Opinión /

La popularidad de Daniel Ortega


Domingo, 19 de diciembre de 2010
Edmundo Jarquín*

La mejoría en la percepción que los ciudadanos tienen del gobierno de Ortega, de conformidad con la última encuesta de la consultora  M & R que se hizo pública esta semana, podría estar configurando el caso de una popularidad efímera.

La misma encuesta revela, como resulta obvio, que los problemas que más preocupan a los nicaragüenses son el desempleo y la pobreza. Y ocurre que, según esa encuesta, solamente un 15% de los encuestados dan una calificación positiva al trabajo que el gobierno de Ortega viene haciendo para disminuir la pobreza, y solamente un 13% califican bien el que realiza para combatir el desempleo. Incluso entre los propios simpatizantes del FSLN solamente uno de cada tres da una calificación positiva al gobierno en ese campo.

Sobre ese trasfondo estructural, la popularidad de Ortega podría, en adición a la buena calificación que recibe en materia de salud y educación, estar reflejando factores coyunturales como el fervor nacionalista que ha despertado el conflicto limítrofe con Costa Rica.

Pero sin duda también refleja, como en un juego de espejos, la pésima calificación que en la encuesta recibe la oposición, una parte de la cual con frecuencia luce subordinada a Ortega. Cabe entonces hacer una distinción entre la supuesta “oposición” -aquellos que fueron elegidos con votos antiorteguistas, pero que han migrado al orteguismo en la Asamblea Nacional-  y la verdadera oposición, gran parte de la cual se ha quedado sin suficiente representación en el órgano legislativo para detener los abusos de Ortega. Mientras estas aguas no se separen nítidamente, seguirá habiendo una imagen de fraccionalismo e incapacidad de la oposición, que inevitablemente repercute a favor de la imagen de Ortega.

Así, por ejemplo, mientras la militancia del PLC es sin duda genuinamente antiorteguista, no puede decirse lo mismo del Dr. Alemán.

Y en el espejo del Dr. Alemán, ¿cómo no va a verse bien Ortega?

Otro dato revelador de la mencionada encuesta es que aparentemente menos gente declara su disposición a emigrar.

Una lectura rápida de ese dato llevaría a la conclusión que menos personas están dispuestas a emigrar porque estarían teniendo en Nicaragua las oportunidades, que en otras circunstancias, irían a buscar en otra parte.

Puede que ése sea el caso de algunos. Pero una lectura más detenida podría estar indicando, por el vínculo que hay entre quienes ya emigraron y sus parientes y amigos que se han quedado en Nicaragua, que éstos últimos están desestimulados de emigrar porque saben que la crisis económica internacional ha golpeado a los emigrantes en los principales puntos de destino de los  nicaragüenses que ya se han ido. Este es el caso de Estados Unidos, España y también Costa Rica. En este último caso, agravado el tema por la xenofobia que se ha desatado por el conflicto limítrofe.

Es decir, sin oportunidades en Nicaragua, pero sin oportunidades en otras partes, ¿porqué emigrar?

La constitución de la Unidad Nicaragüense por la Esperanza (UNE), en torno a la candidatura de Fabio Gadea Mantilla, pero no solamente en torno a esa candidatura, porque lo es, también, en torno al proyecto de una Nicaragua diferente, la Nicaragua deseable y posible, próspera, con justicia social, y con libertad, es un cambio de calidad en la política nicaragüense que tiene grandes posibilidades de aglutinar la suficiente cantidad de votos que tornen inútil el intento de fraude orteguista en las elecciones del próximo año.

La constitución formal de esa gran alianza opositora tiene muchas implicancias. La primera, sin duda, es visualizar la verdadera oposición que comentábamos al inicio.

La segunda, de importancia mayúscula, es que en la Unidad Nicaragüense por la Esperanza (UNE) hay la opción, con la corriente del PLC con Visión de Nación que promueve el diputado Maximino Rodríguez, para que se integre a la misma la enorme cantidad de liberales constitucionalistas que no están de acuerdo con la candidatura de Arnoldo Alemán.

La Unión Nicaragüense por la Esperanza (UNE) tiene por delante tres grandes desafíos. Primero, fortalecer su cohesión interna; atajar a tiempo mezquindades y diferencias en aras de los intereses superiores de Nicaragua. Segundo, rápidamente, a partir de enero, empezar a demostrar que es una opción con posibilidades de aplastar electoralmente al orteguismo. La tercera, vinculada a la anterior, demostrar, con propuestas concretas, que la Nicaragua deseable, será posible.

Cuando tantos nicaragüenses han emigrado por razones económicas, y tantos más quisieran hacerlo por las mismas razones, es porque el mayor déficit de los nicaragüenses es un déficit de esperanza. Es decir, pensar que no tienen buen futuro en su país.

Eso es lo que da sentido a que la gran alianza opositora que se ha constituido adopte el nombre de Unión Nicaragüense por la Esperanza, mientras que a la vez su sigla, UNE, responde a la demanda de unidad de la oposición que he encontrado en todas partes, en mis recorridos por Nicaragua.

Únete a la esperanza, en UNE, podría pronto convertirse en la convocatoria a la victoria en noviembre del 2011.

Escuché una furibunda crítica, en un medio de comunicación Orteguista, a la decisión de Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP), de continuar demandando que haya observación electoral nacional e internacional en las elecciones de noviembre del 2011.

En esa posición del COSEP se combina su responsabilidad gremial con su responsabilidad cívica. Pedir elecciones libres y creíbles es una posición cívica, no partidaria. Los dirigentes del COSEP piden  que cada quien vote según su conciencia, pero que se respete su voto. Eso no es partidarismo, es civismo.

Pero cabría una reflexión adicional: si tan seguros están los Orteguistas que son mayoría, ¿porqué se niegan a la observación electoral que daría legitimidad a esa mayoría que reclaman ser?

*El autor es ex candidato presidencial. Este artículo fue originalmente concebido como un editorial radial, y posteriormente publicado en Confidencial de Nicaragua.
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