El Ágora /

El aura de Carlos Fuentes en El Salvador y cercanías

En este obituario hemos querido abarcar la reflexión crítica sobre la importancia e influencia de Carlos Fuentes para la literatura que se escribe y que se lee en El Salvador y cercanías. Sergio Ramírez, Roberto Salomón, Manlio Argueta, Ignacio Padilla, Miguel Huezo Mixco, Ricardo Roque, Róger Lindo nos aportan a esta tarea.

Miércoles, 16 de mayo de 2012
Élmer L. Menjívar

Las 12:15 del mediodía del 15 de mayo de 2012 será consignado en los anales por ser la hora de la cita de la muerte y Carlos Fuentes, uno de los escritores de habla hispana más encumbrados del mundo (no necesariamente uno de los más leídos). Había nacido, por azares propios de la carrera diplomática de sus padres, en Panamá, el 11 de noviembre de 1928. La noticia de su muerte inundó la vida.  

El firmante de la íntima épica de “La muerte de Artemio Cruz”, de la grandilocuente biografía de la gran urbe mexicana, “La región más transparente”, de la inquietante segunda persona de “Aura”, de las incomprensiones de “Terra Nostra”, el gran novelista, dramaturgo, ensayista, cuentista y nunca Nobel de Literatura murió en un hospital del sur de la ciudad de México D.F. Tenía ya 83 años, un Premio Biblioteca Breve (1967), un Premio Cervantes (1987), un Premio Rómulo Gallegos (1977), un Premio Príncipe Asturias (1994). Tuvo dos esposas, la primera fue una actriz, Rita Macedo (1925-1999), y la segunda, una periodista, Silvia Lemus. Tuvo dos hijos que murieron muy jóvenes, Carlos Rafael, por hemofilia, y Natasha, envuelta en el drama de las adicciones.  

Tuvo lectores de su literatura en todo el mundo, pero tuvo más admiradores de sus palabras y sus ideas sobre el mundo que se divulgaban en periódicos y revistas. Muchos gozaron de sus disertaciones públicas y televisivas, siempre puntual y libre. De origen izquierdista se emancipó de las revoluciones sin cruzarse la línea roja. También tuvo sus detractores –ya sabemos lo que decía Wilde de los que no tenían enemigos–, tuvo críticos sensatos y ninguneadores fáciles. 

Sonó fuerte con el “boom” latinoamericano y luego se distanció para entenderlo mejor y hacérnoslo entendible a muchos. Amigo de muchos enemigos entre sí, fue siempre caballero y mediador sin compromiso. Carácter recio y entre mayor más esquivo. Palabra influyente entre políticos, resonante de ideas siempre al día, de diatribas finas contra los poderosos y corruptos. Ni Bush, ni Fox, ni el PRI se le escaparon, tampoco disimuló sus desencantos por Fidel Castro, Daniel Ortega y hasta por López Obrador en su versión electoral 2012, a quien apoyó incondicionalmente en 2006. Su último paseó fue por Sur América con las drogas por discurso: repensar y despenalizar   

En El Salvador ha sido autor de nicho, su caudal de lectores está muy por debajo de Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, sus contemporáneos del ‘boom’. Su influencia está por discutirse. Quisimos proponer aquí un obituario que colgara de una pregunta que nos acercara a Carlos Fuentes en su cercanía (o lejanía) a las páginas que se han escrito y que se han leído en nuestra región.

La pregunta ¿Por qué es importante Carlos Fuentes para escritores y lectores en esta región del mundo? Responden algunos de los protagonistas de nuestras letras.   

Roberto Salomón, actor y director de teatro salvadorño:

En 1972 dirigí una producción de “Todos los gatos son pardos”, la obra teatral de Carlos Fuentes, conocida también con el título de “Los reinos originarios”. Para mí y para todos los que trabajaron conmigo en este texto ambicioso, lleno de magia y de onirismo, la revelación fue completa.

Hay que recordar que en ese año del cierre de la Universidad de El Salvador, la polarización política se tornó dramática. Este texto nos permitió ver que las posturas políticas claras pueden plasmarse a través de la imaginación y la creatividad de manera más fuerte y duradera que a través de la diatriba, el resentimiento y el odio.

Los protagonistas de la obra Moctezuma Xocoyotzín, último emperador azteca, Hernán Cortés, conquistador español y Malintzín, La Malinche, nos aparecen como seres de carne y hueso, con sus pasiones, dudas, ambiciones, cualidades y deficiencias, en otras palabras, como seres humanos. 

Un vínculo más en la gran corriente humanista, Carlos Fuentes me enseñó que la Historia es hecha por seres humanos que pueden equivocarse y no por estatuas que se derriban con el pasar del tiempo. Por eso, le estaré siempre agradecido.

 

Sergio Ramírez, novelista nicaragüense: 

Carlos Fuentes deja con su muerte un vacío en mi vida, devoto suyo como fui desde mi lectura de “Aura” y “Cantar de Ciegos”, dos libros que abrieron en mí la perspectiva del escritor que yo quería llegar a ser en tiempos de adolescencia. Pero me conquistó también su visión ecuménica de la literatura, como un reflejo revuelto de la historia total de nuestra América, de la que, haciendo uso de la imaginación, el escritor no debía ser sino un cronista osado y aventurado, obligado a verlos todo y contarlo todo, desenterrándolo todo. La lección perpetua del pasado para aprender a mirar el futuro, sin dejarse desalentar por las constantes decepciones de los ideales rotos y de los sueños pervertidos. Su obra es una galería de espejos para mirar la historia y mirarse en la historia, desde “La muerte de Artemio Cruz” a “Adán en Edén”, la tragedia de nuestra América que siempre ha navegado en las aguas oscuras de la traición y el crimen. En este sentido, Fuentes enseñó siempre a lo largo de su vida de escritor una incontestable calidad ética teñida de rebeldía juvenil, nunca dispuesto a callarse. Su palabra como un ejercicio constante de la libertad. Siempre persiguiendo la excelencia de la escritura, su novedad, libro tras otro, hasta el mismo final. 

Ricardo Roque, académico salvadoreño:

Probablemente Fuentes a través de “La región más transparente” y “La muerte de Artemio Cruz” fue un modelo de novela total, de estructura compleja y escritura ardua, donde se tejía historia y mitología con el discurrir de la conciencia de un personaje en su transitar por un mundo contemporáneo urbano y degradado. Quizá logremos ver algo de esta faceta de Fuentes en “El valle de las hamacas” o “Caperucita en la Zona Roja”, de Manlio Argueta o quizá en la textura elaborada de “Pobrecito Poeta que era yo”, de Roque Dalton. Creo que es un modelo de escritura que en buena parte quedó en el pasado, pues descansaba en exigencias al lector que la literatura más reciente difícilmente se puede siquiera proponer.

Aún cuando en su momento Fuentes encarnó la idea del escritor del ‘boom’, laborioso, profesional, capaz de mostrar la pericia de un arquitecto o un ingeniero en el diseño y ensamblado de sus universos de ficción, no creo, sin embargo, que su obra resista tan bien el paso del tiempo. Recuerdo que hace unos años intenté enseñar “La región más transparente” y a duras penas terminé de leerla, me resultó aburridísima, y su virtuosismo técnico me pareció forzado, artificial. 

Fuentes se mantuvo activo como novelista hasta el final, pero sus obras más recientes ya no tenían las pretensiones de innovación de las primeras. Fue también ensayista. Su obra sobre el ‘boom’ expresa muy bien su visión de la literatura. Tiene otra serie de ensayos donde, por cierto, se encuentra una lectura muy inteligente de “Pedro Páramo”, de Juan Rulfo.

Vanessa Núñez Handal, académica y novelista salvadoreña:

La influencia de CF es grande, pero casi no se habla, pues muchos no saben que devienen de él. Fue polémico pues su postura, un tanto elitista, hacía sentirlo lejos. Sin embargo, obras como El Espejo enterrado, contribuyeron a definir la identidad de los latinoamericanos. Definiendo a México, que fue el Virreinato, se definía a Centroamérica, que era la Capitanía y la provincia, en el caso de El Salvador. Su mérito principal, yo creo, fue el escribir una novela que daría un nuevo rumbo a la literatura: la novela urbana, con 'La región más transparente'. Eso dio pie para que muchos escritores, El Salvador incluido, tomaran en cuenta sus ciudades como escenario de sus obras.

Miguel Huezo Mixco, escritor salvadoreño:

Hasta donde sé, no existe evidencia objetiva [de su influencia en nuestra literatura], aunque es posible establecer una presunción: Fuentes es uno de los autores latinoamericanos más leídos en El Salvador, si hay dudas, bastaría preguntar en una de las dos librerías que hay en este país. Sin embargo, creo que su influencia fue mayor en la generación de los nacidos entre 1940 y 1950, y menos entre los más jóvenes. Creo que 'La muerte de Artemio Cruz' constituye una interesante incursión en los mecanismos del poder. Me gustó siempre 'La región más transparente del aire', donde el gran personaje es la Ciudad de México. Pero mi obra favorita de él es su relato breve 'Aura'. El año pasado en la Ciudad de México, con mi mujer fuimos a buscar la calle  Donceles 815 donde habitaban la viuda Consuelo Llorente y su sobrina Aura. De toda su vasta obra deseo conservar una frase que pronunció, no hace mucho, en la que quizás fuera su última entrevista: 'cuando se llega a cierta edad, o se es joven o se lo lleva a uno la chingada'.

Róger Lindo, escritor salvadoreño: 

Es toda una trayectoria que impactó por la consistencia de su obra y sus ensayos. Es un impacto de conjunto como escritor, ensayista y como ponente.

'La región más transparente', es una selección importante para los escritores centroamericanos por la transición a las temáticas urbanas, descripción de la burguesía mexicana después de la literatura de la revolución mexicana. Obra señera. Fuentes es uno de los monstruos para la literatura centroamericana, está instalado como uno de los iconos de la contemporaneidad. Aportó con la experimentación constante, ninguna de sus obras se parece a la otra, hay una constante renovación, no se quedó anclado. No se puso a copiarse a sí mismo, siguió antiguo en el laboratorio de la reinvención. Le gustaba retar a sus lectores probando nuevas formas de expresión y eso es bueno para el escritor y el lector, porque  creo que el lector te está observando. Participó en la vida intelectual de muchas formas y estuvo muy activo en la promoción de la literatura. Llevó su obra hasta el límite de sus posibilidades. Fue un incansable creador, productor y un hombre de su tiempo, estuvo siempre escribiendo, analizando y criticando su entorno y la historia que todos compartimos como latinoamericanos y ciudadanos del mundo.

Manlio Argueta, novelista salvadoreño:

Carlos Fuentes supo aprovechar el privilegio de contar con una palabra bella y creativa, para ponerla en función de hacer propuestas para la mejoría social, no solo de México sino de América Latina, atento siempre, como cronista de su tiempo, a las necesidades de mejorar la condición humana; comunicador de realidades, sus ideas golpearon para construir. Pero también fue mago y brujo de verdades ficticias que son las que llevan a edificar los sueños que llevan a la humanidad deseable. Lo considero uno de mis grande influencias, al comenzar mi primera etapa literaria: como novelista. Jamás había pensado escribir novelas, hasta que se llegó la hora de reflexionar que la novela plantea preguntas sobre la vida real y trata de resolverlas más allá de la imaginación, es decir, permite soñar con el cambio social. Y así pude escribir “El Valle de las Hamacas” (1968), mi primer paso como novelista. Pienso que influyó en otros escritores nuestros que intentaron hacer de la narrativa un puente entre lo imaginable y lo concreto, por lo menos en los escritores que escribieron a mediados del siglo XX, aunque después cada quien ha tomado su propio camino; y otros abandonaron la empresa de caminar en un campo yermo o desértico.

Nacho Padilla, escritor mexicano de la generación del Crack. 

Como su obra, la vida de Carlos Fuentes ha sido total, expansiva, fincada lo mismo en la inteligencia que en la pura voluntad, en la generosidad menos que en la soledad, en la lucidez siempre a parejas con el placer de contar. Imposible articular ahora, cuando se suma el dolor a tal vastedad, lo que me importa y me duele su ausencia. Fuentes mismo defendía, para casos como éste, la vigencia de los lugares comunes de lo emotivo impronunciable. Yo acudo a ahora a esos lugares comunes, pues sé que no conseguiré expresar esta pena y que no diré nada que no hayan articulado ya otros mejores que yo. Pienso sólo en que sin él nuestra literatura en el mundo no sería, reitero que él construyó los puentes y los laberintos entre sus maestros, sus contemporáneos y sus discípulos. Sólo por eso, Carlos, aun al margen de su magnífica obra, te contaré siempre entre mis gigantes y como tal, siempre al lado de tu inseparable Silvia, seguiré leyéndote, queriéndote y agradeciéndote tu guía, tus libros, tu amistad, tu inteligencia.    


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