El Ágora /

'Al que no le guste el torogoz es un enfermo'

Su primer trabajo fue a bordo del tren que salía de madrugada en la estación de Ciudad Delgado, allá por los años 40. “Barré bien para no quedarte como barredor”, le dijo un antiguo ferrocarrilero, y hoy, a sus casi 80 años, él  repite esa y otras frases como axiomas de una vida que considera exitosa. Este es el fundador de la empresa Torogoz: el señor Torogoz.

Domingo, 13 de marzo de 2011
Mauro Arias, Patricia Carías y Gabriel Labrador

 

Óscar Panameño en la sala de ventas del inmueble donde fundó su empresa. Foto Mauro Arias
Óscar Panameño en la sala de ventas del inmueble donde fundó su empresa. Foto Mauro Arias

¿Así como los hijos de los ferrocarrileros?

Mire, pongamos que usted fuera el dueño de El Faro y su empresa es productiva. Si quiere que su empresa tenga continuidad, va a motivar de una u otra forma a su hijo -a motivar, no a obligarlo- para que trabaje con usted. La mayor parte de médicos tiene hijos médicos; la mayor parte de los abogados tiene hijos abogados. ¿Por qué? Porque aquello que tanto le costó se lo transmite a los hijos. De mis hijos, uno es químico, otro es ingeniero industrial, otro administrador de empresas, el otro es licenciado en creatividad, el otro es licenciado en mercadeo... Todas las patas que se necesitan para manejar una empresa. Y trabajan para ellos porque la empresa es de ellos, lo que ganan es para ellos, y es muy posible que haya una tercera generación porque ya tengo nietos de 25 años que está estudiando en Taiwán.

En las novelas los hermanos se pelean por la empresa del papá.

Mire, mire, ese es un problema y hay muchos libros que hablan sobre ese tema. La empresa familiar es lo más delicado que hay, pero ahí viene la viveza, la audacia de un padre: mantener la unión familiar, y busca que todos los hermanos convivan. Mis tres hijos se pelean, discuten, pero son discusiones productivas. Por eso decía en el speech en la Cámara de Comercio: el país está montado en un trípode, el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial, ¿ok? Mire cómo se pelean. Está bien que se pelearan en una forma objetiva, para bien, pero ¿cómo se pelean, pues?

Como en la plaza.

Yo no sé si es en la plaza, pero si los tres se llevaran perfectamente bien, con un solo pensamiento, un solo objetivo, el país tuviera otro rumbo. Bueno jóvenes, ¿Qué más?

¿Usted es escultor, o compraba cosas hechas y las revendía? ¿Cómo empezó este negocio?

Yo dibujaba, pero nunca me imaginé que dibujara bien. Empecé haciendo a la Madre Teresa, después a mi abuelita, después a mi esposa, a mi hermana, pero hice una escultura que se llama La Vida, allá abajo está. Hoy ya no pinto ni nada, solo me dedico a escribir un poquito. Todos somos creativos, todos traemos algo de creatividad. ¡Aprovechémosla, saquémosla!

Yo les recomiendo que aprovechen el tiempo, que lo administren bien, que planifiquen bien los gastos... Yo antes no sabía qué era ponerme una camisa Polo, una camisa Tommy, porque necesitaba meter esos centavitos a mi negocio. Hoy no. Hoy e puedo poner cualquier marca de camisa, pero mientras uno no puede no hay que endeudarse; es lo más peligroso que hay.

En mi libro que voy a entregar el 9 de abril salgo hablando de mi vida. Yo tengo una gran cualidad y es que no me he olvidado de mi pasado. Yo todavía, cada 1 de diciembre, me reúno con todos los ex ferrocarrileros en Sonsonate, y yo patrocino ese almuerzo. Lo único es que el año antepasado tuve una tristeza.

¿Murió alguien?

Diez murieron. Este año solo murió uno, pero ya tenía 100 años. Logré tomarme una foto con él. Eso va en mi libro, yo no me olvido de eso.

(Hay un silencio. La entrevista podría terminar aquí, pero el conacaste de la San Santonio Abad se ha quedado enquistado en la mente de uno de nosotros. Y esas cosas no es bueno dejárselas dentro.)

Mire, y ¿por qué no donó un conacaste medio crecidón para que creciera?

Porque al conacaste se le ve en cualquier parte, no es bello, es elegante. Pero...

¿Más bellos esos pájaros?

Más bellos esos pájaros.

Ja, ja. ¿Y no se van a desteñir con el tiempo?

Mire, ¿usted cree que en cinco años más va a ser el mismo?

No, para nada.

Las obras así son. Pero usted se va a dar mantenimiento, como le da a su carro. Nosotros le vamos a dar mantenimiento a los torogoces. Los vamos a cuidar.

Usted hace Quijotes de dos metros... ¡y puertas!

Son pedidos especiales. Es que mire, si usted es una mujer de gusto, venga a Torogoz, hay un slogan que dice: tráiganos una idea y se la convertimos en realidad.

¿Cuál es la petición más rara que le han hecho? Un verdadero reto.

Yo diría que un faro que se fue a poner a Puerto Rico, una torre de un faro, fundida en bronce. Tuvimos que llevar de aquí a los trabajadores para que lo instalarán.

¿Eso no era más bien industrial?

Todo es arte. Una campana es un arte. Yo les voy quitar cinco minutos… les voy a mostrar algo.

(Don Óscar Panameño se levanta despacio de la mesa y con un paso suave se dirige hacia la puerta de su despacho. Lo seguimos.)

Pero ustedes no van a usar todo eso que hemos estado hablando, ¿o sí?

¿El audio? Todo lo que hemos hablado lo vamos a transcribir.

Ahí vean ustedes, pues.

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