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Sobreviviendo a los 40 minutos del apagón centroamericano

Un corte eléctrico afectó la noche de este domingo a cuatro países centroamericanos. Según la empresa eléctrica estatal de Honduras, una falla en una planta al sur de ese país provocó el apagó en Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador. En El Salvador duró aproximadamente 40 minutos.


Lunes, 14 de junio de 2010
Daniel Valencia Caravantes

No recuerdo exactamente si fue a las 7 en punto o cinco minutos después. Lo cierto es que me quedé con las ganas de jugar al Play Station, mi hijo pegó un alarido de espanto al enfrentarse a la oscurana, y la mamá corrió unos metros por el pasaje, a tientas, como ciega, buscándolo. Entre las sombras, y con dos ojos alertas como los de los cangrejos, él apareció con una lamparita en forma de espada con la que, por suerte, había estado jugando hasta entonces. Fue entonces cuando caímos en cuenta, con todos los vecinos, de que aquel no era un apagón 'normal', de esos provocados por un transformador dañado, un poste caído o un error subsanable en el sistema de transmisión. La colonia estaba a oscuras. Las casas de enfrente, las de atrás, las del al lado, las que alumbran la noche en la otra cuadra, las que la alumbran en la lejanía... Con todo el significado que implica eso de estar a oscuras, lo estábamos.

Entonces bailaron celulares con su lamparita improvisada.

En las casas las mamás buscaban candelas y los fósforos eran maldecidos. Mi señora tomó una candela que se partió a la mitad y tocó jugar a luciérnaga con un cutuco de candela. Y la luz no regresaba. Fue entonces cuando reparé e intenté recordar si se había ido a las 7:00 o a las 7:05, porque eran las 7:20 y no volvía la condenada. Me entró la angustia de un capitalino de tercer mundo: no es lo mismo pasar el rato y no pensar frente al televisor, que pasar el rato y estar inquieto con la luz apagada. Porque así se piensa demasiado en el futuro, el corazón se hace chiquito y la angustia del mañana quita el sueño. O quizá porque los recuerdos vuelan de nuevo, como los chicotes amarrados con un hilo en la pata, que mi abuelo hacía volar en su casa de Soyapango, mientras los pequeños jugábamos a bañar de espelma a los menos afortunados. Eso pasaba así al final de la guerra, entre el 90 y el 91, cuando los apagones eran más comunes... como las balas y los muertos y las casas destrozadas por papayas incendiarias.

'20 minutos todavía es normal', pensé, antes de salir con Michelle, en las sombras, rumbo a la pupusería. Habíamos encargado, por teléfono, cuatro revueltas, tres de queso y siete de frijol con queso a eso de las 6:30. Y con luz o sin luz, domingo sin pupusas es como mundial sin Alemania, una de mis favoritas, y que por cierto goleó 4-0 a Australia, marcador que obligó a Eugenio Calderón, el del 4, a retractarse. El sábado había dicho que Alemania no pintaba para nada, que sin Michael Ballack no tenía rumbo. Unas horas antes del apagón dijo que Alemania era la mejor, hasta el momento... Ahh, estos del 4, ¿verdad?

'¿Y si la luz no regresa antes del partido de Holanda?', pensé, afligido, como todo fanático mundialista. Ahora me pregunto si más salvadoreños, guatemaltecos, nicaragüenses y hondureños -¡sobre todo hondureños!- habrán pensado lo mismo la noche de este domingo.

Mientras escribo esto, en las noticias en la web, la radio y la televisión, ya han informado, de forma muy vaga, que en estos tres países algo falló. No se sabe qué, pero algo falló. En Honduras sí pareció más claro todo, a pesar de la oscuridad. El gerente de la estatal Empresa de Energía Eléctrica, Roberto Martínez, informó que la falla ocurrió en una planta en el sur del país, y eso provocó que se afectara a los otros tres países de la región, que están interconectados desde hace años. El flujo de electricidad se cortó por 'una falla generada por una desincronización en una de las plantas del sur del país, que afectó también la interconexión eléctrica con El Salvador, Guatemala y Nicaragua', explicó.

Yo también supuse que algo había fallado cuando apunté la vista hacia la inmensa negrura del volcán, cuando llegamos a la pupusería. Mi esposa se fue a pagar el encargo, mi hijo seguía jugando con su lamparita y yo sentí aflicción. Si el volcán, la San Francisco, el Cuscatlán y toda la calle estaban a oscuras, no era aquello un simple apagón. Me pregunté si el presidente de CEL, Nicolás Salume hijo, se habrá quedado sin energía. Llegué a la conclusión de que a lo mejor tiene planta eléctrica. Luego pensé en las represas y turbinas dañadas por Agatha, en la mala administración de la CEL en los últimos años, en que no avisó de este apagón, en los reclamos a la Defensoría del Consumidor por electrodomésticos dañados...

-Solo falta que se me haya arruinado la tele- pensé, de nuevo, afligido, como todo mundialista. Previo al apagón, las luces de la sala pispilearon, la tele se apagó de súbito y luego se encendió de nuevo, y la refri tembló, como agonizando. ¡Bum! Se fue la luz. No encuentro la onomatopeya para intentar describir el sonido que hace la huida de la electricidad, pero supongo que suena algo así como el paso veloz de una nave espacial, o el rayo láser gastado de una pistola de ciencia ficción.

A las 7:29 mi hijo se durmió. Estaba demasiado cansado de tanto jugar durante la tarde, como para afligirse. A esa hora ya sabía que mi madre visitaba a mi abuela, en Soyapango, y le daba besos en la oscurana; sabía que mi suegra y mi suegro iban sobre una Zona Rosa a oscuras. La Flor Blanca, donde mi hermana, tampoco tenía electricidad. Entonces le mandé un mensaje a Saúl, mi editor:

'Como que hay apagón general: no hay electricidad en el volcán, Santa Elena, San Benito, San Francisco, Estadio cusca, Flor Blanca y Sierra Morena (Soyapango)'.

La pupusería, seguro por el apagón, tenía pocos comensales. Cosa rara porque las pupusas que hace esta señora, cuyo nombre desconozco, son muy buenas. Ella tiene la característica de hacerlas gorditas, rellenas de mucho queso, frijol y chicharrón. ¡Pero rellenas de verdad! Tan rellenas que las orillas siempre quedan con ese peculiar chicle frito y salado. Los domingos hay que hacer el encargo a sabiendas de que uno puede llegar a esperar entre hora y hora y media el pedido. Si uno tiene suerte.

De camino a casa, ya sabía que el resto de la noche no lo pasaría en la oscurana, solo, con mi mujer y mi hijo. A esa angustia que provoca estar a tientas, por experiencia sé que se le combate en compañía, contando chambres, pasadas o hablando cualquier tipo de carburo. Con más compañía es mejor, sobre todo si hay velas, café y pupusas. Al menos eso me quedó de experiencia luego de aquellas famosas 'ocho´ras perras' -que le decían- a los apagones generalizados de la CEL dirigida por el coronel Sigifredo Ochoa Pérez, en la primera mitad de los 90s.

Entonces, el plan, en medio del apagón, era este: llegaríamos a casa, arreglaríamos las cosas y nos iríamos a la de mis suegros. Pero cuando llegamos a casa quise ir al baño. Y en estas circunstancias no hay lámpara de celular ni luz de candela que supla la calidad de la necesaria y brillante luz de un buen foco de 100 watts.

Busqué el jabón, se me cayó, hice un reguero de agua -pensé en la compra del súper del sábado, guardada en el freezer y le auguré un futuro incierto-, busqué una toalla y desistí de la faena al encontrar un camisa mal parqueada en el cuarto. Las llaves del carro desaparecieron por arte de magia, las encontré luego de darle vueltas a la sala, salimos, nos subimos al carro, y la luz del vehículo era como estar en el cielo. 'La radio', pensé. Puse la KL, y justo una colega enlazaba llamada con un ingeniero de CEL, cuyo apellido acabo de olvidar -porque nunca dijeron su nombre- que informaba que no sabían nada más que el apagón fue a nivel nacional, que tenían un reporte extraoficial de que la Unidad de Transacciones falló, que tenían reportes de que en Honduras y Guatemala pasó lo mismo y que investigarían qué había sucedido. En el camino de mi casa a la de mis suegros descubrí el mensaje que me había respondido Saúl:

'Puxik, tmbn n antiguo y n el faro'.

En la KL informaron que ya había zonas restablecidas, mi suegra informó que el apagón se sintió también en Pasaquina, La Unión, donde vive su mamá, y que ellos ya tenían electricidad. En un tramo del camino, por las curvas de la San Francisco, algunas lámparas se iban encendiendo a nuestro paso.  Así como pasa en la tercera entrega de Matrix, cuando aparece el agente Smith. Al llegar a la Manuel Enrique Araujo, la ciudad y el volcán ya eran una lámpara completa. Sentí alivio. Y le hablé a Saúl.

A las 7:52 quedamos en que le mandaría una notita, pero me pareció tan cómico revivir esta experiencia que escribí esto. Ahorita me doy cuenta de cómo extraño el olor de los chicotes asados a la luz de la candela, a los que volaban amarrados de la pata con hilo, y a las pláticas de aquellos apagones de la primera mitad de los 90s, porque cuando llegué a casa de mis suegros el apagón quedó en segundo plano. La goleada de Alemania y las críticas al partido de Argentina robaron la atención. Luego, platicando con mi cuñado llegamos a la conclusión de que al menos tenemos algo de suerte: no somos Nueva York para perder millones de dólares en la cadena productiva cuando viene un apagón. Aquí solo supe y pude confirmar pérdidas en la venta del domingo de la señora pupusera de mi cuadra.

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