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El soldado que acusó a los altos mandos

Hugo Ramiro Leonardo Reyes, ex mecánico del ejército guatemalteco, compareció el jueves ante el Tribunal Primero A de Mayor Riesgo, en el juicio que se lleva a cabo en contra de los generales José Efraín Ríos Montt y Mauricio Rodríguez Sánchez. En su declaración, implicó al actual presidente de Guatemala, el general retirado Otto Pérez Molina, en una matanza de indígenas ixiles en la aldea Salquil Grande, Nebaj. 

Viernes, 5 de abril de 2013
Oswaldo J. Hernández (Plaza Pública) / El Faro

El presidente de Guetamala, el general Otto Perez Molina, se vio salpicado en el juicio por genocidio contra Efraín Ríos Montt que fue anulado en 2013 por orden de la Corte de Constitucionalidad. En esta imagen, toca la escopetarra en un concierto contra la violencia en abril de 2013. Foto Johan Ordóñez (AFP)
El presidente de Guetamala, el general Otto Perez Molina, se vio salpicado en el juicio por genocidio contra Efraín Ríos Montt que fue anulado en 2013 por orden de la Corte de Constitucionalidad. En esta imagen, toca la escopetarra en un concierto contra la violencia en abril de 2013. Foto Johan Ordóñez (AFP)

El día que Hugo Ramiro Leonardo Reyes llegó a Nebaj, en el departamento de Quiché, se integraría a la compañía conocida como el batallón El Triunfo. “Así le decían a la Primera compañía de ingenieros del ejército”, lo recordó de esa forma en su declaración como testigo especial, en videoconferencia, dentro del proceso en el que se juzga a los generales Efraín Ríos Montt y José Mauricio Rodríguez Sánchez, acusados de genocidio y delitos contra deberes de la humanidad.

Era el 1 de septiembre de 1982, narró Reyes, y había llegado al campamento militar de ese batallón para dedicarse a dar mantenimiento a tractores B9 y B4: “Cuando llegué por primera vez al campamento de ingenieros, los que comandaban eran el primer oficial Arnoldo Otoniel López, el capitán, Pedro Miguel Díaz Ramos, y el oficial Luis Felipe Ruano Díaz”.

El campamento militar al que se agregaría estaba ubicado en algún punto intermedio de la aldea Tzalbal y la comunidad de La Pista, a unos catorce kilómetros de la cabecera municipal de Nebaj. Dentro de las instalaciones, Hugo Reyes estuvo como encargado mecánico de mantenimiento. Cuando el fiscal del Ministerio Público, Orlando López, le preguntó sobre lo que recordaba de ese campamento militar, el testigo indicó “terror, entraban y salían tropas”. Explicó que cerca del campamento, había un lugar conocido como el Pino y que en algún momento “ya no cabían más víctimas en los agujeros”.

Los oficiales del ejército entraban desde horas de la tarde a una cantina conocida como Los tres monitos. “Luego, ya ebrios, se iban a celebrar y mataban gente”.

—¿Cómo mataban gente? –preguntó el fiscal.

—Primero ordenaban al operador de la máquina, al oficial García, que cavara un hoyo. Luego los camiones llenos de gente los parqueaban frente al Pino, y uno por uno, iban pasando. No les disparaban. Muchas veces los puyaban con bayoneta. Les arrancaban el pecho con las bayonetas, y los llevaban a la fosa. Cuando se llenaba la fosa dejaban caer la pala mecánica sobre los cuerpos.

El testigo dijo también que era imposible que los altos mandos no supieran nada. Todos los destacamentos y todos los campamentos tenían un radiotransmisor. “Así llegaban las órdenes, junto a los mensajes de todas las operaciones. Había destacamentos en Nebaj, en Acul, en Tzalbal, en Miranda, en Salquil…”.

A Hugo Reyes y a otros soldados de su compañía les tocaba patrullar todas las regiones que conectaban esos destacamentos. “Cuidábamos esas brechas, hasta el cerro Sumal”. Eso quedaba al norte, entre hondonadas, ríos y barrancos.

“En Salquil Grande, quemaron las casas. Allí mandaba el mayor Tito Arias, más conocido como Otto Pérez Molina. Y déjeme decirle que allí también hubo ejecuciones”, señaló Reyes. En las sala se pudo escuchar muchos murmullos tras las palabras del testigo.

Pérez Molina, que gobierna Guatemala desde enero de 2012, no se ha pronunciado públicamente con respecto a las acusaciones del testigo.

En ocasiones anteriores, el mandatario ha negado haber participado en violaciones de los derechos humanos durante la guerra interna de 36 años que vivió Guatemala entre 1960 y 1996.

El testigo Reyes también mencionó a Juan Chiroy Sal. Según el testigo en aquellos años, él conoció a un sargento que llevaba ese nombre en el campamento de los ingenieros. Cuando lo mencionó, otra ronda de murmullos en la sala ubicó esa mención en otro caso reciente: el asesinato de seis manifestantes de Totonicapán en el kilómetro 170 que implicó a una tropa de soldados a cargo del hoy coronel Juan Chiroy Sal. Tiene 46 años. Los cumple en marzo. Y significaría que de tratarse de la misma persona que identifica el testigo Reyes, era sargento con apenas 16 años. El abogado de Chiroy Sal, Mario Cano, no respondió las llamadas para corroborar si en el cárdex de este coronel existe algún servicio en el área de Nebaj. No obstante, de él se sabe que se graduó en la escuela Politécnica y que además tiene maestrías en resolución de conflictos y derechos humanos.

Exhumar pero luego quemar las osamentas

De la región alrededor del campamento de la Primera compañía de ingenieros, Hugo Reyes agregó que eran “los oficiales de Tzalbal, los comandantes de las compañía de ingenieros, los que coordinaban la quema y saqueo de la gente para luego ejecutarlos. La gente de Tzalbal no andaba en la montaña, y por eso los capturaron y los formaron en las instalaciones del campamento”.

Así, una anciana de 68 años de edad, de Tzalbal, con el cabello largo, como la describió Reyes, fue ejecutada en el Pino. “Su cabeza fue llevada al comedor del campamento. Y esa noche los soldados formularon una broma: su cabeza fue llevada a una mesa, la mesa donde torteaban el nixtamal las cocineras. Yo no sé, pero creo que era para que las mujeres de la cocina tomaran algún tipo de reacción. Yo estaba de servicio en la garita no. 1 esa noche y cuando fui a buscar café me topé con la cabeza de la anciana”.

El testigo luego recalcó que los soldados apostados en toda el área de Nebaj pertenecían a la Primera compañía de ingenieros del ejército de Guatemala. “Era la única en el lugar. Hasta donde yo puedo entender su orden era ‘indio visto, indio muerto’, esa era la consigna que tenían”. El testigo calculó ante el tribunal que las muertes llegaban a miles. “Llevaban de tres a cinco personas, a veces seis, todas golpeadas, con la lengua cortada, otros tenían las uñas quitadas y otras lesiones. Entre ellos yo no recuerdo haber visto a ningún guerrillero”, dijo Reyes antes de recordar que las muertes en el lugar llamado el Pino empezaban entre las 8 o 9 de las noche, “luego de que los oficiales se echaban los tragos”.

En el lugar de las masacres en este campamento, poco después de que se llegará a la época democrática en Guatemala, en 1986, se exhumaron restos, recordó Hugo Reyes, pero indicó que la exhumación estuvo a cargo de los soldados de la Primera compañía de ingenieros del ejército y de la G2 (entidad que estaba a cargo del acusado Rodríguez Sánchez). “Todos las osamentas que salieron del Pino fueron quemadas”.

Con el testimonio de Hugo Reyes concluyeron las declaraciones de aquellos que formaron parte del ejército de Guatemala. Junto a él declaró, también por la fiscalía, el ex comisionado militar Pedro Herrera Bernal, acerca del campamento militar en aldea Visan, además de Juan Velasco, que sobrevivió en el interior de un campamento militar con tan solo 8 años de edad.

El juicio por genocidio y crímenes de guerra en contra de Ríos Montt y su antiguo jefe de Inteligencia Militar, el también general retirado José Rodríguez, se inició el pasado 19 de marzo. Hasta el momento han declarado 98 testigos de masacres y ataques a comunidades, también varios peritos, entre ellos Marta Elena Casaús, autora del libro Linaje y Racismo en Guatemala. Según las previsiones del tribunal, el proceso en el que se acusa a Ríos Montt y Rodríguez del asesinato de al menos 1,771 indígenas de la etnia ixil, muertos en al menos 16 matanzas colectivas perpetradas por el ejército entre marzo de 1982 y agosto de 1983, podría extenderse al menos un mes más.

Esta crónica fue publicada originalmente el 4 de abril de 2013 en Plaza Pública.

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