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La voz de las wilas

Las autoridades han interceptado varios mensajes que los pandilleros presos envían a sus clicas. Los mensajes van desde llamados a la unidad y respeto a la cadena de mando, hasta autorizaciones para matar, pasando por instrucciones precisas para lavar dinero.

Domingo, 3 de octubre de 2010
Carlos Martínez Fotos: Edu Ponces
Una mujer accede al centro penal de Chalatenango para visitar a un familiar. Los accesos a los centros están controlados por las Fuerza Armada en un intento de cortar la entrada de ilícitos como drogas y teléfonos celulares y la salida de
Una mujer accede al centro penal de Chalatenango para visitar a un familiar. Los accesos a los centros están controlados por las Fuerza Armada en un intento de cortar la entrada de ilícitos como drogas y teléfonos celulares y la salida de 'güilas' con órdenes para cometer delitos. Foto Edu Ponces  

Quien escribió este papelito autoriza a sus compañeros de pandilla a quitarles la vida a dos chicas. Sin embargo, se permite un último filtro al consultar la opinión del que lleva la palabra en la calle: “qué decís vos”.

La sentencia de muerte iba escrita en un papel de cuaderno con letra infantil y una ortografía infame. El redactor se limitó a traducirse a sí mismo y puso en el papel las mismas palabras que hubiera usado si su interlocutor estuviera frente a él. “La onda es que hablamos con alguien y nos indicó que en la colonia están pasando cosas que hay que ponerles final. Las dos (identifica a dos muchachas) han hecho marca y de ser cierto les costaría la vida (...) aquel dice que no se ha disparado porque quiere que demos nuestra opinión y necesitamos saber qué decís vos”.

La “marca” a la que se refiere el mensaje tiene que ver con que a los oídos del remitente de esta carta había llegado el rumor de que dos chicas de su colonia estaban haciendo demasiadas migas con algunos policías.  

Las “wilas” son en el argot pandilleril el equivalente al correo oficial de cualquier institución. A través de estos pequeños trocitos de papel, los pandilleros en prisión giran instrucciones, dan consejos, consignan penas de muerte o administran a sus clicas a distancia. El fragmento anterior evidencia que los líderes pandilleros en libertad consideran necesario consultar la opinión de “el tabo” –la cárcel-  para ejecutar a algunos de sus miembros.

Hasta la semana antepasada, los militares habían interceptado 119 mensajes que salían de algunas de las siete cárceles que desde julio pasado están bajo su custodia. En todos los casos, las wilas iban ocultas en la ropa o en el cuerpo de los familiares que llegaban de visita a las prisiones, o a través de los mismos custodios. El penal en el que más se han interceptado este tipo de correos es el de Izalco, donde están recluidos miembros del Barrio 18. Ahí se interceptaron 30 mensajes. Le sigue de lejos el penal de máxima seguridad, en Zacatecoluca, donde los militares detectaron 8 correos. Lo curioso es que en “Zacatraz”, las visitas no pueden tener contacto físico con los internos, y la sesión tiene lugar con un vidrio de por medio. En este caso el medio de transporte para los mensajes es el mismo personal de la cárcel, según las autoridades.

De acuerdo con la inteligencia militar, el contenido de los mensajes enviados por los pandilleros puede catalogarse en cuatro tipos que los resumen a todos: los que dan autorizaciones de muerte; los que hacen llamados a la unidad y el respeto a la cadena de mando; los que dan instrucciones sobre la administración del dinero de la renta y los que hacen llamados para utilizar a organizaciones o instituciones de derechos humanos como instrumentos de boicot contra los perímetros militares.

El Faro tuvo acceso a algunas wilas. A fin de no entorpecer las labores de seguridad, este periódico decidió no publicar el centro penal del que se origina cada mensaje ni las partes de los mismos que pudieran identificar a sus destinatarios. También se hace alguna labor de “corrección de estilo”, a fin de que el contenido de los mensajes resulte comprensible.

La modernización de “la empresa”
Un militar registra a un custodio de la Dirección General de Centros Penales, antes de que este acceda a la prisión de Chalatenango. Desde que el operativo inició ya se ha arrestado a un custodio que portaba drogas, chips y otros ilícitos al interior de su spray de autodefensa. Foto Edu Ponces
Un militar registra a un custodio de la Dirección General de Centros Penales, antes de que este acceda a la prisión de Chalatenango. Desde que el operativo inició ya se ha arrestado a un custodio que portaba drogas, chips y otros ilícitos al interior de su spray de autodefensa. Foto Edu Ponces


“Ey, pensemos en grande. Nuestras familias pueden trabajar estos negocios allá afuera, por eso se estaba diciendo de unir la renta durante un mes. Solo con lo de la calle no nos metemos, porque ellos tienen que financiar la guerra contra los puercos y nosotros tenemos que preocuparnos porque un día se acaba esta maldita renta y tenemos que ponernos en todo”.

Según el director de investigaciones de la PNC, Howard Cotto, la extorsión es el negocio más lucrativo de las pandillas, incluso por sobre el narcomenudeo. Y el creciente flujo de dinero que este delito inyecta a las pandillas les está permitiendo dar un salto que consolida a estas organizaciones como grupos de crimen organizado. Según Cotto, las dos principales pandillas en el país –MS y B18- comenzaron hace algún tiempo a blanquear dinero, comprando inmuebles, haciéndose con algunas rutas de autobuses o montando pequeños negocios.

Un pandillero intentó hacer llegar el siguiente mensaje a otros líderes que se encuentran en libertad, en el que -a su modo- les da algunas instrucciones sobre cómo manejar la economía delictiva: “Se iba a recoger una cuarta parte de dinero, pero hasta el momento no llegamos a ni mierda, porque siempre se lo gastan sin necesidad y que les quede claro que la renta ya se va a acabar. Es de pensar en poner negocios legales, agarren plante, es de tirar una sola onda, porque el que siga haciendo pendejadas se le va a cobrar...”

La economía del “renteo” también llega hasta la cárcel. Hasta hace unas semanas, los visitantes de todas las cárceles del país podían llevar hasta un máximo de 35 dólares mensuales por reo. Sin embargo, según el jefe del comando militar que está a cargo de la operación en prisiones, sus elementos han llegado a recibir ofertas de hasta mil dólares por cada teléfono que permitan introducir. Una oficial recibió en Izalco una oferta de 2 mil dólares en efectivo, si esta se hacía de la vista gorda con un alijo de marihuana que una mujer intentaba introducir al penal.

Una oferta de mil dólares por un aparato telefónico puede ser tentadora para un soldado raso, cuyo salario es de 230 dólares mensuales, menos los descuentos de la ley. Cuando un efectivo denuncia un intento de soborno, se le saca del Comando San Carlos y se le regresa a su unidad de origen, para evitar que la idea le siga dando vueltas en la cabeza.

La palabra del “tabo”

Hace tres semanas, las pandillas consiguieron paralizar o limitar una buena parte de la actividad económica en el país, enviando mensajes conjuntos, en los que amenazaban a empresarios, transportistas y empleados, para que no asistieran a sus actividades normales. El “paro” duró dos días y según la Cámara de Comercio e Industria, se perdieron 40 millones de dólares por la paralización del comercio.

El comisionado Cotto, que está al frente de los organismos especializados en investigación policial, dice estar desconcertado: “Nos sorprende porque muy pocas veces en la historia del país, estas organizaciones criminales han llegado a un acuerdo tan limpio para realizar una acción determinada. Que yo recuerde se han puesto de acuerdo una que otra vez para realizar unas marchas pequeñas, con algunos familiares reclamando acciones muy puntuales; pero ahora, ¿con qué nos encontramos? ¡Con un plan! Por ejemplo, el panfleto (volante) que repartían en el mercado central era idéntico al que repartían por todo el país, con la misma coma, con la misma letra, solo que en uno decía 18 y en el otro MS”.

Para este policía, ese acuerdo entre dos pandillas enemigas es imposible sin el visto bueno de la cárcel: “En las cárceles, de acuerdo a la visión de las pandillas, hay un nivel de jerarquía más alto y de mayor respeto que afuera. Entonces los pandilleros que están en la cárcel son quienes tienen que aprobar cualquier idea o acción o se termina de fraguar con el visto bueno de ellos”, explica.

Hay otro funcionario que comparte el análisis de Cotto y que agrega más elementos al peso que tiene la cárcel en la estructura jerárquica de las pandillas: el director general de Centros Penales, Douglas Moreno, quien está convencido de que el acuerdo tuvo su origen en las prisiones: “¿Cómo se pusieron de acuerdo las dos pandillas? ¡A través de los custodios, o de los familiares!”. A él le resulta lógico. Es el primer convencido de que la institución que dirige está afectada por la corrupción desde los cimientos.

El jefe del Comando San Carlos (que pide no se le identifique por su nombre, debido a razones de seguridad), ha percibido incluso una estructura entre los penales: “Cuando Zacatecoluca comienza a ponerse raro, en seguida se pone raro el penal de Ciudad Barrios y luego el de Chalatenango”, asegura. En estas tres cárceles guardan prisión miembros de la Mara Salvatrucha: “Zacatraz” es para los reos de máxima peligrosidad, Ciudad Barrios para reos ya condenados, y Chalatenango mayoritariamente para los que aún están en proceso.

El ratón pandillero

Una wila: “No podemos permitir que nuestra visita esté siendo marginada y tratada de esa forma, la única forma de ratificar esto es a través de artículos y organizaciones que nos apoyan y velan por nosotros e instituciones que velan por el derechos de la mujer y los niños”.

Otra wila: “No existe ninguna ley para que se revise de forma indecorosa y para que se registre a los menores. Busquen a Óscar Luna, es el general de los derechos humanos para denunciar y poner unos abogados para entablar unas demandas contra el coronel que está a cargo de este penal”.

A partir de junio de este año, el presidente de la República, Mauricio Funes, ordenó que el Comando San Carlos fuera tomando paulatinamente el control perimetral y de ingreso de varios centros penales. A finales del mes pasado, los militares tomaron posiciones en los penales de Cojutepeque y de Quezaltepeque. Con esto suman ya siete cárceles en las que brindan seguridad perimetral y en las que revisan a todos (o sea, a absolutamente todos) los que ingresan y salen de los recintos. Desde que tomaron posiciones hasta hace dos semanas, habían capturado a 89 personas, que intentaban ingresar 620 objetos ilícitos a las cárceles, en los que se destacan 29 celulares y 251 porciones de marihuana de distinto tamaño: unas de algunos gramos, y otras de hasta una libra embalada en un tubo de 21 centímetros de largo, que iba dentro del recto de un señor de edad.

Desde que los militares tomaron sus puestos, los controles se han endurecido, y resulta que ellos están apostados ahora en las cárceles que albergan a la mayor parte de pandilleros privados de libertad, tanto de la MS como del B18.

El jefe militar, el director de centros penales y el encargado de las investigaciones especiales de la PNC, coinciden en que para los pandilleros presos será muy importante seguir manteniendo control en la calle; y para ello necesitan disponer de canales de comunicación. Las wilas que se muestran anteriormente serían pruebas de la presión que las pandillas planean ejercer sobre las autoridades, a fin de aflojar lo más posible los controles.

La segunda semana de septiembre, Douglas Moreno anunció el endurecimiento de las medidas de seguridad en las cárceles, como respuesta a los penales que se amotinaron durante el “paro” decretado por las pandillas.

Algunas de las nuevas disposiciones terminan con un régimen que a simple vista parece demasiado laxo. Hasta ese momento, las visitas de fines de semana podían durar el día entero, y cada reo tenía derecho a recibir la visita de hasta 10 personas, cuya relación sanguínea o política no había que probar. Las visitas íntimas nocturnas duraban 12 horas, de seis de la tarde a seis de la mañana, de forma que, en fin de semana, un reo podía hacerse acompañar por su pareja desde las 9 de la mañana hasta las seis de la mañana del siguiente día. Ahora las visitas sólo durarán tres horas; solo se permitirá el acceso de dos familiares y queda prohibida la entrada de menores. La visita íntima durará un máximo de dos horas.

Antes de estas reformas se podía ingresar cualquier cantidad de alimentos, ahora queda prohibida la entrada de cualquier alimento de fuera del penal.

El procurador general de derechos humanos, Óscar Luna, condenó la decisión, asegurando que evidenciaba una política “errática” de parte de la dirección de penales y que algunas de las normas violaban derechos internacionales.  

Pese al endurecimiento de las medidas, estas son limitadas a algunos recintos: Chalatenango, Ciudad Barrios y Cojutepeque. En otros penales como Apanteos, Sensuntepeque y Zacatecoluca, las nuevas disposiciones solo se aplicarán en algunos pabellones. Las otras 13 prisiones del país siguen bajo las mismas disposiciones anteriores. Y hay algunos hechos que parecen contradictorios ante los ojos del jefe militar: mientras ellos efectúan revisiones en búsqueda de celulares, la dirección autoriza la presencia de teléfonos públicos de tarjeta en penales como Izalco, Gotera e incluso en el de máxima seguridad.

“¿Cómo se va a controlar eso, si, por ejemplo, en Chalatenango hay espacio para 300 personas y hay mil 232 reos, vigilados por cuatro custodios? En las noches no todos caben en las celdas y varios duermen en los pasillos”, cuestiona el militar.

Este oficial de alto rango está convencido de que los prisioneros se las ingeniarán para conseguir comunicarse entre ellos o con el exterior y como muestra relata la siguiente historia: “Un soldado que está en los garitones de Zacatraz, escuchó cómo un preso le decía a otro: ¡mandame lo que te pedí! Y al cabo de unos minutos vio salir de la celda del segundo a un ratón que llevaba algo amarrado al cuerpo. Minutos después, lo vio salir de nuevo de la celda del primero y regresar a la otra”.

El ejército ha interrogado varias veces a este elemento y él insiste en que eso fue lo que vio.
Militares del Comando San Carlos, encargado de la vigilancia perimetral de 7 centros penales del país, custodian la comida de los reos tras comprobar que no esconde ningún tipo de ilícito en el penal de Chalatenango. Foto Edu Ponces
Militares del Comando San Carlos, encargado de la vigilancia perimetral de 7 centros penales del país, custodian la comida de los reos tras comprobar que no esconde ningún tipo de ilícito en el penal de Chalatenango. Foto Edu Ponces
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