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«Nunca me molestó que dijeran 'Ochoras Perras'»

Dice que los agregados militares en las embajadas son espías y que Roberto d´Aubuisson era el poder real durante el gobierno de Cristiani. Exembajador de El Salvador en Argentina, Perú y Honduras, el coronel Sigifredo Ochoa Pérez tampoco habla con tacto de la Asamblea Legislativa: 'De los 84 diputados solo yo y tal vez cinco más nos salvamos'. En esta conversación evoca su rebelión militar de 1983 y aquellos días de sufridos racionamientos de electricidad que, como presidente de CEL, le granjearon el apodo de 'Ochoras Perras'.


Miércoles, 24 de julio de 2013
Ricardo Vaquerano y Efren Lemus / Fotos: Mauro Arias

En primera persona

Soy una persona de pueblo nacido en una hacienda, se llamaba Los Ranchos, cantón Miraflores, de San Miguel. Me asentaron en Uluazapa, un 2 de abril de 1942. Me fui a vivir a Sociedad, Morazán, de ahí era mi padre y estudiamos juntos con monseñor Gregorio Rosa Chávez. Estudié todas las tareas del campo, cuando llegué a la escuela militar prácticamente no fue algo que yo sentí fuera de serie, otros sí lloraban. Yo estaba acostumbrado a levantarme temprano, a acostarme temprano, a ensillar las mulas, a enyugar los bueyes, ordeñar, ir a recoger nances. Después cuando entré a la Escuela Militar fuimos compañeros con Domingo Monterrosa y con (Roberto) “El Chele” d´Aubuisson. Durante la guerra de Honduras estaba en la caballería y cumplí la misión de asegurar el puente El Amatillo. Luego me fui a estudiar a Chile y después pasé como agregado militar en Costa Rica y Panamá. En 1981 me nombraron comandante en Cabañas. En 1987, cuando estaba en Venezuela, pedí la baja y me incorporé a Arena.

Hace 50 años volvió a El Salvador, recién graduado como subteniente en México. Oficial de Caballería, 20 años más tarde y en plena guerra civil salvadoreña ganaría notoriedad internacional cuando se rebeló contra la cúpula militar, a la que acusaba de corrupta. 'El héroe de Cabañas', le llamaron algunos de sus admiradores por su filosofía de ser implacable contra la guerrilla del FMLN en ese departamento del país.

Amigo de Roberto d´Aubuisson, asegura que fue este -y no el presidente Alfredo Cristiani- quien lo nombró presidente de la Comisión Ejecutiva Hidroeléctrica del Río Lempa en 1989. Los sabotajes contra la infraestructura de distribución de electricidad y un año de escasas lluvias obligaron en esa época a prolongados racionamientos en el servicio de energía eléctrica. Y Ochoa Pérez era quien dos años después de haber dejado la carrera militar tenía que dar la cara. Los inconvenientes de pasar varias horas al día sin el servicio básico le granjearon alguna antipatía generalizada y pronto medio mundo se refería al coronel retirado como 'Ochoras Perras'.

Ochoa Pérez fue embajador ante Argentina, ante Perú y ante Honduras, donde en 2001 enfrentó una acusación de espionaje militar. Aunque niega las acusaciones, admite luego que un agregado militar en una representación diplomática incumple su deber si no se dedica a informar a su gobierno lo que observa en el país anfitrión.

En 1996, cuando el partido Arena era conducido por el empresario Juan José Domenec, la organización se fracturó y de ella salió un grupo de disidentes encabezados por Antonio Cornejo Arango, exlugarteniente de D´Aubuisson y a quien algunas investigaciones vinculaban con escuadrones de la muerte. Ochoa y 'los maneques', como se hacían llamar, recalaron en el PCN en 1997, y así fue como el exvicepresidente Francisco Merino llegó al partido azul.

Ochoa Pérez no parece tener pelos en la lengua. Cuando se le pregunta a cuál político admira no vacila en mencionar a Mandela. Tampoco vacila en rechazar el nombre del general David Munguía Payés, ministro de Defensa, cuando se le pregunta si lo incluye entre los militares salvadoreños admirables. Incluso tiene halagos para el exdirigente socialdemócrata Guillermo Manuel Ungo y hasta para el excomandante guerrillero Schafik Hándal. Y así fue en 1997, cuando como jefe de los diputados pecenistas dijo en público que su partido era conocido como 'partido taxi porque cobra por carrera'. Casi de inmediato, el secretario general del PCN lo destituyó. 'Es que Arena ocupaba al PCN para hacer el trabajo sucio', asegura.

A sus 70 años de edad y con cuatro hijos, Ochoa Pérez viene de una generación de militares que marcó las líneas de la guerra civil salvadoreña. Además de él, en la promoción 33 de la Escuela Militar estaban Domingo Monterrosa, señalado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos como responsable de la masacre de El Mozote, y Roberto d´Aubuisson, el fundador de Arena y a quien la Comisión de la Verdad señala como uno de los responsables del asesinato de monseñor Romero.

Agradece con ironía al presidente Funes haber entrado en confrontación con él, convencido de que eso le aportó decenas de miles de votos adicionales en los comicios de 2012. Y aunque fue diputado por Arena solo medio año, cuando evalúa la calidad de la Asamblea Legislativa a la que pertenece, no discrimina con su metralla: utiliza la palabra 'ladrones' y dice que si tuviera que salvar solo a los diputados honestos y nobles, de los 84 apenas él y unos cinco más tendrían boleto para abordar un Arca de Noé legislativa.

En los primeros minutos de la plática, Ochoa Pérez dice que uno de los errores que cometió el alto mando militar antaño fue prohibirles la lectura de libros como El Capital, de Carlos Marx, y otro fue dificultar que pudieran asistir a la universidad a estudiar una carrera. Eso, dice, les limitó estudiar mejor al enemigo.

¿Cómo es eso de estudiar al enemigo?
Yo recuerdo algo que decía Mao Tse Tung que tiene mucha aplicación: que para poder ganar cualquier guerra hay que ganarse el corazón del pueblo y eso traté de implementar en Cabañas. Como dicen los taiwaneses: la guerra es un 20 % de aplicación militar y un 80 % es de ganarse el corazón del pueblo, que es como lo que decía Mao. El pueblo es para la guerrilla lo que el agua es para el pez. Yo implementé un asunto interesante: el servicio territorial, que era los ojos y escuchas de esta gente reservista que estaba en las patrullas cantonales, que tenían que reportarse cada semana con el comandante local. Volví a entrenarlas, a capacitarlas, a darles las armas con que habían hecho su servicio militar, por eso es que yo defiendo tanto a los veteranos. Esa gente que no ganaba un centavo, eran patriotas, gracias a Dios por ellos pudimos controlar el departamento. Me di cuenta de algo que era bien importante en Ilobasco y en Sensuntepeque: había gente que había emigrado del campo, huyendo de la acción militar, entonces, una vez que controlamos el campo no regresé las unidades a los cuarteles sino que se quedaron en el campo para evitar que la guerrilla volviera a consolidar las áreas. Con las autoridades civiles y religiosas logramos que la gente regresara a sus cantones y les dimos por medio del Banco de Fomento Agropecuario implementos como para poder rehacer su vida. Les voy a contar una anécdota: íbamos a supervisar un asunto a San Pedro, al norte de Victoria, cerca del río Lempa, en la frontera con Honduras, y quería que las autoridades civiles me acompañaran. Mandé invitar al presidente del BFA de Sensuntepeque, que tenía que ver mucho y me dijo que no podía ir. Entonces, el comandante departamental era un gobernador militar y tenía mucho poder. Mandé traerlo por apremio, como se dice, le puse uniforme y le puse botas para que fuera conmigo a ver el problema, porque había que refinanciar a la gente para que volviera producir. De ahí vino mi traslado en una forma verdaderamente… nunca lo he contado, cuando se vino mi rebelión, la rebelión del Destacamento Dos contra el hoy cuestionado general Guillermo García.

¿Eso cuándo fue exactamente?
En enero de 1983. Yo me había presentado al Estado Mayor y recuerdo que le pregunté al jefe del Estado Mayor, el general Flores Lima, que si había alguna novedad en Cabañas y me dijo que no. Pedía audiencia con el ministro y da la casualidad de que cuando fui al Ministerio de Defensa me encontré con el ministro García y ahí me dijo: “Mire, Ochoa, ¿qué es lo que quería hablar conmigo?” Y le digo: “Mire, señor ministro, quería saber si va a haber algún cambio en mi Destacamento…", para saber si me iban a trasladar a mí o alguno de mis oficiales. Y la respuesta que me dio el general García fue: “No´mbre, ¿cómo voy a trasladar a uno de mis mejores comandantes de campo en este momento? Siga trabajando, no se preocupe”.

¿Usted ya había oído de su posible traslado?
No, estaba preguntando porque salía la orden el 6 de enero, que es la orden general. Me reuní con mis oficiales, les informé de lo que había platicado con el ministro, me fui a hacer esa diligencia a San Pedro, y cuando regresé en la tarde, después de estar como dos días en el campo, había salido la orden y el jefe de servicio, que era el mayor Lex Parker, me dijo: “Con la novedad, mi coronel, de que acaba de venir la orden general”. Ajá, ¿y qué pasó? “Va trasladado”. Para mí fue un shock, y en eso me llamó mi esposa y me dijo: “Mirá, nos vamos”. ¿Nos vamos para dónde? “Vas de agregado militar para Uruguay”. Entonces sentí que había una traición y una falta de lealtad del ministro y una falta de hombría para decírmelo, y yo así me hubiera quedado tranquilo. Tomé la decisión de pedir mi baja porque no había razón de estar con un ministro mentiroso.

Pero usted se rebeló, ¿no?
Le comenté a los oficiales y ahí es donde empezó la revuelta. Mire, me dijeron, el general García se metió al golpe en última instancia, el que se debe ir es él, es un hombre corrupto, que es aquí, que es allá. Resulta que ahí tomamos la decisión y les dije: “Ok, si nos metemos en este barco, los barcos se queman, no hay marcha atrás”. Entonces vino la tropa y vino el pueblo en apoyo mío y la Fuerza Aérea me apoyó también, porque el ministro estaba haciendo cosas fuera de orden.

¿En qué consistió su rebelión?
En desconocer la autoridad del ministro porque no era un gobierno de derecho, era un gobierno de facto, producto de un golpe de Estado. Por lo tanto, hablé con el presidente Magaña y le dije que lo mío no era un golpe de Estado, sino un asunto con el ministro de Defensa. Con el apoyo popular hacia mí hubo un cambio, y en lugar de irme para Uruguay me trasladaron para el Colegio Interamericano de Defensa en Washington. Pasó el tiempo y ya estando de adjunto en la Junta Interamericana de Defensa, el presidente Duarte venía de un viaje de Europa y me dijo: “Coronel, ¿y usted quiere regresar a El Salvador?” 'Por supuesto, señor presidente, yo soy un soldado'. Y como a los dos días me llama mi secretaria y me dice: “Mire, lo ha andado controlando el señor presidente”. Entonces, agarré el teléfono y le digo: 'Señor presidente, a sus órdenes'. “Mire', me dijo, 'soy un hombre de palabra, así que véngase de inmediato”. Me vine a una reunión en Casa Presidencial y ahí me dijeron: vas de comandante a la Cuarta Brigada. Estuve en la Cuarta Brigada y pudimos hacer operaciones de limpieza y se hizo una elección en 1985 para alcaldes y diputados y logramos que en todos los municipios de Chalatenango se hiciera la elección, incluso en San Fernando, donde la guerrilla concentró todo el esfuerzo y una de mis compañías resistió todo el ataque y tuvimos que sacarla por el lado de Honduras. Luego se vino un problema, cuando el secuestro de la hija del presidente Duarte. Yo tenía operaciones exitosas con mis tropas y con apoyo del Batallón Belloso y del Atlacatl, y no sé qué hubo ahí pero una de las condiciones era que me sacaran a mí de Chalatenango. No sé qué negociaron la guerrilla y el gobierno del presidente Duarte. Me sacaron de la Cuarta Brigada y me trasladaron a Washington como agregado de defensa. Poco después me trasladaron a Caracas, y ahí tomé la decisión de pedir mi baja, en 1987. Así fue como me integré a Alianza Republicana Nacionalista, donde estaba un líder nato, que era mi compañero y hermano Roberto d´Aubuisson Arrieta.

¿Y por qué cree que decidieron trasladarlo a Uruguay? ¿El general García percibía que usted estaba tomando demasiado protagonismo?
Todavía no sé, habría que preguntarle a García qué pasó. Después averigüé esto: resulta que Toño Cornejo, amigo de Roberto, amigo mío...

¿Antonio Cornejo Arango?
Sí, 'El Maneque', viendo todo este asunto, me dijo: “Quisiéramos ver qué le podemos regalar a la tropa por el trabajo que ha hecho”. 'Mirá', le dije, 'cómprennos unos relojes de esos que valen un dólar en Miami, camuflados', y me trajeron relojes para regalarle a la tropa en diciembre del 82. De ahí dicen que se agarró para plantear que estábamos preparando un golpe de Estado con D´Aubuisson, cosa totalmente falsa.

¿Cuánto tiempo duró su rebelión?
Como cuatro días. Empezó el 6 de enero de 1983 -lo recuerdo porque ese día es el cumpleaños de mi madre- y duró hasta después de que llegaron (Domingo) Monterrosa, el gordo Flores, llegó (Carlos Eugenio) Vides Casanova a platicar conmigo y les dije: no es un golpe de Estado, sencillamente aquí la gente y la tropa no quieren al general García y la verdad que estamos viendo hoy los resultados de todo lo que ha pasado. Fue un gobierno o un ministro que se aprovechó de la situación. Llegó a tener un poder increíble.

¿Y no tuvo un conflicto en su cabeza al recordar que un postulado sagrado de la Fuerza Armada es que es esencialmente obediente?
Mirá, en esa situación se había roto todo eso porque la Fuerza Armada había sido golpista. El ministro de Defensa y todos los que estaban ahí eran de facto, así que nadie puede hablar de ilegalidad. Si hubiera sido un gobierno como los actuales, pésimo o lo que sea, hay que aguantar hasta que terminen su período, pero en ese tiempo la situación era distinta. Yo sabía el riesgo que estaba corriendo, yo por eso les dije: quemamos los barcos, aquí no hay retorno; es decir, nosotros estábamos dispuestos a asumir lo que fuera.

¿Incluso el uso de la fuerza para someterlo?
Incluso nos quisieron atacar algunos, y precisamente la Fuerza Aérea dijo: aquí no es de atacar a Ochoa, aquí es de que se vaya el ministro y eso fue lo que pasó. Son las cosas que pasaban antes porque la Fuerza Armada participaba mucho en la parte política, dichosamente eso se acabó. Si es mejor o peor, eso es harina de otro costal.

¿A cuántos hombres de la Fuerza Armada tenía bajo su mando?
Eran poquitos... en total eran unos 500. Por eso te digo que el apoyo que nos dieron los patrulleros fue clave para mantener el control de Cabañas. Eso fue en la vida militar. Y ya en el partido Arena me nombraron presidente de CEL en el gobierno de Fredy Cristiani.

¿Desde el inicio del gobierno asumió la dirección de la CEL?
Desde el inicio, y eso no fue del gusto de Fredy porque los militares nunca hemos sido agradables para Fredy Cristiani. Al contrario, él, Armando Calderón Sol y Paco Flores le hicieron daño a la Fuerza Armada.

¿Cómo fue posible que llegara a la presidencia de CEL?
Yo llegué a la CEL porque Roberto d´Aubuisson quería y prácticamente me tocó un trabajo duro con la voladura de puentes, pero no me tocaron ninguna de las represas, aunque sí hubo un daño terrible de parte del FMLN a la infraestructura eléctrica, cosa que hoy no la dicen. Estuve ahí un tiempo y luego una de las cosas con que chocamos era que querían privatizar la energía eléctrica y yo no estaba de acuerdo, a raíz de eso me sacaron de embajador para Argentina, en tiempo de Carlos Menem.

¿Por qué lo nombraron presidente de la CEL?
Sucedía que había huelga, y Roberto d´Aubuisson… aquel era un tipo muy vivo, y dijo quizás que porque yo había comandado tropas podía arreglar ese volado y efectivamente llegué, platiqué con la gente, y nos llevábamos muy bien porque para manejar una empresa muy grande, como el caso de la CEL, no tienes que ser ingeniero electricista, ahí tienes los técnicos. Con la experiencia que tuve en la parte militar, apliqué los principios militares ahí también. Los principios militares se aplican a la religión, a la empresa privada, no solamente a la parte militar. Fue una decisión de Roberto.

No recuerdo que Roberto d´Aubuisson haya sido presidente de la República como para que lo nombrara en la CEL.
No, pero acuérdate que era el líder de Arena y él fue prácticamente el que nombró a Fredy Cristiani candidato y, por supuesto, el nombramiento no fue de Roberto oficialmente sino que me imagino que le dijo al presidente: mire, ponga a fulano de tal y punto.

Está pintando al expresidente Cristiani como alguien que hacía lo que Roberto d´Aubuisson le pedía que hiciera.
La verdad es que son cosas que así pasaron. El líder era Roberto d´Aubuisson, acordate que Fredy venía de otro partido (Acción Democrática) y la verdad que la gente cuando llegaba Fredy, al que vitoreaban era a Roberto y él decía: 'No, no soy yo, hay que votar por este muchacho joven', que era Fredy Cristiani. Esa era la realidad, Roberto era un líder. Hoy añoramos a los líderes, a gente como Ungo, Schafik, Duarte, Roberto, porque hoy no hay liderazgos.

¿Por qué a Ungo y a Schafik?
Porque lo fueron en sus respectivas organizaciones, hay que reconocerlo. Shafick fue un líder con el cual platicamos y fuimos diputados y yo lo admiraba por sus posiciones y le admiraba su posición comunista, un hombre que no vivía en forma oligárquica sino que ponía en práctica lo que él creía, en el marxismo. Ungo, igual, socialdemócrata, al cual yo también respeté mucho.

¿Si se hubiera encontrado a Schafik en un frente de batalla durante la guerra le habría disparado?
Bueno, es que mira, uno no está pensand 'a este sí, a este no'. Cuando vienen los choques... esas son cosas que no sé por qué las preguntás.

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