Opinión /

La #normalización de la violencia


Martes, 18 de diciembre de 2012
Elena Salamanca

* De cómo un ejercicio ingenuo en redes sociales puede convertirse en el más cruel y demoledor espejo de la realidad salvadoreña.

Está usted en una fiesta: hay música, comida, baile, alegría, etc. Llega un mariachi, toca una canción. La canción dice: “Amigo voy a darte un buen consejo:/Si quieres disfrutar de sus placeres,/consigue una pistola si es que quieres,/ o cómprate una daga si prefieres/ y vuélvete asesino de mujeres.”

Hay risas, hay canto, hay gente bailando, coreando:

“Mátalas:
con una sobredosis de ternura,
asfíxialas con besos y dulzuras,
contágialas de todas tus locuras.

¡Mátalas!”

Risas, carcajadas, coros, aplausos.

Pero la canción es más bien una oda al feminicidio, una ¿ironía? ¿jocosa? Sobre las medidas masculinas frente a la frustración o la búsqueda del amor femenino. Es una canción misógina; una canción que legitima al feminicida y al feminicidio. Sin exagerar.

Corear entre risas esa canción es, en realidad, una actividad cotidiana sumamente violenta. La cantamos o la hacemos chistes. Nunca ha oído usted que alguien diga, entre risitas, “¿A qué salvadoreños no han asaltado?”. Y más risitas. Nerviosas.

Pero pasamos por alto estos eventos porque estamos tan obnubilados en las violencias cotidianas que nos parecen normales. Nos parecen tan normales que no nos parecen violencias.

***

El domingo pasado llevé a mi abuela a misa. En la banca de al lado estaba una mujer que llevaba su 'uniforme de muchacha': vestido a rayas azules y blancas y delantal blanco. Era una vieja, unos 75 años. Y estaba ahí, tan cerca de mí: canosísima, jorobada y flaca, en misa de 9:00 a.m. Ella con su 'uniforme de trabajo' en día de descanso en la casa de Dios. Sé que todos la vimos, era un punto irregular del domingo, atada a la cintura con un delantal, esclavizada en el siglo XXI. Nadie dijo nada, varios comulgaron a su lado y la vieron sin verla. Yo no hice nada tampoco. Regresé a mi casa pensando cómo el simple hecho de que las mujeres viejas, las ancianas, sigan trabajando -como empleadas domésticas, como vendedoras ambulantes- es una normalización de la violencia de género y de la violencia económica en este país; como cuando sus 'patrones' las visten con 'uniformes', aún estando tan viejas y cansadas, las violentan, las marginan, las borran, las excluyen. Cómo en un detalle visto a diario, tan cotidiano, ejercemos tanta violencia en este país.

Entonces comencé una enumeración de actitudes o acciones cotidianas con alto contenido violento que realizamos a diario y que por cotidianas no identificamos como violentas. Por ejemplo, cuando una mujer camina por una calle del centro histórico, y los vendedores la halan y la toquetean de busto y caderas; cuando usted está en el semáforo, en rojo, y el conductor de atrás le pita insistentemente ¿quiere que cruce en rojo?, o cuando usted pide la vía para manejar y no se la dan y, al contrario, el carro que va a su costado acelera; cuando usted va al súper o al mercado y no le alcanza para comprar lo que compraba hace dos meses; cuando un maestro le dice tonto o inútil a un niño, cuando manejamos con rapidez en las colonias sabiendo que puede haber niños jugando o ancianos caminando; cuando nos peleamos por un parqueo en un centro comercial; cuando nos sacamos el dedo, nos pitamos “la vieja”; cuando un niño empuja a otro para quitarle un juguete.

Así de simple.

Tan normal.

Pasé la enumeración a las redes sociales, la llamé Normalización de la violencia: pedí ayuda para enumerar las actividades o actitudes que por cotidianas no identifican ya como violentas, pero LO SON.

Hacer esta lista no es una enumeración vana, porque creo que no todos los ciudadanos hemos identificado hasta qué grado la violencia permea en nuestra vida y relaciones cotidianas y porque creo que el simple hecho de identificar nos ayudará después, espero yo, a no repetir las actitudes o acciones violentas.

En Facebook se unieron varios amigos, y cuando la lista llegó a Twitter, varios tuiteros mexicanos se unieron a la lista. Después de que @elmenjivar creó el hashtag, solo en 24 horas hubo más de 100 enumeraciones de normalización de la violencia. Yo no soy asidua a Twitter y el hecho me asombró: Yo pensaba, sinceramente, que Twitter era básicamente para decir: Me hago pipí, Tengo hambre, etc., porque no he sabido elegir a quiénes sigo. Soy una hija de mi época y en la más clara normalización de la violencia soy seguidora de un gran contingente de medios de comunicación y noticieros: soy fanática de las desgracias: los desastres naturales, los accidentes, los partidos políticos...

***

Al revisar la lista, la mayoría de las actividades o actitudes identificadas están relacionadas con la violencia económica, el desempleo, la subcontratación, el costo de la vida, la pobreza, la violencia de género, la misoginia, la homofobia, la diversidad y los derechos sexuales y reproductivos.

Probablemente somos más violentos cuando salimos de la casa: cuando estamos siendo ciudadanos; y cuando entramos a nuestra habitación: cuando estamos ejerciendo nuestra identidad sexual.

Somos normalmente violentos cuando estamos haciendo uso de la ciudad porque no podemos transitar por los parques o lugares oscuros sin riesgo a un asalto o una violación; no respetamos el semáforo en rojo; pitamos o nos pitan la vieja, sacamos o nos sacan el dedo; peleamos por un estacionamiento; nuestros vecinos no respetan nuestro patio o área verde; no nos vemos ni a los ojos ni sabemos cómo nos llamamos, a pesar de vivir al lado.

Y cuando somos nosotros mismos, cuando nos colocamos en los planos de las identidades sexuales, la cosa se pone más violenta. Cuando @lauriluciernaga tuiteó “Normalización de la violencia es que te digan puta porque disfrutás el sexo”, mientras yo escribía “Normalización de la violencia es que el insulto más cruel y efectivo sea HIJO DE PUTA” me di cuenta de que las cosas no estaban bien; los siguientes tuits estaban encaminados a la homofobia: “Normalización de la violencia es llamar culero al hombre que respeta a las mujeres”, “Normalización de la violencia es creer que el SIDA solo contagia a los homosexuales”, o que dos mujeres o dos hombres que se aman no puedan decirlo y mucho menos que se atrevan a salir a la ciudad: no pueden andar por la calle de la mano, ni besarse.

La lista no paraba, y en los siguientes días se unieron más personas desde las redes sociales al punto que uno puede llegar a asustarse: Todos o casi todos nuestros hechos cotidianos tienen un alto contenido de violencia.

Estamos atravesando fronteras delicadas, casi invisibles, en la normalización de la violencia en El Salvador, al grado que –sin ánimos de exagerar- sucede que una sola letra puede cambiar el panorama -social, cultural, sicológico- y presentar un profundísimo significado. Un peligro.

El peligro de la normalización de la violencia en El Salvador es que se transforme de NORMAL a NORMA.


Tómese su tiempo y lea más de 150 tuit acumulados en 72 horas con ejemplos de normalización de la violencia. También puede pensar y agregar los suyos.  

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