“Es un dolor en el plexo solar. Un sentimiento angosto”
En la madrugada del 23 de febrero de 1980, seis hombres saltaron al patio interior de la casa de Aronette de Zamora. Interrumpieron una fiesta. Llegaron con los rostros cubiertos, equipados con silenciadores y armas largas. Apartaron al esposo de Aronette y lo mataron a sangre fría. A ella le desviaron la columna con la culata de un fusil. Su hijo de ocho años lo vio todo. 30 años después, Aronette señala el muro y dice: “Ese muro brincaron”. Apunta al suelo y dice: “Ahí estaba yo”. Señala un cuarto y dice: “En este cuarto lo mataron”. En el piso de la ducha hay varios azulejos destruidos. Los mira y dice: “Esas son las tres balas que rebotaron en el piso”. Ahí quedó su esposo, muerto. Ella aún vive en la misma casa. Aparte de unas vértebras desviadas y una sinusitis aguda, el episodio le dejó a esta abogada un agujero en el plexo solar, una angustia viva, una herida abierta, abiertísima. “No se están reabriendo heridas. Usted abre algo que está cerrado. El dolor nunca ha desaparecido, porque son situaciones que marcaron la vida y además la cambiaron y la transformaron totalmente”.
Por Carlos Martínez y Mauro Arias / Fotos de Mauro Arias