Opinión /

Economía política de las elecciones


Domingo, 22 de septiembre de 2013
José Miguel Cruz

La crisis en que ha estado sumergido el partido ARENA y el surgimiento de una tercera fuerza electoral alrededor del expresidente Saca ponen de manifiesto la importancia de las prácticas patrimonialistas que se encuentran a la base del ejercicio de la política en el país. Al centro del realineamiento de las fuerzas electorales se encuentra la habilidad y la ambición de diversos grupos políticos para acceder los recursos del Estado y para hacer uso del mismo con el propósito de avanzar los diversos intereses particulares de los grupos políticos y económicos del país. A pesar de las transformaciones políticas de la posguerra y de los anuncios del supuesto cambio de paradigma político con la llegada de la izquierda al gobierno, el Estado salvadoreño sigue siendo el instrumento fundamental para generar bienestar a unos pocos y no a toda la población.

Son tres los procesos que están a la base de la transformación del escenario político y la reconfiguración de las alianzas y los alineamientos de cara al proceso electoral de 2014. Todos tienen que ver con la mayor o menor capacidad de las fuerzas políticas para extraer capital y servirse del Estado salvadoreño para generar riqueza en el ámbito privado. En un contexto marcado por la incapacidad del orden económico para generar crecimiento y desarrollo nacional, la competencia electoral es el escenario para determinar qué sectores experimentarán mayor prosperidad económica en el próximo quinquenio. De allí, el realineamiento de las fuerzas electorales para el año 2014.

Estos procesos están vinculados entre sí, pero cada uno sigue su propia dinámica y explica las debilidades o las fortalezas de cada una de las agrupaciones políticas en contienda por el ejecutivo para las elecciones del próximo año. En primer lugar se encuentra el debilitamiento de la capacidad de ARENA para acceder a los recursos que le permitían conseguir y controlar las lealtades políticas para gobernar. En segundo lugar está el incremento de la habilidad del FMLN para alcanzar esos recursos y para funcionar como el nuevo patrón de la burocracia política salvadoreña. Y en tercer lugar se halla la habilidad del grupo liderado por Antonio Saca para consolidar alrededor de sí mismo una amalgama de intereses económicos que van desde empresarios clientelistas del gobierno hasta los administradores de las emergentes economías informales del país. La manera en que cada una de las fuerzas políticas logre administrar esos recursos y capacidades determinará hasta cierto punto las probabilidades de ganar las elecciones de 2014.

El declive en ARENA. Los conflictos y deserciones que han afectado a ARENA desde que perdió el Ejecutivo en 2009, y particularmente desde las elecciones legislativas de 2012, no son más que la expresión de la enorme dependencia que ese partido había forjado con los recursos del Estado. Es imposible comprender la magnitud de las deserciones en ese partido político, comenzando con el grupo de correligionarios que luego formarían GANA, sin tomar en cuenta la importancia que el clientelismo político jugaba en el mantenimiento de lealtades dentro de la derecha salvadoreña. En otras palabras, sin acceso a los recursos del Estado, ARENA perdió una de sus mayores fuentes de cohesión y fidelidad política.

La globalización y transnacionalización del gran capital salvadoreño ha contribuido también a ese proceso. La crisis en ARENA es el producto indirecto de la paulatina salida de los grandes empresarios salvadoreños del país, quienes frente a la incapacidad para competir globalmente decidieron vender o asociarse a corporaciones trasnacionales. Como muchos informes económicos han señalado, la empresa privada salvadoreña registra la menor tasa de inversión local en comparación con otros países de la región. Esa falta de inversión tiene causas, pero sobre todo efectos políticos: muchos empresarios se han dado cuenta que es mejor poner sus intereses estratégicos fuera del país que depender de las vicisitudes electorales de ARENA, debilitando aún más la capacidad de su antiguo vehículo político para exigir lealtades y forzar voluntades en sus antiguos aliados en la sociedad salvadoreña.

El auge del Frente. En segundo lugar se encuentra el aumento de la capacidad del FMLN para acceder a una gran diversidad de recursos económicos. Esto es el resultado no solo de la captura del gobierno nacional, sino también de su ardiente vocación para servirse del mercado con la ayuda del petróleo venezolano.

Si el partido ARENA se ha visto afectado por la pérdida del control del gobierno nacional, el FMLN se ha encontrado con la gallina de los huevos de oro con su llegada al gobierno —a pesar de que debe compartir los dividendos con otros sectores a causa del matrimonio forzado con Funes. El partido que recientemente se declaraba a sí mismo como antisistema ha abrazado la lógica del capital y el liberalismo económico aun cuando los personeros del Frente prediquen su adhesión al socialismo. El ascenso del Frente al gobierno nacional ha dado lugar a un nuevo grupo económico que se beneficia directamente de las ventajas otorgadas por la administración pública. Esto no necesariamente significa la existencia de esquemas descarados de corrupción, pero es imposible comprender la prosperidad de algunos líderes del Frente sin tomar en cuenta las ventajas ofrecidas por el control del Estado. A decir verdad, esa prosperidad no es repentina. En muchos casos la bonanza comenzó desde que antiguos guerrilleros, sindicalistas y líderes de organizaciones sociales comenzaron a ocupar puestos de elección pública e invirtieron sus jugosos salarios y prebendas gubernamentales en bienes raíces, empresas de transporte y comercio.

Pero lo que ha caracterizado a la actual evolución del FMLN de lo que en otras condiciones hubiese sido un progreso modesto es la creación del partido-empresa alrededor del petróleo venezolano. Si ARENA es el partido al servicio del gran capital, el FMLN se ha convertido en el capital al servicio del partido -o al menos de algunos líderes del partido-. Sin embargo, ambos, viejos y nuevos ricos, se benefician del uso patrimonial del Estado para avanzar los intereses económicos de turno. Bajo este esquema, el Socialismo del Siglo XXI, tan predicado por la dirigencia del Frente, es más cercano al mercantilismo colonial del Siglo XVIII que a los ideales del socialismo.

El surgimiento de Saca. Finalmente, la aparición de una tercera fuerza alrededor de Saca no responde a un proyecto ideológico o partidario definido, sino a un proyecto económico que aspira a tener acceso de nuevo a los recursos y prebendas que ofrece el Estado. Por lo tanto, esta fuerza política constituye una mixtura de intereses, los cuales van desde empresarios desplazados por los oligopolios que han controlado a ARENA, pasando por viejos caudillos locales y hacendados del interior del país, hasta los protagonistas de las crecientes redes de economía informal que se están instalando en la región.

Su principal activo proviene de los patrimonios que fueron adquiridos y desarrollados durante su paso por la administración pública, pero también de su capacidad para negociar con los nuevos actores económicos que se están generando desde el gobierno y desde otros sectores. La principal ventaja del grupo político liderado por Saca no reside en la fuerza o en el número de sus correligionarios, mucho menos en la claridad programática de su proyecto, sino en su habilidad para sustraer lealtades de los grupos tradicionales de poder político y para abrir espacios a actores económicos que se han encontrado marginados del ejercicio del poder.

El paso de Saca y de sus partidarios por el gobierno, quienes pertenecían a ARENA y a otras agrupaciones políticas, creó las condiciones para el surgimiento de nuevos grupos económicos, de la misma forma en que la actual administración está generando nueva elites económicas, con la capacidad de desafiar a los grupos financieros tradicionales.

Por tanto, el aparente rompimiento de la intensa polarización ideológica que había dominado la competencia política en el país no se debe al fortalecimiento del centro ideológico. Tampoco se debe necesariamente a una supuesta moderación de los polos. Después de todo, el candidato arenero es el mismo funcionario que homenajeó al más reciente golpista latinoamericano; mientras que el candidato efemelenista es el único comandante histórico del Frente que se encuentra activo en la política. El rompimiento de la polarización se debe fundamentalmente al surgimiento de nuevos intereses económicos, los cuales marcan una nueva dinámica en la competición por el poder político.

En la actualidad, ARENA enfrenta una competencia más difícil que en el pasado porque finalmente el terreno de juego en el ámbito económico está mas nivelado que en procesos electorales anteriores. Eso le permite a todas las fuerzas políticas importantes acceder a recursos que los ponen a un mismo nivel y cuyo éxito dependerá de la habilidad para sacar provecho del nuevo ordenamiento económico.

Sin embargo, ese equilibrio en la competitividad electoral ha sido alcanzado a costa de la institucionalidad nacional. Ni ARENA cuando estuvo en el poder, ni el actual binomio Funes-FMLN han tenido la voluntad (o la capacidad) de fortalecer a las instituciones del país. Todo lo contrario. El Salvador enfrenta un nuevo ciclo político más aferrado a los males del patrimonialismo, el clientelismo, la corrupción y la falta de liderazgo políticos. El éxito de ARENA en las elecciones depende de qué tanto el capital tradicional del país abra su cuerno de la abundancia. El triunfo del FMLN pende de su capacidad para repartir las rentas de sus nuevas empresas. Y la consagración de la camarilla de Saca depende de su habilidad para sabotear un triunfo de los otros en primera vuelta.

A final de cuentas, la alternancia política nos ha traído más competitividad electoral, pero no nos ha traído más democracia y desarrollo.

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