Opinión /

Nicaragua: La revolución traicionada


Domingo, 7 de julio de 2013
Erik Flakoll Alegría

Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa.

C. Marx y F. Engels, Obras escogidas, Editorial Progreso, Moscú 1981, Tomo I, páginas 404 a 498.

Hace unos días enterramos a “Cara de Palo”, un combatiente de las TPU al que nunca le conocí el nombre verdadero, uno de esos héroes anónimos que luchó contra la tiranía somocista y luego siguió luchando por la defensa de la revolución. Un combatiente al que se le prometió que iría a la escuela para terminar su bachillerato, se le prometió que viviría en libertad, igualdad, que tendría trabajo, techo y que sus hijos irían a la escuela. Nada de eso pasó. Murió en la casita humilde de su hermana en el barrio capitalino de Monseñor Lezcano y no vi ninguna corona de flores. Un héroe olvidado de una guerra olvidada.

Ya pasaron 34 años desde ese increíble 27 de junio de 1979 cuando en sigilo los guerrilleros sandinistas, como él, sacaron a los pobladores indefensos de Managua y los condujeron a Masaya por veredas y campo atraviesa para que no murieran bajo las bombas y metralla de la dictadura de Somoza. Ese repliegue táctico salvó a miles de personas y condujo a la victoria estratégica del la revolución sandinista. Así fue la historia.

Dentro de unos días celebraremos otro 19 de julio, el día que se derrocó una dictadura familiar que se mantuvo en el poder a sangre y fuego durante más de 40 años. Ese día Nicaragua se convirtió en un faro de esperanza para muchos. Hoy somos una referencia de una revolución traicionada y manejada por otra familia que ha instaurado una dictadura perfecta, mejor que la de Somoza. Ya no es a sangre y fuego, sino corrupción, miedo, manipulación y mentiras.

El 5 de julio del 2013, se celebró el repliegue táctico a Masaya. En el repliegue original estuvo “Cara de Palo”, pero no creo que se hubiese identificado con el despliegue mediático ordenado por la pareja presidencial. No solo se cambió la fecha del 27 de junio al 5 de julio sino que se trastocó el contenido histórico de una gesta heroica, se mancilló el simbolismo del repliegue a Masaya y, en vez de hacerlo a pie desde los barrios más pobres, se cambió la ruta para que los dirigentes y sus familias pudieran salir del centro de la ciudad y lucir sus carros último modelo. Se bloquearon las rutas principales de la capital, se paralizó el tráfico y se hizo un evento mediático de mal gusto y con total falta de respeto a la gente común y a los que sí estuvieron en el repliegue y que sí dieron la vida para construir una sociedad más justa sin pedir nada a cambio.

Los que vivimos aquella época ya no somos del interés de esta dictadura perfecta; ya somos viejos, lisiados y descartados y a muchos los tienen comprados con esperanzas falsas, otros no se atreven a hablar; y aunque es cierto que no hay presos políticos ni muertos en las calles, es porque todavía no necesitan recurrir a eso, sería muy caro políticamente. Pero en verdad las cosas parecen igual que antes: los supermercados están atiborrados de productos de lujo pero la mayoría de la gente no los puede comprar. La clase política dominante está en contubernio con la elite económica y obedeciendo a pies juntillas los dictados del FMI; la pareja presidencial recibe millones de dólares en nombre del pueblo pero la gente no puede fiscalizarlos ni pedir que se les diga dónde se invierten esos millones o a qué bolsillos van a parar; los medios están copados y Rosario Murillo sale a dar el Parte a la Nación todos los días sin que nadie le pueda hacer preguntas o que ella tenga que responder por lo que dice. Se parece a Goebbels, el jefe del aparato de propaganda nazi. Y lo peor es que nadie votó por ella. Pero la historia siempre se encarga de juzgar a ese tipo de gobernantes y no creo que a estos los absuelva.

La muerte de “Cara de Palo” como la de “Lupo”, de “Bone” y tantos más, me hace sentir que los repliegues tácticos y los 19 de julios carecen el sentido. Parecen más como despliegues mediáticos y derrotas morales. Nos quieren robar la historia, tergiversan los hechos y todavía quieren que nos quedemos quietos sin protestar. De la revolución popular han hecho una pantomima y en esta nueva sociedad de colores rosado, azul y amarillo y soles de Miró, no hay tal reconciliación; más bien hay polarización.

Ahora son los jóvenes acólitos de Murillo los que llevan las camisetas estridentes y llenan los despliegues mediáticos y las plazas políticas, pero no se acuerdan del por qué están allí. Es como que les hubieran hecho una lobotomía frontal brutal y mediante un juego de espejos les hacen creen que pueden revivir una revolución que hace mucho dejó de existir. En las campañas electorales de Daniel Ortega ya oímos “La Oda de la Alegría”, “Give Peace a Chance” y “Stand by Me”, himnos de libertad, solidaridad y de amor a las que ahora han querido dar un sentido político y electorero. Solo hace falta que pongan “Jesus Christ Superstar” en las plazas para que el elenco trasnochado y falsificado esté completo y acorde con la Iglesia y la revolución marxista del Siglo XXI que aparte de ser solidaria también pregona que el pueblo es Dios y Dios es Daniel Ortega. Un silogismo tan falso como nefasto.

Esos jóvenes que siguen los cantos de sirena de la pareja presidencial representan los nuevos votos, la mayoría etárea que interesa a los gobernantes de facto que se quieren reelegir. Nada más. Este nuevo despliegue mediático solo lleva a la derrota moral de quienes lo quieren imponer. Ojalá estos jóvenes no sean la carne de cañón de los Ortega-Murillo en su guerra mediática y descabellada.

Es cierto que muchos tenemos el síndrome de la fatiga de la guerra pero la pareja presidencial debería saber interpretar las pintas de las paredes y el sentimiento de otro caudal más grande de jóvenes que en todas sus letras pintan: “Rigoberto, volvé”.

¿Cómo reza aquel dicho? “La guerra la libran los jóvenes, que no se conocen, no se odian, pero sí se matan. Y estas guerras las hacen los viejos políticos que sí se conocen, sí se odian pero no se matan”.

Ojalá no volvamos a eso.

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