Un comité de notables se reunió recientemente en el Círculo de Bellas Artes de Madrid para analizar las claves de cómo 'otro mundo no sólo es posible, sino seguro'. Entre los promotores están el economista José Luis Sampedro; el juez Baltasar Garzón; Federico Mayor Zaragoza, ex director general de la UNESCO; la periodista Rosa María Artal; y otros. Esta iniciativa se tradujo en un conjunto de escritos que forman el libro Reacciona, el cual se proyecta como un manual para cambiar el mundo.
'Vivimos una crisis sistémica que no encuentra una respuesta globalizada en un mundo que, sin embargo, es cada vez más global', dice Mayor Zaragoza, encargado de arengar en defensa de la reconversión del individuo a ciudadano para que de una vez por todas deje de ser 'un súbdito del mercado'. El juez Garzón lanzó sus dardos contra los políticos al afirmar que el mayor pecado que cometen los gobernantes es 'reírse de los ciudadanos'. Por eso propone un contrato, para que tanto líderes políticos como ciudadanos se comprometan a cumplir sus funciones.
Las cláusulas del acuerdo propuesto se fundamentan en cuatro principios esbozados por el economista Juan Torres, a saber: (1) La inmoralidad de llamar inversores a los culpables del crimen organizado de la humanidad, el hambre. (2) La irresponsabilidad de seguir callados pensando que todo pasará. Hay que empezar a pedir cuentas. (3) La insensibilización de no enrabietarse y solidarizarse con los demás. (4) La inhumanidad a la que nos quieren someter los que como Botín y compañía pretenden que vivamos para ganar más a costa de los otros.
Adicionalmente, se subrayó que los que primero deberían asumir la “receta” deberían ser los jóvenes, en vista de que ellos se califican en la categoría de 'una generación estafada'. Prueba de ello es que esta es la primera vez en la historia de Europa que la juventud vivirá peor que sus padres, pese a los avances tecnológicos.
Al reflexionar sobre las bases del libro Reacciona y relacionarlas con la realidad salvadoreña, surgen tres planteamientos. Uno, El Salvador está cerrando un ciclo político que inició con los Acuerdos de Paz (1992) y finalizó con la primera alternabilidad en la presidencia de la República (2009). Este ciclo tuvo aciertos y desaciertos, pero al hacer un balance se plantea que fue un “período desperdiciado”. Dado que la oportunidad de concertar un Plan de Nación durante la fase post-conflicto, fue desaprovechada. Ahora y en medio de una crisis económica y una escalada criminal, el proceso de fundar un nuevo modelo de desarrollo es más complejo.
Dos, el proceso salvadoreño está generando cambios en el estatus quo de una forma institucional, por medio de las resoluciones de la Sala Constitucional de la CSJ (apertura y desbloqueo de las listas para las elecciones de diputados, supresión de las transferencias presupuestarias con sesgo presidencial, cancelación de partidos políticos y otras). Estas decisiones -apegadas a derecho- están siendo valoradas positivamente por la ciudadanía. Hoy, los ojos de la sociedad civil organizada están puestos en la elección de la Corte de Cuentas. De despartirizarse dicha institución, mejoraría la transparencia, la rendición de cuentas y la lucha contra la corrupción.
Tres, la juventud salvadoreña ha dejado de asociar su proyecto de vida con el futuro de su localidad. Además, las universidades están alejadas de las empresas, sindicatos y consumidores. Es decir, la educación superior no responde a la demanda del sector productivo. Este fenómeno contribuye a que miles de estudiantes corran el riesgo de quedar atrapados (excluidos) entre las promesas político-electorales y las pocas oportunidades económicas existentes en sus lugares de origen.
