El Ágora /

'Si hubiera estudiado antes administración de empresas no me habría metido en un lío como Radio Clásica'

Elizabeth Trabanino dice que vive en un mundo aparte donde las personas viven conectadas a lo sublime, a lo etéreo. Es la directora de tres radios que se salen del grueso del gusto salvadoreño: una de música académica, otra de música instrumental y la tercera para niños.


Martes, 29 de enero de 2013
Óscar Luna y Gabriel Labrador / Fotos: José Carlos Reyes

En primera persona

Tengo un amigo poeta, que es Mario Noel Rodríguez y me dice un día: 'Voy a lanzar un libro de poemas, y el primer poema va dedicado a ti', y se llamaba 'Para Elisa, que dejó su zapato en la luna'. Describe a una persona que pasa por la vida y que, de repente, eso, deja el zapato en la luna. Siento que la mitad del tiempo estoy aquí, y que la otra mitad no estoy aquí. Siempre tengo música en mi cabeza y es bien fácil que me desconecte. A la pobre Loly (su asistente) le cuesta aterrizarme. Lo que pasa es que las personas tenemos tantas facetas en nosotros mismos, y es interesante cómo a veces lo describen a uno

Elizabeth Trabanino dice que su personalidad se moldeó cuando se arruinó el televisor de la casa. La radio, los libros, el conservatorio de música y el ballet sustituyeron los vacíos de entretenimiento y, con el tiempo, como ella dice, esos pasatiempos se convirtieron en su jardín secreto, su escape.

Trabanino estudió literatura en Europa, y radio y televisión en Estados Unidos. Las tres estaciones que ahora dirige las fundó junto a su familia tras acontecimientos que marcaron su vida: en 1962, la muerte de su padre; en 1975, la muerte de su hermano; y en 1991, el ocaso de la guerra civil. Trabanino y su familia eligieron los formatos menos comerciales del dial salvadoreño. Ella lo justifica así: “Uno puede tener un proyecto maravilloso que cambie al país, que proyecte al país y que a la vez sea sostenible, que sea algo intangible, que sea algo del espíritu, pero que sea sostenible”. Radio Clásica, Radio El Mundo y Radio Upa tienen en su dueña una mujer que prefiere definirse como gestora cultural antes que empresaria. Hace poco cayó en cuenta de que para que sus estaciones no quebraran, debía estudiar administración de empresas. Y así lo hizo.

Con una voz dócil y que en la mayoría de veces pronuncia la letra s como la excepción de los salvadoreños, Trabanino es cautelosa al opinar sobre el papel de aquellos que podrían llegar a ser los patrocinadores de las actividades de sus radios. También se guarda, pese a la insistencia, su forma de ver la política y la gestión cultural. La suya, al final, es una versión optimista de la historia cultural en El Salvador. En esta plática también revela un poco de sus gustos musicales: gente como ella, dice, es la que puede apreciar con mayor profundidad una buena salsa y un buen pop.

En apariencia, sus respuestas son instintivas, rápidas, tanto que a veces parece olvidar la razón de la pregunta: la mención de un autor la lleva a nombrar a otro, una idea la conduce a otra, pero de repente, como quien sabe perfectamente de qué va la charla, aterriza con ejemplos ilustradores y concretos que dan una cierta tonada final a sus intervenciones. Elizabeth Trabanino es una conversadora natural: no hay síes ni noes como respuestas; siempre hay matices, consideraciones especiales. Bemoles y sostenidos. 

Llega a Viva Espresso unos minutos después de las 4 y pide un café suave porque, de lo contrario, según dice, no podría dormir. Comienza a hablar de las finanzas en un mundo acostumbrado a las cuentas en rojo y tan necesitado de empresarios altruistas. Encendemos la grabadora.

Elizabeth Trabanino
Elizabeth Trabanino

Elizabeth, ¿a usted la podríamos presentar como: 'Elizabeth Trabanino, empresaria radial'?
Eh... yo me considero más como una gestora cultural.

¿Por qué no empresaria radial?
Lo que pasa es que nosotros siempre pensamos como al revés. Hace un par de años saqué una maestría en administración de empresas para poder cuadrar las cuentas y todo eso...

¿Para que no le dieran gato por liebre?
No, porque estamos trabajando unos proyectos internacionales y, entonces, poníamos la cara por esos proyectos y también por esos otros socios que estaban en el proyecto, y si no puedo cuadrar mi chequera, entonces tengo que meterme ya en serio en esta cosa de los números y eso. Entonces, vi un anuncio en el periódico que decía que había esta maestría en administración de empresas que daba Fepade; decía que si usted quería tener negocios, y todas esas cosas que anuncian en una maestría de administración...

Sí que son eficientes esos anuncios.
... Bueno, en ese momento yo estaba desesperada, y dije: 'Voy a aprender bien rápido', ja, ja, ja. Pero sí me metí con esa idea. El primer día de la maestría me pasaron a la pizarra porque era un curso de matemáticas y me pasaron, y yo no podía ni poner los paréntesis en las ecuaciones. Y dije: 'No: ¿dónde está la puerta de salida?', pero todos los compañeros que sí eran ingenieros, y matemáticos y administradores: 'No, Elizabeth, quédese, es bien ameno hablar con usted sobre las cosas del arte, la cultura...', y no sé qué. Porque hablábamos, me preguntaban. Y entonces me puse a estudiar el álgebra de Baldor, en una semana toda el álgebra; en la siguiente semana el cálculo...

Un flashback al colegio.
Ja, ja, ja, la verdad que nunca tuve que ver mucho con las matemáticas. Lo interesante fue que nunca volví a ver el mundo igual después de eso. Antes no podía estar más de 10 minutos sentada haciendo una suma o una resta, o algo que tuviera que ver con los números, y de repente, ponía los conciertos de Brandeburgo de Bach o los conciertos italianos y entraba como en trance, eran horas, de horas de estar metiéndome en este mundo matemático. Fue increíble la experiencia y cuando terminé ese mes de retiro matemático, ya el mundo había cambiado completamente para mí. La sorpresa fue que sí pasé el examen. Me mandaron a llamar porque no comprendían cómo había sacado esos resultados, ja, ja, ja.

Entonces, ¿ya incorporó esta parte empresarial?
Ahí me di cuenta de que si yo hubiera estudiado eso (administración) para empezar, jamás me hubiera metido en un lío como la Radio Clásica o la Radio de los Niños, jamás.

O sea, con usted ya se cumple esta regla vieja que decían que el músico es matemático.

En la edad media el que estudiaba tenía la filosofía, la teología, la música, y todo era como parte de un todo. Es triste, y yo lo veía con mis compañeros, que en la sociedad eso ya está bien divorciado y yo creo que el ser humano debería ser más integral.

Usted en su respuesta dijo: 'Si yo hubiera estudiado números antes no hubiera puesto la radio de niños”. ¿Por qué?
A los anunciantes iba a proponer la Radio Clásica, porque tenemos que vivir también, igual que ustedes, con la pauta y los anuncios, y los patrocinadores me decían frases como: 'Es que nosotros no somos la Cruz Roja'. 'Es que aquí, ¿a quién le interesa eso?' “Dígame cuál es el rating por millar'. 'Solo los viejitos oyen la música clásica'. Y al final era difícil botar esos argumentos porque para ese mundo, que todo hay que irlo calculando, que el retorno, y todo eso, aparentemente no es rentable, pero al final sí lo es. Al final uno puede tener un proyecto maravilloso que cambie al país, que proyecte al país y que sea sostenible, que sea algo intangible, que sea algo del espíritu, pero que sea sostenible. Al final sí se puede, pero tenía yo que ser apasionada del arte, de la cultura, ser músico, porque yo soy músico también y por años yo escribí la crítica musical de La Prensa Gráfica. Es necesario vivir eso y estar a la par de un gremio que cree, como dijeron los pintores recientemente en la Asamblea Legislativa, que los políticos pueden ir y venir, pero los artistas ahí vamos a estar.

¿Su proyecto ahorita cumple lo que usted acaba de decir? ¿Es sostenible y cultural?
Es una lucha siempre, pero ahí estamos y ahí seguimos. Nosotros hemos visto colegas con formatos muy exitosos pero que de repente ya no están. Yo creo que es más bien de tener convicción, de tener fe y convicción, y creer en lo que uno hace y por qué uno lo hace.

Pero usted tuvo que estudiar administración. Me da la impresión de que estas radios no eran para nada rentables. ¿Son tan raros esos nichos que cubren las radios?
Lo maravilloso es que como somos únicos en nuestro género, no hay con quién compararnos. Siempre hemos tenido apoyo de gente que ha creído en nosotros y que ha sido fiel. Una patrocinadora muy linda que tuvimos por muchos años era muy especial. A los publicistas ella les decía: 'A mí no me importa si nadie más oye (la radio), pero yo la escucho y quiero estar ahí'. En este país hay personas maravillosas y visionarias, y yo diría que hay mucha sensibilidad en El Salvador. Yo tuve la experiencia este año con Promocultura, nos dijeron que si íbamos con la Orquesta de Radio Clásica y los solistas a cantar a la Plaza Barrios, por ejemplo.

Elizabeth Trabanino no pretende contar las intimidades financieras de sus radios, aunque ya nos ha dado una luz sobre cómo le va. Ahora ya sabemos que los números rojos no le son, del todo, ajenos. Decidimos cambiar de tema, y nos dejarnos llevar ahora por ese concierto del que habla la entrevistada, un hito de la música académica en El Salvador. El recital ocurrió en el centro de la ciudad, en la plaza donde confluyen las avenidas España y Monseñor Romero con la 4a. calle oriente y poniente, y la Rubén Darío, donde fue el epicentro de multitudinarias protestas y manifestaciones a lo largo del siglo pasado.

¿Cuándo fue eso?
Eso fue en Semana Santa. El Viernes Santo. Imagínese cómo estaba eso. Eran miles de personas. Pero no solo eso, nosotros estábamos cantando Bach, Vivaldi, Mozart; y las personas estaban escuchando con una atención... Y la orquesta que iba ese día eran jóvenes todos y tal vez las personas que éramos mayores sabíamos lo que significaba esa plaza, la Plaza Barrios, y esa Catedral, que ha sido escenario de cosas que tal vez no han sido tan lindas para este país. En ese momento todos estábamos en una sintonía, en una comunión con lo bello, con lo elevado, y yo sé que todos estábamos elevando nuestros deseos de que nuestro país fuera diferente, en esa plaza tan simbólica... Los jóvenes nunca se imaginaron un momento así y les dijimos: 'Esto es un momento histórico'.

Usted ha mencionado varias veces la palabra 'jóvenes' ¿Cree que este estereotipo antiguo que tenemos de la gente que escucha la música clásica se cumple en El Salvador? O sea, esta gente muy pudiente, estirada...
No. No. Cuando les enseñe las fotos de la Plaza Barrios ustedes van a ver. Ahora en diciembre estuvimos inaugurando la navidad en El Salvador del Mundo, estábamos cantando villancicos conocidos pero también estábamos cantando Händel del repertorio de la música universal, e igual, había un gran respeto. Uno se siente como en una sintonía, con una fusión de alma y espíritu. Yo, en ese momento, amo mi país, siento especial a mi país y veo que las personas aquí son especiales. He tenido esa experiencia en San Salvador, en el centro, hemos cantado en Izalco. Tenemos Facebook, y ahí solo los jóvenes interactúan. Apoyamos a jóvenes músicos, a jóvenes artistas. Por ejemplo, hace poco estuvimos apoyando a los jóvenes de teatro del Tiet en el Palacio Tecleño. Yo estuve de solista con otros amigos de la música y también había músicos muy jóvenes e iban con un repertorio complicadísimo y a uno de ellos le digo: 'Wagner, aun para mí Wagner es Wagner, es fuerte', y él respondió: 'Pero a mí me gusta Wagner y yo quiero cantar Wagner', y lo cantó, y para mí fue como volver a descubrir Wagner mientras escuchaba a este joven talento salvadoreño, a Mauricio. Ver a los jóvenes escucharlos fascinados es un viaje de descubrimiento.

El viaje en el que Elizabeth Trabanino descubrió lo sublime, como ella llama al arte y a la cultura, comenzó en su infancia. Su madre era sensible al arte y a lo místico de la mitología griega. Esa fue la puerta de entrada. Luego vinieron los libros, la música, el Conservatorio, el ballet... Ya adulta, a ese conjunto de estímulos y caricias intangibles, Elizabeth Trabanino lo llama su jardín secreto, un pequeño edén que la sostuvo en los momentos más difíciles de su vida.

Este espíritu que menciona usted, este jardín secreto que se había creado, impulsada por su madre, ¿fue lo que las llevó a tener, en el buen sentido de la palabra, estos tres formatos tan raros de radio aquí en El Salvador?
Sí. Bueno, los formatos siempre han tenido que ver con un suceso, casi siempre. Radio El Mundo nació por la muerte de mi padre. Mi mamá, joven y viuda, se quedó con dos niños pequeños, que éramos mi hermano y yo. Ella había estado un poco expuesta a la radio y la televisión a través de mi papá. En ese momento había un transmisor viejo de radio aficionado y ese fue el nacimiento de Radio El Mundo. Me acuerdo que nosotros la acompañábamos desde pequeños, mi mamá no tenía estudios ni nada; entonces, prestaban el estudio de la YSU, de las 12 de la noche en adelante. Íbamos con nuestros peluches y ahí dormíamos en una esquinita, mientras ella estaba grabando, nosotros crecimos en eso. Yo crecí entre las antenas en las que caían rayos, esos rayos eran nuestra entretención, y ahora es como parte de nuestra esencia. Después vino el Conservatorio, el arte, la música, ese mundo... Después fallece mi hermano, y fue bien duro ese momento y la forma de entregar eso fue con la creación de Radio Clásica. Era algo doloroso para nosotros. El proyecto comenzó con los discos que él tenía, con los de los amigos, y las personas empezaron a decir: 'Yo tengo óperas, yo tengo tal cosa...', o sea, Radio Clásica nació con todas las personas que estaban en eso y que, de repente, nos dejaron su música. Todavía tengo ahí como reliquias guardadas, discos que la gente llegaba a dejar o grabaciones para que se pudiera enriquecer la radio.

 

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