El Ágora / Impunidad y memoria histórica

'Veinte años son una gota de agua en el río del tiempo y El Salvador es un barquito insignificante'

La Secretaría de Cultura de la Presidencia (SECULTURA) realizó el martes 10, en el Museo Nacional de Antropología (MUNA), el conversatorio “La cultura en El Salvador en los últimos 20 años”, el cual forma parte de la agenda conmemorativa del XX aniversario de los Acuerdos de Paz. En ese evento, el escritor Ricardo Lindo  pronunció las palabras que siguen.


Martes, 17 de enero de 2012
Ricardo Lindo

Cuando, en 1992, fui invitado a una reunión de escritores en Israel, me sorprendí al escuchar a los escritores israelitas. Casi todos hablaban a favor de Palestina. “Qué tonto soy, pensé, debí venir hasta el fin del planeta para entender que en todas partes los artistas y pensadores cuestionan a sus dirigentes y a su sociedad”. Ser esa conciencia crítica es, en realidad, una de sus principales funciones.

Cuando la guerra interna de El Salvador comenzó, recordé lo que dijera el filósofo francés Raymond Aron: “Todas las revoluciones han seguido el modelo de la revolución francesa: son traicionadas”. He sido más bien apolítico pero pertenezco al pequeño mundo de los artistas o de quienes creen serlo, y por ello mis simpatías fueron más hacia aquellos jóvenes rebeldes con quienes compartía las cervezas y el amor al arte. No esperen por tanto de mí un discurso políticamente correcto.

Recuerdo al periodista y poeta revolucionario Jaime Suarez Quemain quien perversamente soltaba: “Cómo dice Juan Ruffo…” Nunca faltaba quién lo corrigiera “Juan Rulfo” y entonces él aclaraba que se refería a Juan Ruffo, uno de los poetas españoles del Siglo de Oro. Se contó Jaime entre los primeros muertos, poco antes de que la guerra se estableciera abiertamente. Fue asesinado a machetazos. Con su partida comenzó a despoblarse mi pequeño mundo. Partieron unos a la guerrilla, otros al exilio y varios a la muerte. Iban a fundar una utopía en el nombre de Marx, de Lenin y del Espíritu Santo. Recordé entonces a un personaje de Sir Walter Scott que dice: “Hablaré en la lengua del común, que es la del egoísmo”. Los entusiasmos revolucionarios suelen extinguirse cuando llegan las comodidades y los bienes materiales. Pero, pienso ahora, sin aquella revolución francesa o sin los movimientos sociales que propiciaron los filósofos del siglo diecinueve no hubieran avanzado los conceptos de libertad y de justicia que hoy todos comúnmente aceptamos. Y sin gentes como aquellos jóvenes guerrilleros no hubieran terminado en nuestro suelo los todopoderosos militares que se creían dueños del país.

Me emocionó ver a Jaime en el mural que Antonio Bonilla acaba de realizar en el MUNA, demás está decirlo.

Pero bien. El Dr. Samour ha tenido la bondad de pedirme que les dirija esta tarde unas palabras. Se trata de hablar de nuestra cultura desde hace veinte años, desde aquella jubilosa noche en que celebramos con lágrimas de emoción y entusiastas ovaciones el fin de la guerra en las plazas del centro de San Salvador. Dos poetas se hayan entre los firmantes de los acuerdos de paz, David Escobar Galindo por el gobierno y Eduardo Sancho por la guerrilla, de modo que protagonistas de la esfera cultural se cuentan desde el punto de partida de ese proceso. Pero vamos a un concepto más amplio de cultura. Prefiero entre las definiciones la que daba antes la UNESCO: “Es la huella del hombre sobre la tierra”. Las reivindicaciones de las feministas nos invitan a modificarla un tanto: es la huella de la humanidad sobre la tierra.

Veinte años son una gota de agua en el río del tiempo y El Salvador es un barquito insignificante en el mar de la historia del mundo. Esos acuerdos, sin embargo, tuvieron una significación planetaria: fue otro de los eventos que marcaban el fin de la Guerra Fría, que para nosotros fue todo menos fría. Para aproximarnos al significado de una gota debemos ver el río y para captar el derrotero de un barquito debemos ver el mar.

Mucho han cambiado El Salvador y el mundo desde que funciona mi breve memoria. Qué dirían mis tías abuelas, que afirmaban que Lutero hablaba con el diablo, si supieran que hoy hay una iglesia luterana en nuestro país y, peor aún, que un sabio musulmán habla por un canal católico. Se persignarían, creo, con sagrado horror, con una ingenuidad que fuerza nuestra simpatía. Hoy la Iglesia Católica ha hecho suyas la mayor parte de las reformas de Martín Lutero y ningún católico, creo, consideraría bien que el Vaticano se pusiera de nuevo a vender el Reino de los Cielos. Pero toda moneda tiene dos caras y puede que Dios se halla apiadado de esos compradores al ver que contribuyeron a erigir la Basílica de San Pedro, ese reflejo del Reino de los Cielos en el reino de este mundo. He de reconocer sin embargo que prefiero las pequeñas iglesias góticas del Barrio Latino de París, Saint Julian le Pauvre, Saint Severin, con su bondadosa fe sin fisuras... Pero con el Renacimiento se iniciaba la conciencia laica, el ser humano pensando por sí mismo y no aceptando a ciegas cuánto dijeran el Papa o el Emperador. Somos, pues, deudores de ese momento.

Pero falta mucho, sin duda, para que arribemos a la postmodernidad, o sea, a la edad de la razón, con el respeto a las diferencias raciales, religiosas y sexuales que eso conlleva. Seguimos fundamentalmente viviendo en una sociedad retrógrada y machista. Durante el gobierno anterior, unas señoras que pretenden ser portadoras de la voz de Dios lograron impedir que en los colegios se impartiera educación sexual. Un conocido periodista, tonto o malintencionado, o ambas cosas, ataca la campaña contra la discriminación a la diversidad sexual que lleva actualmente a cabo el Ministerio de Salud. A esas buenas almas les parece bien azuzar la discriminación y contribuir a la expansión del SIDA.  Pero las señoras tendrán posiblemente una copia de la Última Cena de Leonardo da Vinci en su “living room”, sin importarles que haya sido homosexual, y ni las señoras ni el señor han de haber leído a Platón, no porque Platón fuera homosexual sino porque su cultura académica se limita a un delgado barniz. Y qué espanto para esas bondadosas almas fuera si alguien de su familia quisiera casarse con un negro o una quechua, con una musulmana o un ateo. Mucha más sabiduría hay en el jardinero que acepta sin muchos juicios el mundo que le rodea y al ver crecer una planta que ha sembrado se siente parte de esa fuerza que mueve las estrellas, las nubes y los mares.

Pero bien. Terminó la guerra y la gente siguió yéndose, huyendo de la pobreza y la falta de oportunidades. Hay entre nuestros compatriotas quienes han triunfado fuera a excepcionales niveles. La vida en el exterior les dio otras posibilidades de educación y desempeño. Pero de todo ha habido. Quienes lograron hacer economías y volvieron, quienes se quedaron en la ruta, y quienes con trabajos mayores o menores mantienen a nuestro país desde lejos, a un país que no produce casi nada más que salvadoreños.

También hubo quienes formaron organizaciones internacionales, siendo la Mara Salvatrucha la más exitosa. Esto es algo lamentable, desde luego, pero por qué la cito junto a los anteriores: de cuánta inteligencia, imaginación y organización se requiere para ser considerada como segunda mafia por el FBI. Y todos los que vemos películas sabemos que el FBI es la mejor policía del mundo. Pero a esos jóvenes compatriotas la sociedad no les dio con frecuencia otra alternativa, ni aquí ni allá.

Estos cambios en la historia reciente y este trasiego de gentes ha tenido numerosas consecuencias, positivas o no. La más importante es, creo, la crecida movilidad social.

Debemos tomar en cuenta asimismo un derivado, la internacionalización de los gustos. Hoy en supermercados de zonas periféricas hallamos vinos, manzanas, uvas, que eran antes sólo del gusto o sólo estaban al alcance del poder adquisitivo de una élite. No encontraremos en cambio en ese supermercado nísperos, guanabas, manzanas rosas.

Pero volvamos la página. En 1999 salió a luz un libro del Ministerio del Medio Ambiente titulado Estrategia Nacional de Biodiversidad. Es un conjunto de estudios de especialistas en diversas ramas que fue dirigido por el naturalista Francisco Serrano. Yo pensé que caería como una bomba, que nuestros industriales, las universidades y el gobierno se abocarían a su contenido como a una mina, mas no fue así. Y qué dice este volumen. Nos habla, por supuesto, de la depredación a que se ha visto sometido nuestro medio ambiente, pero señala que, a pesar de eso, nuestro suelo posee una de las más ricas biodiversidades del planeta y que un adecuado uso de nuestros recursos naturales erradicaría la pobreza del país. Si bien la extensión de bosque natural es muy reducida la diversidad de los árboles nativos va de 700 a 800 especies, lo cual excede las aproximadamente 620 registradas para todo EE.UU. o las menos de 350 para toda Europa occidental. A esto debemos sumar las más de doscientas especies foráneas aclimatadas en nuestro suelo. En Canadá, que es país maderero, la tasa de crecimiento promedio de los árboles es de 3 a 5 metros cúbicos por hectárea por año. En El Salvador, es de aproximadamente 20 a 25. Sin embargo, El Salvador importa madera. La cantidad de fauna y flora que poseemos tiene innumerables aplicaciones conocidas en alimentación y farmacéutica, pero la dieta de nuestra población es limitada y en nuestros hospitales las medicinas escasean.                                                                                                        

Los estigmatizados microorganismos, de los cuales hay más de 300 en una cucharada de tierra de bosque tropical, sirven en otros países para componer abonos y degradar la basura y el petróleo reintegrándolos a suelo fértil. Microorganismos que viven en temperaturas extremas, como los polos y los volcanes, son utilizados en hornos industriales, etc. etc. No los quiero agobiar con más datos, mejor busquen el volumen. Pero recordemos aun que El Salvador es rico en dos enormes fuentes de energía, el agua y el sol, que entre nosotros más producen desastres que otra cosa. Y recordemos que desde hace años el director del periódico izquierdista El Diario de Hoy, don Enrique Altamirano, viene sugiriendo la creación de lagos artificiales, que embellecen el ambiente, favorecen al turismo y proporcionan peces a la mesa.   

Si aliamos esto a lo anterior, qué vemos: tenemos un país rico en recursos y rico en inteligencia natural. Qué, pues, nos falta. Lo primero, educación. Luego, más conciencia entre nuestros dirigentes de la deuda que tienen con el país y de lo que esta significa. No hace mucho me quedé atónito al oír a un diputado en el programa de Nacho Castillo situar entre los despilfarros gubernamentales el aumento al rubro de educación. Otras críticas han sido más razonables, por supuesto, como la de quién señaló el subsidio a buses que circulan por el centro capitalino la mayor parte del día vacíos y arrojando gases tóxicos. No sólo las grandes potencias contaminan, sino también nuestro tercer mundo, con la diferencia de que las potencias lo hacen para producir objetos industriales y nosotros sólo porque sí. Pero a nuestros diputados les preocupa más el humo de los cigarrillos que el de los buses. Otro diputado ¿o era el mismo? dijo en el programa de don Nacho su felicidad al entrar con su hijito de cuatro años a un bar sin humo de cigarrillos. Su ingenuidad es encantadora, como la de mis tías abuelas, pero ¿a qué padre de familia se le ocurre llevar a su hijito a un bar? A un padre de la patria, claro está. Pero de qué me extraño si hay uno que anda practicando el saludable deporte de disparar a las mujeres policías... Conste que a ese no sólo no lo expulsaron de su cargo, sino que después de eso lo nombraron miembro de la Comisión de Ética de nuestra Asamblea Nacional Legislativa…

Y volvamos al popular programa y oigamos a un conocido industrial que, a fin de que no aumenten los impuestos, sugiere al gobierno una medida de ahorro: suprimir 25.000 empleos. O sea “Mire, no me suba los impuestos, mejor arroje a 25.000 familias más a la miseria…” Eso no es ser de izquierda o de derecha, eso es no tener ni una pizca de sensibilidad humana. En fin, entiendo que después modificó su posición.  Ahora bien, mi pregunta es esta: con gentes inconscientes en puestos claves ¿podremos salir adelante?

Pero vamos adelante y veamos mejor lo valioso que los salvadoreños han dado a nuestro país y al planeta. Tras la guerra ha tenido lugar un revisionismo de la historia que ha permitido revivir la memoria de dos admirables personajes, doña Prudencia Ayala, de raza indígena, probablemente la primera mujer en América en postularse a la presidencia de la República, y al Coronel José Arturo Castellanos, Cónsul General de El Salvador en Ginebra durante la Segunda Guerra Mundial, quien ayudó a salvar a 40,000 judíos de la persecución nazi dándoles papeles falsos que los acreditaban como salvadoreños. En Israel le fue no hace mucho otorgado póstumamente el título de 'Justo entre las Naciones'.

Y vamos a 1977, al momento en que nuestro compatriota André Guttfreund recibió un Óscar por un cortometraje, en la misma ceremonia en la que Silvester Stallone recibía tres Óscares por la famosa película “Rocky”. André es el único latinoamericano, hasta la fecha, en haber obtenido ese galardón. (Otros lo han recibido para la mejor película extranjera, no compitiendo con los norteamericanos). No haremos un recuento de todos los logros de nuestros artistas e intelectuales, pero recordemos al ya mencionado Antonio Bonilla, quien obtuvo 1988 el Primer lugar en la Bienal de Pintura Iberoamericana DOMESCO, en México, D. F. y cuyas obras han sido presentadas en todo el orbe junto a las de los más grandes artistas del siglo XX. Y vamos a la joven dramaturga Jorgelina Cerritos quien ganó en 2010 el prestigioso premio de Casa de las Américas, en Cuba, y poco después otro premio continental, y vamos a Jorge Galán, quien se hizo acreedor en 2006 delPremio Adonáis de poesía, uno de los más importantes en lengua española y, por tanto, del mundo. Y junto a estos ganadores situemos a los humildes pescadores que dieron al país el cuarto lugar mundial en fútbol de playa. Y veamos ahora la labor de un científico uno de quienes colaboraron en la Estrategia de labiodiversidad, René Núñez el creador de la turbococina. Al buscar una cocina que fuera más amigable con el medioambiente, usando sus propios recursos y empobreciéndose en el camino, René dio con algo inesperado: UN NUEVO MÉTODO DE COMBUSTIÓN. Hasta donde se me alcanza, logró la combustión a más baja temperatura de la historia. Las Naciones Unidas  reconocieron su aporte premiándolo en Nueva Dheli, India, en 2003, y el año pasado la NASA, el Departamento de Estado de EE.UU. y otros dos organismos lo seleccionaron entre 250 candidatos como parte del proyecto Launch 2011 destinado a desarrollar tecnologías que alivien los más graves problemas de la humanidad, como la pobreza y el calentamiento global.

Los seleccionados son diez: ocho ciudadanos de EE.UU., uno del Reino Unido y uno de El Salvador.

“En el Centro Espacial John F. Kennedy, Nùñez Suarez recordó a sus colegas que en el mundo hay 3.000 millones de personas que cocinan con combustibles sólidos, sobre todo con leña. Y 1.400 millones de personas no tienen acceso a energía eléctrica”. (El Diario de Hoy, fines de 2011).

La turbococina necesita de 15 vatios, por lo cual otro científico invitado de la NASA, Craig Jacobsen, creador de una celda de combustible, trabaja actualmente con René Núñez para integrar ambos inventos.

Lo que diferencia a la turbococina de otras que consumen poca leña es que no produce humo ni hollín, causantes de muchos males pulmonares. “Distribuirla entre los más pobres de El Salvador, que cocinan con leña y no con gas, equivaldría a evitar miles de muertes, pero distribuirla entre los más pobres del mundo equivaldría a evitar millones de muertes”, señala René Núñez, quien aspira a que sean distribuidas gratuitamente entre las 100 mil familias más pobres de El Salvador.

Tanto por la significación que tiene su descubrimiento para la ciencia como por el altruismo de sus miras, propongo al gobierno salvadoreño que proponga a René Núñez Suarez como CANDIDATO AL PREMIO NOBEL DE FÍSICA.

Para concluir quisiera referirme a la sublime humildad de Fernando Llort. Él hubiera podido exigir que se imponga la ley y se restablezca su mural. En vez de eso agachó cristianamente la cabeza, dando por buenas unas excusas mediáticas a todas luces hipócritas, y ofreciendo la otra mejilla al Sumo Sacerdote.

Gracias por su atención.

NOTA: Cuando pronuncié estas palabras aun no había pedido Fernando Llort que se dejara de atacar a la jerarquía católica. Pero, de todos modos, una cosa es lo que él piense en su extraordinaria humildad y su extraordinaria dignidad y otra lo que los demás que nos sentimos heridos por el arbitrario gesto de Monseñor Alas hagamos o digamos. Ese clérigo no ha podido ni siquiera acceder al pedido de Fernando de darle el cascajo y pretende hacernos comulgar con ruedas de molino al decirnos que la cerámica se estaba decolorando o que era malo el pegamento, cuando, a miles de años de distancia, podemos contemplar los murales de cerámica vidriada de Babilonia con su impecable brillo. ¿Tendremos que creer  que los hornos industriales y el pegamento industrial de la actualidad son menos eficaces? Y, si el desprendimiento de un ladrillito ponía en riesgo la vida de la pobre mendiga que se sitúa en el atrio de catedral ¿no hubiera bastado con cerrar la entrada principal al público para mientras se reparaba la fachada? Creo que ese señor merece que le sigamos recordando su crueldad para con todos nosotros, antes de que, bajando las aguas, se vea “obligado a renunciar por motivos de salud” o sea trasladado por el Vaticano a otra diócesis para destruir otro templo. Pero nosotros, Fernando, seguiremos recordando esa gigante casita que creaste para un Niño Dios que juega en las alturas.     


* Escritor y académico salvadoreño, Colaborador de El Faro.

 

logo-undefined
CAMINEMOS JUNTOS, OTROS 25 AÑOS
Si te parece valioso el trabajo de El Faro, apóyanos para seguir. Únete a nuestra comunidad de lectores y lectoras que con su membresía mensual, trimestral o anual garantizan nuestra sostenibilidad y hacen posible que nuestro equipo de periodistas continúen haciendo periodismo transparente, confiable y ético.
Apóyanos desde $3.75/mes. Cancela cuando quieras.

Edificio Centro Colón, 5to Piso, Oficina 5-7, San José, Costa Rica.
El Faro es apoyado por:
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
FUNDACIÓN PERIÓDICA (San José, Costa Rica). Todos los Derechos Reservados. Copyright© 1998 - 2023. Fundado el 25 de abril de 1998.