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Policía de Río asalta complejo de favelas y canta victoria

La incursión se dio tras una semana de violencia entre bandas delincuenciales y la policía y, según reportes iniciales, no hubo muertos. Sin embargo, en los choques armados de los días previos sí hubo 35 fallecidos, la mayoría narcotraficantes, según las autoridades.

Domingo, 28 de noviembre de 2010
AP
Río de Janeiro, Brasil, noviembre 28. La Policía de Río de Janeiro, con el apoyo de helicópteros y vehículos blindados, invadió este domingo un complejo de favelas que durante mucho tiempo sirvió de refugio a los narcotraficantes, y dijo que tomó rápidamente el control del lugar, una victoria clave para ayudar a mantener segura la ciudad para los Juegos Olímpicos de 2016.

Policías de las unidades de élite, vestidos de negro, ingresaron al Complexo do Alemao en medio de fuertes tiroteos. Las imágenes de televisión mostraban a helicópteros que volaban bajo para brindarles apoyo, pero los agentes encontraron menos resistencia de la esperada, aun cuando muchos pandilleros seguían dentro.

'Ganamos', dijo el jefe de la Policía Militar del estado de Río de Janeiro, Mario Sergio Duarte. 'Le trajimos la libertad a los residentes de Alemao'.

El gobernador de Río de Janeiro Sergio Cabral dijo a la cadena Globo TV que la campaña para expulsar a los delincuentes de las favelas no se detendrá. 'Continuaremos conquistando más territorios y daremos paz a nuestros ciudadanos y a los visitantes extranjeros que vengan'.

La incursión se dio tras una semana de violencia generalizada en que al menos 35 personas murieron, la mayoría presuntos narcotraficantes y más de 100 automóviles y autobuses fueron incendiados.

La operación del domingo acaparó la atención del país. Varias cadenas la transmitieron en vivo y se celebró una misa por la paz al pie del Cristo del Corcovado. Al menos dos personas resultaron heridas en la razia.

'Cuando entramos fue un momento crítico, pero ahora tenemos el control del territorio, todo está en calma', dijo el inspector policial Rodrigo Oliveira. 'No hay duda de que los habitantes de Río tienen razones para celebrar hoy. El complejo era visto como una fortaleza para los narcotraficantes y en menos de dos horas tomamos el control'.

La Policía informó que había confiscado una gran cantidad de armas, munición y drogas en el conjunto que incluye una decena de favelas que son hogar de unas 85.000 personas.

Algunos hombres armados comenzaron a rendirse y cerca de 10 fueron arrestados en el operativo del domingo, pero la Policía continuaba revisando la zona para tratar de hallar a los que trataban de huir. Las autoridades habían dicho que hasta 600 pandilleros estaban en el complejo.

'Tenemos que tener cuidado porque pueden tratar de colocar trampas a nuestros hombres', dijo Duarte. 'No dejaremos un solo sitio sin revisar'.

Muchos pobladores estaban emocionados por la acción policial.

'Esto es justo lo que necesitábamos', dijo Ana Costa, de 48 años, quien viven en la favela. 'Esta comunidad ha sido tan violenta por tanto tiempo que nunca creí que vería llegar este día', añadió.

Amenazas de represalias

El jefe de la pandilla no deja de mover en todas direcciones el cañón de su fusil de asalto Sig Sauer de 5,56 milímetros, mientras habla durante una entrevista.

Sí, dice enfáticamente Jogador. Las bandas de narcotraficantes de Río de Janeiro se sienten amenazadas por la mayor operación policial contra esos grupos delictivos en la historia de la ciudad, un esfuerzo hercúleo para mejorar la seguridad antes de los Juegos Olímpicos de 2016.

La banda que encabeza, armada hasta los dientes, ha perdido territorios que controlaba desde hacía tiempo en las barriadas, lo que ha derivado en menores ventas de cocaína y marihuana.

Lo que dice a continuación el delincuente de 25 años, con una risa grave y meneando la cabeza, es lo que genera los peores temores en esta ciudad costera: Asegura que las pandillas de Río se preparan para volver a los días más violentos de la urbe.

'Tomen a cualquier animal y póngalo contra la pared', explica, con la mirada vivaz y la punta de su arma de fabricación suiza señalando hacia un acantilado, cuyo muro tiene numerosas perforaciones de bala. '¿Cuál es la última opción? Atacar'.

Una radio que lleva sujeta a los pantalones deportivos comienza a sonar. La Policía ha capturado a un vigilante de la pandilla en los límites de la barriada en el poniente de Río. Jóvenes con fusiles y pistolas semiautomáticas se movilizan a toda prisa, previendo otra irrupción policial.

Jogador baja el volumen a la radio. Es difícil definir dónde comienza su valentía y dónde su cautela, pero muestra de sobra ambas actitudes.

'Río de Janeiro va a temblar', advirtió Jogador, quien accedió a la entrevista con la condición de que se le identificara con un alias desconocido para la Policía.

La ciudad pasa por días violentos y caóticos. Así lo había advertido Jogador, quien habló con The Associated Press dos semanas antes de los enfrentamientos recientes.

Sujetos armados han instalado retenes en áreas cruciales: una autopista que lleva al aeropuerto internacional, una avenida que pasa frente a las oficinas generales del gobierno, calles tranquilas en vecindarios adinerados.

Han abierto fuego de fusiles y han lanzado granadas. Más de 100 automóviles y autobuses atrapados en los bloqueos han sido incendiados, normalmente después de que sus ocupantes huyeron.

La Policía respondió invadiendo más de 20 barriadas. Libró tiroteos, en los que se registraron 35 muertos —en su mayoría presuntos pandilleros— y detuvo a más de 200 personas.

Las autoridades controlan ahora una de las favelas más fortificadas, donde los traficantes impusieron su ley impunemente. Se han enfrentado con los pandilleros mientras se preparan para invadir otra barriada, en un acto que, muchos temen, genere una batalla incluso más sangrienta.

Las escenas de guerra urbana en Río durante los noticiarios nocturnos trajeron recuerdos de 2002, cuando los pandilleros que protestaban por las condiciones de encarcelamiento de algunos cómplices prácticamente paralizaron la ciudad de seis millones de habitantes.

En aquella ocasión, los delincuentes incendiaron autobuses, abrieron fuego y lanzaron granadas contra edificios del gobierno y enviaron integrantes a varios comercios, para ordenar su cierre. Esa última acción continuó durante meses.

Ahora, las tres pandillas principales se preparan para otra contienda y, de acuerdo con Jogador, están listas para poner fin a su sangrienta rivalidad y unir fuerzas contra la Policía. El principal funcionario de seguridad y el gobernador de Río reconocen que la batalla se intensifica y que las bandas parecen estar uniéndose.

'Son actos clásicos de terrorismo, un intento por crear y difundir una percepción de inseguridad en la ciudad', dijo Paulo Storani, consultor de seguridad, quien pasó casi 30 años en la Policía y fue capitán en una unidad de elite de Río, especializada en desalojar barriadas. 'Los robos masivos, la quema de vehículos, esto es solo el comienzo de la respuesta por parte de las pandillas'.

El motivo, según los analistas en seguridad, es económico. Durante dos años, la Policía ha invadido las barriadas e instalado 13 puestos permanentes. No es mucho en un mar de más de mil barriadas, pero sí resulta suficiente como argumento.

Las bandas pierden barriadas y los ingresos que estas generan. El temor es que los grupos delictivos decidan que les conviene más enfrentar a los policías que ceder territorio. Esa decisión está aparentemente a la vuelta de la esquina.

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