El Ágora /

'Sí, Centroamérica se hundirá... dentro de 50 millones de años, ja, ja, ja'

En un país apático a la investigación científica, encontrarse a un geofísico resulta un fenómeno de excepción. Es bueno hablar con un científico sobre historias como el próximo hundimiento del istmo, para ver cuáles verdades populares siguen en pie después del análisis de Guillermo Morán. Desde hace más de dos décadas, a este geólogo de 57 años le encanta hablar sobre las rocas, el agua, los ríos, las montañas, los sismos, los volcanes, la Tierra... Locuaz en extremo, Morán es director de la escuela de Física de la Universidad de El Salvador, y se siente orgulloso de haber sido uno de los impulsores de la licenciatura en Geofísica. 'Soy un soñador', se define.

Lunes, 3 de diciembre de 2012
Patricia Carías y Mauro Arias / Fotos: Mauro Arias.

En primera persona

Soy un soñador. Soy una persona con mucha capacidad de trabajo y diálogo, con muchos sueños. Y que a pesar de todo lo que ha pasado en este país, aún no abandona esos sueños con tal de tener un mejor país. Ese soy yo y por eso trabajo. Soy una persona dedicada y esforzada. De padre de familia no hablo porque mis hijos ya crecieron pero en su tiempo fui un padre dedicado que buscó criar hijos con una formación integral, responsables, disciplinados, pero sobre todo con una visión de lo que debía hacerse en este país. No sé si correctamente, pero al menos gente con criterio. Lo mismo aplico a la generación de mis estudiantes. En esencia mi vida es eso, ser un soñador, que no significa vivir solo de sueños sino tener también un horizonte al cual uno quiere llegar.

Cualquier excusa es válida para que Morán comparta sus conocimientos por largas horas, hilando uno y otro tema. Su vocación como maestro no solo le permitió trasladar todos esos conocimientos a los estudiantes, sino que también lo llevó a consagrarse como uno de los catedráticos más respetados de la Facultad de Ciencias y Matemáticas de la Universidad de El Salvador. Desde mediados de los 80, siendo solo un estudiante de física, Guillermo luchó porque la incursión militar de los tiempos de guerra no terminara con el desarrollo de las ciencias y la investigación en El Salvador. Una vez acabó su carrera, viajó a Costa Rica, donde obtuvo la licenciatura en geología. Guillermo regresó al país en 1989 e impulsó la creación de la licenciatura en Geofísica. “Yo considero un logro haber construido una nueva carrera porque eso le da oportunidades de formación local a nuestros jóvenes”, dice, orgulloso. Ahora es director de la Escuela de Física en la UES. Quizás por su vocación de maestro, una de las principales preocupaciones de Morán fue criar hijos que fuesen lo suficientemente responsables como para contribuir con su trabajo a la patria. Un futbolista, una periodista, una diseñadora gráfica y un ingeniero civil fueron el resultado del matrimonio de este geofísico y su esposa, una ingeniera eléctrica.

¿Usted se considera científico?
Sí, precisamente es el fin de mi carrera, que está orientada a la educación. Hay otras actividades que uno hace como la academia, la docencia y otras actividades del trabajo profesional que son parte del mismo quehacer. En principio las escuelas de ciencias forman en un grado de licenciatura, entonces la gente se prepara más para el trabajo profesional. Pero con el devenir del tiempo y en el estudio permanente uno comienza a hacer trabajo de investigación científica. Eso es parte del trabajo que uno debería desarrollar como académico universitario.

¿Pero qué es ser un científico?
Bueno, el científico es toda aquella persona que está preparada y formada para iniciar procesos de investigación, utilizando una metodología de investigación científica. Eso es parte de la formación y es el fuerte. Está orientado a la investigación científica, la formación básica, la formación en ciencias sociales o en ciencias naturales.

Cuando uno piensa en un científico se suele imaginar a alguien de pelo muy largo, en un laboratorio con vidrios ahumados y líquidos de colores. ¿Cómo es usted en su trabajo como científico?
Ahí lo que usted me describe es el estereotipo del científico, que de esos también hay. Por ejemplo, ese científico orientado a trabajar en el laboratorio que parte de su indumentaria es la bata y todos los instrumentales para protegerse en caso de accidentes, con gafas, guantes, mascarillas, eso es lo básico.

¿Entonces usted no es un tipo de científico común, sale de lo que normalmente se entiende?
No tanto, la diferencia es el tipo de disciplina que se está trabajando. Por ejemplo, un geofísico en Estados Unidos decía que en su país la mitad de los científicos eran geocientíficos. En los países desarrollados, a lo mejor los científicos son el grupo más grande de profesionales. Eso tiene que ver con la importancia que le dan a las geociencias, sobre todo en la búsqueda de recursos naturales como el agua, cuestiones geotérmicas, mineras. Esas son las actividades económicamente más rentables. Está también el petróleo, para lo que se forman los geopetroleros. En nuestros países es donde esto es una rareza. En general, aquí cualquiera es científico, pero hay muy pocos que están dedicados a la investigación.

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Geólogo Guillermo Morán. Fotos Mauro Arias

 

¿Cuántos geólogos hay en El Salvador?
Pues en la última cena que tuvimos nos reunimos unos 20. Pero ahí había nacionales y algunos extranjeros que trabajan aquí en El Salvador.

¿Esos son su competencia?
Noooo, no competencia. Si es que aquí hay espacio para tres o cuatro veces más que ese número de científicos. Fíjese que durante el proceso de la Revolución Sandinista, ellos mandaron a un grupo de científicos al bloque del Este en Europa. Recuerdo que en una ocasión uno de mis compañeros, con los que estaba estudiando geología en Costa Rica, me dijo: Mirá, ahorita van a llegar 100 geólogos. Entre geofísicos, geólogos e ingenieros geólogos. Todos ellos iban a regresar a trabajar y ellos decían que necesitaban más para la búsqueda de recursos porque tenían programas grandes como la explotación de oro, petróleo y otros. Solo una oficina federal de Suiza, que no es un país tan grande, tenía 3 mil geólogos. Y había otra agencia más pequeña que tenía que ver con esos temas de gestión de riesgos que tenía 800 geólogos. Era gente que estaba estudiando y explorando todo el tema de protección civil. Incluso hablaban de que estaban haciendo un estudio dentro de los planes de mitigación para cambiar el curso de un río porque ya tenían los estudios de que ese río le iba a pasar encima a un pueblo histórico. Entonces recomendaron que se moviera el pueblo y que se pasara de un lugar a otro. Imagínese el impacto que tiene en la vida de la gente, por eso decidieron cambiar el rumbo del río. Darle un giro para que pasara alrededor del pueblo, un proyecto de 13 mil millones de dólares, como tres veces el presupuesto de El Salvador.

¿Y qué beneficios tendríamos si en El Salvador hubiera un montón de geólogos y geofísicos?
Bueno, siempre hay un límite, que tiene que ver con las capacidades económicas del país. Mire cómo hay ahí un montón de escuelas de abogados, parece que tenemos abogados para un buen rato. Hace algunos años se hablaba que habían como mil médicos desempleados y no es que este país no necesiten médicos, es solo que el sistema no les podía dar trabajo a todos, se trataba de generar un sistema privado. Pero si fuera así se podrían tratar muchos temas como el de hidrología, por ejemplo. Para conocer cuánta agua tenemos disponible o cuánta hay para explotar, cuántos mantos acuíferos hay para monitorearlos regularmente. Y así en muchos otros temas.

Pero si en El Salvador no nos interesa la geología, ¿cómo nace en este país un científico geólogo?
Creo que en principio es el deseo de las personas. A lo mejor desde la infancia se me dio eso de querer estudiar estas disciplinas. Es la voluntad de las personas.

¿Qué le llamó la atención, por qué quiso ser esto?
Yo recuerdo que había un libro que se llamaba La Tierra y su Recursos. Me encantaba y lo leía mucho. Ahora, cuando lo veo me digo: ¡Puya, cuántos errores tiene! Pero en ese momento era lo mejor. Ahora ya se descontinuó, pero a mí me entusiasmaba. Y pasaba horas y horas, días y días leyéndolo. Lo repasaba y lo volvía a leer. Me encantaban las imágenes y los textos.

¿Eso a qué edad?
Ahí por los 13 o 14 años.

¿Y usted dónde vivía para entonces?
En Chalchuapa. 

Ah, igual que Dagoberto Gutiérrez…
Sí, yo recuerdo su casa. Él era muy famoso porque era una persona organizada (en los grupos que luchaban contra el gobierno). Recuerdo que fue bien famoso una vez que se hizo un gran escándalo, yo estaba pequeño pero recuerdo que le dibujaron la mano blanca en la puerta de la casa, porque esa era una amenaza de muerte. Yo tengo vagos recuerdos de eso porque nos fuimos a meter donde él. Y nos advirtieron los adultos que no fuéramos a ver y siempre fuimos. Es que solo aquello era una gran cosa, lo aislaron porque la gente estaba con un gran temor. Me imagino que en ese momento él se fue.

Volvamos a lo que leía aquellos. ¿Cuándo supo que eso que a usted le gustaba se llamaba geología?
Pues a mí en ese momento lo que me gustaba era la física, fue en octavo grado que me trasladaron de Santa Ana a Chalchuapa, fue entonces que estudié en el Instituto Nacional de Chalchuapa. Ahí en octavo grado lo que me impactó fue ver la calidad de profesores que tenía. En física era un profesor muy famoso, Roberto Jiménez. Era toda una personalidad, súper respetuoso, responsable, para hablar era muy culto y para dar clases era tan ordenado y disciplinado... Tenía un dominio de todo tipo de cosas, dirigía su clase con una gran disciplina, no como hoy que hay muy poco de eso. Había varios profesores así, pero en general toda esa promoción de profesores normalistas eran especiales, muy distinguidos. En álgebra también tuve otro profesor muy distinguido, esa era una de las disciplinas que más me impactó y aprendí con un profesor de apellido Contreras. Mis bases de álgebra no estuvieron ni en la universidad ni en bachillerato sino que ahí. Ahora los estudiantes llegan a física y no pueden resolver problemas de física y es porque no saben álgebra. A veces un despeje o una función no la pueden desarrollar porque no saben álgebra, no logran entender. Yo a mis alumnos lo primero que les digo es eso, tienen que estudiar álgebra. Y en ocasiones me toca hacer repasos de álgebra para que ellos aprendan que esa es la debilidad. No es que no tengan comprensión de los fenómenos o de una lógica, eso lo entienden pero no pueden usar el álgebra. Ese ha sido un problema serio porque muchas de las estructuras matemáticas y de desarrollo tienen como base el álgebra y la trigonometría.

¿Entonces, ese grupo de maestros le ayudaron a decidirse?
Yo creo que sí, más que todo el de física y matemática. Fue ahí donde percibí que tenía la facilidad de desarrollar más la matemática y la física. A eso se le unió la literatura de ciencias, como el libro La Tierra y sus Recursos, que le da a uno una gran curiosidad de querer estudiar eso, conocer. Por eso decidí estudiar física. Yo no tenía idea de geología o geofísica. No las tenía porque no las había conocido antes. Entonces vine a San Salvador a estudiar a la universidad, pero primero pasé por el Instituto Tecnológico Centroamericano (ITCA). Estudié allí dos años. Era parte de los convenios que tuve con mi papá que quería que estudiara una carrera técnica. Entré más por las materias de ciencias. En esa época era el Tecnológico que manejaban los ingleses y había mucha disciplina.

¿Y en qué momento estudió geología?
Eso fue un proceso. Cuando decidí estudiar física entré a la Universidad de El Salvador, eso a finales del 74 porque la Universidad ya tenía cierres prolongados. Eso venía desde el 72 con la intervención militar. Ya la escuela de física, principalmente motivados los profesores por los movimientos latinoamericanos que planteaban que la ciencia debía estar al servicio del pueblo, hubo un congreso en algún lugar de Brasil donde se trató el tema de que las carreras de ciencias debían dar un aporte al país. Hubo un grupo aquí que en esa discusión decidió orientar la carrera de física, en una de sus partes, a la carrera de geología. Se desarrolló la carrera y mandaron a estudiar profesores para el país. Se hizo un plan de trabajo e inversiones, se trabajó en equipamiento para algunas áreas que no existían. Todo eso se hizo bajo la conducción del doctor Fabio Castillo, que es el fundador de la Facultad de Ciencias de la UES y fue el primer decano. El doctor creó dos institutos: el de humanidades y el de ciencias naturales y matemáticas. Esos los juntó y formó la facultad. Además, comenzaron a traer a profesores importantes, había chilenos, argentinos, gringos y así. Todos eran gente que tenían doctorados. Pero la intervención militar de 1972 cortó eso y los despidió, incluso le dijeron a los profesores que tenían tres días para irse del país. Eran órdenes expresas a profesores que tenían que irse con sus familias. Ahí hubo un quiebre en la construcción de la formación de científicos y la investigación. Otro momento crucial fue cuando se comenzó a recomponer esto, pero como la universidad seguía intervenida militarmente bajo la dirección del doctor Carlos Alfaro Castillo, que después lo mataron en un operativo de las FPL. Ahí se desmanteló la facultad.

¿Cuándo se comenzó a reconstruir ese programa de formación?
Eso fue en 1977, yo recuerdo porque para ese entonces ya estaba organizado en UR-19 de julio. Ese era el sector estudiantil de las FPL. Estábamos ahí cuando llegó la noticia de que el consejo de administración había tomado el acuerdo de separar a las escuelas de Física y Matemática, también la Escuela de Química. La de biología, que Medicina no la quiso, se quedó en Ciencias y Humanidades y siguió desarrollándose bastante bien. Ese fue el segundo golpe al desarrollo científico. Eso se ha mantenido, en cuanto a mantener esas facultades sin desarrollo, no ha variado mucho. El hecho de que se mantuvo esa lucha por restaurar la Facultad de Ciencias y Humanidades, pero al final ya no se pudo. En 1991 llegó de regreso el doctor Fabio Castillo, pero como rector. En ese momento ya estaba el movimiento de construcción de la nueva facultad. Todo calzó, todo el engranaje y comenzó la máquina a funcionar con propuestas de organización. Todo fue muy sigiloso, pero se sacaron todos los apoyos con miembros del Consejo Superior, de estudiantes, de docentes, de todas las facultades. Fue un trabajo de casi un año hasta que en una sesión del Consejo Superior Universitario presentamos la moción de crear nuevamente la facultad. Pero todo eso se hizo con la mediación del doctor Fabio Castillo. Si hubiese sido solo por nosotros, nos habrían apabullado. Quizás la visión política de él, sobre cómo manejar eso, hizo que todo fuese posible. Él no construyó la nueva facultad él solo, sino que retomó el antiguo Instituto de Ciencias Naturales y explicó que ese no estaba derogado, por lo tanto en el acuerdo se dijo que se debía reconstruir el Instituto de Ciencias Naturales y Matemáticas porque nunca fue derogado. Y de una sola vez pidió que lo hicieran facultad. Fue el doctor quien logró sacar un acuerdo del Consejo Superior de la Universidad, muy hábilmente. Eso fue ya en 1991.

¿Y cómo llegó a estudiar geofísica usted?
Ah, bueno, es que en el 74 había un grupo de profesores que todavía estaba activo. Todos eran personas que ideológicamente estaban convencidas de lo que se tenía que hacer, nunca dejaron sus ideales. Y ahí es donde me inserto yo, como estudiante de tercer año. Ellos ad honorem daban capacitaciones a lo que ahora son parte del personal del Servicio Nacional de Estudios Territoriales en el Centro de Investigaciones Geotécnicas. Les daban sismología, programación y hasta un curso de inglés. Ahí dieron el primer curso de geofísica en el 78, que yo también lo llevé. Hacíamos investigación y ahí uno se iba metiendo. Al final eso es todo un oficio. La cosa es que como yo ahí ya estaba motivado a querer cursar la carrera de geofísica, en la misma carrera de física había unos cursos especializados de geofísica que comencé a llevar. Cuando yo ya estaba metido totalmente en eso, en 1984 llegó una oferta de becas de la Universidad de Costa Rica con la Agencia de Cooperación Alemana y una de mis profesoras, la señora Lina Larios de López, me dijo que me tenía que ir a estudiar. No era uno el que andaba buscando las becas sino los mismos profesores. Cuando salió eso, ella me dijo: Bueno, ya hablamos y vos te tenés que ir. Y entonces en el 85 me fui a estudiar geología a Costa Rica cinco años.

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Geólogo Guillermo Morán. Foto Mauro Arias

Nosotros tenemos una duda básica tomando en cuenta que estamos hablando con un científico en El Salvador: ¿Usted cree en Dios?
Sí, claro. Usted sabe que nosotros somos formados creyendo eso. Hay una tradición desde cuando lo forman a uno. Pero a veces uno también entra en conflicto, como cuando llega a la universidad y le preguntan si cree en Dios. Cuando me organicé, uno de los responsables me lo preguntó y me dijo que ellos rechazaban la religión. Pero a lo mejor era la religión como institución, porque usted tenía en esa época a una de las instituciones más fuertes de la época, las FLP FECCAS (Federación Cristiana de Campesinos Salvadoreños) que eran cristianos de base. ¿Y usted les iba a cuestionar sus creencias religiosas? Eso se vuelve más un aspecto cultural.

¿Y el método científico no se pelea con la religión?
Pero mire el Papa cuántos científicos tiene, ja, ja, ja. La creencia en Dios es parte de la educación que le dan a uno. Cuando usted madura se da cuenta de que eso lo tiene incorporado en el chip desde pequeño. Pero en esa época, siendo jóvenes, cuando nos organizamos, creo que ahí uno se cuestiona ese tipo de cosas, las creencias ideológicas de la gente. Era un radicalismo exagerado, si alguien iba a la iglesia hasta podían hacerle un juicio político porque lo consideraban como una actividad en la que usted estaba poniendo en riesgo la asociación. Era el radicalismo que generaban los movimientos políticos que se traduce en todas las esferas de la vida humana. Yo al principio si me cuestionaban si creía en Dios decía que sí. Pero comencé a darme cuenta de que ese era un gran peligro, porque uno de los principales conflictos era con la Iglesia. Por eso de que la religión es el opio de los pueblos. Entonces, con esas premisas parte todo un esquema de esas luchas políticas. Yo ahora no me cuestiono esas cosas porque pienso que en la investigación se trata de buscar la verdad, no es cuestión de basarse en dogmas o en la fe o en la creencia de Dios. Pero sí respeto a aquellas personas que tienen como base para su vida eso. Eso al final es un trabajo ideológico de creencias y cuestiones morales. Yo no tengo como parte de mi ideario estar discutiendo sobre mi religión porque no lo concibo: como geocientífico uno tiene sus premisas de trabajo y una de ellas es que uno no basa sus conocimientos en dogmas o en la fe. A partir de eso, lo demás no lo discuto.

Si le tocara definir en un lenguaje que cualquier salvadoreño pudiera entender, ¿qué es un geólogo?
El geólogo tiene una formación básica en ciencias pero principalmente en el reconocimiento de los materiales que componen la Tierra. Es decir, los tipos de rocas. Un geólogo es capaz de usar unas técnicas y métodos de clasificación de ubicar diferentes tipos de rocas y su composición mineralógica y su estructura o cómo están puestas dentro de la Tierra. A partir de todo esto, la geología se aplica para estudiar todas las alteraciones de una roca original. Un geólogo debe ser capaz de identificar y clasificar las alteraciones y fallas en la Tierra. Un geólogo debe ser capaz de interpretar con lo que ve sobre la superficie y lo que sucede debajo de la superficie de la Tierra.

Por todo lo que nos ha dicho, entendemos que su trabajo puede ayudar a evitar desastres, ya sean naturales o de otro tipo, ¿verdad?
En el caso del conocimiento de cómo está la composición de la roca, cómo están dispuestas, ese es el trabajo básico que debería hacerse en este país antes de meterse a hacer otro tipo de recomendaciones. Ahí, por ejemplo, se pueden estudiar los niveles de alteración de una roca, si hay rocas sanas o enfermas. Una roca sana puede aguantar fácilmente un terremoto, a lo mejor se fractura, pero si se deforma serán pequeños milímetros, pero no se quiebra. En este caso de los desastres uno puede dar a conocer el riesgo que puede haber, si el suelo se puede deformar o deslizar. En Costa Rica hace un tiempo hicieron una carretera de unos cinco kilómetros y como a los seis meses estaba toda levantada, como lomo de lagarto. Bueno, ¿y qué pasó? Vino un geólogo y con unas muestras al microscopio descubrió que había un mineral en las rocas y cuando compraron el material para construir la calle esa base no se dieron cuenta qué calidad de roca era. Resulta que esa roca ya tenía un mineral de alteración y ese tipo de mineral cuando entraba en contacto con el agua se hinchaba. Por eso es que en la época de lluvias se hinchó todo y deformó la roca. Hasta ahí se dieron cuenta de que había un problema geotécnico.

Si partimos de que en todo trabajo puede haber “mala praxis”, en el caso de los geólogos que participan en construcciones de edificios y carreteras también se puede dar. Recientemente unos sismólogos en Italia fueron condenados a cárcel por homicidio porque uno de ellos en una entrevista de televisión dijo que era normal que la Tierra liberara energía y que eso no significaba que iba a haber un sismo de gran magnitud. Entonces la gente no se esperaba un temblor de gran magnitud que mató a 309 personas y las familias demandaron a los sismólogos…
En ese caso lo que se dio fue una subvaloración de la actividad tectónica de una región, yo he visto esos casos y muchas veces tienen que ver con pocos estudios o inexperiencia. Porque a veces puede ser que la gente que responde no tenga todo el panorama de cómo está la situación y se aventura. Pero eso pasa en todos lados…

… Pero no en todos lados meten presos a los científicos. Si aquí hubiese pasado algo así, hubiesen metido presa a un montón de gente después del huracán Mitch.
Puede ser que haya gente que habla sin tener sustento de lo que dice. Y sí, en todos lados pasa pero solo allá los meten presos.

¿Y cree que es justo que los hayan metido presos?
Pues no lo podría decir, porque no sé exactamente cuál es la base de la demanda pero en este tipo de cosas siempre hay que ser muy cuidadosos. Por ejemplo, aquí en Berlín, Usulután, hay muchos enjambres sísmicos y tiene años de estar sucediendo y nunca se ha desarrollado un terremoto de gran magnitud, pero nadie descarta que pueda ocurrir. Pero en esto, lo realmente importante es que debe existir un buen Código Sísmico que sea actualizado cada cierto tiempo. Un reglamento de construcción que acumule las experiencias de cómo se comportan las estructuras y los materiales, cierto tipo de edificios y cierto tipos de diseños para garantizar que el edificio soporte los daños, porque ahora ya no se habla de que se destruyan los edificios sino de cuánto aguantan, si le dan suficiente tiempo para salir a las personas, cuánto se dañan ante un sismo. Así es como la gente se salva, si se aplican las normas.

Imaginemos que estamos en el mirador de Los Planes de Renderos… un turista que llegue ahí miraría hacia el valle y pensaría 'Ah, qué bonito', pero usted, ¿qué mira?
Yo eso veo…

… ¿En serio?
Sí, es que no ando trabajando ja, ja, ja…

Ja, ja, ja… ¿Pero y puede disfrutar o se clava con la técnica? ¿Ve una ciudad en peligro o no? ¿Qué mira?
Uno tiene que aprender a disfrutar, si sale del trabajo, no ir a trabajar. Aunque mi trabajo sea estar pensando en esos temas todo el tiempo. Cuando voy en la fila de carros veo la Cordillera del Bálsamo y me pongo a pensar, lo hago pero no al nivel de estar procesando tanto la información. O a veces estoy con alguien y si veo algo, pues le comienzo a explicar pero no es algo que me estrese tanto. Tiene más que ver con aquello de interactuar y explicarle a la gente cómo se ve y qué significa.

Yo le pregunto porque yo veo a San Salvador, desde El Boquerón hasta la orilla donde llega el Acelhuate y veo una pendiente. O sea, cualquier cosa que baje rápido por las laderas del volcán llegaría hasta el Acelhuate, ¿o no?
Pues hay un montón de factores que tienen que ver con eso, la altura, la topografía, el agua que pueda estar involucrada y el grado de alteración de los materiales que están ahí. En el caso de San Vicente, por ejemplo, la parte que se vino estaba a unos 1600 metros sobre el nivel del mar y llegó como a 600 metros o un poco más abajo de la zona de Verapaz. Si uno hace un cálculo rápido en caída libre de un bloque hasta ese punto llegaría como a 520 kilómetros por hora, imagínese esa velocidad, pero no es así porque el material primero cae a la quebrada, hay fricción, pérdida de energía y a eso se le suma agua y material alterado como lodo y arena, se forma una masa muy fluida que moviliza grandes bloques como en Verapaz. Increíble y todo eso cayó sobre una quebrada que ya estaba ahí desde antes.

¿Y eso no se pudo predecir? Es decir, que los científicos dijeran que había un pueblo que estaba en riesgo porque ahí ya se había dado un deslave antes.
El problema es que no hay una institución que permanentemente está en ese tema y con personal dedicado a tiempo completo y exclusivamente a ese tema. Debería haber un centro de monitoreo solo para esa zona, que esté todos los días no solo monitoreando sino que haciendo estudios compilando datos de la región. Uno que abarque toda la cuenca desde el Jiboa hasta el límite con Berlín. Esa es una de las zonas más activas sísmicamente. Tanto San Salvador, como esa franja del Lago de Ilopango hasta San Vicente, son de las más activas sísmicamente.

Hablando de los lugares más seguros para vivir, ¿cuál es el lugar más seguro donde uno puede construir su casa en El Salvador?
Pues cada lugar tiene sus ventajas y desventajas. Por ejemplo, en San Salvador uno de los problemas es que en la estructura central tiene por lo menos dos o tres sistemas de fallas, que no son muy grandes pero que son muy cercanas a la superficie. Un terremoto de magnitud 5.5 Richter o 6.5 ya causa un gran daño. Además que existen leyes de construcción demasiado permisivas o sistemas de construcción muy permisivos. Aquí alguien hace una colonia y nadie les monitorea la calidad del hierro o la calidad del ladrillo. Esa supervisión del Estado que en el momento que alguien diga que va a construir unas 500 casas, les levante un laboratorio para evaluar el hierro que se utiliza en la obra, tomando muestras de cada rastro de hierro que llegue. Eso lo hizo aquí la UES, no recuerdo cuál era la empresa, pero le devolvieron dos rastras que no cumplían normas. En un laboratorio le hicieron pruebas de resistencia mecánica al hierro y otras pruebas que no pasó. Al final la empresa lo cambió. En estos países donde no hay mucho control fácilmente se usa un hierro que no sea apto. Pero creo que un ingeniero civil estaría más en condición de contestar a fondo esta pregunta.

¿Cuál es su mayor logro?
En la parte educativa, yo ahora considero mi mayor logro haber construido la carrera de geofísica en la UES porque eso le da oportunidades de formación local a nuestros jóvenes. En la carrera recibimos ahora a unos 40 alumnos por año. Este año se van a graduar los primeros alumnos a los que yo les veo unas capacidades que ni yo mismo me vi a su edad, son integrales, piensan de manera integral. Tienen una formación en el ámbito de la geología, física y matemáticas.

¿Y esos que se van a graduar van a ser 40 geofísicos desempleados o la Universidad los va a absorber?
No. Hasta ahorita, para empezar no hay ni un geofísico desempleado en este país. Nosotros hasta bromeamos y decimos, bueno, decime dónde hay un geofísico desempleado para darle trabajo, ja, ja, ja. Generalmente, a los físicos todos los absorbía la Comisión Ejecutiva Hidroeléctrica del Río Lempa (CEL). Además, se gradúan pocos por año, de la primera promoción solo se van a graduar dos.

¡¿Qué?! ¿Solo dos?
¿Pero usted sabe cuánto cuesta un geofísico afuera? Es decir, aquí los hemos hecho con muy pocos recursos y eso que el Ministerio de Medio Ambiente nos facilita información, son jóvenes que van a hacer prácticas en diferentes campos como la oceanografía, hay tres jóvenes que están haciendo modelajes en computadora. Hay otros dos que ahorita están trabajando en un modelo geofísico para el volcán de San Salvador. Son jóvenes disciplinados que usted se asombra de ver informes impecables. Yo les digo que quién les ha enseñado porque no parecen mis alumnos ja, ja, ja…

Ja, ja, ja… ¿y cómo cree usted que lo ven sus alumnos?
Pues yo quisiera que me vieran además de su maestro como alguien que les guiaría. Y es que lo que pasa es que el método eso enseña, que uno se para en la tarima solo a tirar conocimiento. Sin estar viendo si le están escuchando, si están poniendo atención y les preocupa lo que uno les dice. O si en su formación de valores o ideológica ellos realmente están incorporando todo esto como parte de su compromiso social. Y no se trata de imponer autoridad en el conocimiento, ese no es un buen concepto. Está bien que lo respeten a uno pero no se trata de venir a ser la autoridad de nadie. Nosotros lo maestros somos conductores y guías que facilitan información. Y esto que le estoy diciendo ahorita a lo mejor no lo pensaba hace cinco o 10 años, eran cosas que no me preocupaban tanto. Pero ahora creo que estos métodos de educación pueden ayudarle a cambiar la perspectiva de los estudiantes y hacerlos más proactivos, que desarrollen su propio concepto de aprendizaje. Yo quiero que mis alumnos me vean como un guía. Quisiera construirles todo el panorama que existe en el estudio de la Tierra y así todas las áreas para que ellos decidan en qué se quieren especializar. Irlos guiando desde el segundo y tercer año para que cuando lleguen al quinto ellos tengan definido su proyecto de vida. Que sean buenos, profesionales de calidad y comprometidos, con ética. Mire que ahí anda tanto “profesional” en unas movidas que usted dice ¿y quién le enseñó, pues?…

¿Usted se considera una persona inteligente?
Bueno, yo me considero una persona normal. Yo a mi esposa cuando la conocí, ella estudiaba ingeniería eléctrica en el Tecnológico, que por cierto ella era una alumna brillante, súper inteligente. Entonces ahora le digo: 'Vos realmente eras inteligente porque te casaste conmigo', ja, ja, ja… Mire, la inteligencia se desarrolla, creo que todos nacemos con un cociente de inteligencia pero cada quien tiene estímulos diferentes. Yo por lo menos tuve suerte porque pasé con mis abuelos. Y mi abuelo me estimulaba mucho a meterme en los libros. Tenía acceso a los libros y a la música. Mi papá era músico, trompetista de carrera, por eso estuve muy cerca de la música también.

Guillermo Morán, fundador de la licenciatura de Geofísica en la Universidad Nacional.
Guillermo Morán, fundador de la licenciatura de Geofísica en la Universidad Nacional.

Mire, hablemos un poco de volcanes. ¿El volcán de San Salvador es peligroso?
Todos son peligrosos. Pero es que eso de peligroso tiene que ver con que alrededor del volcán hay asentamientos de gente y toda una estructura económica, si no fuera así solo sería un volcán más. En Nicaragua, por ejemplo, hay volcanes donde no hay nadie alrededor y son más una curiosidad para la gente. De lo que podemos hablar es del nivel de peligrosidad por la gente que vive en los alrededores.

¿Y en el volcán de San Salvador podría darse el panorama que se dio en el de la Isla Monserrat, que comenzó a tirar material sin parar y de forma brusca hasta que enterró todo lo que había a su alrededor?
Los volcanes tienen genética. Estos volcanes, como algunos en Italia y las Filipinas, son un tipo de volcán más violento en fase magmáticas que pueden llevarlos a que lancen más material de lo común. Pero si se conociera cómo está su estructura y sus capas internas se podría determinar si están listos o no. Se haría un modelo para determinar qué tipo de volcanes son.

¿Y ahorita quién está haciendo eso?
Ahora hay un par de personas trabajando en eso pero son casos bien específicos de gente que está haciendo doctorados o maestrías.

¿Y el Estado no está haciendo eso?
Permanentemente no. A lo mejor si hubiera un centro de investigaciones dedicados a este tipo de estudio pudieran hacerlos, pero no hay este tipo de investigaciones.

Guillermo, yo recuerdo que en la explosión del volcán de Santa Ana en 2005 hubo un grupo de geólogos o vulcanólogos de la UES que predijeron que iba a haber una explosión...
No, lo que hubo fue un equipo de monitoreo de gases. Había un proyecto con la Cooperación Española y las Islas Canarias para el monitoreo de gases y no solo era en El Salvador, sino que en Centroamérica. Los datos que dieron en esa época son los que estaban trabajando. Pero con solo esos parámetros no se puede predecir. Es bien riesgoso porque uno puede decir que evacuen a toda la gente y al final no pasa nada. Por eso el mapeo es súper importante para ver y modelar por dónde se podría movilizar la masa de un volcán. Y los efectos que podría tener por el nivel de la erupción y en qué condiciones descendería la masa por las pendientes, eso sirve para saber qué efectos tendría en cada zona. Para eso debería de haber un grupo de científicos trabajando en cada caso, porque debemos entender que no solo es cuestión de Protección Civil, que sí debería tener gente preparada en esos temas.

¿Quién debería hacer eso, el Servicio Nacional de Estudios Territoriales?
No, es que ellos solo son una fuente de información, aunque han hecho estudios puntuales. Yo creo que en esto debería estar más involucrada la UES porque lo que falta es un sistema nacional de investigación. Eso lo que requiere son recursos. Yo recuerdo en el tiempo de administración de la doctora María Isabel Rodríguez, ella consiguió bastante cooperación para estos temas para el Instituto de Estudios de la Tierra, el de Estudio de las Ciencias del Mar y el de Vulcanología. Pero poco a poco se los fueron quitando para ponerlo en salarios y bonificaciones. Al final desapareció.

¿Entonces somos un país que tiene 300 kilómetros de mar y volcanes por todas partes pero sin gente que los estudie?
Es que hay un par de grupos por ahí que lo hacen, pero no sirve de mucho si se va solo uno cada cinco años a estudiar al exterior, uno al que le interesó. Necesitamos un programa que establezca un grupo de jóvenes y diga tantos van a trabajar en vulcanología, tantos en geología orientada a la parte de los estudios de deslizamientos, que se vayan al exterior a estudiar y que regresen para seguir trabajando en el proyecto. Pero no hay una política de Estado que mire ese tema y establezca todas las cuestiones de manera ordenada. Tenemos gente preparada en SNET, pero no están haciendo modelos de gestión de riesgo. Eso solo se ha hecho con algunos estudios específicos donde ha venido gente preparada de España y otros países a dar cursos a la UES.

Mire, yo vi una investigación que publicó una revista de ciencia popular en el que hacían un ránking de las 10 explosiones volcánicas más violentas de la Tierra, y ponían en cuarto lugar la explosión del lago de Ilopango. ¿Ustedes saben cómo fue esa explosión?
Bueno, yo no he estudiado mucho eso pero sé que lo que no está es el cono sino que quedó una caldera. Se considera que estuvo eructando muchísimo material hasta que quedó vacía la parte del cráter. Donde estaba el lago explotó, esa es la hipótesis que se maneja, que pudo haber hecho una megaexplosión y lanzar material que incluso se ha reportado en México.

¿Eso se podría repetir?
Pues ahorita parece que estamos en una etapa de tranquilidad, se ha desarrollado la vida alrededor del volcán, eso a pesar de que estamos en una etapa de muchos sismos. Las comunidades se han asentado.

Ah, pero es que aquí somos tercos. Si se cayó un edificio por un terremoto, lo volvemos a construir en el mismo lugar.
Pero es que no somos tercos solo por necesidad, sino por historia. Los colonizadores se asentaron aquí porque había agua y recursos naturales en abundancia. Además, se da eso de que ahí donde usted nace es donde quiere seguir. Aquí si le dicen a la gente que les van a dar una casa allá en el norte, arriba de Nejapa, yendo para Aguilares, a la gente no le gusta. Le cuesta entender que tienen que cambiar. ¿Cómo van a sacar a una ciudad de dos millones de habitantes? Ahí solo que se diera una actividad volcánica violenta que nos obligue a movernos.

Ahora nos gustaría hacer un ejercicio para hablar de algunos mitos que la gente maneja que creemos que usted nos puede confirmar o desmentir…
Ajá…

Mito No. 1: queremos saber si Centroamérica se va a hundir.
Sí… Dentro de unos 50 millones de años ja, ja, ja… Esos son procesos tectónicos lentos pero hay evidencia de regiones del mundo que con el paso del tiempo han ido desapareciendo o surgiendo. De hecho, en El Salvador en la zona norte donde tenemos montañas los modelos
indican que el terreno ha crecido alrededor de la zona volcánica antigua. La zona marina que está en Metapán, todo eso era antes antiguos mares que con el tiempo terminaron siendo continente. Ese es material volcánico que se fue cimentando con el tiempo. San Salvador tuvo que haber sido fondo de mar antes, de hecho, hay unos modelitos que se llaman fondos de islas donde primero se va formando cono volcánico que luego se rellena. Ese pudo ser uno de los panoramas aquí. En la estructura del graven central en la profundidad de toda esta zona hay roca marina.

Mito No. 2: aquí andaba un ufólogo hace un par de días, un peruano que decía que el volcán de Santa Ana es una base de naves extraterrestres. ¿Eso es cierto?
Ah, vaya… Bueno, ahí habría que ver las pruebas, ja, ja, ja… Mire, hay gente que vive de eso. Ahí el problema son los que puedan caer. Mire, yo tengo conocimiento de un grupo, en los tiempos de la guerra, que estaban convencidos de que iban a venir los extraterrestres y que los iban a llevar a una de las lunas de Júpiter y que los iban a venir a traer para evitar la guerra. Yo no los veía como fanáticos. A mí me daban un gran pesar porque los tenían tan convencidos y ahora ahí andan todavía. Era gente humilde que estaba agobiada por la guerra. Total que una noche se habían sentado en un campo con sus saquitos de ropa, esperando. Después les explicaron algo… pero la gente bien engañada.

Mito No. 3: ¿Es cierto que los terremotos en El Salvador ocurren cada 10 años?
Pues la realidad es que han estado ocurriendo pero en la dinámica de la Tierra no se puede predecir. De hecho, hasta abandonaron ese término de terremoto porque hubo muchos errores. Ahora se pueden usar modelos para hacer pronósticos con datos probabilísticos pero no se puede asegurar que cada cierto tiempo va a pasar uno de estos fenómenos.

Mito No. 4: Después del terremoto de 2001 hubo gente que decía que en lugares alejados un tanto del mar quedaron grietas en el suelo de donde salía agua marina. ¿Eso es posible?
Eso es posible porque en la misma zona cercana a la costa hay una interfase y la misma gente de la costa conoce esto muy bien. Esa es una cuña de agua salada y encima una de agua dulce. Así que en la tierra hay agua dulce y también puede haber agua salada. Así que si hay un terremoto en estas zonas es posible que el agua salada se abra un paso a través de las grietas y pueda salir. Entre más se aleja uno de la costa más aumenta la profundidad de agua, pero hay.

Mito No. 5: La gente dice que en el Cerro San Jacinto se escuchan golpes en la tierra. ¿Eso es cierto?
Lo que pasaba es que la gente decía que escuchaba como que rocas chocaban debajo de la tierra. Y eso es normal, lo que pasa es que eso que se escucha es la onda que arriba a la superficie cuando hay un sismo. Se llaman ondas P y tienen las mismas características que las ondas del sonido. Así que cuando la onda se transmite debajo del suelo y viaja hasta la interfase entre el suelo y la superficie, choca. Y una parte se queda en el suelo y otra traspasa y choca con el aire y eso produce ruido. Son ondas que liberan energía en forma de ruido.

Mito No. 6: ¿Es verdad que el final del mundo o el inicio del final del mundo va a ser en diciembre, como dicen que predijeron los mayas?
Bueno, yo creo que cuando hablan de cosas así, ya es negocio. ¿Cuántas películas vendieron ya diciendo que es el fin del mundo? Solo falta que saquen botellas que dicen “el fin del mundo”. La verdad, yo a eso no le he puesto mente. Algo he visto en películas pero nunca les he puesto coco a esas teorías. Yo no he estudiado ese tipo de teorías pero las veo poco probables.

Mito No. 7: ¿Es imposible que El Salvador tenga petróleo?
Miren, en ese tema hasta estudios se hicieron en SNET, yo creo que fue parte del albur. Pero lo que pasa es que el petróleo tiene condiciones para formarse, tiene que ver con el tiempo, el tamaño de las cuencas y la estabilidad de la región. Pero aquí tenemos una zona de contacto de placas con mucho movimiento en las cuencas, donde además se generan grandes temperaturas que resultan en volcanes. Realmente es poco probable. En Nicaragua y en Guatemala sí han encontrado, pero hay que recordar que ellos tienen acceso a las cuencas marinas del norte, del Mar Caribe. Pero de estas tierras podemos sacar buenos productos agrícolas porque son tierras jóvenes. Cundo fue el terremoto, yo estuve haciendo estudios en Cojutepeque con la Cooperación Suiza y mire, ahí hay unos naranjales topados y ahí hay tierra blanca. Es decir, no hay suelos desarrollados sino que es la tierra natural. Si esos terrenos jóvenes se cuidaran más, aprovecharíamos la riqueza de estos suelos.

Mito No. 8: ¿En cuánto tiempo cree usted que se nos acabe el agua limpia, esa que podemos tomar? ¿O ya se nos acabó?
No, el agua no se acaba. El agua tarda un tiempo en penetrar e ir circulando una a una las zonas geológicas de la Tierra. En ese espacio se va curando de bacterias y algunos contaminantes van quedando atrapados en las zonas porosas de la tierra. Entonces, hay zonas profundas donde hay agua de mejor calidad. El problema no es que no podamos tener acceso a esas aguas, sino que las de arriba están contaminadas porque gran parte de la población del país usa esa agua.

* * *

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Geólogo Guillermo Morán. Foto Mauro Arias

Cerca de las 2 de la tarde, luego de dos horas y media de haber iniciado la conversación, los mitos sobre la naturaleza nos han sacado un par de carcajadas y Morán descansa cómodamente sobre uno de los sofás en el café mientras responde nuestras preguntas. En ese momento algo parece hacerle recordar un compromiso y hace una pausa. “¡Uy, a mí me han de andar buscando ahorita!”, dice, alarmado. Y el compromiso le inunda el pensamiento. “Es que quedé de verme con los estudiantes a la 1…”. La plática amena le hizo pasar por alto el reloj hace más de una hora. “Ja, ja, ja…”, suelta otra carcajada, y se dispone a terminar la entrevista. Pero aún transcurre una media hora más hasta cuando se marcha, con paso lento y desenfadado, como habiendo olvidado una vez más su compromiso pactado para hora y media antes.

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