Opinión /

Para una nueva agenda con E.U.A.


Domingo, 20 de marzo de 2011
Mauricio Silva

Una caricatura que se publicó recientemente en un periódico del país ilustra el tema de este artículo; en ella aparece Obama disfrazado de Santa Claus y un salvadoreño al otro lado con una lista de peticiones dando las gracias. Ese es el espíritu que ha guiado nuestra relación con Estados Unidos en el pasado y los resultados no han sido satisfactorios. La visita del Presidente Obama presenta una ocasión propicia para cambiar esa actitud por una basada en el respeto mutuo y de la soberanía nacional, en el reconocimiento de nuestras grandes diferencias y de los intereses nacionales  distintos, pero con principios básicos compartidos y muchas áreas de interés común sobre los cuales podemos construir una relación basada en una visión de largo plazo y en la que ambos países ganemos.

La actitud de que E.U.A. es el hermano mayor que nos hace el favor de darnos ayuda nos puede llevar, como en el pasado, a una relación muy desigual, en la cual prevalecen los intereses de ellos y que la relación sea de corto plazo y mientras a ellos les interese. Eso influyó mucho en nuestra relación durante la guerra civil. Esa visión cortoplacista no permite dejar claro cuáles son los intereses comunes en los que necesitamos una estrategia compartida y en los cuales uniremos esfuerzos, tampoco permite dejar claro cuáles son las áreas de diferencias y las áreas en las cuales es mejor que se trabaje independientemente. El reconocimiento de lo anterior, del contexto en que se va a trabajar, de los intereses de cada parte en la relación, de los problemas que abordaremos conjuntamente y sus causas, de lo que se espera de cada una de las partes y sus limitaciones, es esencial para una nueva y buena relación.

Una entrevista reciente del Presidente Calderón de México con el Washington Post ilustra los peligros de no aclarar esos puntos en varias de las áreas prioritarias del diálogo que el Presidente Funes tendrán con el Presidente Obama. En esa entrevista Calderón decía que le gustaría ver “mayor consistencia y coherencia” en la política de E.U.A. y concluía el reportero Hiatt que la entrevista le había hecho percatarse de “cuanto hacen falta esas cualidades en la política de E.U.A. en lo referente a drogas, armas, intercambio comercial y promoción de la democracia”. El Presidente Santos de Colombia en otra entrevista con Oppenheimer decía que estaba “algo frustrado, algo cansado” de la batalla de cuatro años para lograr la aprobación del congreso de E.U.A. para el tratado de libre comercio, recordándonos las limitaciones de lo que se puede lograr. Durante nuestra guerra civil Estados Unidos se involucró en exceso en nuestros asuntos internos, aportó ayuda económica y social aunque siempre supeditada a los intereses militares, proveyó armas a una de las partes, ignoró las violaciones de derechos humanos, y cuando ya no fue de su interés abandonó esa lucha.

Ahora algunas condiciones son diferentes. Nos encontramos ante una guerra contra fuerzas externas, poderosas y sin principios, como son los narcos. Para combatirlos necesitamos la tecnología de los E.U.A., una visión regional y acciones en el Norte y el Sur; no se logrará ganarles enfrentándolos solo en El Salvador y sin acciones contra los narcos en el Norte tanto como en el Sur. En ambos países existen gobiernos diferentes que enfatizan en sus discursos su comprensión de los errores del pasado y la necesidad de un enfoque conjunto diferente. Continuamos compartiendo con E.U.A. la necesidad de dar solución al estatus legal de nuestros migrantes. Continúa la necesidad de dinamizar nuestra economía y combatir la pobreza, batallas contra las causas internas que provocan la violencia y la migración.  

Por parte de El Salvador, debemos defender nuestra soberanía e intereses con propuestas específicas, responsabilidades compartidas y claramente delimitadas, en cada una de las áreas que los presidentes abordarán. No podemos pedir apoyo en el área económica si no ponemos de nuestra parte a través de un pacto fiscal. En el área de seguridad debemos compartir, con E.U.A. y las naciones de la región, información, patrullajes, tecnología, pero delimitando claramente las áreas en que no podemos ceder control. No podemos, como durante la guerra, aceptar que el fin justifique los medios; la guerra contra el narcotráfico no puede permitir la violación de derechos humanos, la no transparencia y la corrupción. En los temas de violencia y migración se debe partir de reconocer la culpa – y por tanto la responsabilidad - de ambos lados, así como sus causas de fondo. La lucha contra el narcotráfico debe partir de que la causa del problema es la demanda por drogas desde Estados Unidos y que las medidas en el Sur no serán suficientes si el problema no se aborda allá también. La solución al problema de nuestros migrantes debe ser compartida: Centroamérica debe priorizar un desarrollo que no los expulse, E.U.A. debe reconocer sus derechos y legalizar a quienes bien le han servido. Ambos debemos trabajar con una visión de largo plazo compartida.

Muy significativo en ese proceso de definir lo que se espera que sea una nueva era en la relación entre ambos países es que el Presidente Obama visite la tumba de Monseñor Romero. Él enfatizó la esperanza, la reconciliación, la lucha contra la pobreza, el respeto a los derechos humanos y las responsabilidades compartidas en la relación de ambos países. Es de entender que la visita de Obama a su tumba sea un reconocimiento de su parte a la idea de que esos principios deben prevalecer, así como un compromiso, de ambas partes, de que esos ideales deben ser la base de la relación bilateral.

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