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El Castro reformista

Siempre estuvo en un segundo plano, a la estela de su hermano Fidel, pero en 2008 le llegó su momento y asumió la presidencia. Desde esa fecha Cuba ha tenido el período más intenso de reformas políticas –aunque muchos aún las consideran insuficientes–, como el fomento de la pequeña iniciativa privada o el fin de las restricciones para viajar al extranjero, unido a gestos como la excarcelación de disidentes.

Lunes, 25 de febrero de 2013
Carlos Batista (AFP) / El Faro

La Habana, CUBA. El presidente cubano, Raúl Castro, reelegido este domingo para otros cinco años, fue el responsable de la seguridad y de las Fuerzas Armadas bajo el régimen de su hermano Fidel, a quien sucedió en 2006 con la determinación de reformar el comunismo en la isla para que perdure.

Sin el carisma de Fidel, quien le cedió el mando cuando enfermó, pero con dotes de organizador y fama de “pragmático”, Raúl asumió formalmente como presidente en febrero de 2008 y como primer secretario del Partido Comunista en abril de 2011.

Este general que cumplirá 82 años el 3 de junio, de mediana estatura y ojos rasgados –que le valieron el sobrenombre de “el Chino”–, se ha empeñado en reformar el agotado modelo económico de corte soviético vigente por medio siglo, pero preservando los puntales del sistema: una mayoritaria propiedad estatal o cooperativa y un partido único, así como educación, salud y cultura gratuitas.

Con voz firme y autoritaria, que, según sus allegados, contrasta con su carácter alegre en la intimidad, emprendió también una batalla contra la corrupción, que ha llevado a la cárcel a decenas de funcionarios, incluidos ex ministros.

Este viernes exhibió su sentido del humor cuando bromeó ante los periodistas diciendo que va a renunciar. “Voy a renunciar. Ya voy a cumplir los 82 años, tengo derecho a retirarme. ¿No me creen?”, dijo Raúl Castro sonriendo ante la prensa, tras acompañar al primer ministro de Rusia, Dimitri Medvedev, a colocar una ofrenda floral a un antiguo cementerio militar soviético cerca de La Habana.

El “general-presidente”, quien alterna el uniforme verde olivo con la guayabera y el traje de sastre, es un hombre de pocas palabras, discursos leídos y enemigo de la improvisación.

Ha permanecido impasible ante las críticas de la disidencia y del exilio por la lentitud y poca profundidad de las reformas, y de las presiones de sectores que le exigen mayor velocidad en los cambios.

Entabló en mayo de 2010 un inédito diálogo con la Iglesia católica, que desembocó en la excarcelación de unos 130 presos políticos, lo que ensanchó el espacio pastoral en la isla. Esto sentó las bases para la visita del papa Benedicto XVI en marzo de 2012, un apoyo del Vaticano a esa aproximación.

En enero acabó con medio siglo de restricciones de los cubanos para viajar al exterior. Dos semanas después, asumió en Chile la presidencia rotativa de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), un espaldarazo de la región frente a los esfuerzos de Estados Unidos por aislar a Cuba.

En 2011 autorizó las compraventas de casa y autos, prohibidas durante medio siglo, y otorgó créditos a negocios privados, como parte de reformas económicas que han abierto mayor espacio a la iniciativa privada y reducido el paternalismo estatal.

Ministro de las Fuerzas Armadas desde el triunfo de la revolución en 1959 hasta 2008, estableció un gobierno muy concurrido por generales y coroneles, al estilo de una cadena de mando militar, alejado de todo personalismo.

Mientras trataba de ordenar el gobierno y su hermano Fidel estaba grave, su esposa Vilma Espín, su compañera desde los tiempos de la guerrilla, murió tras una larga agonía, en junio de 2007.

Vilma, que falleció a los 77 años, fue la verdadera primera dama del régimen, dado el bajo perfil de la mujer de Fidel, Dalia Soto del Valle. Los cubanos, que desconocían a la esposa e hijos de Fidel, pues siempre mantuvo bajo fuerte discreción su intimidad, se sorprendieron al escuchar al nuevo presidente hablar sobre conversaciones con sus nietos.

Perplejos, se enteraron de que el atlético escolta que no le perdía pisada era uno de los ocho nietos de Raúl; y que uno de sus cuatro hijos era la sexóloga Mariela Castro, que le declaró la guerra a la homofobia en Cuba con el apoyo de su padre, y que fue elegida diputada al nuevo Parlamento.

Fue este mismo general el que implementó en los años 60 los campos de trabajo que concentraron a homosexuales y otras minorías mal vistas por el gobierno, y también el ministro que encabezó el cierre de una revista de intelectuales en 1971 y acusó a académicos de “quintacolumnistas” en 1996.

Raúl tiene otras dos hijas, Débora y Nilsa, y su hijo Alejandro, coronel del Ministerio del Interior, quien es su mano derecha.

Hijo del agricultor gallego Ángel Castro y de la campesina Lina Ruz, Raúl es el cuarto de siete hermanos y vivió hasta 2006 a la zaga de Fidel.

Por iniciativa suya, el Partido Comunista aprobó limitar a 10 años el tiempo para ocupar un cargo de poder, con lo que él mismo se fijó un límite para ocupar la presidencia, que se cumple el 24 de febrero de 2018.

© Agence France-Presse

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