¿Se replican en El Salvador esos clubes cuyos miembros se juntan para intercambiar pareja? El Faro accedió a ese mundo semiclandestino y monoteísta que, bajo un puñado de reglas básicas, rinde culto a su único dios: el sexo. El rito -esta vez- ocurre en una residencia de San Salvador, que igual convoca a piel fresca que a carne macilenta, y en la que la consigna es: id y complaceos.
Yo sobreviví a los swingers
¿Se replican en El Salvador esos clubes cuyos miembros se juntan para intercambiar pareja? El Faro accedió a ese mundo semiclandestino y monoteísta que, bajo un puñado de reglas básicas, rinde culto a su único dios: el sexo. El rito -esta vez- ocurre en una residencia de San Salvador, que igual convoca a piel fresca que a carne macilenta, y en la que la consigna es: id y complaceos.
Por Carlos Martínez