El Ágora /

'Medio bolo me comprometí a venir a trabajar a El Diario de Hoy'

Se arrepintió un poco, dice. Pero de eso ya hace 16 años, cuando no imaginaba que a la vuelta de un tiempo iba a 'estrenar los delitos de prensa en este país'. Nacido en Costa Rica, llegó a El Salvador para dirigir El Diario de Hoy, donde hizo escuela potenciando la investigación y la crónica. Demandado judicialmente por lo que ha publicado, ahora reportea y redacta para Diario El Mundo, y rechaza con vehemencia y a gritos cualquier sugerencia de que el Lafitte Fernández que revolucionó el periodismo salvadoreño terminó coqueteando con el poder político salvadoreño. Eso sí, la inocencia no tiene mucho que ver con el periodismo ni con los periodistas: 'No hay, ni aquí ni en Centroamérica medios que orinan agua bendita ni periodistas que orinan agua bendita”.

Martes, 12 de octubre de 2010
Sergio Arauz y Daniel Valencia / Fotos: Bernat Camps

Lafitte Fernández:
Lafitte Fernández:

¿Cuál es su origen, Lafitte?
Soy de Turrialba, ciudad a 65 kilómetros de San José, más hacia al Atlántico, soy nieto... mi familia es una mezcla rarísima, en mi familia hay chinos, franceses, alemanes, obviamente sangre española, sangre cubana. Mis abuelos eran cubanos. Pero no de los post Fidel, se vinieron allá por los 20s a conquistar tierras del Atlántico, a colonizar Costa Rica.

¿A qué se dedica su familia?
Todos estamos fuera, los hermanos. Mis hermanas se fueron a estudiar a Estados Unidos, a sacar maestrías, se casaron con estadounidenses. Mi hermano es periodista, trabajamos juntos mucho años, formidable periodista, es director del Panamá América, en Panamá, Guillermo. Mi abuelo era periodista, escritor. Ahí viene un poco la vena. Muy peleador, combatiente.

¿ Y desde siempre quiso ser periodista?
Yo quería ser ingeniero químico, me gustaba, yo tenía una gran talento para la matemática, física, la química. Fui buen estudiante. Cuando llegué a los bachilleratos, escribía, había ganado un concurso de cuento de la OEA a los 9 años. Mi hermano es mayor que yo cuatro años. Al final me incliné por el periodismo.

¿Cómo vino a El Salvador?
Costa Rica estaba en elecciones y yo había publicado en 1984 una investigación en el periódico La Nación. Denuncié, jugándomela mucho, que José Figueres, Pepe Figueres, supuesto padre de la democracia tica, y su hijo José María, habían cometido una estafa horrible de más de 10 millones de dólares con acciones o títulos de inversión de una mina fantasma, que no existía. El dinero se lo habían robado, estafado, a iglesias protestantes pequeñas de Estados Unidos: los traían a la finca de don Pepe Figueres, los llevaban a la supuesta mina, les ponían pepitas de oro y ahí soltaban el dinero. Eso en el 84. En enero del 94, o en febrero, José María es candidato presidencial. Hay mucho debate, se recuerda la estafa, él gana por muy poca diferencia a Miguel Ángel Rodríguez y además me habían pedido que investigara un supuesto crimen cometido por José María, la vida de José María. Mi nombre estaba muy en el agua ya y en el fondo José María me odiaba. Gana él, gente incluso de su propio partido me decía “Laffite, andate un tiempo del país, porque a pesar de ser Costa Rica te van a tratar de joder, te van a meter cocaína en el carro”, gente valiosa, abogados, dirigentes y además yo tomé una decisión muy personal. Dije: José María Figueres no me gobierna ni un día y yo comencé a dar seminarios de la Universidad de Florida, tenía un compromiso para irme a México, ya yo había hecho mis arreglos para irme a México, al Universal, por cierto, y en eso me mandó la Universidad de Florida a dar un curso de periodismo de investigación a El Diario de Hoy y conocí a los dueños, me pidieron que me quedara...

¿En qué año fue todo esto?
En el 94 creo que fue. Yo tal vez groseramente rompí el compromiso con México y firmé el compromiso de venirme acá y aquí estoy. Aquí me quedé. Pero fundamentalmente obedeció a una decisión de salirme de Costa Rica, porque ganó José María Figueres. A mí me parecía increíble que un sinvergüenza de esa naturaleza gobernara mi país.

¿Pero hubo amenaza directa o no, o solo la amenaza intangible?
Hubo un balazo en mi carro en la que casi matan a una hija. Yo me volví muy incómodo para los socialdemócratas a pesar de que yo siempre he sido socialdemócrata. Me volví incómodo para ese tipo de poder.

De Costa Rica a El Salvador de la postguerra, de un país que se conoce como la Suiza de Centroamérica...
No, pero Costa Rica tiene sus pecados, no creás. Es difícil.

¿Qué tipo de periodismo hacía en Costa Rica?
Yo era el jefe de investigaciones de La Nación. Bueno, de todos. Yo denuncié que un ex presidente estaba vinculado con el principal capo de narco de Bolivia... de todo. Yo creo que soy tal vez un poquito con ínfulas, uno de los primeros que metió el periodismo de investigación en Costa Rica en los años 80s, pero ese tipo de pactos cuestan, porque te volvés incómodo para el poder, no les gusta, estás contra el estatus... sobre todo en términos de drogas, narcotráfico, estafas, todo eso.

¿Cuál era su escuela en Centroamérica?
Ninguna, me gustaba eso, me gustaba la denuncia, fui aprendiendo el método. Era mucho más difícil que acá, porque allá el sistema probatorio es muy fuerte. La legislación de prensa es muy bien aplicada, entonces cuando tú publicabas tenías que publicar casi un balazo a la frente, con mucha riqueza de por qué. Los Figueres me demandaron por un millón de dólares. Ni trabajando toda la vida los hubiera juntado. Pero me absolvieron, pero probé que había publicado la verdad y eso me volvía más incómoda mi relación con José María, 10 años después. La historia me dio la razón. Vea a José María recibiendo un millón de dólares de una compañía telefónica, no volvió a Costa Rica , y dice que es una asesoría, exactamente igual por lo que están juzgando a Miguel Ángel Rodríguez. O sea que yo no tengo la menor duda de que José María es una vergüenza para los ticos.

¿Qué le atrajo tanto como para quedarse en El Dario de Hoy y no irse al Universal de México?
Te voy a contar la verdad, es anecdótico: yo tenía una muy buena oportunidad en México y aquí, cuando cerramos el seminario, me invitaron a una cena y me tragué como dos botellas de vino y yo no soy muy buen bebedor y ahí me hicieron la propuesta de venir acá a trabajar en El Diario y medio bolo -no bolo- di mi promesa y promesa es promesa. Después me arrepentí un poco, pero bueno.

¿Pero no firmó ningún papel?
No. Hice algo que para nosotros es sagrado. No sé aquí. Los campesinos en Costa Rica antes para contratar se arrancaban un pelo del bigote y cuando me dijeron y yo dije que sí me venía para acá, le hice ese gesto a Fabricio: mire, yo no uso bigote, pero tengo un pelo... y eso en Costa Rica es sagrado y entonces me vine.

¿Qué le pidió Fabricio Altamirano?
Modernizar El Diario, fundamentalmente. Era un diario bastante bajito de calidad, que dependía mucho de los clasificados, entonces modernizar contenido y la redacción, eso fue lo que me pidieron.

Usted ya había estado en El Salvador.
Muchas veces. Yo cubrí toda la guerra de El Salvador para La Nación y toda la de Nicaragua.

¿Vio diferencia en el periodismo salvadoreño de guerra y lo que llegó a encontrar en El Diario de Hoy?
Muy artesanal el periodismo de esa época y muy corrupto. O sea, yo me encontré periodistas emplanillados en el ejército, en el Ministerio de Defensa... La Prensa Gráfica había comenzado una proceso de modernización antes, sí llevaba un poquito de distancia en términos de calidad periodística.

¿En El Diario de Hoy encontró buenos periodistas?
Encontré un talento endemoniado, en los jóvenes, no en los que estaban de antes. El Diario aglutinó una gran generación, muy buena, contemporáneos de Carlos Dada, Héctor Silva, Eric Lemus, Claudia Rivera, Gabriel Trillos, este muchacho que era un cronista brutal...

¿Cristian Villalta?
Estaban Cristian, para mí uno de los mejor formados y más cultos, siempre me costó entender por qué estaba en deportes, lo terminé respetando, lo respeto mucho. Estaba Francisco Ayala, impresionante como cronista, pero tenía un problema de método terrible. Creo que escribe en un periódico de Estados Unidos.

También llegaron extranjeros...
Españoles jóvenes, Juan Bosco, José Luis Sanz, un tipo valiosísmo, Alberto Fernández, se hizo una mezcla que era... lo interesante era guiarlos, tenían talento, el talento de esa generación es brutal. El cobro que yo le hago a esa generación es que se hicieron jefes muy rápido y se olvidaron de su obra, ya no escriben. Eso es como un pintor... solo porque soy editor... eso no puede ser. Yo soy muy ortegueano en eso: las generaciones son fundamentales, a mí me tocó el momento histórico de encontrarme una gran generación, ayudarla, empujarla, pulirla.

¿Los juntó o se juntaron solos?
Muchos de esos se conocían, estudiaban juntos, entre ellos se fueron recomendando, juntando. Ahora la mayoría de ellos están sin obra, eso es una locura, es un perjuicio total para el periodismo salvadoreño. Había unos... entre ellos mismos mejores que otros, otros con más talento para algunas cosas. Pero sin duda una sensacional generación. De esa generación solo me faltó juntar a dos: a Héctor Silva y a Carlos Dada. Y Carlos Dada quería ir para El Diario, pero la verdad es que me lo vetaron. Esa es la verdad.

Je, je, je. ¿Se lo vetaron?
Sí, no quisieron que lo contratara.

¿Por qué?
Piense usted cualquier cosa, pero no, no quisieron. No me dieron autorización. Que porque era hijo de Héctor Dada, que no sé cuánto... esos tipos de fantasma que ve la gente.

Se jacta de haber logrado juntar a casi todos los mejores periodistas de este país hace más de una década.
Se jacta de haber logrado juntar a casi todos los mejores periodistas de este país hace más de una década.

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