El Ágora /

'Hice una película más como ‘hobby’, y eso no me hace cineasta'

No quería hacer cine. Él quería hacer un homenaje a una selección de fútbol a la que vio jugar cuando apenas tenía cinco años y tratar de encontrar respuestas a lo que había detrás de la mayor goleada en una Copa del Mundo. Después de tres años y medio salió “Uno”. Hijo de uno de los más controversiales dirigentes del fútbol salvadoreño en los últimos años, Gerardo Muyshondt tiene los pies en la tierra, sabe sus limitaciones y en esta franca conversación de dos horas deja traslucir el secreto tras el éxito de su documental: su desenfrenada pasión por el fútbol y por El Salvador.

Viernes, 22 de octubre de 2010
Edith Portillo, Mauro Arias, Rodrigo Baires Quezada. Fotos: Mauro Arias.

Gerardo Muyshondt. Foto: Mauro Arias
Gerardo Muyshondt. Foto: Mauro Arias

Ya nos habían dicho que Gerardo Muyshondt habla hasta por los codos y, sobre todo, cuando lo hace de fútbol, un deporte al que le debe el haber nacido y alrededor del cual ha vivido siempre. Si se tratara de definir quién es él, saldría una combinación de un publicista, antimexicano –como buen seguidor de la Azul-, experto en márketing, nacionalista, crítico de la dirigencia –aunque su padre fue uno de los dirigentes del fútbol nacional más polémicos en los últimos 30 años-, optimista, seguidor de Águila y Barcelona. Se puede decir que lanza con naturalidad una palabrota cada 10 minutos o menos y que se describe como un “patriota”.

¿Cineasta? No, eso no. Es lo primero que dice al hablar de su documental, “Uno”, una suerte de reportaje extenso sobre la selección salvadoreña que jugó en España 1982. “No quería hacer una película, quería hacer un homenaje”, dice Muyshondt. Y “Uno” terminó siendo eso: la combinación de lo que ve el fanático exacerbado que vive dentro de él con el loco optimista y soñador, ese que se gasta sus ahorros de toda la vida y que busca una moraleja detrás de la peor derrota que un país ha tenido en una copa del mundo. El resultado final, dice él, es un reconocimiento a esa selección que se comió 10 goles en su debut en España, pero también aquella que marcó el primer gol centroamericano en un Mundial, la que unió a todo un país cuando era azotado por una guerra, y una muestra de que todavía hay mucha historia por contar en El Salvador. “Mucho ojo con eso, yo estaba seguro de que algo teníamos que aprender de esa derrota”, dice.

Vos ha sido una persona que vivido y crecido con el fútbol.
Alrededor del fútbol.

¿Tu papá es Neto Muyshondt? ¿El Neto Muyshondt de Alianza y del famosa “Águila negra”?
Sí... ya te imaginas, un personaje que fue un poco polémico por naturaleza.

Ja, ja, ja.
Ja, ja, ja... Sí, hizo un montón  de cosas... Por lo que la mayoría de gente se acuerda de él, son cosas que, ahorita, al verlas en retrospectiva, son bien divertidas. Pasó de ser dirigente del Alianza a ser dirigente del Águila.

¡Lo odiaron mucho!
¡No los culpo! El fútbol es una cosa súperparticular, una cosa que se te mete en la sangre y de repente tenés un dirigente de tu equipo que se pasa al archirrival...

... ¡Es que es una rivalidad que viene desde 1959! El Águila le ganó al Atlético Constancia la final del ascenso...
... Sí, 2-0. Ascendió Águila y el Atlético Constancia, que después se convertiría en Alianza, compró la categoría. Los dos suben el mismo año y por eso es que hay esa gran rivalidad.

¿Y por qué se cambió?
Mi papá se hizo aguilucho por mi mamá.

¿Tu mamá es migueleña?

¡Mi mamá era la hija de uno de los dirigentes principales del Águila, Federico García Prieto! Imaginate lo que fue eso: una historia de Romeo y Julieta. ¿Cómo es que te podés pasar del Alianza al Águila? Solo por una cosa, por una mujer. Cuando viene mi papá y empieza a andar cortejando a mi mamá fue un noviazgo a escondidas. Imaginate a los hermanos de mamá, que también eran dirigentes de Águila... Era, “¡púchica, el aliancista está queriendo con mi hermana chiquita!” Entonces, era inaceptable. Pasaron seis años a escondidas y finalmente mi abuelo, cuando vio que no se podía, dijo: “Tráiganme a ese hijuepulla, lo quiero conocer”. Llega mi papá, cuenta él, y le dijo: “¿Vos querés salir con mi hija? ¡Tenés que ser aguilucho!” Fue una condición medio en serio y medio, no. Después, mi papá apareció como dirigente de Águila. Mi mamá cuenta la historia de que mi padre llegaba al estadio y los aguiluchos: “¡Muyshondt hijueputa!”; y los aliancistas: '¡Muyshondt hijueputa!'

Ja, ja, ja.
Así pasaron muchos años y eventualmente llegó a presidir al Águila, que fue en nuestra época. Por eso es que mis hermanos y yo somos aguiluchos a muerte. Mi papá, estoy seguro, todavía tiene algo de aliancista por ahí.

Mirá que nos lee gente de la Ultra y no van a creer eso...
... No, y no los culpo. Es entendible.

Es que es el Neto Muyshondt que se dio de golpes con Ortiz Cardoza, el árbitro, por un resultado adverso de Águila en una final.
Sí, yo estaba enfrente. Mi hermano menor y yo lo vimos, después de una final Alianza–Águila en 1986. Águila perdió en penales después de un empate 0-0. El equipo estaba en el camerino de visitantes (al lado del de los árbitros), y mi papá llegó a reclamarle al árbitro principal, que no era Ortiz Cardoza. Pero él, que era el línea, se paró frente al árbitro y cometió el error de levantar la bandera, como diciéndole a mi papá: “¡Hey, perate!” Al ver que le levantaron la bandera, le pegó un puñetazo y le partió la nariz, pues. Lo suspendieron del fútbol y todo. Lo más divertido fue cuando llegó a la casa. Mi mamá se había enojado por el resultado y había apagado la radio no más acabó el partido. Mi papá entró y se encerró en el baño. Mi hermano menor llegó a contarle a mi mamá, que le había pegado a Ortiz Cardoza, y mi mamá: “¿De qué me están hablando?” Ya le contó, y mi mamá empieza a darle a la puerta del baño y a decirle que saliera. Y mi papá no salía, le tenía miedo.

Ja, ja, ja.
Sí, pero lo suspendieron del fútbol, eventualmente regresó y estuvo como unos 10 años más con Águila.

¡Y vos te quedaste aguilucho por siempre!
¡Siempre, siempre! No te voy a decir que soy antialiancista, no puedo serlo por alguna razón. No puedo ser antialiancista como soy antiFas...

¡Uuuuuy, vamos mal aquí! (dice Edith, santaneca y seguidora confesa del FAS)
... Ja, ja, ja... A Alianza le tengo cierto cariño, pero jamás me voy a alegrar porque gane un partido. Soy Águila hasta la muerte. Después de la selección de El Salvador, va Águila.

¿Nunca te ilusionó la idea de ser futbolista?
Claro, por supuesto, pero no me dejaron mis papás.

¿Cómo?
No es que me hayan dicho “no”, pero me pusieron tantas condiciones que no se podía. Ya tenía ofertas de irme a jugar a liga de Ascenso. No era tan malo... bueno... ahorita, si lo veo, en verdad era malo...

Ja, ja, ja...
Pero sí podría haber llegado a jugar a un nivel profesional...

¡Profesional de acá!
Sí, por eso te digo, ja, ja, ja. Pero mis papás me pusieron como condición que sacara calificaciones altas... Tenía 16 años y estudiaba en la Escuela Panamericana, después de haber pasado por la Escuela Americana y las condiciones eran insostenibles, considerando lo indisciplinado que era para los estudios. Después, mi trauma era ser comentarista deportivo. De haber sabido que se podía hacer una verdadera profesión de eso, eso me hubiera gustado hacer.

¡Al estilo Tony Saca!
No, no, profesional...

¿Cómo don Saade Torres?
Digamos que aquí hace falta que se profesionalice un poco más el ser comentarista deportivo. En Sudamérica, donde hice mi educación universitaria, en Chile, me di cuenta de que existía cómo profesionalizarse y más de alguna vez consideré quedarme unos añitos más estudiando eso. ¡Imaginate que te paguen por hacer algo que de todos modos hacés! Cada vez que estás viendo un deporte con un amigo comentás algo, ¿si te pagan por hacerlo? ¡Es genial!

Pero cansa el periodismo deportivo. Uno se puede cansar, aburrir de hacer periodismo deportivo.

Ojo, no periodista. Me hubiera encantado ser comentarista deportivo. Me encanta esa onda de estar en vivo, meter el comentario espontáneo en el momento. Creo que se pierde cierta naturalidad cuando llegas, te sentás y escribís lo que estás pensando. Pensás más en sonar políticamente correcto. En cambio, a mí me encanta Eugenio Calderón y todas las metidas de pata que hace...

Ja, ja, ja. Vos hubieras dicho: “¡Pinche árbitro mexicano!”
Creo que hubiera sido un poquito más enfático, incluso.

Ja, ja, ja... ¿'¡Árbitro hijuep...!', más al estilo del Vietnam?
Sí, más como la barra. Es que no se puede quitar lo fanático.

¿Ustedes, cuántos hermanos son?
Tres varones.
 
¿Y ninguno de tus hermanos salió futbolista?
Mi hermano mayor era basquetbolista y el menor hacía de todo, jugaba de todo, era bueno para todo, fue seleccionado de béisbol, de natación, donde fue campeón centroamericano. Pero el fútbol era lo menos fuerte de él y aún así era medianamente bueno. Pero al que más le gustaba el fútbol era a mí. Yo era el que me iba todos los fines de semana a San Miguel con mi papá a ver a Águila y mis hermanos a veces se nos pegaban, pero no eran tan consistentes. Me iba con los amigos de mis hermanos, que se nos pegaban.

Pues sí, si llegabas con el presidente del equipo no te cobraban la entrada, chis.
¡Además! Tampoco pagabas transporte. No, pero él nos ponían a trabajar y nos ponían: “Vos andate a tal taquilla y vos a tal taquilla”. Que estuviéramos ahí viendo que no pasara nada... vos sabés, ¿vaaaaa...?
 
Entonces, de ese fanatismo y de tu historia es de donde sale tu documental.
Y también añadile dos cosas más: curiosidad y patriotismo. Quizás un poco más de lo segundo que de lo primero. Tenía cinco años cuando fue el partido de 1982 y quería saber cómo a una selección –donde estaban “el Mágico”, “el Pájaro”, “la Chelona” y todos esos- le habían metido 10 goles. Me parecía inconcebible. Sabía que algo raro había pasado ahí. Quería investigarlo y, además, era una buena excusa para sentarme a platicar con todos ellos.

Pero sí ya conocías a algunos de ellos, porque cuatro o cinco de esa selección jugaron con Águila cuando tu padre era dirigente del equipo.
¿Quiénes eran? “El Pelé” Zapata...

... Macora Castillo...
... Paco Jovel, Ventura, que estuvo en Santiagueño y después fue jugador de Águila... Mora fue eventualmente jugador de Águila. “El Primi” Maradiaga, que también sale en el documental, a pesar de ser hondureño, también fue jugador de Águila... fueron varios. Y a todos los conocía y eso fue una de las cosas que te abren muchas puertas para poder hacer un proyecto como este.

¿Y esto lo empezaste únicamente como una curiosidad por la historia de esa selección o por hacer cine, por hacer algo que pudieras exhibir en una sala?
No, yo te soy sumamente honesto: yo no soy cineasta. Yo he jugado fútbol, pero eso no me hace futbolista. ¿Me entendés? He hecho una película, pero eso no significa que yo sea cineasta. Yo creo que el cineasta es alguien que de verdad sabe de cine. Yo me fui más por el sentido común y por las ganas de querer hacer algo que por la pasión por el cine. Hice esto más por pasión por el fútbol, por la selección y por El Salvador que por pasión al cine. O sea, a mí me encanta el cine, voy a ver las películas y todo, como cualquier persona que le gusta, pero de eso a querer hacer una película, no, no... Me gusta disfrutar del cine, no hacer cine. El tema otro era el patriotismo. Sentía que esta es una de las más grandes humillaciones que nosotros habíamos sentido como país. Pero sabía que, como cualquier historia mala, alguna moraleja tiene que poder dejarte. Imaginate, si nos metieron 10-1 y nadie dice nada, y solo lo enterrás debajo de la alfombra no se vuelve más que una humillación. Pero si venís y denunciás ciertas cosas, si evidenciás ciertas otras, por último ese 10-1 se vuelve una lección de aprendizaje, pues. Y es un poquito lo que nosotros tratamos de hacer con el documental. Uno, que se aprendiera, que supiéramos por qué habíamos perdido 10-1 y limpiar un poquito el nombre de algunos jugadores, particularmente el de Ricardo Guevara Mora.

Yo recuerdo pláticas con Guevara Mora en las que me contaba cómo llegaba al estadio Cuscatlán a ver un partido y los locutores de radio decían en qué zona de la grada estaba para que llegaran a putearlo los aficionados.
No, si es triste. Me acuerdo de haberme encontrado a Mora una vez en un circo, hace años, cuando los circos los ponían donde ahora es el Office Depot, en el bulevar de los Héroes. Él llegó a saludar a mi papá. Yo tenía como ocho años, tres o cuatro años después del Mundial, y la gente insultándolo ahí, enfrente de su señora y de sus hijos. Lo trataron de matar... no sé si vieron el documental...

... 22 tiros...
... 22 balazos le dieron al carro de Guevara Mora, con él adentro; los vecinos le fueron a apedrear la casa cuando él regresó de España. Acordate que estábamos en guerra, no es como que nadie andaba armado, y le aconsejaron que se quedara una semanita más en Europa. Cuando se regresó, la misma gente en el avión y la gente de migración lo trataron mal. Le rompieron las maletas. Y de ahí en adelante esa fue la historia de su vida, y estás hablando del mejor portero que ha parido El Salvador o incluso Centroamérica.

El “Brody” Campos, el portero de la selección mexicana, decía que...
... Sí, sé quién es. Lo odio, a él y a todos los que han vestido esa camisa verde... bueno, en el caso de él, camisa rosada.

Ja, ja, ja. En fin, él me decía que al portero siempre le echan la culpa de todo, pero que nadie ve a la línea de volantes de contención, nadie ve a la defensa...
... Es que uno lo que siempre busca ante una tragedia es una explicación, un culpable, un chivo expiatorio. Y en este caso, ¿quién fue? El más indefenso de todos ellos, un chico de 19 años que recién iba empezando una carrera. Y lo mataron, pues, ¡lo mataron emocionalmente!

Claudio Martínez, de El Diario de Hoy...
... El argentino, el de “Los provocadores”...

... Sí, él me contaba que cuando veían las tarjetas del álbum de España 82 en Argentina vio la foto de Guevara Mora. Era un bicho lleno de acné, de barros y espinillas, y que nadie creía que ese iba a ser el portero de una selección mundialista.
Había jugadores como “Cacho” Meléndez, “el Halcón” Munguía y Guayo Hernández... Fue una generación de futbolistas verdaderamente notables. Para que Guevara Mora haya sido el arquero titular era porque algo bueno tendría que haber tenido. En la investigación para la película nos encontramos con los cinco partidos que El Salvador jugó en la Hexagonal de 1981, que se jugó en Honduras. Y en los partidos ves las cosas que hacía Guevara Mora y vos decís: “¡Puta, si esa selección era Guevara Mora!” Era él, “El Mágico” González y nueve más. Conseguí ese material después de hacerle la entrevista a él. De haberlo tenido antes, hubiera hecho más énfasis sobre Guevara Mora. Sobre él se puede hacer una película entera. Lo curioso fue cuando le preguntamos a “Pipo” Rodríguez, porque nosotros queríamos hacerle una sección en el documental al “Mágico”, que es el ídolo de la gente, que tiene el cariño de todo el mundo. Y le preguntamos a “Pipo” cuál era el jugador más valioso de esa selección. Para nosotros la respuesta era obvia: ¡Jorge González! Y él dijo: “No, es sumamente sencillo. Nosotros no hubiéramos ido al Mundial si no hubiera sido por Luis Ricardo Guevara Mora”.

Ja, ja, ja. ¡Y ahí cambiaste el guion!
¡Exactamente! Y metimos una parte dedicada a Guevara Mora, porque le preguntabas al “Mandingo”, a “la Chelona”, a Pancho Osorto y te decían lo mismo. Si como dice el “Mandingo” en la película, en un 75% el artífice de que fuéramos al Mundial fue Guevara Mora. Entonces ahí más curiosidad me entró a mí para conseguir esos vídeos.

¿Dónde los conseguiste?
En Honduras.

¿Pero dónde?
Fijate que la única condición que me pusieron fue: “Nunca digás que te los di”... Pero sí fue con soborno y todo, ja, ja, ja.

Ja, ja, ja. ¿En serio? Porque son partidos que nunca se han visto en el país.
Correcto.

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