veces por motivo de turismo. Su primera visita fue en 2009 y la segunda ocurrió el 30 de diciembre de 2010. El 7 de enero de 2011 presentó por última vez su pasaporte en el Aeropuerto Internacional El Salvador. Fue la última vez porque 10 meses más tarde, después de que la Policía recibió una llamada anónima, Carlos Gómez Figueroa fue capturado in fraganti cuando ocultaba 54 paquetes de cocaína en el tanque de gasolina de un pick up Toyota Hilux.

El rastreo financiero ordenado por la Fiscalía también confirma los vasos comunicantes entre los empleados de El Repollo con aquel hombre capturado en Panamá por narcotráfico. La sucursal del banco HSBC en Lourdes, Colón, reportó que el 24 de septiembre de 2010, el ahora testigo clave de la Fiscalía envió dos remesas por un mil 949 dólares hacia Panamá, a una cuenta de Carlos Gómez Figueroa.

Otro de los empleados de El Repollo, Jorge Morán Hernández, quien junto a su padre es acusado por los fiscales de llevar dinero hacia Costa Rica, también llegó a una sucursal del banco HSBC, en el boulevar Los Próceres, a remesar 5 mil dólares para Ileana Gómez Figueroa, la hermana de aquel hombre gordo que a las 4 de la tarde del 18 de noviembre de 2011 fue sorprendido escondiendo paquetes de droga en el Toyota Hilux de color blanco.

El ocaso

En mayo de 2011, Cristóbal Cruz y Franklin Castellanos llegaron hasta la vivienda de Nuevo Lourdes con el propósito de negociar la compra de 10 kilogramos de cocaína. No hubo acuerdo. Las negociaciones siguieron y el 7 de junio de 2011 el ahora testigo clave acordó con esos dos hombres la venta de un kilogramo.

La camioneta Mitsubishi azul se estacionó en una gasolinera, en el kilómetro 29 de la carretera que conduce hacia Santa Ana. Compradores y vendedores hablan, regatean y verifican la buena calidad de la droga que está oculta en un compartimento oculto del vehículo.

—Acompáñame a probar la mercadería -invitó el ahora testigo clave.

—Es de buena calidad -comentó el comprador poco después.

Los hombres afinan el negocio y de repente todo se les viene abajo. Están rodeados por una decena de policías y cinco personas son capturadas por narcotráfico, gracias a una llamada anónima que alertó a los policías antidrogas. En aquella camioneta Mitsubishi Montero los policías encontraron un kilogramo de cocaína y una memoria USB con canciones del grupo Miramar y Los Temerarios. Uno de aquellos cinco hombres sabe que está acorralado y, entonces, decide delatar a su jefe.

Entre agosto y septiembre de 2012, el ahora testigo clave proporcionó teléfonos, direcciones y nombres de todos los involucrados en la red. Confesó su delito e, incluso, participó en un reconocimiento en rueda de fotografías para demostrar que podía reconocer a todos aquellos que por años habían llevado dinero hacia Nicaragua, Costa Rica y Panamá. En esos reconocimientos de fotografías, el testigo clave incluso detalló que el diputado suplente por la coalición PCN-Pes Wilver Rivera tuvo una participación activa. Otros miembros de la red, dijo el testigo, colaboraron para almacenar droga en ranchos de la Costa del Sol y San Diego para, por último, trasladar los alijos hacia Guatemala.

Cuando llegó el día del juicio, el 20 de febrero de 2013, aquellos hombres que fueron capturados por traficar un kilogramo de cocaína estaban confiados de que saldrían bien librados. Y así sucedió. Pese a que el tráfico de drogas es considerado como un delito grave, el Tribunal de Sentencia de Santa Tecla los condenó a tres años de trabajos de utilidad pública. Tres semanas después de aquella condena, El Repollo fue capturado en Guatemala, acusado de pertenecer a una organización internacional de trasiego de drogas.

logo-undefined
CAMINEMOS JUNTOS, OTROS 25 AÑOS
Si te parece valioso el trabajo de El Faro, apóyanos para seguir. Únete a nuestra comunidad de lectores y lectoras que con su membresía mensual, trimestral o anual garantizan nuestra sostenibilidad y hacen posible que nuestro equipo de periodistas continúen haciendo periodismo transparente, confiable y ético.
Apóyanos desde $3.75/mes. Cancela cuando quieras.

Edificio Centro Colón, 5to Piso, Oficina 5-7, San José, Costa Rica.
El Faro es apoyado por:
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
FUNDACIÓN PERIÓDICA (San José, Costa Rica). Todos los Derechos Reservados. Copyright© 1998 - 2023. Fundado el 25 de abril de 1998.