El Ágora /

'En este país un niño ve un animalito y ¡plas!, le pone el pie y lo mata'

Leopoldo Serrano es una enciclopedia que dispara ráfagas de conocimiento. Su conversación va a más de 200 palabras por minuto. Es agrónomo y entomólogo de profesión. Es decir, es un científico que se dedica al estudio de los insectos. Su vida entera gira alrededor de estos bichos y sus investigaciones. Gracias a ellos conoció a su esposa. Por ellos se convirtió en catedrático universitario. De ellos ha comido. De ellos ha aprendido secretos de la naturaleza. Con ellos ha descubierto las mieles de la ciencia y la hiel del desamparo económico para sus investigaciones. Por ellos, a él le llaman 'el maestro'.

Lunes, 31 de mayo de 2010
Diego Murcia y Mauro Arias / Fotos: Mauro Arias

Leopoldo Serrano en la Colección de Inséctos Acuáticos de la Universidad de El Salvador. Foto Mauro Arias
Leopoldo Serrano en la Colección de Inséctos Acuáticos de la Universidad de El Salvador. Foto Mauro Arias
Leopoldo Serrano lleva 35 años mirando con lupa el mundo de los insectos y habla con optimismo de sus descubrimientos. Su discurso entre líneas es: los insectos son una pieza irreemplazable en el engranaje natural. Hace relaciones de economía, de control cultural, de mitos y de miedos. Y cuando habla sobre sus amados insectos, sobre sus respetables plantas, suelta información como quien huye de la muerte, saltando de un tema a otro sin margen para la repregunta.

La historia de Leopoldo Serrano es sencilla. Es una historia de campo. Se formó como ingeniero agrónomo en la Universidad de El Salvador. Siendo bachiller soñaba con estudiar plantas, 'porque mi familia tenía una finca donde había animales y huertas'. Los animales no le gustaban. Pero llegó a la Universidad y ahí una catedrática de zoología le supuso un giro. 'Ella me cambió completamente la percepción de que los animales eran feos y las plantas bonitas. A los animales me los describió y enseñó de una forma muy objetiva, muy bonita, y eso me impresionó'. En uno de los tantos cierres de la Universidad, a Serrano y sus compañeros los trasladaron al Centro Nacional de Tecnología Agropecuaria y Forestal (Centa), donde llegó al departamento de parasitología vegetal. 'Ahí trabajaba don Sebastián Rivera García, de quien aprendí algo de entomología... algo, no: ¡mucho! Él me dejó ver el punto de vista del insecto como un grupo de animales importante para la agricultura y para el cultivo', recuerda.

Cuando regresaron al campus universitario se convirtió en ayudante de laboratorista y con el tiempo consiguió empleo y se quedó en el Departamento de Protección Vegetal. 'Ahora veía a los insectos como un material de estudio, de investigación constante y comprendí cuál era la importancia que tenían para el agricultor', dice. Ese fue el inicio de su larga carrera entomológica y, hoy día, entre la comunidad científica, cuando los entendidos en la materia hablan sobre bichos, suelen llamarle 'el entomólogo', 'el maestro'.

A Mauro, un amante de la naturaleza, le pareció que Serrano podía ser una persona interesante para conversar. Consiguió su número telefónico y solicitó una entrevista para la sección Pláticas. Al final de la conversación telefónica, Mauro comentó: '¡Qué rápido habla este maestro!' Accedió a dar la entrevista pero no aceptó ir a tomar un café fuera de la Universidad. 'Es que estoy trabajando', se excusó.

Su oficina está ubicada en la planta baja de la biblioteca central de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad de El Salvador. Se llega a ella por un pasillo a medio iluminar y está identificada con un pequeño rótulo en papel: 'Laboratorio de Entomología'. Ahí, recostado sobre una libreta en la que hace anotaciones, está el hombre de 58 años, en medio de infinidad de ejemplares de insectos en conservación.

Tiene una mirada de persona curiosa. Sus anteojos le agudizan ese aspecto. Esos anteojos con dos remiendos. Uno en la montura y otro entre los aros. El primero es una cinta adhesiva que asegura que una de las patillas se sostenga en su oreja, y el segundo es un pegoste resinoso que asegura que no le resbalen por la nariz. En la sala también hay otro investigador y tres alumnas de Serrano. El hombre se prepara a hablar de su pasión. A hablar como ráfaga... a ametrallarnos con datos e información que suelta con una cadencia impresionante, a tal punto que por momentos cuesta entenderle lo que dice.

¿Por qué decidió ser entomólogo?
Si uno conoce algo de plantas y conoce de insectos, se puede hacer relaciones: quién come a quién o quién vive donde quién, quién está asociado a quién, etcétera. No me arrepiento de la profesión que escogí porque ello me dio material para aprender y quedarme con que no lo sé todo, hay más que aprender. Si ustedes van a mi casa encontrarán que hay un montón de cosas que no he leído, que las he comprado o me las han regalado, y no me queda tiempo de leerlo ni lo voy a alcanzar a leer. Hay que tener la mente abierta de que siempre hay más que ver. Uno se mete al ambiente de un cultivo, de un río o de salud pública y hay dónde aprender qué es lo que está haciendo el animalito, en el caso de insecto que me interesa, por qué está ahí, cuántos hay, a quién le teme, a quién impacta y quién no lo conoce... entonces, esta es una de las materias que siempre tiene retos. No todo lo que está en esos libritos lo sabemos.

¿Cómo le explica su profesión a un niño, a sus nietos, por ejemplo?
Esa es una pregunta bonita porque normalmente he oído de algunos niños que me dicen: 'Ah, usted es el doctor de las plantas'. Pero no, yo soy alguien que trabaja con los cultivos para ver qué les afecta en su salud para que puedan criarse bien. Yo trabajo con insectos que viven en las plantas y también con algunas de sus enfermedades. '¡Ah, las plagas!', dicen algunos. Ahí los corrijo, 'los insectos no todos son plagas'. Por ejemplo, las mariposas no son plagas. Las abejas, tampoco. Algunas veces producen problemas o van a dar problemas, pero las más de las veces viven del cultivo.

Lo que pasa es que es el humano el que les da la gran cantidad de comida haciendo monocultivos…
... ¡Ahí vamos llegando! Entonces, las culpas eventualmente son del humano. A la gente hay que decirle que el estudiar insectos no es estudiar plagas. Claro que algunos pueden ser problema directo del humano, como los zancudos.

¿Entonces a usted le interesan los insectos no solo porque puedan ser bellos, sino por lo que le hacen a las plantas?
Fíjese que...

… O sea, ¿mira la belleza de un escarabajo?
A mí, por ser agrónomo, me deberían de interesar los insectos porque son parte del proceso productivo de una planta que se siembra en extenso, se cultiva y se espera un producto. Pero, en particular, me interesan aquellos insectos que ayudan o limitan al cultivo. Hay insectos que tienen cruces. Por ejemplo, las libélulas. A ellas las ven en los ríos y sus larvas, generalmente, son de agua contaminada. Ahí las larvas se las comen los peces... los peces no nos interesan. Pero los adultos que salen volando ya no van al agua, llegan a los cultivos y se comen las plagas de los cultivos. Entonces, nos interesan los ecosistemas. ¿A quiénes se comen? A los zancudos, que son insectos, que están en la mira de salud pública.  Los insectos tienen implicaciones en salud pública, en las pérdidas de granos almacenados... nos interesan los insectos como un fenómeno. Uno dice que el hombre es el ser superior de la naturaleza, pero en masa y cantidades de organismos, son los insectos los que hacen más bulto. Por eso son importantes.

¿Un entomólogo también estudia arañas?
Sí, porque son artrópodos. Tienen patas articuladas, segmentos de antenas articuladas y partes de la boca articuladas.

¿Los cangrejos, que son artrópodos también, no?
No. Nosotros como agrónomos estamos dispuestos para el agro y, de alguna forma, nos debe de interesar aquello que le aflige al agricultor, porque él espera invertir tiempo, dinero, esfuerzo familiar, suelo o parcela o lo que sea porque él va a sacar algo: una producción para comer o para vender. Entonces, nos interesa ver aquello que le da dificultad o que le ayuda. Por ejemplo, lo insectos polinizadores, que son los que hacen que haya pepinos y tomates, que son las abejas, queremos que estén, y otros animales más. Pero no queremos que estén los gusanos cortadores o los gusanos que, dentro del maíz y en los cultivos de chile, hacen mucho daño.

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