Un agradecimiento repleto de comida
Daniela Raffo
Se come a morir. Se mira fútbol y al otro día comienzan las rebajas de Navidad y se puede hacer shopping a precios perfectos. Sin lugar a dudas es un día para agradecer, aunque claramente, no se agradecen estas nimiedades. Es Thanksgiving. Y es el cuarto jueves de noviembre.
Se celebra en Estados Unidos y Canadá y la traducción es “dar gracias” y aunque no es una fiesta religiosa, la gente agradece, y Dios está incluido en los agradecimientos.
Hay algo genial en Thanksgiving y es que la gente se moviliza para estar con la familia. Nadie puede estar solo. Y una vez que se reúnen hay que comer, pero comer lo que se dice comer. Y todos los años se come lo mismo.
Hay pavo, puré de camote con marshmallows y azúcar, vegetales, salsa de arándano y el famoso pastel de calabaza con esa formita como si tuviera un gorro anaranjado perfectamente anudado a la cabeza.
Esta tradición puramente estadounidense es casi una cuestión de estado. Se celebra desde el año 1621 y varios presidentes han metido mano a la fecha. Hace siglos fue la primera cena entre peregrinos e indígenas. Agradecieron la cosecha y comieron como lo muestran absolutamente todos los dibujos y pinturas de Acción de Gracias. Unos con sus gorros, otros con sus plumas.
Luego el presidente George Washington apartó el 19 de febrero como Día de Acción de Gracias. Lo hizo en 1795. En 1863 Abraham Lincoln convirtió esta tradición en una festividad. Y finalmente Roosevelt dijo que se iba a celebrar el cuarto jueves de noviembre y ya fue una fecha inamovible. Y exportable. Y se exportó con menú y todo. Si se celebra, se come pavo.
En El Salvador no es que se celebre, pero, por ejemplo, la empresa Pavito Criollo vende el doble de pavos el cuarto jueves de noviembre respecto de cualquier otro jueves del año. Y muchas mujeres, con o sin ascendencia anglosajona, se pasan horas en la cocina porque el pavo es un ave complicada de hornear. En teoría debe permanecer encerrado en el calor en una proporción de 15 minutos por cada libra de carne, pero como esos números no son tan fidedignos, la atención que se le presta al horno es exhaustiva.
Lo importante es que no se pase, porque si se pasa, queda seco y si queda seco no queda rico, aunque como es Thanksgiving, si no queda rico no importa demasiado.