Opinión /

Hasta aquí llegó nuestra Selección


Miércoles, 24 de octubre de 2012
Fernando Palomo

En mi más reciente visita a San Salvador destapé una de las pocas cajas de revistas viejas que aún quedan por explorar en la bodega de la casa de mi madre. Entre ejemplares setenteros de “El Gráfico” argentino y algún ochentero “Don Balón”, me encontré con la edición No. 23 del año 1975 de la revista salvadoreña “La Gaceta Deportiva”. El titular de portada de aquel ejemplar, fechado el 4 de agosto, fue: “Hasta aquí llegó nuestra Selección”. El equipo nacional había perdido ante Costa Rica y con ello la posibilidad de estar en los Juegos Olímpicos de Montreal. En las páginas interiores la crónica se titulaba así: “Y al final, todo el festejo se convirtió en tristeza y frustración”. Las últimas frases del análisis hecho por Raúl Alfredo Magaña decían: “Así es el fútbol. Cuando se gana hay heroísmo y cuando se pierde maldiciones y blasfemias. Sin embargo, el mundo da vueltas sobre si mismo cada 24 horas. También el balompié se identifica con la vida”.

Días de duelo para el fútbol de El Salvador, con la ilusión de nuevo frustrada. Regresar a un Mundial tendrá que esperar.

Un titular de revista de hace 37 años aún tiene vigencia para los eventos recientes de nuestro fútbol algo que no puede ser sino una señal inequívoca de que, cuanto más cambian las cosas, más se quedan igual. Desde las reacciones apocalípticas que generan una derrota hasta el conformismo de la holgazanería por iniciar acciones diferentes a las del pasado.

La “Araña” Magaña algo de esto revelaba en su crónica de aquel 2-1 de Costa Rica en el eterno Estadio Flor Blanca. 1975 era parecido al 2012. La reacción del público era entonces como ahora con bronca y frustración. La consideración critica invitaba a esperar. “Hoy estamos abajo, mañana estaremos arriba” decía Magaña. Cómo llegar arriba no era motivo de debate. 1975 era parecido al 2012.

El Salvador aún contaba en el campo con los últimos remanentes del plantel que asistió cinco años antes a la primera cita mundialista. Esa que le había permitido al salvadoreño del fútbol creerse miembro de un club exclusivo: los que existen en el fútbol. Con esa confianza que tan acostumbrados estamos a convertir soberbia, la caída de entonces ante los ticos dolía pero menos cuando el recuerdo del México 70 aplacaba la desazón. “Estuvimos en un Mundial y pronto regresaremos”. Muy del salvadoreño también es creer que las cosas buenas que nos han sucedido en la historia se han dado como premio divino al simple hecho de ser salvadoreños. Merecemos las cosas, las esperamos porque ser salvadoreño nos da crédito suficiente para que el milagro del pan caído del cielo se repita con nosotros y además en el fútbol.

Con el fútbol salvadoreño varado en altamar tras otra eliminación mundialista, le desolación del naufragio parece mayor que ninguna otra en las que el fútbol se ha metido en los últimos 30 años. La frase de Magaña en aquella crónica del 75 sigue vigente: “El mundo da vueltas sobre si mismo cada 24 horas” y en el fútbol salvadoreño se traduce a “no se preocupen que en algún momento la crisis se resuelve sola”.
Males cíclicos. Puertas que se cierran y ventanas abiertas nunca son exploradas. Un fútbol preocupado por buscar culpables de los fracasos sin querer siquiera darle solución a problemas que se conocen desde hace muchas décadas.

Engañados por los sentidos los aficionados conceptualizan una realidad imaginaria: “El Salvador es bueno en el fútbol”. No es así. La falta de estructuras en el fútbol son referencia de todo lo contrario.

A El Salvador le han dado sentido de pertenencia las dos clasificaciones mundialistas. Lo peor que pudo sucederle a esta cultura permanentemente instalada en el desorden fue clasificar al Mundial de España 82. Con esto se validaron las formas sin organización con las que se viajó al Mundial 70. Otra clasificación lograda por la reunión en el campo de una brillante pero espontánea generación. Una razón más para evitar la instalación de una base que desarrolle al fútbol metódicamente. “Hoy estamos abajo, mañana estaremos arriba”. Pero siempre sin estructura.

En la dirigencia del fútbol nacional falta voluntad para convertirse en motores de un cambio dramático y perdurable. Los de hoy, como los de antes, siguen preocupados por eternizarse en sus puestos buscando soluciones a problemas comunes y corrientes, como ganar un partido de fútbol. Evitan entrar en el cambio sustancial que requiere el fútbol para que, dentro de un par de décadas, ganar partidos de fútbol sea el resultado más común y corriente.

El Salvador necesita resolver el problema del fútbol resolviendo primero el problema del deporte: educando al físico. La base fundamental para el desarrollo del deporte y, por consiguiente, el desarrollo del deporte más popular de todos, es la educación física en los colegios. Es a través del deporte que se empiezan a encontrar soluciones para otros muchos problemas sociales. La salud como el primero y más serio ejemplo. Dentro de todo, el beneficio netamente deportivo es el más banal de todos.

La Organización Mundial de la Salud hizo propia una ecuación simple y contundente. Según la OMS, un dólar invertido en deporte equivale a tres dólares ahorrados en el sistema de salud. Sebastian Coe, presidente del comité organizador de Londres 2012, lamentaba en una entrevista con Sports Illustrated que a los gobiernos no se les haga fácil comprar los beneficios que conllevan la instalación del deporte como un pilar del estado. “Si se construye un hospital, nadie protesta por sus costos. Es llamado ‘una inversión en la salud de la comunidad’”. El deporte es una inversión en salud a largo plazo, pero los gobernantes de turno no invierten en beneficios continuos sino solo en aquellos que les den inmediato rédito político. Como ganar uno o dos partidos de fútbol. Asumir que en El Salvador nos gusta del deporte pero no vemos en el deporte a una necesidad social, es el primero de los actos de contrición para mover al país hacia adelante.

La resurrección de la Escuela Superior de Educación Física y Deportes tendría que entrar en el debate mucho antes que la prostituida “masificación” deportiva. No existe promoción sin promotores. La ESEFIES dejó de existir a fines de los 90. Una década sin discutir sobre la validez de la preparación de los evangelizadores de la práctica deportiva, pero una década con la “masificación” como palabra de cabecera. No hay mejor contradicción. ¿Cómo preparar a un niño a manejar una pelota, sin maestro que lo guíe?.

Si los políticos de turno quieren hablar de propagar el deporte a todos los rincones del país, que primero hablen de la educación de los encargados en cumplir con la tarea. Son inversiones cuyos grandes frutos no serán recogidos por la administración que siembre la semilla. Cuando el bienestar político de un paso al costado para permitirle un lugar al bienestar social, entonces El Salvador habrá entrado en la era de la madurez.

El fútbol no es solo el resultado de un partido. El fútbol es reflejo de lo que como organización genera.

Hoy en El Salvador es un deporte de múltiples enemigos internos con intereses personales interpuestos entre su tarea y el beneficio colectivo. Acusaciones enfrentadas y mentiras evidentes. Sin una estructura deportiva que promueva el desarrollo ordenado del talento. Carente de instituciones que permitan el desarrollo natural del talento a disposición. El fútbol devuelve lo que al fútbol le entregas.

Sembrando el orden, respeto, trabajo y sacrificio desde las bases de formación integral de un ciudadano, desde niño, El Salvador no solo tendría a mejores deportistas, por consecuencia a mejores futbolistas, sino también mejores personas y un país más sano. ¿Utópico? Solo ante la falta de visión y voluntad. Para los demás esto puede ser real.

Así de una vez por todas cambiamos estos ciclos desquiciados. Los que repiten patrones esperando resultados diferentes. Si el debate de hoy pasa por quien mañana será el técnico de la selección nacional, me permito anticipar la llegada de otra frustrante eliminación. Antes de ella habremos depositado la ilusión en la figura de un personaje sin milagro alguno en su currículo. Los santos no dirigen selecciones nacionales. Avivaremos el entusiasmo con un par de victorias ante equipos caribeños y nos beneficiaremos de la incipiente zona futbolística que nos alberga para creer que Rusia 2018 es posible. Después, seremos superados por selecciones que representan a un país adonde el deporte significa algo. Y regresaremos a lo mismo. A la locura de creer que por ser salvadoreños merecemos un mejor resultado dentro de un campo de fútbol. Que el mundo porque da vueltas cada 24 horas está destinado a darnos un mejor amanecer.

También el fútbol es como la vida. Sin trabajo estamos destinados a repetir los titulares de 1975: Hasta aquí llegó nuestra Selección.

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