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Francisco: “La cultura del bienestar nos vuelve insensibles a los gritos de los demás”

El papa argentino Francisco, hijo de emigrantes italianos y gran defensor de pobres y desfavorecidos, condenó con firmeza este lunes en la isla siciliana de Lampedusa, en el sur de Italia, la “globalización de la indiferencia” ante el drama de la migración de indocumentados.



Lunes, 8 de julio de 2013
Kelly Velásquez (AFP) / El Faro

Vestido con una camisola del guerrillero Ernesto Guevara, un migrante norteafricano recluido en un centro de atención italiano espera el saludo de Francisco en una visita papal en julio de 2013. Foto archivo El Faro.
Vestido con una camisola del guerrillero Ernesto Guevara, un migrante norteafricano recluido en un centro de atención italiano espera el saludo de Francisco en una visita papal en julio de 2013. Foto archivo El Faro.

Lampedusa, ITALIA. “Hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraternal', clamó el papa Francisco durante la misa que ofició en el pequeño estadio de la isla, puerta de entrada a Europa de miles de indocumentados que sueñan una vida mejor. “La cultura del bienestar (...) nos vuelve insensibles a los gritos de los demás, nos hace vivir en una burbuja de jabón, bella, pero vacía”, dijo.

A los “inmigrantes que han muerto en el mar, en barcos que en vez de ser un camino de esperanza se han transformado en camino de muerte”, el papa argentino pidió perdón.

“Señor, con esta liturgia, que es una liturgia de penitencia, pedimos perdón por la indiferencia de hermanos y hermanas, pedimos perdón por habernos acomodado, por habernos encerrado en nuestro bienestar que anestesia el corazón”, dijo.

Igualmente pidió perdón para “aquellos que con sus decisiones a nivel mundial han creado situaciones que conducen a estos dramas”, añadió. En su homilía el Papa condenó también “el tráfico de personas que explotan la pobreza”.

“Acabo de escuchar a uno de ellos, cómo han sufrido por traficantes de seres humanos que explotan la pobreza, algunos de ellos no han logrado ni siquiera llegar”, comentó improvisando.

“Sentí que tenía que venir hoy aquí a rezar, a realizar un gesto de cercanía y para que lo que ha sucedido no se repita, no se repita por favor”, contó el Papa, quien citó la comedia de Lope de Vega Fuenteovejuna. “¿Quién es el responsable de la sangre de estos hermanos y hermanas? Nadie y todos. Hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraternal”, reiteró.

A los cientos de musulmanes que asistían, el Papa deseó un buen inicio de ayuno por Ramadán, y en señal de respeto les dijo que la Iglesia católica está “cerca en la búsqueda de una vida digna”.

El pontífice arribó a las 8:50 a.m. hora local (0:50 a.m. en El Salvador) a la pequeña isla italiana menos de una hora después de que 166 inmigrantes indocumentados desembarcaran de una patera que fue socorrida por la guardia costera.

La visita del primer papa de América Latina a la isla italiana, tristemente célebre en el mundo por recibir cada año a miles de inmigrantes indocumentados que atraviesan el mar en pateras de fortuna, ha sido organizada en uno de los meses en que el fenómeno se intensifica debido a las buenas condiciones del mar.

Se calcula que en los últimos 20 años han perdido la vida 25,000 migrantes que trataban de llegar a Europa en pateras, botes o cayucos.

En barco

Francisco primero llegó a Cala Pisana, de donde se embarcó para recorrer escoltado por barcos de pescadores y de la Marina italiana parte del trayecto que suelen realizar a su llegada los inmigrantes.

Mar adentro lanzó una corona de crisantemos blancos y amarillos para recordar a todos aquellos que se encuentran en el fondo del mar sin sepultura y denunciar con ese gesto emblemático la severa política de Europa hacia los prófugos y sin papeles.

Francisco, que estaba acompañado por sus asistentes, el portavoz del Vaticano y varios guardaespaldas, se recogió para rezar por aquellos que han visto frustrado el sueño de un futuro sin violencia ni miseria y cuyo número exacto nadie conoce.

Tras regresar al muelle, Francisco saludó a numerosos inmigrantes, la mayoría de ellos africanos, provenientes de Somalia y Etiopía así como de Siria, Irak, Libia, Afganistán.

“Oremos por aquellos que no están más aquí”, le dijo el Papa a uno de ellos. “Hemos huido de nuestros países por dos motivos: económicos y políticos. Santo Padre, le pedimos que nos ayude tras tanto sufrimiento”, pidió uno de ellos, quien hablaba en árabe.

Ningún cardenal, político o parlamentario acompaña al Papa a pedido del mismo Francisco, quien pidió una ceremonia sobria, sin discursos ni autoridades, con la presencia solo de la alcaldesa Giuseppina Nicolini y de varios curas y obispos locales, entre ellos el arzobispo de Agrigento, Francesco Montenegro.

“Francisco, bienvenido entre los últimos”, rezaba un cartel a la entrada del muelle.

Lampedusa, situada a menos de 100 kilómetros de las costas del norte de África, es el puerto de entrada a Europa. Durante los seis primeros meses del 2013, 7,913 migrantes desembarcaron en las costas italianas, el doble del año pasado durante el mismo lapso de tiempo. La mayoría llegó a Lampedusa, 3,648 personas, tres veces más que en el 2012.

La muerte a mediados de junio en el Canal de Sicilia de siete emigrantes que se aferraban desesperadamente a las redes de un atunero tunecino después de que la tripulación cortó las cuerdas al descubrirlos, generó indignación en la península y motivó la visita papal.

© Agence France-Presse

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