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Las autoridades ponen en la mira la bebida reina de los salvadoreños: la gaseosa

En la lista de los 50 alimentos en los que más dinero gastan los salvadoreños, el único que no existe en la naturaleza y que logró colarse es la bebida gaseosa. Superada por la leche en términos de gasto por hogar, debido a su bajo precio la gaseosa es, en términos de volumen, la bebida número uno de los salvadoreños. La consumen por igual pobres y no pobres y debido a que su ingesta excesiva es un atentado a la salud pública, las autoridades planean la posibilidad de restringir su venta.

Lunes, 18 de febrero de 2013
Patricia Carías / Fotos: Mauro Arias y José Carlos Reyes

 

Según Márquez el riesgo de consumir gaseosas en grandes cantidades es que estas son bebidas creadas a base de azúcar refinada o simple. Este es un componente que suministra energía al cuerpo pero carece de vitaminas, minerales y fibras, por lo que si no se queman esas calorías, el cuerpo las recicla como grasa. Para Márquez, lo alarmante de la situación es que el consumo de este tipo de bebidas como las gaseosas ha tenido un “incremento enorme” durante los últimos años, lo que ha causado problemas de salud. “El problema es que nuestra dieta está basada únicamente en azúcares. Por eso, tenemos un incremento en obesidad en niños menores de cinco años y mujeres en edad fértil”, dice.

En 2008, la Encuesta Nacional de Salud Familiar (Fesal) determinó que en El Salvador por cada niño menor de cinco años de edad que se encontraba con desnutrición aguda -es decir, aquellos que en un momento tienen un déficit de peso y talla-, existían seis niños que estaban en riesgo de obesidad, con un peso que no era acorde a su edad.

Virginia Funes, una cirujana digestiva y coordinadora del Departamento de Investigación del Hospital Rosales, de San Salvador, los define así: “Tenemos niños llenos de almidón pero desnutridos'.

El departamento que coordina Funes está analizando estudios sobre la relación de la obesidad y la ingesta de bebidas azucaradas. “Lo que pasa es que ha cambiado mucho la epidemiología del país, ahora todo mundo está gordo. Antes, los niños solíamos andar en bicicletas y hacer más ejercicio. Tomábamos gaseosa solo en algún evento especial, pero ahora lo hacemos a diario”.

Asimismo, tal como lo planteaba Márquez, la encuesta Fesal en 2008 también reveló que el problema de la obesidad se replicaba en las mujeres: el 31.6% de las mujeres entre los 15 y los 49 años de edad que eran madres de niños menores de cinco años de edad, también presentaban sobrepeso. Y un 25.6% presentaba obesidad. La obesidad es un grado superior de sobrepeso. Estos datos indicaban que estaban comiendo demasiados azúcares simples -como las gaseosas- y carbohidratos que su cuerpo no quemaba.

Según la OMS, las personas que se encuentran en un estado de obesidad tienen mayor riesgo de sufrir alguna enfermedad crónica no infecciosa. Estas pueden producir ataques cardíacos y cerebrovasculares, detonar cáncer, enfermedades respiratorias crónicas como el asma, y diabetes. Además, de acuerdo con la OMS, en El Salvador algunas de estas enfermedades están entre las cinco primeras causas de muerte después de la violencia (agresiones), como son las del sistema urinario (especialmente insuficiencia renal crónica), los infartos y las neumonías.

Sin embargo, desde la perspectiva de la principal marca de gaseosas a nivel nacional, The Coca Cola Company, el consumo de gaseosas es un asunto sin trampas. “Somos transparentes con nuestros consumidores sobre cuántas calorías hay en cada bebida que servimos, colocando de forma visible la cantidad de calorías en el frente de nuestras botellas y latas”, dice Gustavo Guillén, vocero de la compañía en Centroamérica.

Esa información en los envases de gaseosa quizás no diga mucho a Ariel y a sus compañeros del Centro Escolar Católico de Panchimalco, que apenas están aprendiendo a leer y a escribir. Este lunes, durante la primera semana de febrero, solo los alumnos de la mañana de esta escuela consumieron el contenido de seis envases de gaseosa de tres litros cada uno.  Al finalizar el día, un total de 12 envases de gaseosa vacíos terminaron en la bolsa de basura. 36 litros en total. Esto ocurrió, como todos los días, durante los dos recreos en cada turno -matutino y vespertino-. Tres envases por recreo. 9 litros por recreo.

Pero aún en medio de este grupo de consumidores de gaseosa, existe un grupo de niños que, ya sea por obligación o por convicción, no consume gaseosa: son los más pequeños de todos. Alegres y creativos, están llenos de energía, son los 60 alumnos de preparatoria, los compañeros de Ariel. Este grupo de valientes, dirigido por una maestra risueña que se pasea por el aula usando un par de lentes morados y el cabello rizado, está intentando eliminar a la bebida gaseosa de los refrigerios que llevan desde sus casas.

–Yo no dejo que mis niños consuman ningún tipo de gaseosa o comida chatarra –explica Concepción de Rivera, la maestra de párvulos que combate contra la gaseosa y todo tipo de boquitas que considera comida chatarra.

Rivera es una persona comprometida y la convicción sobre no comer comida insalubre la delata en todos sus detalles. En su escritorio aguardan a ser devorados una mandarina, un mango maduro y un tazón de yogurt. Aún así, la maestra enfrenta en su propio cuerpo una lucha en contra del sobrepeso.

–Yo he asumido un papel en el que uno se tiene que imponer con tal de ayudar a la dieta de los niños.

–¿Y por qué tuvo que prohibir las gaseosas y la comida chatarra en su clase? ¿Qué pasaba antes?

–Antes había un debate con los padres de familia. Uno recibía la lonchera de los niños y cuando las abría se llevaba la sorpresa de que a los niños les ponían de desayuno: ¡Coca Cola y Ranchitas!

–¿En serio?

–¡Sí! Yo tuve que hablar con los niños y les expliqué que ni este salón ni en la escuela se les iba a permitir tomar Coca Cola ni comer chatarra. Solo jugos naturales y sus panes. Mire que entre ellos había una niña gordita que venía hasta con cinco churros en la maleta. ¡Noooo, así vamos a tener niños diabéticos!

Este esfuerzo de la maestra de preparatoria y el sacrificio de sus alumnos es fruto de algunas de las ideas impulsadas por el mismo director de la institución, el padre Antonio Molina, quien hace cuatro años se encaminó a una batalla enérgica en contra de la comida chatarra.

En 2008, Molina inició una campaña escolar para eliminar la comida chatarra del cafetín escolar. “Compramos cosas saludables. En mi locura compramos yogurts, frutas y esas cosas. Y dijimos que íbamos a abolir la gaseosa, por aquello de la diabetes, e íbamos a tener refrescos naturales porque yo creo que con una buena alimentación “balanceada”, como dicen los nutricionistas, se puede mejorar la salud de estas criaturas”. Las reglas de la maestra de preparatoria son ahora vestigios, recuerdos de la buena intención del cura hace cinco años.

“El incremento en el consumo de azúcares simples y carbohidratos es entendible”, explica Márquez, en busca del porqué del alto consumo de alimentos poco nutritivos. El precio es determinante en un país donde cuatro de cada 10 salvadoreños vive en pobreza. “Estos son alimentos de más bajo costo en comparación con los de origen animal. Es más fácil comprarme una gaseosa que comerme cuatro onzas de carne, es mucho más barato, más fácil de adquirir y más fácil de preparar porque ya viene hecho”, dice la nutricionista.

La única bebida que en años recientes ha estado por encima de la gaseosa en el promedio de gasto de los salvadoreños es la leche entera, que desde 2008 es la bebida en la que más se gasta. En la última encuesta ocupó el séptimo lugar de la lista, con un gasto promedio declarado de más de 30 dólares por hogar. Sin embargo, si se mide el nivel de acceso económico a cada uno de estos productos, en términos de volumen posiblemente haya algo parecido a un empate entre ambas bebidas, o acaso la gaseosa sea la más consumida. En precios de supermercado, en un rápido vistazo, es fácil determinar que la gaseosa tiene un precio unitario que resulta ser la mitad -y a veces menos de la mitad- del precio de la leche. La leche fluida alcanza mayor precio que la leche en polvo, pero incluso esta se vende en los supermercados a un precio que ronda el doble del de la gaseosa, al comparar litro contra litro.

El miércoles de la segunda semana de febrero de este año, La Despensa de Don Juan de Antiguo Cuscatlán tenía esta oferta: 3.55 dólares por 9 litros de gaseosa. Esto es, 39 centavos por cada litro. En el mismo lugar, un paquete de leche entera en polvo de 2,200 gramos de la marca Nido, que según las instrucciones de preparación puede rendir unos 20 litros, valía alrededor de 23 dólares. Si no se toma en cuenta el costo del agua necesaria para convertirla en bebida, el precio del litro de leche supera el dólar, mientras que la leche que se vende líquida ronda los 1.45 dólares.

¿Y quiénes son los que consumen tanta gaseosa? Si se toma en cuenta el bajo precio, podría pensarse que los pobres. Y, en efecto, los pobres la consumen, pero la proporción de hogares en pobreza que gastan en gaseosa -según lo declararon en la Encuesta de Hogares de 2011 (EHPM)- es similar a la de los hogares no pobres que también dijeron haber gastado en gaseosa ese año. Es decir, la gaseosa muy posiblemente es la bebida reina de la mesa salvadoreña de los pobres, y también de los no pobres. Claro, el problema posiblemente es más problema para los hogares con menos recursos económicos, porque significa que de su más escaso presupesto hogareño destinar una parte a adquirir un producto que no nutre, sacrificando la posibilidad de comprar alimentos más saludables y nutritivos. 

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