El Ágora / Cultura y sociedad

'Todos los salvadoreños tenemos al verdadero Hernández Martínez tatuado en el alma'

A Rafael Lara Martínez lo precede su fama de crítico perspicaz y no ha sido en vano. Ha convertido la historia en ficción para explicar sus teorías de que el racismo que achacamos al legado del dictador en realidad lo hemos interiorizado todos, que la teoría marxista ha servido a los intelectuales para enviar y convertir a los subordinados en carne de cañón, mientras ellos se esconden detrás del papel y de un escritorio, y que la democracia no es más que un término de dominación desde el tiempo de los romanos.


Lunes, 29 de abril de 2013
María Luz Nóchez / Fotos: José Carlos Reyes

Este multidisciplinario académico salvadoreño ha dedicado su vida al estudio del olvido para salvar la memoria a través de la historiografía, que por definición se explica como el arte de escribir la historia. Lara Martínez es modesto para describirse y prefiere que sea su trabajo lo que sirva como tarjeta de presentación. La base principal de sus investigaciones son las raíces indígenas y el aporte del nahua-pipil a la filosofía universal. Es un hombre metódico para trabajar, y reparte el tiempo entre sus horas como catedrático en el Instituto de Tecnología de Nuevo México (Estados Unidos) y la revisión bibliográfica para realizar sus investigaciones. Esta disciplina ha dado como fruto más de una quincena de libros publicados. En 2011 fue galardonado con el Premio Nacional de Cultura. Pese a ello, dice no encontrar aleros en la Secretaría de Cultura, la institución gubernamental encargada de encaminar la cultura para difundir sus investigaciones, y confiesa que no aceptaría nunca un cargo administrativo.

Su formación como lingüista le ha permitido desarrollarse como antropólogo, investigador, escritor y crítico literario, disciplinas que han nutrido en 40 años el arte al que se dedica. Su afable personalidad rompe con el estereotipo que comúnmente se forma uno de un académico de su talla. Se caracteriza por un constante afán de enseñar a los demás y disfruta de verse rodeado de personas inquietas por indagar más en sus conocimientos, llámese estudiantes, lectores o periodistas. Habla con prisa, pero sin atropellarse, y con una denodada pasión, misma con la que ha criticado a los grandes intelectuales del siglo XX por considerar que registraron de manera parcializada la historia, e incluso por hacer denuncias tardías, como Salarrué, quien fuera miembro del gabinete del general Maximiliano Hernández Martínez.

La base principal de las investigaciones de Rafael Lara Martínez son las raíces indígenas y el aporte del nahua-pipil a la filosofía universal.
La base principal de las investigaciones de Rafael Lara Martínez son las raíces indígenas y el aporte del nahua-pipil a la filosofía universal.
 

En esta entrevista, concedida a El Faro durante su breve visita a El Salvador en marzo, el investigador amplía sobre la importancia del olvido más que la repetición de la memoria, los aportes del nahua-pipil al español salvadoreño, las deficiencias de los planes de estudio de las únicas carreras de Letras e Historia, propuestas por la Universidad de El Salvador, y del estado actual del desarrollo cultural. Además, plantea un análisis del por qué se han invisibilizado las raíces indígenas de lo que se publica desde la editorial del Estado, la Dirección de Publicaciones e Impresos. 

Usted ha marcado lo diferente de su trabajo como historiador al hacer énfasis en que su interés principal es el olvido más que la memoria. ¿Qué significa eso?
Todos hablan de memoria, pero no podemos recordarlo todo, eso es imposible. Memoria y olvido son como el día y la noche. No podemos recordar sin olvidar. Actualmente lo definiría por el concepto pipil, en donde hígado significa encontrar. Es decir, yo la encuentro entrañable, yo la recuerdo. Pero si yo la pierdo entrañablemente, quiere decir que yo la olvido. Entonces, si vamos a un concepto pipil de historia, la historia salvadoreña por eso es bilítica, porque la memoria y el olvido están arraigados en el hígado, y nosotros solo queremos acordarnos de aquello que nos resulta entrañable, todo lo demás lo queremos olvidar. Luego, si tomamos en cuenta que el concepto de verdad en griego es algo negativo, Alétheia, lo que existe primero es el olvido, y el olvido es lo primigenio. Entonces, la verdad es el desolvido, literalmente.

Usted suele delatar 'un terreno baldío que la memoria histórica nacional no explora, como si la historia comenzara y terminara con lo castellano'. ¿Cree que en el afán por regirse a lo que dicta la Real Academia Española de la Lengua se olvidan las raíces más profundas de nuestra cultura?
Más que al Diccionario de la Real Academia Española hay que ir a las raíces, hacer que las palabras signifiquen, que cobren un sentido más original. El olvido es más complejo, no solo en lo castellano, porque, bueno, tenemos que encontrar nuestras raíces también indígenas. Yo quiero que las palabras signifiquen, no lo que me impone la academia de la lengua.

¿Por ejemplo?
Muchas son las influencias indígenas. Por ejemplo, en Chile no comen chile, ni el país de Chile viene de la palabra chile. En Chile comen ají, porque esa es la palabra en castellano. Chile viene del náhuatl, del pipil o del mexicano. Hay influencias regionales que son producto de cosas que no conocían los españoles, que no podían nombrarlo, entonces adoptaron las palabras indígenas. Incluso sucede con el inglés. En Nuevo México hay mucha influencia todavía de palabras españolas o mexicanas. No es lo mismo un horno que un oven. No es lo mismo decir “I’m going to put it in the oven” que “I’m going to put it in the horno”. No voy a cocinar en el mismo lugar. Uno es afuera y el otro es dentro de la cocina.

Y para el caso específico de El Salvador, ¿como se refleja esa relación entre el español y el nahua-pipil?
El pipil prefiere la parataxis a la sintaxis. La sintaxis explica, como sinfonía, varias cosas al mismo tiempo, e implica una jerarquía entre sujeto y objeto. Es el sujeto el que ve el objeto, no el objeto el que define al objeto. En cambio, en el pipil las relaciones sintácticas solo aparecen al interior de la palabra, porque en la parataxis las cosas están puestas. Por ejemplo: “vení bañate”, mientras que en el español estándar es “ven a bañarte”. Hay una jerarquía en la que el segundo verbo está subordinado al primero, pero en “vení bañate” no hay jerarquía entre los verbos, todo está puesto. Y les puedo dar un ejemplo hasta con cuatro verbos en serie: vení bañate, sentate, contame, tal cosa... Una serie de verbos en la que todos están conjugados en imperativo.

¿Por qué cree que no hay estudios publicados de algo tan cotidiano?
No hubo en el siglo XX intelectuales salvadoreños capaces de traducir el nahua-pipil. Todos decían que no existía, y con eso llegamos hasta casi el final de la guerra creyendo que no había indígenas, como que El Salvador estuviera en Castilla. El único lugar donde no hay indígenas es en Europa. América se define por la existencia de indígenas. La única que podía transcribirlo fue María de Baratta, pero todos los demás fueron incapaces. Y fue una mujer, además. Gavidia inventó la lengua soter, que no tenía nada que no tenga una lengua occidental, Salarrué no podía transcribir indígena. Incluso, en Catleya Luna los dioses que aparecen son mexicanos, no son dioses pipiles... Y tampoco Mejía Vides y las chulonas. Eso no es lo indígena. ¿A usted le gustaría que pusieran a su madre chulona en una obra? A mí me ofendería, y yo creo que a los indígenas también los ofende. ¿Por qué no ponen a mujeres blancas desnudas? Hay una cuestión racial muy obvia.

Hasta cierto punto ese racismo fue legado del extermino indígena que emprendió la dictadura de Hernández Martínez.
Claro. Pero no hay que culpar sólo a Martínez. Eso es bien fácil, ese es el chivo expiatorio para echarle la culpa de todo. Mire, ¡nosotros somos Martínez! Digámoslo claramente. ¿Por qué no queremos publicar lo indígena en la DPI? Porque tenemos Martínez interiorizados. El verdadero padre es el padre muerto, el padre muerto que hemos interiorizado. El verdadero Martínez lo tenemos en el alma, tatuado, todos los salvadoreños. Yo también. No le echemos la culpa de la matanza a Martínez. Por ejemplo, dicen: Martínez excluyó a los indígenas. ¿Y dónde están los libros de la DPI sobre la literatura indígena, y dónde están los cursos de náhuatl en las escuelas, y los cursos de filosofía nahua-pipil incorporados a la filosofía latinoamericana? El Martinato somos nosotros, no es él. Es muy fácil echarle la culpa de todo. Es un sistema religioso, es un chivo expiatorio. Martínez es el anticristo. Deificar al enemigo es religión, no es ciencia.

Otra de las tesis que sus investigaciones han desafiado es la del Bicentenario, a través de 4 ensayos usted desmitifica el Primer Grito de Independencia y asegura que sirvió como justificación de las matanzas que le procedieron.
Ahí hay varias cuestiones: lo primero que planteé es que no hay una continuidad de 1811 a 1821. Eso es falso y muchos libros lo que hacen es un salto. ¿Qué pasó en esos 10 años? Nadie lo puede justificar. Lo que encontré es que no hay una continuidad, hay un salto mortal para justificar el proceso de independencia o el clásico: “el pueblo, unido, jamás será vencido”. Eso está muy bonito para una canción, un eslogan, un estribillo... Pero eso no se aplica. Lo otro es que en 1814 tampoco hubo un movimiento, fue solo un intento. A (Pedro Pablo) Castillo se le inventa para crear un mito de lo popular, pero ese mito es falso, porque al darle vuelta sigue el mito de este sentido lineal de un proceso de independencia que no existe. Y vienen después todas las matanzas, y de esas no se habla. Matanzas tremendas, quizás más violentas que las del 32.

¿Esta investigación fue producto de todas las actividades que se realizaron en 2011 con el Bicentenario o es parte de una investigación más extensa?
Llegué a eso porque en la administración anterior querían llegar a los restos de Pedro Pablo Castillo, que nadie sabe dónde están. Castillo, el héroe popular, lo recuperó Roque Dalton, pero él no estudió las fuentes primarias. Por supuesto, él estudió lo que el Partido Comunista había dicho de las fuentes primarias. Luego, fue Dagoberto Marroquín quien leyó las fuentes primarias, pero fue muy sesgado, tomó nada más lo positivo. Todo lo negativo lo quitó, y en la apreciación sociológica borra toda la cuestión afrodescendiente, y borra, incluso, las diferencias étnicas. Se va a la distinción de clases que es el mito marxista por excelencia. Yo soy libre de mandar a los indígenas al campo de batalla y a carne de cañón para que mueran por mí, mientras yo estoy de escritor bien tranquilo. Claro, porque estoy justificando la teoría marxista en mi escritorio, ¿y los otros? Se están dando duro. Esa es una nueva división de clases, de labores, jerarquías políticas. Todas estas matanzas nadie las dice. Yo no adopto ni a los independentistas, ni a los liberales ni a los conservadores. Si yo voy a degollar aquí a media humanidad en nombre del marxismo o si la voy a degollar en el nombre de la democracia, ¿cuál es la diferencia? Yo voy a ser asesino de todas maneras. ¿Y voy a imponer la libertad con el asesinato? Es una contradicción imponer la democracia a través de la matanza.

¿Esta historia se repite durante el conflicto armado de los 80?
Claro. El concepto de democracia como tal viene desde los griegos, en donde el fundamento de la democracia es la matanza de los aristócratas y de los déspotas. En ese caso el fundamento de la democracia es lo mismo que la dictadura, que la matanza. Estamos entre matanza y matanza. A nivel ético, ¿cuál es la diferencia? Creo que debería de haber un debate serio. Solo nos interesa hablar de la matanza cuando es el enemigo. Como él es el enemigo voy a hablar de todas las personas que él mató. Usted es mi amiga, usted es mi compinche, entonces, todos los tengo que olvidar. Por eso hablé del martinato que todos llevamos dentro. Pero, ¿quién es el verdadero Martínez? Eso es totem y tabú. El verdadero padre es el padre muerto que hemos interiorizado.

¿Podría hablarse de democracia en nuestra sociedad?
No. Es como decir que Bush fundó la democracia en Iraq. Eso no es democracia, qué vamos a hacer, ¿invadir una región y a todos los oponentes los matamos? Para mí esa democracia es un juego de palabras. Además, el cratos no es el gobierno, el cratos en el sentido griego es la dominación. El dóminus es el dominante, donde el amo tiene el derecho sobre los sirvientes. De ahí viene el término de familia también. Es un término romano de dominación.

Lo que usted plantea, entonces, es una revisión de la historia a partir de estos pensadores que han venido construyéndola.
Lo que planteo es hacer historia a través de la poética, a través de la ficción. Porque la historia es ficción. Lo que Aristóteles llama poética e historia como dos enfoques yo le llamo historia y ficción. Hacer historia a partir de la ficción y de los datos primarios. Yo tengo más de 15, 20 revistas que se publicaron de 1931 a 1935 que nadie cita. No están haciendo historia. Retoman el 32 pero... hasta que la denuncia Salarrué y vuelven a tomar el caballito de batalla con “Mi respuesta a los patriotas”, que además no denuncia la matanza. Los indígenas están dormidos y la mujer, soñadora, no se mete en política. Y todo lo demás que hizo Salarrué en el 32 ya no se menciona, porque era en apoyo a Martínez, y luego el Matapalo o los otros cuentos ya son publicados en los 50, cuando estaba de embajador en Nueva York con las dictaduras militares. Y pues sí, desde lejitos...

Usted también ha utilizado lo indígena para explorar la homosexualidad y sus distintas expresiones, un tema particularmente sensible en estos tiempos en los que hay un afán neoconservador por establecer que no es una condición natural... 
Lo que sucede es que la sociedad salvadoreña es más puritana que los puritanos norteamericanos, pero eso es todo. Lo que planteé es el auge de la teoría de género, ahora ya no se puede dejar de hablar de ella. Se entiende el género como lo masculino y lo femenino, como los dos opuestos, pero, ¿y las transformaciones? No se pueden entender los opuestos el uno sin el otro. No hay día sin noche. El día es lo masculino en la teoría nahuapipil y mexica. La noche es la mujer, pero, ¿y la transformación? ¿Cómo lo masculino se vuelve femenino y viceversa? Eso es lo que hay que trabajar también, por eso existe la teoría de género, no solo son los opuestos, son las transformaciones. Negarlas es negar lo estático. Dicen: eso es lo natural. Pero es que la cultura es la destrucción de la naturaleza. ¿O esto es naturaleza? (señala el salón donde se realiza la entrevista) ¿O ese jardín es natural? (señala las afueras de la biblioteca). Ese jardín está sembrado por el ser humano, y la agricultura tampoco es naturaleza. Entonces, el cambio de género tampoco es natural. Es la cultura.

¿Qué es lo natural entonces?
Ese término está mal usado, se trata de decir que nuestra cultura es natural. Eso es una contradicción, una paradoja. Siempre se ocupa lo natural para decir que lo que yo pienso está dado desde el principio de los tiempos por la naturaleza. Esa es una visión cultural que se justifica por medio de la naturaleza, pero no es cierto. Entonces, estamos hablando de distintas perspectivas culturales. La masculinidad en las sociedades antiguas se mantenía también por la penetración de otro hombre. El libro clásico es el de (Octavio) Paz, “El laberinto de la soledad”, el chingón y la chingada. La oposición es entre activo y pasivo. Y eso es lo mismo en Grecia y en Roma. Ahí tenemos una confluencia entre el meditarráneo y el indígena. Porque la categoría de homosexual es de creación reciente, es de finales del siglo XIX, antes el término no existía.

¿Y en los indígenas?
Hay muchos, pero en el mexicano clásico hay varios términos. El activo y el pasivo no tienen el mismo término, que serían en salvadoreño vulgar el culero y el vergón. El culero es el pasivo, es el inferior, pero el vergón sigue siendo hombre, porque el vergón demuestra su masculinidad a partir de la penetración de otro hombre. El contrario del hombre no es la mujer, el contrario del hombre es el otro hombre penetrado. Esa es parte de la idea. En la época prehispánica había una gran cantidad de términos, hay varios que tienen distinta jerarquía social porque era una generación muy jerarquizada.

' La utopía náhuat-pipil ocupa no una simple plaza al centro de una ciudad indignada. Ocupa el universo entero, un cuerpo vivo y escrito que en voluntad política proyecta la integridad de la nacionalidad salvadoreña.' - Lara Martínez

Ahora bien, respecto a las humanidades en el país, ¿cómo ve el terreno para que estas despeguen?
Lo que hay que hacer ver es la importancia de que los científicos son seres humanos, por lo tanto, hay que homologar las humanidades y las ciencias. Creo que hay que incorporar las humanidades en las carreras técnicas, esa sería una manera de darle valor, porque los científicos y los ingenieros tienen que aprender a escribir y pensar críticamente. Darles clases para que puedan expresarse y que escriban correctamente, y que desarrollen un pensamiento crítico y literario, discreción. Todas estas carreras tendrían que tener un número equis de materias o de créditos obligatorios en las humanidades. No hay que ponerlas en contra, sino incorporarlas.

Usted incluso hizo una propuesta al Ministerio de Educación, pero ya ha contado en otras entrevistas que ni siquiera lo atendieron.
Pues sí, pero esa es la burocracia. El tercer mundo es mental, porque eso existe en Estados Unidos. Allá los ingenieros llevan inglés, literatura, filosofía, ¿y aquí por qué no?

La Universidad de El Salvador es la única que tiene dentro de su oferta académica licenciaturas en letras e historia. ¿Cómo evalúa la currícula de estudio?
La licenciatura de letras me parece demasiado centrada en la semiótica en detrimento de otras corrientes más contemporáneas. Además, no queda claro si el análisis formal (lingüística, semiótica...) opaca por completo la historiografía literaria, o si existe un sitio intelectual que rastrea la documentación primaria de la literatura nacional. En cuanto a la de historia, no queda claro el lugar que ocupa la historia literaria, intelectual, artística, etcétera. Como usted sabrá, al decir 'historia' se reducen los hechos pasados a la cuestión social, política y económica. La manera en que los agentes históricos viven, perciben y plasman sus sentimientos queda fuera de ese enfoque reduccionista. Y no queda claro si se aborda o no en el plan de estudios.

Con más de 30 años fuera de El Salvador y a partir de estas deficiencias que ha observado, ¿nunca se ha planteado regresar para dar clases de forma permanente?
No, porque no solo del espìritu vive el ser humano. Es el concepto clásico: la bolsa o la vida... Porque si yo no tengo un trabajo y no puedo vivir decentemente, ¿qué?, ¿me voy a quedar sin trabajo, ando de pordiosero y después voy a poder hacer mis investigaciones? No... Para hacer investigaciones necesito un salario. Yo puedo estar contra la sociedad capitalista, puedo ser marxista, pero, ¿y dónde trabajan los marxistas norteamericanos? En instituciones capitalistas, no trabajan en Cuba. Entonces, para que un marxista haga una buena teoría tiene que estar en un país capitalista. Porque yo puedo estar en contra de la ley de la gravedad, pero estoy sujeto a ella mientras viva en este mundo. Yo soy anticapitalista, pero estoy sujeto por las condiciones del mercado capitalista. Necesito capital para trabajar. Eso es ineludible, como mi cuerpo. Yo soy muy espiritualista, pero como, orino, defeco, me reproduzco por sexualidad, como lo hacían todos los espiritualistas.

¿Y cree que es posible que de mediano a largo plazo se abra un terreno en el país para académicos como usted?
Sí, lo que pasa es que tiran la toalla porque no se puede vivir del espíritu. Usted necesita tener una casa, aunque viva sola, un vehículo para desplazarse, una computadora, acceso al internet. Necesitamos que nos reconozcan como profesionales. ¿Cuánto gana un ingeniero y cuánto un historiador? Por ahí va la cosa.

Y en materia cultural, ¿para usted ha habido desarrollo o estancamiento?
Hay un avance en relación a como estábamos hace años, pero todavía faltan publicaciones. Tiene que haber mucho más desarrollo teórico, desarrollo crítico. Estamos aquí en la UES, y fíjese las publicaciones que tenía en los años 60 y cómo estamos ahora. La Universidad tenía varias revistas de distintas facultades de agronomía, derecho, publicaciones en humanidades. Revistas desde La Jodarria, La Pájara Pinta, ¿y ahora dónde están? Ahí ha habido un retroceso, y eso solo en la Nacional... Otro ejemplo, el gobierno. El Museo de Antropología. ¿Por qué durante la época de Martínez —el malo, el diablo— hubo una revista de antropología y ahora no hay? Durante las dictaduras militares hubo revistas de antropología y ahora no hay. Ahí estamos hablando de retroceso.

¿Qué opina, por ejemplo, de que el Museo Nacional de Antropología ahora también ofrezca talleres para hacer piñatas?
¿Hacer piñatas? Eso no es antropología, llamémoslo de otra forma. Está muy bien que se abra al público, pero, ¿por qué no se abre para hacer actividades de antropología? Además, la antropología no es arqueología. Todo lo que hay ahí es arqueología. ¿Por qué no hay una sala de filosofía pipil? ¿Por qué no se llevan danzas indígenas actuales? ¿Por qué no se llevan grupos sobre artesanía indígena? Es un museo de antropología sin antropólogos y sin antropología. Ve cómo los nombres son arbitrarios a las cosas. Es como que yo tenga un perrito y lo llame “Antropología, Antropología, vení” y ahí va a andar el perrito. Yo tengo derecho a llamarlo como quiera, como soy el amo... el amo Estado tiene derecho de llamarle antropología, aunque sea lo que menos hay ahí.

¿Y conoce el trabajo de la Dirección de Investigaciones de la Secretaría de Cultura?
Muy poco. No tengo contacto con ellos, y como ellos tampoco me contactan a mí... Realmente, la que ahorita me ha estado ayudando es Claudia Cristiani. Para mí la diferencia no es entre derecha e izquierda. La cuestión es entre ortodoxos y pensamiento crítico. A mí no me interesa la política, me interesa el terreno de lo político, que es más amplio. No me interesa la politiquería tampoco. Nunca aceptaría puestos gubernamentales, porque yo quiero escribir y quiero seguir haciendo investigaciones. Y si me meto a administrar no voy a poder hacerlo.

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