Opinión /

Europa a la deriva


Martes, 20 de septiembre de 2011
Luis Fernando Valero

El ex presidente del gobierno de España, José María Aznar, dijo recientemente en un foro en Estados Unidos: “Hay un serio riesgo de que la UE como la conocemos hoy pueda ser insostenible'.

No es la única opinión al respecto. Felipe González, también ex presidente del gobierno de España y presidente de la Comisión que redactó un proyecto sobre  el futuro de la Unión Europea, señaló en Madrid la semana pasada en la presentación del libro 'La fragmentación del poder europeo', de José Ignacio Torreblanca, que las instituciones y los líderes de la Unión Europea tienen que reconocer que se está 'al borde del precipicio'.

¿Qué ha ocurrido para que personas con información suficiente digan estas afirmaciones tan rotundas?

Joschka Fischer, ex Vicepresidente y ex Ministro de Asuntos Exteriores de Alemania, ha señalado en un artículo publicado en El País: “Cada vez resulta más claro que la crisis financiera puede significar la destrucción del proyecto de unificación europea, porque deja al desnudo las debilidades de la eurozona y de su armazón; que no son tanto financieras o económicas como políticas. El Tratado de Maastricht creó una unión monetaria, pero la unión política nunca se concretó.”

El problema está en que los políticos no son sinceros con sus pueblos y no quieren reconocer que la actual Unión Europea, UE,  es un gigante, pero que sus pies son de barro y no pueden sostener semejante peso, ya que la eurozona se apoya sobre pilares inestables: es una confederación de Estados que aspiran a tener una unión monetaria sin renunciar a la soberanía fiscal. Y en épocas de crisis, este esquema no puede funcionar.

En varias ocasiones se ha intentado ir hacia una confederación. Ello no ha podido ser y se ha intentado ir, para estar más seguros, hacia un Estado Federal, construyendo todo un entramado legal, que se encargó a Valéry Giscard D’Estaing, que ostentó  el cargo de Presidente de la Convención para el Futuro de Europa, que redactó el Proyecto de Constitución Europea en 2003.  Aquello fracasó y al final se dio el Tratado de Lisboa, 2007 que fue un impresionante ejercicio de retazos, de cortes, de remiendos para que todos quedaran contentos.

Cuando estalló la crisis  en 2007 y 2008, en sus albores se estaba a tiempo para corregir los defectos estructurales de la eurozona pero el egoísmo de los alemanes, el corazón de la UE pesó más la autonomía nacional y se frustró el intento; en estos momentos la canciller Merkel juega continuamente al quiero y no puedo, acompañada por un Sarkozy que usa su prestigio europeo para fortalecerse cara a su reelección, en una palabra no hay interés europeo en bastantes de los políticos de la UE, priman más sus intereses: franceses, alemanes, daneses, españoles, italianos… que los de Europa.

Demasiados reconocen ahora que el planteamiento de la UE debió ser otro. Jean Monnet, uno de los padres fundadores, en sus memorias reconoce que los rasgos de la antropología de una nueva Europa deberían haberse construido desde los jardines de infancia, los centros de enseñanza, los valores espirituales, la cultura, el arte. Este ha sido el gran error, creer que los valores económicos, el libre comercio de los productos, pero no de las personas, condicionaría lo otro, los valores, los sentimientos, ya se ha visto que no.

Los alemanes y otros países nórdicos, Finlandia, Dinamarca, Holanda están molestos porque los griegos se jubilaban a los 50 años y ellos a los 62, no veían lógico que sus ahorros financiaran a países en donde el fraude, la poca rigidez fiscal y la corrupción tiñen la vida social. Ahora se sabe, consecuencia a la intervención y su control, que más de un millón de personas muertas cobraban jubilación en Grecia, (la población del país son 11 millones)  y esto no sólo en Grecia sino que en otros países como Italia, España, Portugal, Irlanda no se persigue el fraude como se debiera y la disparidad de las políticas fiscales y de niveles de impuestos a los que más tienen no son los adecuados, todo ello lastra la UE y está seriamente lesionando a la UE.

Carlos Marx señaló, en diversos textos, que un fantasma recorre Europa y la historia ha demostrado que ello era algo más que un recurso literario o una obsesión de un ideólogo, cada día se observa en las declaraciones de los dirigentes y de intelectuales el desasosiego porque las cosas no se están haciendo bien.

Los políticos empecinados en echar la culpa a los mercados, si contrastar su carencia de liderazgo, un buen síntoma de este alejamiento de los políticos de sus votantes es el amplio índice de abstención que se observa en las votaciones y como éste aumenta votación tras votación, en las últimas elecciones europeas. 2009  el índice de abstención fue del 61%.

Tal como están las cosas ya se empiezan a oír frases de una UE a dos velocidades; incluso a tres, países que pueden salirse del euro una temporada, mientras arreglan sus desaguisados y luego cuando estén mejor organizados vuelvan a entrar.

La UE ha dejado de ser el paraíso donde muchos soñaban entrar, un ejemplo es Turquía que ya no tiene esa preocupación y en estos momentos empieza a competir con algunos de los países de UE en su importancia en la zona estrategia de su entorno que es clave en el equilibrio mundial.

Es toda una ironía que los países emergentes sean en estos momentos a los que está recurriendo la UE para que la salven: China, Rusia, Brasil o que países como Corea del Sur sean un modelo de sus procesos de acceso a la educación y a la investigación analizados por España, Portugal o Italia.

La semana pasada se cumplieron tres años de la quiebra de Lehman and Brothers que fue el inicio del Vía Crucis para el camino final del proyecto europeo, que cada vez es más irreal si no se ponen remedios profundos y estructurales, como pueden  ser una armonización de las políticas fiscales, presupuestarias y laborales.

En el informe que presidió Felipe González titulado: “PROYECTO EUROPA 2030 Retos y oportunidades”, presentado en mayo del 2010 se dice: “Necesitamos desarrollar sin dilación la gobernanza económica que nos falta para evitar los choques asimétricos derivados de la coexistencia de una moneda única y un mercado interior con distintas políticas económicas... Urge la reforma del funcionamiento de las instituciones financieras y de sus mecanismos de vigilancia y control para evitar que estemos incubando ya la próxima crisis”. 

“Hay que reforzar el Mercado Único para protegerlo contra las tentaciones del nacionalismo económico y ampliarlo a los servicios, la sociedad digital y otros sectores, llamados a ser motores esenciales de crecimiento y empleo en un mercado de 500 millones de usuarios y consumidores. Este refuerzo y esta ampliación del Mercado Único deben acompañarse de una mayor coordinación fiscal”.

“Hace falta, sobre todo, un liderazgo claro y resuelto, con una sostenida capacidad de diálogo con la ciudadanía. El apoyo de ésta es básico en una situación de emergencia, como la presente, tanto por la dureza de la crisis y sus efectos en nuestra realidad social y económica como por los cambios estructurales que debemos realizar para enfrentarlos y configurar el futuro que deseamos.

Los ciudadanos solo van a entender, abrumados por la crisis que no provocaron, que se les digan estas verdades con claridad y que se les llame a compartir un esfuerzo de superación comparable al que levantó a la Europa libre después de la segunda guerra”.

 


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