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Guerrilleros y paramilitares de ayer son hoy microempresarios

Colombia podría ser un buen espejo para El Salvador en el tema de la reinserción. Desde hace algunos años el Estado –apoyado por organizaciones internacionales y por la empresa privada– promueve la reintegración social de exguerrilleros y exparamilitares mediante la creación de pequeñas empresas administradas por los desmovilizados.

Sábado, 9 de febrero de 2013
Luis Robayo (AFP)

Cali, COLOMBIA. Antes militaron en las guerrillas de izquierda o en los grupos paramilitares de derecha, pero ahora son compañeros de trabajo y a la vez socios en dos empresas de Cali (Colombia) creadas con fondos estatales y de otras asociaciones que promueven su reintegración.

Jimmy Andrés, de 30 años, es uno de los 10 obreros y accionistas de Ganchos y Amarras, una fábrica que produce ganchos metálicos para la industria, en funcionamiento desde hace poco más de un año en un local de 240 metros cuadrados. Pasó varios años en la guerrilla comunista de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) hasta que fue capturado en el departamento de Cauca. Aunque dice que “hubo un tiempo en que la vida (de guerrillero) era buena”, la idea de volver al combate no cruza por su mente. “¿Volver? No. Uno ya tomó una decisión que nos dio la fuerza para este proceso. Este es un estilo de vida mucho mejor”, dijo Andrés a la AFP.

En Colombia, con casi 50 años de conflicto armado, proliferaron diversas guerrillas de izquierda, que en las décadas recientes fueron combatidas crudamente por milicias paramilitares de derecha, en enfrentamientos que dejaron además miles de víctimas civiles.

Para facilitar la reinserción de quienes dejaron los grupos armados de ambos lados, el Estado ha promovido su incorporación laboral, a menudo obstaculizada al momento de la contratación por el estigma de su propio pasado.

Entre esas experiencias está la de la fábrica de Jimmy Andrés, una sociedad por acciones simplificadas en la que 10 desmovilizados son a la vez obreros y accionistas a partes iguales.

Tanto la empresa de Andrés como la fábrica de cajas Mundo Maderas, pionera de este modelo de reinserción, se crearon con capitales aportados por la Alta Consejería para la Reintegración, organizaciones internacionales y empresas privadas.

En su fase inicial, los ingresos que perciben estos desmovilizados son equivalentes al salario mínimo (660 mil pesos mensuales, unos 315 dólares). “Pero la idea es que en el menor tiempo posible puedan participar en las utilidades. Yo siempre les recuerdo que soy el jefe, pero ellos son los patronos”, dijo a la AFP Víctor Orozco, gerente de Ganchos y Amarras.

Mundo Maderas es la prueba de que la rentabilidad es cuestión de tiempo: inaugurada en mayo de 2010 en las afueras de Cali, en 2012 logró una facturación de 780 millones de pesos (unos 430 mil dólares).

Estas experiencias adquieren mayor valor en momentos en que el gobierno del presidente Juan Manuel Santos lleva a cabo un proceso de paz con las FARC, la guerrilla más antigua de América Latina, que cuenta con unos 8mil integrantes.

En ambos casos, el proyecto implica un acompañamiento de entre seis y siete años con asesoría educativa, empresarial y sicosocial.

En Mundo Maderas participan actualmente 11 desmovilizados. “La parte de producción la manejan al dedillo, en la de administración se han ido formando”, refirió a la AFP Carlos Torres, gerente de esta empresa. “No se trata solo de ponerlos a hacer estibas (cajas), sino de apersonarlos de todo el proceso para que sean ellos quienes se encarguen del manejo de la empresa”, agregó.

Héctor Fabio, de 27 años, integró los grupos paramilitares hasta que se desmovilizó en 2005 en un proceso que promovió el expresidente Álvaro Uribe (2002-2010). Al recordar su experiencia, afirma: “hay gente que se entrega porque allá en el monte la vida es brava. Mi familia está contenta porque pude cambiar”.

Junto a él, Marciano, un joven exguerrillero, está más que complacido de volver a vivir con su madre y sus hermanos. “Acá yo me siento muy bien, trabajando en lo mío. Espero salir adelante y sacar a mi familia adelante. Mi mamá y mis hermanos viven aquí desde que me salí de las FARC. Anteriormente ellos no sabían ni dónde yo estaba”, contó.

Ese sentimiento lo resume Torres: “Todavía falta camino por recorrer, pero tenemos una visión optimista del futuro. Tal vez lo más importante desde el punto de vista de ellos es que son vistos como personas, como seres humanos, que los quieren”.

© Agence France-Presse

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