Otro Mundial inicia y otro Mundial que El Salvador vivirá solo como espectador, aunque el fútbol esté en el ADN de los salvadoreños. Una pelota a los pies de cipotas y cipotes de cualquier edad hace estallar el juego con tal magia que un potrero, dos ladrillos, una cárcel o tres pedazos de bambú pueden hacer el mejor de los estadios. Ahí -y así- quizás se cuecen las próximas selectas.