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Saint-Louis, ciudad histórica de Senegal, amenazada por el mar

“Era un hermoso pueblo; quince de mis dieciséis hijos se criaron en esta área”, dice Ameth Diagne, un pescador de 52 años al recordar su poblado, Doun Baba Dieye ‒en el norte de Senegal, muy cerca de la histórica ciudad de Saint-Louis‒, hoy arrasado por las aguas del océano Atlántico.

Martes, 20 de agosto de 2013
Claire Rainfroy (AFP) / El Faro

Saint-Louis, SENEGAL. Hace algunos años le ocurrió al poblado de Doun Baba Dieye, en el norte de Senegal, cuyos 800 pobladores tuvieron que abandonarlo ante la subidad del océano Atlántico. La histórica ciudad de Saint-Louis, el primer enclave fundado en 1659 por los europeos en África occidental que en la actualidad alberga a unos 180,000 personas, podría correr la misma suerte.

“Se estima que a lo largo de nuestras costas el océano avanza un metro por año. En 100 años, si no se hace nada, el Atlántico habrá erosionado 100 metros de la ciudad”, señala el profesor Boubou Aldiouma Sy, un investigador en geografía en la Universidad de Saint-Louis.

En un informe publicado en 2008, Alioune Badiane, director de ONU-Hábitat para África, designó a la ciudad como la más amenazada de África por la crecida de las aguas. La causa, según él, no solo es el cambio climático, sino también la apertura de un canal artificial.

En 2003, la Ile Saint-Louis, la parte histórica de la ciudad situada sobre el río Senegal, a 500 metros de la parte continental y llamada la Venecia de África, se vió amenazada por la inundación del río.

Las autoridades decidieron entonces cavar un pozo en la Langue de Barbarie, una franja de arena de 40 kilómetros de largo y 300 metros de ancho, paralela a la costa, que protege la costa de Saint-Louis y Doun Baba Dieye del océano. Esta península separa el Atlántico de la última parte del río Senegal.

El objetivo era bajar el nivel del río, que no cesa de crecer debido a las inundaciones cada vez más numerosas, para permitirle fluir hacia el Atlántico a través del canal de cuatro metros de ancho.

Pero al importante caudal del río que se suma, en el otro lado de la península, la embestida del mar. Dos fenómenos que afectan a la Langue de Barbarie, y amplían el canal, el cual desde 2003 se agranda un poco y hoy es una boca de 2,3 km.

Transformación de los ecosistemas

Ubicado a dos kilómetros de la playa hace diez años, Doun Baba Dieye, abandonado por sus 800 habitantes, ha quedado librado al asalto de las olas.

Ameth Diagne, el jefe de la aldea, fue el último en irse. “En la noche del 17 de noviembre de 2012, cuando las olas llegaron a nuestra habitación, tuve que dejar mi casa”, recuerda, y agrega: “Lo que más me entristece es que no puedo transmitirle a mis hijos más jóvenes lo que mis padres me enseñaron sobre una flora y fauna que ya no existe”.

El descenso del río en beneficio del océano ha hecho desaparecer los peces de agua dulce. La brutal transformación de los ecosistemas provocó una gran pérdida para los pescadores.

También se vieron afectados los campesinos, ya que la salinización de las tierras acabó con toda actividad agrícola. “Aquí es donde dejábamos los bueyes”, dice Diagne, señalando la arena que ahora reemplaza la zona otrora reservada al pastoreo.

A pesar del daño que causó el canal, ninguno de estos refugiados climáticos recibió ayuda financiera del Gobierno, que había prometido a los residentes una nueva vivienda. Aunque el canal impidió que Saint-Louis se inundara en 2003, la solución es solo temporal. Y la Venecia de África todavía se enfrenta a peligros mayores.

“La parte oriental de la ciudad fue construida sobre antiguos humedales, donde el agua se acumula y donde proliferan los mosquitos. Debido a esto, estamos viendo un resurgimiento de la malaria en Saint-Louis. Este es un gran problema que la ciudad no ha sido capaz de controlar”, dice el profesor Sy.

A las inundaciones y los daños causados por el canal, se suma un tercer fenómeno natural: la erosión costera agravada por el cambio climático.

El profesor Sy da la voz de alarma. Y aboga por la construcción de obras de protección para evitar que la ciudad sea tragada por el océano.

“Cada año, muchas casas se derrumban. Algunas poblaciones están amenazadas. Saint-Louis tiene que reaccionar con rapidez, antes de que los habitantes se encuentren con los pies en el agua”, dice.

© Agence France-Presse

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