El Ágora /

“A veces he llegado a pensar que el arte no sirve para nada”

Lo primero que le pedimos es que se defina y nos dice que eso es algo que no le gusta hacer y que en todo caso es alguien artecéntrico. Termina la conversación diciéndonos que se considera tímido. Walter se arrepiente de haber dejado tirado hace tiempo su otro nombre, Arturo, 'más latino', y se pinta a lo largo de la entrevista como una persona con aversión al estancamiento, en busca permanente del cambio.

Viernes, 16 de diciembre de 2011
Jimena Aguilar y Mauro Arias / Fotos: Mauro Arias

 

Walterio Iraheta. Foto Mauro Arias
Walterio Iraheta. Foto Mauro Arias

Cuando llegamos al café, Walterio está sentado en una mesa, tomando agua mineral con sal y limón. Lo primero que nos dice es que es informal para vestirse, que no le gusta la ropa formal. Es más: que no tiene ropa formal. Ahora lleva un jeans, una camiseta blanca y una cachucha que le oculta un poco la cara y que no se quita durante toda la entrevista.

Nos habla con una voz suave y moderada mientras nos cuenta su forma de ver el mundo, entendiendo por esto el arte, por supuesto. Su mundo, el que ve, vive y conoce es el arte, es lo único que le interesa a este fotógrafo que hace muchas cosas más, pero que antes fue dibujante y uno exitoso. Se encaprichó en contra del dibujo y la pintura porque no quería encasillarse, porque se aburría fácilmente. Ahora está pensando en reconciliarse con sus medios iniciales.

Ha sido parte de debates controversiales con fotógrafos como Christian Poveda; ha hecho que la gente hable de él por fotografías en las que sale desnudo y con un sostén. Por sus respuestas nos damos cuenta de que todavía le gusta generar debate y controversia cuando hace de promotor cultural, cuando habla de la política y cómo cree que al presidente Funes no le importa para nada y cuestiona los conocimientos que su hijo puede tener sobre el tema.

Vemos que en tu obra hacés muchos autorretratos y nos gustaría que nos hicieras un autorretrato tuyo hablado.
¡Uy! ¡Qué fuerte! No me gusta mucho hablar en primera persona, me cuesta. En imágenes no sé qué te podría decir, en ideas tal vez soy una persona súper solitaria en muchos sentidos, súper clavada con un montón de cosas. Creo que soy artecéntrico. No veo otra cosa más que eso. Creo que ese es un defecto. Es lo único que me interesa, lo único que me hace vibrar. El arte, la foto, el teatro... no me gusta ponerle mucho coco a lo que me pongo encima. Ni lo pienso mucho para vestirme. Soy más bien sencillo, me gusta andar cómodo, no tengo ropa formal.

Decís que sos solitario, pero, ¿por qué solitario?
La soledad me hace más creativo. Siempre paso por períodos de hiperproducción y de hipercreatividad cuando rompo con una pareja y en épocas o en horarios de trabajo. En esos períodos soy más creativo. He vivido mucho fuera de la ciudad en las zonas rurales en mucha soledad y en esos períodos es cuando más he producido. De alguna manera ese proceso creativo te enfrenta a vos mismo y estando solo no tenés posibilidades de escape, tenés que enfrentarte a vos mismo. Eso me hace surgir más ideas, más diálogo, más monólogo.

De toda esta hiperproducción o producción, ¿qué creés que le has dejado vos al arte?
Creo que es bien pretencioso decir que uno le ha dejado algo al arte. De hecho, el arte es algo que todavía no entiendo al cien por ciento y siempre estoy intentando entenderlo. Uno puede llegar a entender, manejar, conocer, estudiar más fácil los medios que ocupa para hacer lo que uno dice que es arte o lo que dicen los demás que es arte. El arte en sí es algo que me da mucha curiosidad tratar de entender, explorar y todavía no lo entiendo a cabalidad. No sé exactamente qué es y eso me motiva un montón.

¿A qué conclusiones has llegado hasta ahora?
A varias buenas y a varias malas. A veces he llegado a pensar que el arte no sirve para nada. Pero creo que sí es una buena manera de comunicar cosas, de comentar ciertas cosas. Creo mucho en el arte de contenido, que va más allá de la estética y de la forma. Esos procesos me gustan más como arte, como procesos de comunicación, de reflexión y exponer eso y comentar eso a la gente y al público. Pero no es una definición cerrada de todos modos.

¿Te considerás el artista contemporáneo de El Salvador?
No, no. Te podría citar a otros que tienen... depende de qué es ser un artista contemporáneo. Te podría citar a otros que están mejor colocados y proyectados. Yo he tenido la suerte de estar ahí un poco, pero no, hay un montón de gente.

¿Quién es el artista del momento en El Salvador?
No sé si el artista del momento, pero Rónald Morán es uno de los artistas más importantes ahora en el país. No solo por su trabajo, sino que en los últimos 10 años Rónald ha logrado una proyección bien fuerte y se ha logrado ubicar en un montón de espacios que ni los artistas de más renombre, supuestamente, han llegado. He coincidido mucho con él, pero por cada tres exposiciones que yo hago fuera, él hace 10 ja, ja, ja.

¿Cómo creés que la gente te va a recordar de aquí a 50 años?
No creo que me recuerden porque creo que la gente ahora tiene muy corta memoria. Todo es bien de corto plazo. Entonces no me preocupa tanto cómo me recuerden a 50 años porque estoy seguro, segurísimo, que no se van a acordar. El circuito del arte y el sistema en general escupe profesionales cada cinco años o menos. Y le interesa mucho la sangre fresca. El arte y los espacios están hecho para los jóvenes. Es una carrera contra el tiempo.

¿Por eso es que te has involucrado tanto con fomentar el talento joven?
Es algo que me gusta mucho, sí, sí. Es más fácil dialogar con jóvenes que con viejos, ja, ja, ja, ja.

Sos como un gurú para un montón de jóvenes. Siempre siguen tus consejos, te siguen las exposiciones...
¿Vos creés?

Yo veo que sí.
No, yo creo que... Durante los seis años que me dediqué a la docencia aprendí que cuando a alguien le mostrás interés, afecto un poquito, pero sobre todo interés por lo que hace y le hacés sentir que lo que hace es importante y vale la pena, estás destapando en alguien una energía bien fuerte.

El Salvador no es un medio fácil… ¿qué es lo que te marcó a vos para que te decidieras a hacer arte?
No concibo la vida de otra manera. Estudié diseño, trabajé en publicidad antes, pero siempre tuve claro que no quería ni ser diseñador ni trabajar en publicidad. Estudié diseño porque en esa época era lo único que había aquí serio para estudiar arte aplicado. Creo que estaba en el tercer ciclo, andaría por los 12 años tal vez y un maestro de literatura me veía habilidades con el dibujo y me dijo: 'Vos tenés que ir al CENAR”. Cuando terminé el tercer ciclo me fui directo al CENAR y como pez en el agua y de ahí para allá toda mi vida he estudiado arte.

¿Pero tu familia tenía algún nexo con el arte?
Fijate que no.

Pero algo te tuvo que haber marcado.
Estaba leyendo que hay una parte de esa sensibilidad que viene de herencia, que es como genética y en mi caso trato de buscarla y no la encuentro, por lo menos en las generaciones próximas. Mi papá era un mecánico automotriz, nada que ver con el arte. Mi mamá y mi abuela eran cocineras. Entonces ahí hay cierta sensibilidad si se quiere, pero nada más.

¿Pero tu papá no te decía 'hey, esa cosa del arte es más para gays'?
Sí, siempre te tratan de abrir otras posibilidades, pensando más en ser pragmáticos y ganarte la vida de una manera más fácil, pero la verdad es que me apoyaron.

En comparación con otras personas, has tenido bastante éxito, has ido a un montón de lugares a exponer...
Y hago solo eso, no hago otra cosa.

¿No te ha costado así como a otras personas?
Creo que sí, vengo de una familia sencilla, contactos no tengo. Son cosas que se han ido dando por el trabajo y lo que he tenido es paciencia y las cosas han ido llegando. El año pasado, cuando me invitaron a la Bienal de Venecia, varios amigos me dijeron: '¡Púchica! ¡Al fin! ¡Ya era hora!' Pero las cosas llegan siempre, llegan y yo creo que he sido paciente y todas han ido llegando, me faltan algunas todavía.

¿Qué creés que te falta todavía?
¡Aah! De eventos importantes, me gustaría estar en la Documenta de Kassel y la Bienal de Shangai. He estado en Cuenca, La Habana, Venecia, Sao Paulo... Aunque al final uno se emociona y te das cuenta de que todo es la misma cosa.

¿Qué presentaste en la Bienal de Venecia?
Presenté parte de la serie de arquitectura de remesas de un proyecto que se llama Faraway Brother Style. Es como el estilo del hermano lejano. Es una parodia de las compilaciones arquitectónicas de las grandes editoriales que hacen compilaciones de México, Nueva York, Londres, a nivel arquitectónico. Yo quería hacer una compilación del hermano lejano porque es un estilo.

Foto del proyecto sobre arquitectura de las remesas. Casa en San Ignacio, Chalatenango. Foto Walterio Iraheta
Foto del proyecto sobre arquitectura de las remesas. Casa en San Ignacio, Chalatenango. Foto Walterio Iraheta

 

¿Por qué te llamó la atención este tema?
La migración o todos los fenómenos que se generan alrededor de la migración me interesan, todo lo humano, todo el drama que se genera alrededor de eso, de ser y no ser de un lugar, de sentirte parte de un lugar. Me gusta mucho y creo que es un tema bien actual y afecta a la gente.

¿Te gusta ese mundillo de las exposiciones, de las bienales? ¿Te sentís cómodo?
Ja, ja, ja, ja.

He oído a artistas que dicen, despectivamente: 'No, es que eso de las vernissages, con su vinito, ese mundito pequeñoburgués...'
Antes era súper radical en ese sentido. Lo que acabás de decir así, tal cual. Pero con el tiempo vas haciendo concesiones y me ha pasado que si no vas a esas cosas, a veces te perdés de buenas experiencias. Me ha pasado en recepciones, aquí y afuera, que pintan como muy sociales, muy que hueva, ¿veá?, el rollo que estás diciendo, pero de repente llega un tipo o una tipa ahí súper interesante, un artista o un crítico o un historiador y te puedes pasar una velada súper rica. Entonces no te digo que lo disfruto, pero creo que puedo con eso, hago el esfuerzo.

De las cosas que has visto ahorita, como esto del arte contemporáneo es bien cambiante, ¿hay algo que a vos te ha chocado, '¿esto es arte?', como vos decís?
Hay una tendencia ahorita, no sé si será nueva o va a tener fuerza con el tiempo. Hay una tendencia en artistas bien jóvenes a desmaterializar la obra y a decir 'bueno, el arte no tiene por qué existir, ser tangible, ser algo concreto'. Se quedan como a nivel de la idea, del proceso y nunca sabés qué es, nunca lo ves, nunca lo entendés. Siento que hay como una corriente ahí.

¿Pero qué presentan?
Solo te cuentan una experiencia y a veces dicen ni siquiera tengo que contarla, solo existe el arte, solo se da, ¿entendés? Es una idea que he estado escuchando mucho últimamente y que estoy tratando de entenderla y tiene un sentido bien profundo intelectualmente, filosóficamente, pero al final también pueden ser posturas evasivas. A mí sí me gusta concretar, materializar las cosas, sí vas a dar una gran vuelta conceptual, pero llegar a un punto en que eso se concreta.

Vos escogés a la gente que entra al EsFoto y...
Bueno, no es tan así, pero...

Había un par de exposiciones que yo dije: 'Esto no me termina de convencer'. Este salvadoreño que vive en Guatemala que tenía las fotos de Google Earth y ni siquiera él se acordaba de los nombres que había puesto en las fotos...
Sí, sí, sí. A mí me parecen de los trabajos más interesantes este de Rodolfo Walsh y también el de Javier Ramírez en esa exposición porque justamente yo sentía que iba a abrir un debate sobre la autoría, sobre los nuevos medios, sobre la posibilidad de tomar cosas de la red sin pedir permiso. En el caso de Javier, estaba haciendo una especie de revalorización de la obra del cuerpo, de la fotografía del cuerpo. Un género con protocolo. Entonces, él viene y toma de un sitio porno o voyerista imágenes que cuando las ves sí parece que están posando, sí parece que las han ilumniado y de repente se parecen a las imágenes de tal artista. Eso me pareció interesante como debate. Probablemente sea una obra que en el tiempo no se sostenga, igual lo de Rodolfo. En el caso de él era un comentario súper fuerte y agrio sobre la violencia en las comunidades marginales, súper bueno. ¿No te gustó a vos?

No me convenció él cuando lo expuso. Hablando de debate, me acuerdo de uno que tuvieron con Christian Poveda. Eso fue buenísimo.
Eso fue genial, fue genial.

Él dijo cosas muy fuertes...
Yo añoro eso. Al año siguiente o a los dos años terminamos trabajando juntos con Christian en el siguiente EsFoto, en los siguientes dos, coordinando, no todo, pero muestras muy puntuales. A mí Christian siempre me pareció un tipo de mucho respeto. Creo que la crítica que él hizo fue súper fuerte y súper fuera de sí, además, muy visceral también, súper negativa. Yo terminé agradeciéndosela porque abrió un debate. Creo que hasta ese entonces en el ContraPunto éramos de los artículos más comentados. Toda la gente empezó a sacar un montón de cosas...

¡Hasta yo también! A mí me pareció que aquel tenía razón porque ahí habían chamacos que son neófitos y que tal vez nunca habían agarrado una cámara y por unos chiripones tú los ponías ahí como que eran arte, pues...
Sí...

Entonces yo entiendo que a un fotoperiodista que anda ahí en la calle, le parece hasta ofensivo eso, que le den espacio a eso y no a otro tipo de...
Trabajo realizado de otra manera. Pues sí, había un poco de eso, no lo voy a negar. A mí siempre me ha gustado hacer apuestas por gente bien joven. Quizás la mitad de los que estaban en esa exhibición, si no mal recuerdo eran 12 ó 14 personas y tampoco eran fotógrafos exactamente. Pero a mí me pareció en ese momento -ahora que lo veo a la distancia a lo mejor puedo cambiar algunas opiniones- que habían cosas interesantes para decir en cada uno. A mí me hace una gran falta eso, en ningún momento me molesté por la crítica de Christian, para nada, y creo que se vio en el debate. Lástima que yo creo que ya no está guardado eso.

Otra crítica que me han dicho Steve Cagan y también me lo dijo Daniel Chauche, es que él siente que la fotografía que vos promocionás son performances de un artista y la foto es solo como un documento, como que alguien haga una escultura o un poema, le toma una foto y lo presente como una foto.
Steve Cagan y Daniel Chauche son documentalistas, los dos. Bueno, Steve es fotoperiodista, aunque me dijo que no le gusta el término. Son fotodocumentalistas, entonces sí tienen una visión de la tofo más en ese línea. Yo te diría que sí, yo voy a buscar más la foto de arte que es otra cosa, va más por otro lado y soy un creyente de que en el arte contemporáneo uno de los papeles que ha asumido la fotografía es justamente el de la documentación.

Pero tu foto no es así, por ejemplo esta serie de Landschaft en la que vos fotografiáss cables, paisajes...
Paisaje postindustrial...

Es una foto, o sea, no es un performance.
Es un documento. Pero hay piezas de esa misma serie, en las que hago landart o una acción en donde llevo mil tapones de agua embotellada y los distribuyo en un río que se ha secado, siguiendo el cauce del río. Esa acción no dura mucho porque no puedo dejar eso ahí tampoco, estaría contradiciendo lo que estoy comentando y hago una foto y lo que muestro, vendo y promuevo es la foto al final.

¿Alguien te paga eso?
Sí.

¿En serio? ¿Quién paga eso de los tapones en el suelo?
Ja, ja, bueno, no. Cuando lo hago, lo hago por iniciativa mía, pero la fotografía sí ya me la han pagado.

Instalación de tapones de agua en lecho de río. Costa Rica. Foto Walterio Iraheta
Instalación de tapones de agua en lecho de río. Costa Rica. Foto Walterio Iraheta

¿Nunca hacés tu trabajo pensando en: 'bueno, si hago esto con tal estilo, tal vez el Centro Cultural de España o tal persona que ya me ha comprado cosas me lo compra'?
En ese apartado soy pésimo. No soy un artista vendedor ni bestseller. Hay mucha gente -y eso ya me tiene prodido- que me dice: 'Si usted siguiera dibujando como ese dibujo que tiene en el Marte, tendría plata y estaría bien'. Esas ideas de estar bien, de que el arte es eso, me molestan. Hago lo que me interesa.

¿Por qué dejaste de dibujar y te pasaste a la pintura? Eras muy destacado dibujando.
Un poco como una reacción a eso. Sentí que me podía quedar estancado en eso y quería experimentar otras cosas. También me aburro rápido, no me gusta repetirme.

¿No dibujás solo por diversión?
No, no. Si tengo una idea que siento que tiene que funcionar en dibujo de plano tengo que dibujar. Estoy pensando en reconciliarme con el dibujo y con la pintura.

¿Qué es lo que te enamoró de la fotografía?
Eso justamente, me enamoré de la foto.

Foto de la serie Landschaft de Walterio Iraheta
Foto de la serie Landschaft de Walterio Iraheta

¿Por qué?
No sé, no sé qué pasó... estudié artes aplicadas y fui a México y a Chicago a estudiar grabado y no soy grabador. Cuando estaba en México, pasaba por la escuela de fotografía y me atraía, me metí al laboratorio, empecé a trabajar ahí y me enamoré, me enamoré de la foto. Uno encuentra un medio y ese medio lo llena. Pero no solo hago foto, quizás es lo que más me interesa en este momento. El arte relacional me gusta mucho, por ejemplo. Ir a una comunidad, pasarme tiempo ahí, entender lo que viven ahí, qué les pasa.

¿Por qué es importante la foto? A mí no me cambiaría la vida si no existieran los fotógrafos.
Creo que esa frase que acabás de decir es un poco ligera, la dijiste muy en ligero. Sí te cambiaría la vida.

¿Por qué?
La foto es el medio hegemónico en la comunicación ahora, en este momento. Casi que no hay nada que no tenga foto.

Vos hiciste un trabajo con niños de San Ignacio. ¿Cuál es tu tendencia ideológica?
Mmmm...

¿De izquierda?
Soy apolítico totalmente, tiendo un poco más hacia la izquierda, pero no diría que definitivamente. Tiendo a proyectos más de carácter social y ese tipo de arte también me gusta, un arte que afecta a la gente de alguna manera positiva.

¿Por qué sos apolítico?
Es que los políticos son de lo peor, ja, ja, ja, ja, ja.

Pero igual, la cultura, el arte y la política se mezclan, siempre se han mezclado en la historia.
Sí. Creo que hay que tener una opinión, una postura, una idea de las cosas, pero no ser activista. Si yo lo midiera por la parte que a mí me afecta, la cultura, los gobiernos han sido un desastre en ese apartado y este gobierno en particular más.

¿Por qué más?
Creo que al presidente no le interesa la cultura. Estoy convencido de que no le interesa la cultura. Lo conocí mucho antes de que fuera presidente por su esposa -ella era una persona súper sensible e interesada en la cultura en aquel momento, no sé ahora- y las pocas palabras que crucé con él en esa época me dejaron claro que no le interesaba la cultura.

¿Creés que es poco culto?
Depende de en qué términos. Diría que sí en el sentido de que obviamente no le interesa la cultura, no creo que sea alguien que le interese el teatro, el cine, que sepa sobre esos temas. Creo que él lee solo de política, de ese tipo de disciplinas y por la manera en la que nombraron a la persona que iba a manejar la cultura, me hizo caer en la cuenta de que a este tipo no le interesa la cultura. Luego las personas que empezó a escoger para esos cargos y la prueba está ahí, están solo -como diría mi abuela- bailando el agua.

¿A qué te referís con eso?
Que no pasa nada, que es solo como a esperar que pase el tiempo.

Pero, por ejemplo, ahora acaban de inaugurar este mural que la fundación, en memoria de su hijo que murió, le encargó a Antonio Bonilla.
El que murió es el que tenía talento, pero el otro no sabe nada. A este el papá le puso una galería, que supuestamente es un centro cultural. No sé, no entiendo qué es lo que hacen, no sé de dónde sacan el dinero para sostener esto, no lo sé. Quisiera saberlo... o no, no quisiera saberlo, mejor. El mural que hicieron en el Muna sí me gusta mucho porque respeto mucho a ese artista, es un trozo de pintor, eso sí me gusta.

Vi unas fotos tuyas donde hay un proceso en el que vos te estás convirtiendo en mujer. ¿Sos travesti?
Ja, ja, ja, ja. No, no soy travesti, tampoco soy bisexual como a veces dicen de los artistas, tampoco soy gay. Nadie es perfecto. Esa serie es una exploración sicológica si querés y estaba explorando alrededor del mito del artista. Todo lo que se dice de los artistas que no es cierto, que son excéntricos, que experimentan con drogas, sexo, con no sé qué. No todo eso es cierto. Estaba haciendo una especie de escenificaciones de ese tipo de mitos y me tomaba como modelo.

Salís desnudo en algunas.
Salgo desnudo en algunas, y salgo con cuerpo de mujer, en algunas salgo en sostén preguntándome qué pasa, sí.

¿Pero no es por exhibicionismo? ¿Todos los artistas tienen algo de exhibicionistas?
Sí, sí.

¿O de narcisistas?
Sí, puede ser. Era parte del juego ese. Hay una imagen que es emblemática de esa serie que estoy con un sostén, un sostén blanco.

Foto de la serie El mito del artista. Walterio Iraheta
Foto de la serie El mito del artista. Walterio Iraheta

De los trabajos que hacés de curador, promotor cultural y artista, ¿cuál preferís?
Soy artista en activo, eso es lo que soy realmente. La curaduría y lo de promotor tampoco es algo que yo me haya propuesto, pero creo que es algo que completa mi formación porque el hacer curaduría me da la posibilidad de dialogar mucho con artistas.

¿Qué es lo más caro que has vendido?
No soy un artista tan vendedor. Las últimas pinturas que hice eran formatos grandes, quizás andaban entre los 7 mil y 10 mil dólares más o menos y ahora algunas instalaciones más o menos están por ahí. No paso de esa barrera.

¿Tenés algún admirador o comprador tuyo, un fan?
¿Un mecenas? ¡Ojalá! Ojalá hubiera. No, específicamente, pero sí han habido algunos coleccionistas que me han comprado reiteradamente. Una vez me pasó con César Gaviria, el anterior secretario general de la OEA, que alguien le regaló un dibujo mío y luego vino al país, compró otra pieza y se empezó a entusiasmar y a interesarse por mi trabajo y me empezó a visitar. Cada vez que venía aquí me buscaba, iba a mi estudio y me daba todos sus datos, que me mantuviera en contacto, que le dijera qué estaba haciendo. Me compró de diferentes etapas cosas muy diferentes y me hizo pensar en un tipo de coleccionista más profesional. No compraba solo porque le gustaba, sino que quería seguirle la pista a un artista. Me pasó con él y me ha pasado con algunos otros que les interesa completar una serie o una línea de trabajo.

¿Y lo más excéntrico que has vendido?
No es excéntrico mi trabajo. Lo último que vendí tal vez así un poco extraño fueron unos fósforos a un coleccionista de Miami.

¿Fósforos?
Unos fósforos, sí.

¿La caja de fósforos?
No, era un horizonte de fósforos, que era también de esta serie de Landschaft en donde estoy abordando el tema del paisaje desde diferentes perspectivas y este era un horizonte construido con fósforos, que yo le llamaba bosque. Era una línea hecha con fósforos quemados, pero no es exótico realmente, solo que era... me pagó el vuelo para ir a instalársela y todo. Entonces yo viajé con una cajita llena de fósforos.

¿En serio? ¿Te invitó a su casa para que se lo instalaras en la casa?
No fue en su casa, fue en una oficina donde lo instalé.

¿Cómo? Explicame.
Ja, ja, ja, ja.

¿Con pega loca pegaste?
No. Yo no llevaba nada. Todo me lo proporcionaban ahí. Tenía que abrir agujeros en la pared y meter los fósforos con una goma especial para que quedaran fijos.

¿Él estaba mirando ahí el proceso creativo?
Sí, sí. Es un tipo al que le gusta el arte. Me pagó la obra, me pagó el vuelo, me hospedó para ir a instalar esos fósforos, si eso puede ser considerado exótico o extraño.

Instalación Horizonte de cerillos, Miami. Foto Walterio Iraheta
Instalación Horizonte de cerillos, Miami. Foto Walterio Iraheta

¿Sos religioso?
No, no, para nada.

¿Ateo?
Fijate que tampoco diría que soy ateo. Lo que pasa es que no tengo claro todavía, quizas igual que en el arte, estoy construyendo una idea de divinidad, una idea de superioridad y creo que es más interesante construirla a través de mi propia experiencia y no a la experiencia de otros. Pero para nada soy religioso.

Si tuvieras que elegir una foto que representara el concepto de Walterio Iraheta, ¿cuál foto elegirías?
Una foto, ¿de mis fotos o de cualquier imagen?

Cualquiera.
Hay dos fotos que a mí me marcaron mucho, pero muchísimo y no voy a decir que empecé a hacer foto por eso, pero sí fue una patada en el hígado que me impresionó mucho. Estaba en Nueva York en el 98 o en el 97, iba por la parte alta de la 5a., donde está el museo del barrio y afuera había una gran pancarta, pero gigantesca, que anunciaba una exhibición de fotografía latinoamericana y eso me llamó mucho la atención. La imagen era una figura de perfil, un retrato de un tipo de saco, como un saco antiguo o un sobretodo, y encima tenía como cuatro rosas, como cuatro capullos. Era una doble exposición o un sándwich y me llamó muchísimo la atención. Después me enteré de que esta imagen se llama Fran con cuatro rosas de un fotógrafo venezolano que se llama Alexander Apóstol. Y otra que me marcó muchísimo, en esa misma exhibición, cuando entré al museo había otra pancarta gigante con otro artista que es muy importante y que después conocí. Bueno, a los dos los conozco personalmente. Era una imagen que se llama La Luna, de Luis González Palma. Es un desnudo de una mujer de perfil con una máscara de luna. Esas dos imágenes me marcaron mucho.

¿Por qué usás Walterio y no tu nombre Walter ?
Mi segundo nombre es Arturo y siempre me gustó más, de chiquito ese nombre usaba, pero me decían Arturo huevo duro. Entonces dejé de usarlo y ahora me arrepiento, me parece que es un nombre más latino, con más personalidad. Y Walterio es la intención de latinizar un nombre que no es latino. No me siento Walter, es un nombre inglés o alemán.

¿Quién creés que sos?
Uy, no sé, es que esas preguntas son bien complicadas. No sé cómo definirme. No me atrevo... no me arriesgaría a definirme, pues. Si te digo que soy el artista, que siento que soy un artista, lo siento pretencioso. Siento que es un título que no me he ganado todavía, a pesar de llevar 20 años en esto. Alguien interesado en el arte como forma de experimentar el mundo, la vida.

¿Quién creés que la gente cree que sos?
No sé qué lectura tiene la gente de mí. Generalmente son lecturas equivocadas. He tenido experiencias desagradables. Creo que soy una persona de largo plazo porque en el corto plazo la lectura que podés tener de mí, siempre va a ser equivocada y cuando hay un chance de que yo tenga la posibilidad de actuar con alguien a largo plazo, cambia por completo su primera impresión. Tengo una idea de la lectura que la gente tiene de mí. La mayoría piensa que soy un tipo engreído, arrogante, pedante, pesado. Creo que soy tímido, creo que soy bien tímido y que eso se proyecta de otra manera.

Walterio Iraheta. Foto Mauro Arias
Walterio Iraheta. Foto Mauro Arias

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