Opinión /

Lecciones de cuarenta años


Martes, 10 de septiembre de 2013
Sergio Bitar*

“El pasado es prólogo” escribió Shakespeare. Conocer e interpretar la historia es esencial para construir futuro. Quien borra la memoria, daña la convivencia y arriesga cometer los mismos errores. ¿Qué lecciones hemos aprendido los chilenos de esa gran tragedia ocurrida en 1973, de la lucha contra la dictadura y de la reconstrucción de nuestra democracia? La respuesta está en lo que hemos logrado hasta hoy y, también, en nuestra capacidad de dar un nuevo salto hacia la democracia, la igualdad y la unidad.

*Ministro del gabinete de Salvador Allende , posteriormente encarcelado por el régimen de Pinochet. Tras su liberación partió al exilio hasta 1985, cuando volvió para fundar el Partido Por la Democracia y la lucha por el plebiscito contra Pinochet. Bitar se incorporó después como ministro en los gobiernos de Ricardo Lagos y de Michele Bachelet.

Si las lecciones aprendidas se miden por los resultados, podemos decir que hemos construido un país libre, más inclusivo y pujante, dejando atrás el miedo, el odio y la miseria. Hemos ido superando las divisiones, con verdad y justicia. Los crímenes no quedaron impunes y los derechos humanos se han hecho parte de la cultura nacional. Los intentos de anular la memoria fracasaron, la memoria le ganó al olvido. Creció la conciencia de los derechos y el respeto a la diversidad. Aprendimos a crear coaliciones políticas amplias para materializar los cambios, buscando lo que nos unía en vez de resaltar lo que nos separaba. Perfeccionamos y afianzamos las instituciones democráticas, subordinando a las FFAA al poder civil. Hemos reducido considerablemente la pobreza y manejamos la economía con responsabilidad, elevando notoriamente el nivel de vida de los chilenos.

Pero importantes temas permanecen pendientes, y entretanto han surgido nuevos desafíos. Ellos han adquirido más preminencia a medida que se amplía la conciencia ciudadana. Chile arrastra una institucionalidad rígida con poder de veto de la minoría, heredada de la constitución impuesta por Pinochet en 1980. Chile sufre de un nivel de desigualdad que socava la democracia, alienta la desconfianza y reduce la probabilidad de lograr acuerdos nacionales. Además, se desperdicia el talento de una gran parte de la juventud, por la baja calidad de la educación y la discriminación. A pesar de nuestro progreso económico, la economía chilena depende excesivamente del cobre y de otros recursos naturales, con poca diversificación, menguada innovación tecnológica y escaso valor agregado.

¿Estamos los chilenos preparados para acometer los nuevos cambios con prontitud y eficacia? Soy optimista. La magnitud de la tragedia vivida incita a las nuevas generaciones a progresar sin violencia ni exclusiones. Pero hay obstáculos grandes que requieren de actitudes generosas y ambiciosas.

¿Cómo avanzar ahora? Chile no es un país reconciliado. Subsisten divergencias y desconfianzas. Sectores de derecha aun justifican las violaciones de los derechos humanos, atribuyéndolos a la crisis política previa al golpe. Chile no es un país con real igualdad de oportunidades. Persiste una gran concentración del poder económico y segmentación social. Podemos y debemos hacer más.

Lo primero es proseguir el camino del reencuentro basado en la verdad y la justicia. El presidente Aylwin, como jefe de estado recién elegido, pidió perdón en 1990 por las atrocidades cometidas por el Estado en manos de la dictadura. El Gral. Cheyre dio un paso importante como comandante en jefe del ejército al decir nunca más. Sin embargo, la Armada no ha efectuado un acto equivalente. Tampoco la Fuerza Aérea, responsable de bombardear el palacio presidencial con el presidente adentro. La Corte Suprema tiene una deuda con los chilenos y debe reconocer el abandono de su función y el servilismo de muchos de sus miembros a la dictadura. También aportaría al entendimiento nacional una voz condenatoria, no justificadora, de la violación de los derechos humanos por los partidos de derecha. La izquierda también debe reconocer su responsabilidad en la deficiente conducción política que contribuyó a crear una aguda polarización.

En seguida, debemos concordar un paso fundamental: elaborar una nueva Constitución, en democracia, que exprese una visión y una voluntad compartidas por todos los chilenos.

Asimismo, debemos adoptar medidas económicas, tributarias y sociales, priorizando la educación, que nos conduzcan a una sociedad más inclusiva e innovadora.

Las visiones distintas del pasado no son obstáculo para construir unidos el futuro. El pasado y sus lecciones avivan la voluntad de entendernos, más aun en un nuevo mundo globalizado que exige sentido de comunidad, cohesión social y trabajo en equipo.

logo-undefined
CAMINEMOS JUNTOS, OTROS 25 AÑOS
Si te parece valioso el trabajo de El Faro, apóyanos para seguir. Únete a nuestra comunidad de lectores y lectoras que con su membresía mensual, trimestral o anual garantizan nuestra sostenibilidad y hacen posible que nuestro equipo de periodistas continúen haciendo periodismo transparente, confiable y ético.
Apóyanos desde $3.75/mes. Cancela cuando quieras.

Edificio Centro Colón, 5to Piso, Oficina 5-7, San José, Costa Rica.
El Faro es apoyado por:
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
FUNDACIÓN PERIÓDICA (San José, Costa Rica). Todos los Derechos Reservados. Copyright© 1998 - 2023. Fundado el 25 de abril de 1998.