Johannesburgo, SUDÁFRICA. En los últimos años, el principal motivo de preocupación en la ciudad sudafricana de Johannesburgo son las aguas cargadas con metales pesados y componentes radiactivos que proceden de las minas de oro abandonadas. “Es un problema medioambiental pero también una cuestión de dinero”, dice Jannie Maree, investigadora de la Universidad Tecnológica de Pretoria (TUT) que ha patentado varias técnicas de tratamiento de estos residuos tóxicos.
El problema surgió cuando las minas empezaron a cerrar y pasaron a manos de empresarios que estaban solo interesados en la explotación secundaria de las escorias.
El agua contaminada del subsuelo, bombeada para que los mineros pudieran extraer el mineral, ha empezado a inundar las galerías. “Ha habido subvenciones públicas para seguir bombeando pero cuando las subvenciones cesaron, el agua (contaminada) ha empezado a subir” amenazando al medio ambiente, dice.
Johannesburgo, que durante mucho tiempo fue la capital mundial de la producción de oro, no es el único en el mundo que tiene aguas ácidas, subproducto de la explotación minera. Pero los peligros para la salud humana son más acuciantes que en otros lugares ya que la ciudad está rodeada de minas y dispone de un suministro natural de agua potable limitado.
Hay soluciones. Desde 2007, el gigante Anglo American ha hecho un milagro en eMalahleni, a 150 kilómetros al este de Johannesburgo. Las aguas ácidas procedentes de las antiguas minas de carbón están siendo tratadas con tecnología puntera y terminan en la red de agua potable local, y encima alimentan una pequeña planta de agua embotellada.
Estas soluciones son caras y si Anglo American puede permitirse invertir 300 millones de rands (30 millones de dólares) en un proceso modelo, en otros lugares el principio de que el contamina paga no acaba de materializarse, pese a que desde 1994 hay un marco legal muy estricto.
Una veintena de cargos electos y responsables de asociaciones del continente han hablado recientemente del nivel de los daños en una formación sobre derecho minero organizado en Johannesburgo por el Instituto Africano de Desarrollo Económico y de Planificación de Naciones Unidas (IDEP) de Dakar.
Para Benjamin Chikusa, diputado de Malawi, la visita es una decepción. “Honestamente, creo que se puede hacer más”, dice a la AFP. País esencialmente agrícola, Malawi es el ejemplo de los países africanos que apuestan ahora por su potencial minero. Produce uranio desde 2009.
Otro tanto ocurre con el también rural Burkina Faso que cuenta con seis minas de oro que empezaron a ser explotadas a partir de 2006. Se han concedido unos 380 permisos de explotación y los problemas ya han empezado: diarreas en humanos y animales muertos cerca de los acuíferos contaminados con cianuro.
“La lección aprendida hasta ahora es que no hay que caer en los mismos errores cometidos por Sudáfrica. El objetivo es explotar el mineral para beneficio de las poblaciones, sin que se convierta en una maldición”, dice Kolo Sanou, asistente parlamentario burkinabés.
Aire tóxico
A menos de una hora por carretera del centro de Johannesburgo, en el perímetro de Krugersdorp y Randfontein, el aire está viciado por polvo tóxico liberado por los escoriales y el suelo jalonado por tuberías rotas. Muchos estanques presentan un color sospechoso o están desecados como el lago Robinson, un antiguo estanque de ocio de declarado “zona radiactiva” prohibida al público.
En West Wits Pit, la roca reventada ha dado lugar a un lago rojo “con una acidez comparable al jugo de limón”, dice la ecologista Mariette Liefferink. “El agua del grifo (en la región) todavía es potable”, asegura, “pero todas las reservas y la capa freática está contaminada con altos niveles de zinc, cobre, cobalto, arsénico, uranio por la actividad minera, pasada o actual”.
“No se han hecho estudios epidemiológicos pero varios científicos han dado la voz de alarma (...) La comparación con la zona de exclusión de Chernobil es sin duda una exageración pero en Tudor Dam, un embalse seco, expertos internacionales han encontrado los mismos niveles de radiactividad”, alerta.
© Agence France-Presse