La comunidad ind&iacute;gena de El Salvador conmemor&oacute; el fin de semana los 79 a&ntilde;os de la masacre de 1932 ordenada por el presidente Maximiliano Hern&aacute;ndez Mart&iacute;nez para reprimir un levantamiento campesino-comunista en el occidente de El Salvador. Nunca se supo cu&aacute;ntas personas murieron a manos del ej&eacute;rcito y paramilitares, pero los historiadores las estiman en unas 10 mil, casi todas ind&iacute;genas.

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Mar&amp;iacute;a P&amp;eacute;rez, de 11 a&amp;ntilde;os, camina por un campo vald&amp;iacute;o del cant&amp;oacute;n Tajcuilujl&amp;aacute;n, de Nahuizalco, Sonsonate. En los alrededores de este terreno yacen tumbas de ind&amp;iacute;genas asesinados durante el levantamiento de 1932, provocado por la total indefensi&amp;oacute;n en que estaban tras la gran depresi&amp;oacute;n econ&amp;oacute;mica mundial.&lt;br /&gt;

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Vasilia P&amp;eacute;rez Ramos, una anciana ind&amp;iacute;gena de 81 a&amp;ntilde;os, camina hacia el lugar donde la comunidad del cant&amp;oacute;n Tajcuilujl&amp;aacute;n, de Nahuizalco, celebrar&amp;aacute; un homenaje a los masacrados, el s&amp;aacute;bado 22 de enero.

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Florencia P&amp;eacute;rez, de 76 a&amp;ntilde;os, y Tomasa Mart&amp;iacute;nez, de 71, colocan ofrendas florales sobre un tumba colectiva que se&amp;ntilde;ala el punto donde yacen los cuerpos de unas 30 v&amp;iacute;ctimas de la matanza de 1932. Aunque en este sepulcro no hay ning&amp;uacute;n pariente de ellas, de esta manera rinden tributo a sus antecesores asesinados, cuyo paradero nunca lograron conocer.

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Amado Flores, l&amp;iacute;der espiritual y miembro de la asociaci&amp;oacute;n ind&amp;iacute;gena 'Pasos del jaguar', preside la ceremonia con que la comunidad de Tajcuilujl&amp;aacute;n record&amp;oacute; a los asesinados de 1932. En la tumba, seg&amp;uacute;n el anciano Jos&amp;eacute; Gonzalo Soriano, no hay cuerpos de habitantes de ese cant&amp;oacute;n, sino del cercano cant&amp;oacute;n Canelo. Soriano ten&amp;iacute;a un a&amp;ntilde;o cuando ocurri&amp;oacute; la masacre.&lt;br /&gt;

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Los ind&amp;iacute;genas consideran que el fuego sirve como medio de comunicaci&amp;oacute;n entre Dios y el hombre. Por eso, el fuego es el elemento que rige la celebraci&amp;oacute;n.

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Jos&amp;eacute; Gonzalo Soriano, de 80 a&amp;ntilde;os, ten&amp;iacute;a un a&amp;ntilde;o cuando inici&amp;oacute; el 'comunish', como llama al levantamiento de 1932. Afirma que su padre, un auxiliar del comisionado en ese a&amp;ntilde;o, le cont&amp;oacute; que tuvo que enterrar los cad&amp;aacute;veres que quedaron abandonados en las calles rurales.&lt;br /&gt;

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Franklin P&amp;eacute;rez, de 9 a&amp;ntilde;os, se ba&amp;ntilde;a en la canaleta de irrigaci&amp;oacute;n que ha construido la comunidad del cant&amp;oacute;n Tajcuilujl&amp;aacute;n, al oriente de Nahuizalco.&lt;br /&gt;

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Gilberto S&amp;aacute;nchez riega una plantaci&amp;oacute;n de tomates administrada por la cooperativa 'Los Ri&amp;iacute;tos',&amp;nbsp;que arrienda la tierra a un terrateniente santaneco, Ricardo Mata. Seg&amp;uacute;n la comunidad,&amp;nbsp;Ricardo es familiar de Gabino Mata, un terrateniente y due&amp;ntilde;o de un beneficio de caf&amp;eacute; de la zona con quien los ind&amp;iacute;genas se enfrentaron en 1932.

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&lt;p&gt;Unas niñas juega en un zanjón del cantón Tajcuilujlán, en Nahuizalco. Los pobladores de este cantón viven en la pobreza.&lt;/p&gt;

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Orbelina P&amp;eacute;rez, de 61 a&amp;ntilde;os, lava ma&amp;iacute;z en la canaleta de riego que lleva agua proveniente del r&amp;iacute;o Ceniza. Ella no se considera ind&amp;iacute;gena. 'Soy salvadore&amp;ntilde;a', dice.&lt;br /&gt;

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Carlos Huezo descansa frente a un mural en una de las calles de Tacuba, Ahuachap&amp;aacute;n, otro de los municipios donde se produjo matanza de campesinos en 1932. En Tacuba tambi&amp;eacute;n hubo conmemoraci&amp;oacute;n por las v&amp;iacute;ctimas de la masacre.

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Marcelino Galicia Fabi&amp;aacute;n afirma tener 103 a&amp;ntilde;os de edad y que escap&amp;oacute; de la muerte en 1932 al esconderse junto a su padre y abuelo en una quebrada de Tacuba. Galicia ten&amp;iacute;a entonces 24 a&amp;ntilde;os y en la matanza fueron v&amp;iacute;ctimas dos de sus hermanos. Ahora dirige la danza de los Historiantes de la localidad.

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Unos ni&amp;ntilde;os miran atentos los pasos de la danza 'El tigre y el venado' en la plaza de Tacuba. La presentaci&amp;oacute;n fue parte de la conmemoraci&amp;oacute;n de la masacre de 1932.

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En Izalco hubo dos celebraciones, una organizada por la alcald&amp;iacute;a y la Fundaci&amp;oacute;n Feliciano Ama -que lleva el nombre de uno de los l&amp;iacute;deres ind&amp;iacute;genas asesinados- y la otra por la organizaci&amp;oacute;n comunal Alcald&amp;iacute;a del Com&amp;uacute;n. Esta &amp;uacute;ltima celebr&amp;oacute; el domingo con una procesi&amp;oacute;n y un rosario en la fosa com&amp;uacute;n donde hay decenas de ind&amp;iacute;genas asesinados, cerca de las ruinas de la antigua iglesia colonial de Izalco.

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&lt;p&gt;Liderados por el alcalde del Com&amp;uacute;n, Tito Reyes Cuadra, los pobladores de Izalco conmemoraron la masacre&amp;nbsp;con un rosario en el lugar donde yacen los restos de los ind&amp;iacute;genas asesinados en 1932.&lt;/p&gt;

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Una ni&amp;ntilde;a carga un guacal con ma&amp;iacute;z en el cant&amp;oacute;n Tajcuilujl&amp;aacute;n, en Nahuizalco, uno de los epicentros de la masacre de 1932. La mayor&amp;iacute;a de la escasa poblaci&amp;oacute;n ind&amp;iacute;gena que sobrevive en El Salvador vive en extrema pobreza.&lt;br /&gt;

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